Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 5 de octubre de 2018

20/7/2018 – La mina de Montraveta


Repasando los mapas del ICC después en casa, veo un topónimo en que hasta ahora no me había fijado – la mina de Montraveta. La busco en el libro de minas. Resulta que tuvo una vida efímera al final de los años 40 pero, aún así, tuvieron tiempo para hacer un pequeño teleférico hacia La Pobla de Lillet.

Hablando con Pep, propongo que busquemos esa mina, ya que Carles aún está en la playa. Aparcamos en una curva de la larga pista de La Pobla de Lillet a Falgars, a la entrada del estrecho valle que sube hacia la Font de la Tosca.

Vista hacia el norte, con La Pobla de Lillet abajo y Puigllançada atrás

Primero subimos por antiguos campos y luego una antigua pista gira hacia la izquierda y sube el valle, para luego convertirse en camino que sube por el lecho mismo de la riera, que lleva agua que baja de la fuente.

Pep en la Font de la Tosca

Llegamos a la Font de la Tosca, una surgencia amplia desde la roca porosa que le da su nombre, cubierta de musgo. Seguimos subiendo y entramos en unos campos antiguos de reducidas dimensiones, con pequeños muros y dentro, avellanos. Deducimos que aquí, antes de la mina, se cultivaban avellanos. Detrás, la tierra de repente cambia de color, tomando un tono gris oscuro. Son los escombros de la mina. Encima, los restos de una barraca y detrás, la mina, cuya entrada solo se intuye ya que se ha hundido. Localizamos la vía por donde se empujaban las vagonetas hacia el teleférico, situado en una punta de la cresta.

Lo que queda de la mina de Montraveta

Seguimos una pista antigua que cruza unos campos y finalmente subimos sin camino por los bancales hasta el camino que baja desde el Xalet de Catllaràs al barrio de Corominas. Vemos superpuestas tres épocas en un mismo lugar: primero, el uso agrícola; después, la minería, durante dos o tres años; y después la explotación forestal, quizás hace 40 años ya.

Nos desviamos del camino del Xalet para bajar al Gorg de la Lleona. Ese nombre debe venir antiguamente de Llacuna porque, en el fondo del valle, hay un estanque donde cantan las ranas, que de repente se callan al escuchar nuestras voces. Subimos sin camino hacia el Xalet. Propongo que nos desviemos hacia la Collada Cerdana, donde comemos.

El camino a La Pobla de Lillet desde el Xalet, ahora parte de la Xarxa Lenta

Por ser pleno verano, hace una temperatura muy suave con una brisa agradable. El  bosque está clareado, dejando muchos espacios para la luz.

Bajamos la cuesta hacia el oeste, pasando cerca de la mina de Capdevila pero sin verla. Entramos en una zona de cultivo, ahora pequeños prados separados por rocas grandes y dispersas, donde crecen pinos altos y rectos. Abundan las mariposas y flores. La sensación general que da es de serenidad y armonía, una sensación que nos permite reconciliarnos con el bosque y sanar las heridas que dejó la excursión de la semana anterior.

El bosque bajo la mina de Capdevila

Empalmamos con el camino señalizado de la Xarxa Lenta, dejando para otro día un camino de carboneros que cruza el Rec de Serrat Pinós para entrar nuevamente en el bosque. Diez minutos después, estamos en la pista de Falgars.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,0 km; 450 metros de desnivel acumulado.

miércoles, 3 de octubre de 2018

13/7/2018 – Arderiu


Hoy estamos solos Pep y yo. Carles está en la playa, cumpliendo con su deber de padre de familia. Ya le imaginamos, el cuerpo pringoso de crema solar y helado derretido y la arena que se pega a los sitios más molestos. Niños gritando, pelotas aterrizando encima tuyo mientras intentas leer; la verdad es que ni a mí ni a Pep nos gusta la playa.

Pep lleva tiempo hablando de ir a la zona de Arderiu y Ardericó. Sus documentos hablan de una lista de casas que hoy están desaparecidas y quiere encontrarlas. La última vez que estuve por allí fue en una salida en octubre de 2014 con Carles. Había un camino que, desde la casa del Castell, pasaba por los campos debajo de Serra Pigota y acababa en la casa de Arderiu. Sin duda sería el camino que usaba la gente de esa casa para ir a La Pobla de Lillet. De este camino, salía un ramal que había quedado pendiente y que parecía dirigirse a la casa de Serra Pigota, que está más elevada.

Propongo que busquemos este ramal ya desde Serra Pigota. Aparcamos en el monasterio de Santa María y empezamos a caminar por la pista hacia la casa de Junyent. Charlando tranquilamente, dejamos la pista de Junyent para subir a la casa del Castell y luego a Serra Pigota, que parece más bien un cobertizo hecho con bloques de hormigón. La casa original ha desaparecido.

La casa del Castell. Aquí, aparte del castillo, había una pequeña comunidad en la Edad Media

Subimos el Clot de Serra Pigota hacia el Gorg de la Lleona por una pista antigua. Pistas de nueva factura atraviesan la nuestra y una la seguimos pero queda muerta cuando la pendiente no le permite continuar. Bajamos por un caos de ramas y troncos hacia otra pista, que luego subimos. En alguna parte de esta destrucción estará el ramal que seguí con Carles a Serra Pigota pero hoy no lo encontramos. Seguramente ha desaparecido. Subimos a una cresta para empalmar con el camino principal de Arderiu a La Pobla de Lillet pero en su lugar hay una pista de 6 metros de ancho que va siguiendo el trazado del camino.

En un claro del bosque, miramos hacia el norte y vemos que también se ha hecho una pista que baja desde la Collada de Tortas hacia el Pla d’Erols, debajo de Puigllançada, y todo nos indica que ha obliterado al menos parte del antiguo camí ramader. Mientras caminamos hacia el Arderiu, el mal humor de Pep va en aumento ante esta destrucción gratuita. ¿Por qué tienen que abrir la pista forestal justo encima del camino?, me pregunta. Pero la respuesta ya la sabe: es el trazado más fácil y más lógico.

Así ha quedado el camino histórico de Arderiu a La Pobla

Como aspecto positivo, el desbroce ha creado zonas abiertas donde crecen cardos y, entre los cardos, revolotea una multitud de mariposas de distintas especies. En las zonas llanas con señales de antiguos cultivos, Pep se aparta de la pista en busca de casas pero, con todo lo que se ha removido, no consigue sacar nada en claro.

Iberian marbled white (Melanargia lachesis)

High brown fritillary (Argynnis adippe)

Comemos bajo un árbol en los campos debajo de la casa de Arderiu. Es una casa arreglada, cuidada, con un jardín que claramente recibe los mimos de algún jardinero, y está celosamente protegida con vallas altas para que no entre ningún animal o humano. Pero con tanta pista nueva que le rodea, seguro que habrá perdido algo de su encanto. 

Bajamos hacia Junyent. Allí también se ha creado una pista nueva que ha aprovechado parte de una pista antigua, pero con ramales nuevos. Con tanta rama en el suelo, es inútil intentar buscar caminos antiguos. Después de sorprender a una cierva con su cría, llegamos a la casa de Junyent. Es una casa grande, con al menos dos ampliaciones. Hace bastantes años, hice una de las caminadas populares de La Pobla, que pasó por Junyent. En aquel tiempo, el pajar aún estaba en buen estado y allí se hizo el pan con butifarra para los caminantes. Hoy, parece que hace años que no viene nadie.

El pajar de Junyent, con la casa al lado

Solo nos queda seguir la pista al monasterio. Nos vamos de aquí con un mal sabor de boca. ¿Quién sabe cuándo volveremos?

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,5 km; 480 metros de desnivel acumulado.

PD. El día después, noto que me pica la espalda. Algunas horas después, tengo la espalda y los hombros llenos de granos y ronchas urticariantes que tardan una semana en marcharse. Como causa, la única hipótesis que se me ocurre es que cuando bajamos sin camino por el bosque cortado, Pep, que iba primero, levantó pelos de procesionaria que luego cayeron hacia atrás sobre mí. Cosas del karma …

lunes, 20 de agosto de 2018

6/7/2018 – El camino de Aranyonet a Sant Jaume de Frontanyà


El 22 de junio, fuimos a Montgrony e hicimos la vuelta clásica del macizo, pasando por el Mal Pas (ahora con las barandillas, Bon Pas) y el Forat del Sant Ou (“¿Irías a buscar el móvil si cayera dentro?”, me preguntó Pep, más que nada como planteamiento filosófico). Con vistas espectaculares hacia el sur y el santuario pegado a las paredes verticales y la iglesia románica de Sant Pere encima son una maravilla, pero nos marchamos sabiendo que no es territorio nuestro de estudio y que allí somos simples turistas.

Durante las próximas dos semanas, Pep participa en una campaña de excavación del castillo de Berga y no puede venir. La semana siguiente, no nos va bien ni a mí ni a Carles pero esta semana, propongo a Carles que acabemos de seguir el camino de Aranyonet a Sant Jaume de Frontanyà.

En la salida del 27 de abril, seguimos este camino hasta el Coll de l’Oliba y Pep señaló un surco en la pendiente que sería su continuación hacia el sureste. Después de un intento fallido de llegar con la furgoneta de Carles al aparcamiento habitual en el cruce de pistas delante de la casa del Boix por el estado deteriorado de la pista tras las lluvias recientes, aparcamos al inicio de la pista en la carretera de La Pobla de Lillet a Sant Jaume de Frontanyà.

Cuando llegamos al Coll de l’Oliba, volvemos a desplegar el mapa del Ejército y, esta vez sentados, lo estudiamos con atención. En el mapa, se ve el camino que nos interesa, que sube hacia el sureste antes de girar hacia el suroeste y unirse con el camino que va a Palomera desde el Pas de les Baumes. Este último camino ahora es una pista forestal y, mirando el mapa, parece que el tramo final del camino desde el Coll de l’Oliba también sería una pista que tenía marcada en mi mapa.

El mapa del Ejército; las estrellas marcan el Coll de l'Oliba y el Pas de les Baumes, respectivamente

Entramos en el camino y cualquier duda que pudiera haber al comienzo se desvanece. Es un camino auténtico; incluso han sobrevivido algunos tramos de empedrado. Vamos subiendo con pendiente constante hacia el suroeste y, en un pequeño llano, vemos una bifurcación: hacia la izquierda sería seguramente el camino de Castellet y, hacia la derecha, sigue subiendo el nuestro.

Vista de los campos de l'Oliba, subiendo por el camino de Sant Jaume de Frontanyà

Llegamos a una pista transversal pero tengo la sensación de que nuestro camino ha cambiado ligeramente su trayectoria y sube más en línea recta hacia el sur. Al otro lado de la pista, se ve un camino que parece continuar pero enseguida nos damos cuenta de que es un camino de arrastrar troncos y acaba difuminándose en el bosque. Salimos a otra pista transversal y giro hacia la izquierda, intentando encontrar dónde perdimos el camino. Volvemos a subir la cuesta, esta vez sin camino, con la idea de cruzar el camino auténtico que, ahora estamos seguros, tendría que venir desde nuestro izquierdo.

Carles, que normalmente es un lince para ver estas cosas, no da con bola. “¿Será que sin Pep perdemos todos nuestros poderes?”, me pregunto. Pero me resisto a atribuir cualidades mágicas a alguien tan científico como Pep e intento comprender porqué un camino que parecía tan claro de repente se queda en nada.

Salimos en la pista que se une con la de Palomera y vuelvo a mirar el mapa de Carles con atención. “Creo que estamos en el camino ahora y el punto de cambio de dirección lo tenemos que buscar en el torrente, a nuestra izquierda”, concluyo.

Pero primero decido saldar una deuda que tengo con Carles y con mis lectores. Sin duda, el lector recordará la salida del 31 de diciembre de 2010 cuando llevé a Carles y Josep Mª al Pas de les Baumes desde el Coll de Sant Jaume. Al ser el Pas de les Baumes el punto más alejado del coche, dimos la vuelta cuando el camino iniciaba su descenso. Hoy tengo la oportunidad de hacer el tramo que nos faltó y así cerrar el círculo.

Por eso giramos a la derecha. Llegamos a la unión de pistas y continuamos. Entramos en el camino y pasamos al lado de los pequeños huecos que han dado al lugar su nombre, con el precipicio a nuestra derecha, suavizado por los árboles, y vistas espectaculares hacia el norte. Damos la vuelta justo en el punto donde el camino gira para subir al Coll de la Creu d’en Soler.

El camino del Pas de las Baumes, mirando hacia el Oeste

Volvemos atrás y justo en el torrente, Carles ve el camino que baja. Ahora parece que ha recuperado sus poderes de cazacaminos y ya no lo volvemos a perder … hasta llegar a la última pista transversal. Tendría que girar a la izquierda pero no lo vemos y acabamos en el camino de Castellet, aquel de la bifurcación. Giro a la izquierda y justo antes de nuestra bifurcación, veo el camino que sube hacia el sureste. Es la bifurcación auténtica y la seguimos hasta ver una trayectoria clara hacia el torrente. La bifurcación ‘falsa’ era un camino de arrastrar troncos que nos engañó y nos dejó tirados en la cuesta.

Vamos a las ruinas de Castellet, donde comemos, y, a pesar de un cielo cada vez más amenazador, miro unos arranques de camino que dejamos en la salida del 27 de abril. Se mueren todos pero sí encontramos unas estructuras posiblemente medievales, adosadas a unas rocas encima de una zona extensa de cultivo.

Estructuras extrañas cerca de Castellet

Llegamos otra vez al Coll de l’Oliba y en vez de seguir el camino antiguo al Boix, decido innovar, bajando en línea recta por los campos. Todo va bien hasta que me doy cuenta que las vacas que habíamos visto pastando en realidad son toros negros. Sé que YouTube está lleno de vídeos de toros que juegan con perros y vienen trotando a buscar caricias, pero ¿quién me puede asegurar que los nuestros serán como aquellos? Nuestros intentos de evitarlos nos llevan directo al precipicio y nos vemos obligados a bajar, acercándonos peligrosamente a los toros que, todo sea dicho, nos tratan con una indiferencia total.

Llegamos a este salto y tuvimos que bajar otra vez hacia los toros

Por fin, vemos un camino de escapatoria pero en vez de cruzar el Torrent del Sabuc, gira hacia el norte y nos hace alargar la ruta al menos un kilómetro y medio más. Ahora solo queda una valla que nos separa de la pista que nos llevará de vuelta al coche. Con toros en un lado y caballos en el otro, tiene que estar electrificada pero veo que Carles levanta la pierna y pasa sin problemas. Pruebo de hacer lo mismo y siento como si me hubieran dado una patada en el muslo y acabo arrastrándome por debajo de la valla. “¿Cuánto mides?”, le pregunto cuando consigo atraparle. “1,82”. “Ya me parecía”. Ha sido una salida complicada.

Vista del Pas de las Baumes desde El Boix

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,7 km; 605 metros de desnivel acumulado.

viernes, 3 de agosto de 2018

15/6/2018 – Buscando el camino de Aranyonet a Gombrèn


Hoy, retomamos el plan frustrado de la semana anterior. Y el éxito parece asegurado porque Carles trae un mapa antiguo del Ejército donde se ven claramente los caminos que queremos seguir. Aparcamos nuevamente en el Coll de Merolla. Hoy es el primer día que pongo crema solar y nada más bajar del coche, constato que este año será un buen año para las orquídeas; se ven por todas partes.

El mapa del Ejército. La tres estrellas marcan puntos clave: Coll de l'Arç, Solanllong y la unión de los caminos de Gombrèn y Solanllong

Nos plantamos nuevamente en el Coll de l’Arç. En la salida del 11 de mayo, mientras yo seguía el camino a la ‘artiga’, Pep y Carles continuaron por la pista hacia Solanllong, hasta unas ruinas que identificaron como Casanova. En el mapa antiguo, un poco después de Casanova, el camino se bifurca; el ramal derecho enlaza con Solanllong y el izquierdo es el camino a Gombrèn.

Hoy, caminamos por esta pista. Pep me muestra unos escasos restos de una casa, borrada por la pista. “Casanova”, me informa, y continuamos. Constatamos dos casas más, seguramente medievales, cerca de la pista pero la bifurcación, no la acabamos de ver. “Igual nos despistamos mientras anotábamos las casas y no vimos la bifurcación”, aventura Carles. Bajamos hacia la derecha con la idea de cruzar en ángulo recto el camino de Solanllong, pero solo vemos campos, bosque y caminos de animales.

Subimos otra vez hasta la pista y llegamos hasta el final. Continúa un camino señalizado con marcas amarillas que baja con cierta pendiente hacia la casa de Solanllong, que se ve abajo. Los restos del camino antiguo pasan por un ‘grau’ encima nuestro, así que su autenticidad está fuera de duda.

Pep pone en palabras lo que todos estamos empezando a sospechar: que hemos seguido desde el primer momento el camino de abajo y lo que no hemos visto es el camino que cruza la sierra hacia Gombrèn. Giramos hacia  la izquierda con la misma idea pero al revés: cortar en ángulo recto el camino de Gombrèn. Pasando por antiguos campos, llegamos hasta la cresta y caminamos hacia el oeste, nuevamente hacia el Coll de l’Arç. Con el surco profundo de un collado a la vista, damos la vuelta, sin haber visto nada convincente y caminamos otra vez hacia el este por la cresta, a ver si vemos por donde cruza el camino hacia el noreste.

Finalmente, la cresta inicia el descenso hacia Can Vilar. Aún no hemos encontrado nada. A la izquierda, se ve la explanada de carga de una pista. Me paro un momento para fotografiar unas orquídeas y cuando me reúno con Pep y Carles, están sentados bajo la sombra, estudiando el mapa. “Quizás mejor haber empezado por allí”, pienso. “Aquí se han dado demasiadas cosas por supuesto”.

“Con la hora que es, tenemos que elegir”, dice Pep. “O intentamos buscar este camino de Aranyonet o tiramos la toalla y vamos al camí ral de Gombrèn al Col de Merolla”. “El camí ral lo podemos hacer cualquier día. Ahora forma parte del GR”, argumento, mientras estudio el mapa. “La clave está en ese collado”, y señalo el punto. “A partir de aquí, siempre cara norte. Y nosotros hemos estado por la cara sur. Yendo hacia Can Vilar, tenemos que cruzarlo”.

Can Vilar

“Así es”, admite Pep. “Es la prueba de que no se pueden mirar los mapas antiguos de prisa y de pie”. Bajamos hasta la pista que lleva a Solanllong y giramos al norte. Con Can Vilar a la vista delante nuestro, al otro lado del valle, vemos un camino que ha sido cortado por la pista. Bajamos a la derecha y poco después, vemos que este camino entronca con otro que va paralelo a la pista. Hemos encontrado la unión de los dos caminos. Damos la vuelta y subimos hacia arriba. Cruzado la pista, el camino sube con zigzags amplios y aunque está cortado por mil sitios por los surcos creados al arrastrar troncos, no hay duda de que, ahora sí, es nuestro camino.

Llegamos a la explanada de carga que vimos en el descenso, sin darnos cuenta de su importancia. A partir de aquí, una pista antigua en línea recta sube por la trayectoria del camino hacia la cresta, donde se divisa un collado amplio. En cierto momento, el camino deja la pista y, ahora más perdedor, sube con más pendiente hacia el collado. Aquí comemos.

Miro el track marcado en el GPS. Cuando estábamos caminando por la cresta sin rumbo, nos quedamos a 60 metros del collado. “Si hubiéramos caminado 30 metros más hasta ver el fondo del collado, habríamos visto el camino”, anuncio. Pep y Carles me miran en silencio. A veces es mejor pasar página.

Volviendo a Coll de l'Arç. El camino, medio borrado, ocupa el espacio entre dos bancales

Continuamos por el camino, ahora muy tapado, que sigue la línea superior de los campos hacia el Coll de l’Arç. Otro camino que sería magnífico si se limpiara. Salimos de las zarzas y allí delante nuestro, vemos las ruinas de una casa más moderna. ¡Es la Casanova auténtica! Y muy cerca, encontramos la bifurcación hacia Solanllong, 20 metros encima de la pista. ¡Íbamos engañados desde el primer momento!

Las ruinas de Casanova

“Seguir caminos es muy fácil cuando sabes dónde están”, resume Carles. Volvemos al Coll de Merolla por la pista. El bosque es un festival de orquídeas.



Diferentes especies de orquídea

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,7 km; 470 metros de desnivel acumulado.

jueves, 2 de agosto de 2018

8/6/2018 – El camino de Cal Costa


El día 18 de mayo, hicimos una salida más bien académica detrás de la casa de Merolla. Pep tenía unos topónimos en documentos antiguos y una casa llamada Bruc entre Merolla y Comas. Una casa, seguramente medieval, sí la encontramos prácticamente en la valla que marca el linde entre las dos propiedades.

Ahora a Pep solo le queda una salida más a esta zona: seguir el camino de Aranyonet a Gombrén y volver por el camí ral que sube el valle hasta el Coll de Merolla. Y eso precisamente es la tarea que nos disponemos a hacer hoy, después de la parada obligada por la Patum, indudablemente la más amarilla de su historia. Y con el telón de fondo de la caída inesperada del gobierno de Rajoy, impulsada por la sentencia del Gürtel, a pesar de los intentos peperos de dejarla en “unos casos aislados de corrupción”.

Pero la carretera a La Pobla de Lillet está cerrada, con una excavadora trabajando en la talud. “Hay unas piedras que amenazan por caerse”, nos explica el operario. “Igual tenemos para media hora o más”.

“No podemos estar aquí esperando”, dice Pep, exasperado. “Tengo una charla en Berga a las 7 sobre un trozo de cerámica”. “Seguro que será fascinante”, pienso, mientras busco en mi cabeza un lugar dónde ir. De repente, se me enciende una luz. “¿Os acordáis de ese camino que nos quedó por ver en Cal Costa? Hoy lo podemos hacer”. El lector seguramente aún tendrá fresca en la memoria la salida que hicimos a finales de 2015 por el camino de Cal Costa y luego subimos por una pendiente infernal hasta el mirador de Gresolet. Mientras hacíamos un descanso en la casa de Cal Costa, vimos un camino que iba claramente hacia abajo y que no teníamos en nuestros mapas.

Aparcamos en la pista que va a Gresolet, cerca del molino de Cal Ferrer. Subimos el camino señalizado hacia Saldes, en una línea casi recta y con pendiente constante. No es la primera vez que subo este camino pero no lo recordaba ni tan largo ni tan empinado, ya que nos hace subir 150 metros de desnivel de golpe. Como siempre, Pep y Carles van 5 pasos por delante, repasando detalles históricos.

Pedraforca vista desde debajo del castillo

Salimos en la pista debajo del castillo. “Tiene que haber un camino que sube directamente al castillo, sin dar esos rodeos que hace la pista”, musita Pep. Sin demasiadas dificultades, Carles la encuentra, abandonado, olvidado, subiendo la cresta hasta el castillo.

Pep y Carles vuelven a repasar el recinto fortificado. Si se calcula a partir de los restos de la muralla, tenía un tamaño considerable; toda una ostentación de poder terrenal. Una casa del siglo XVIII o XIX construida dentro del recinto crea la ilusión de que es más pequeño.

Subiendo hacia el castillo

Pasamos detrás, entrando en esos campos de aspecto tan antiguo. En un rincón, Pep encuentra los restos de una casa medieval. Ahora sabemos que la antigüedad es algo más que una impresión estética.

Entramos en el camino de Cal Costa. Tiene todo el encanto de siempre pero a medida que nos acercamos a la casa, nos damos cuenta de que algo ha cambiado desde 2015. La larga pista que llegaba a la casa desde Saldes ha sido alargada un poco más, por lo menos hasta el collado que marca la larga cresta que se llama Feixatella. En el proceso, ha destruido el camino. Yo aún recordaba ese camino, siguiendo una estrecha repisa en el límite de los campos. Al ser un camino rocoso expuesto al sol, crecían muchas flores entre las rocas y era curiosa ver cómo el camino iba buscando el mejor sitio por donde pasar. Ahora es una pista homogénea y aburrida; tierra y piedra excavada por una máquina y aplanada para que puedan pasar 4 ruedas o 2 orugas.

El nuevo tramo de pista detrás de Cal Costa. Debajo, se ve lo que queda del camino, sepultado por la pista

Y mientras comemos al lado de la casa, me pongo a pensar. Este camino forma parte de las rutas de senderismo que promociona el Ayuntamiento de Saldes. Y esos “Planes de Mejora Forestal” también son responsabilidad del Ayuntamiento, ya que afectan los bosques de propiedad municipal, aunque el dinero venga de otro lugar. Y me pregunto: “¿Qué es lo prioritario? ¿Promover el turismo de naturaleza o explotar el bosque por su biomasa? Porque, mecanizando la explotación de esta manera, las dos cosas no se pueden hacer al mismo tiempo. ¿No se hablan el Concejal de Caminos Bonitos y el Concejal de Cortar Árboles y Abrir Pistas?”. Sospecho que, en esos pueblos pequeños, son la misma persona.

Iniciamos el descenso por el camino desconocido. Tiene unas marcas medio borradas de color verde y blanco de sendero local. Empieza a zigzaguear, pasando por antiguos campos perdidos en el bosque, con las paredes de piedra seca aún intactas. 

Los campos debajo de Cal Costa

Cruza una pista antigua y sigue bajando, ahora en línea recta. Pasamos por una tejería, delatada por las tejas rotas en el suelo. Las vacas también usan el camino y, con esta tierra arcillosa, ahora es fangosa y resbaladiza. Finalmente, se convierte en pista, con bastante pendiente. Va siguiendo el torrente en su descenso. Relaja oír el sonido del agua y las pequeñas cascadas. Y debajo de algunas de las cascaditas, hay una pequeña charca, donde el torrente se ensancha y el agua pierde su fuerza. Y aquí, se han hecho pequeños ramales de la pista, que cruzan el agua y entran de lleno en la cuesta al otro lado, dejando un caos de árboles tumbados y ramas rotas.

“¿Por qué ese afán de los humanos de estropear las cosas bonitas?”, me pregunto. “¿Qué ganan con empujar una máquina 5 metros sobre el agua?”. Dejo sin resolver estos misterios de la ingeniería forestal. A Pep y Carles ya les he perdido de vista, intentando bajar sin caerme en ese fango resbaladizo. Y cuando llego a la pista de Gresolet, tampoco les veo. Giro a la derecha hacia el coche y camino a ritmo vivo. Sigo sin verlos y me entran visiones de aquel día de junio del año pasado en Meranges, cuando me dejaron tirado en medio de la nada en plena tormenta.

En las rocas más húmedas y frías al lado de la pista, hay auténticas alfombras de oreja de oso. Esta flor, antes tan escasa, ahora se encuentra en casi cualquier roca que mire hacia el norte y, en esta época del año, produce una flor muy bonita de color amarillo y lila. Llego al coche. 

Oreja de oso

Esta vez, no se han marchado y yo tampoco me alejo del coche. Al cabo de 10 minutos, llegan. En vez de girar a la derecha en la pista de Gresolet, giraron a la izquierda: Carlos quería ver cómo corría el agua del torrente de Gresolet.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 370 metros de desnivel acumulado.

11/5/2018 – La iglesia de Sant Miquel


Nos levantamos con una niebla espesa y mientras esperamos que se disipe, vamos haciendo tiempo en el Mikado. Resulta que durante la semana Pep y Carles han estado hablando y han llegado a la conclusión de que el castillo de Merolla no existe. O por lo menos, no existe en el Ripollès sino en el Berguedà y los historiadores lo han confundido con un castillo que hubo en el Col de Merola, cerca del camí ral de Berga a Bagà.

Pero aún había el tema de las dos iglesias, Sant Serni y Sant Miquel. Pep especula que podrían estar en el mismo sitio pero construidas en distintas épocas. Y para encontrar al menos la segunda, habría que buscar cerca de las ruinas de Can Miquel, que antes curiosamente se llamaba Sant Miquel.

Se despeja la niebla y nos ponemos en marcha. Aparcamos en el Coll de Merolla. Nos dirigimos hacia la antigua casa de Can Miquel, muy cerca de la carretera de Gombrèn. Encontramos las ruinas y buscamos por los pequeños cerros alrededor, pero no hay rastro.



Los restos de la casa de Sant Miquel

Cruzamos la carretera, dispuestos a pasar a una especie de plan B, que consiste en mirar el camí ral desde el Coll de Merolla a Gombrén, ahora un GR, y también mirar algunos arranques de camino desde el camí ramader al Coll de l’Arç. Como última esperanza, Pep manda a Carles, como miembro más joven del equipo y voluntario obligado, a subir el último cerro que nos queda, ya debajo de la carretera. De repente, Carles nos grita y subimos todos. Allí, en una zona llana, se ve un hueco cuya forma se parece sospechosamente a una pequeña iglesia, con una forma redondeada mirando al sur que podría ser un ábside y los restos de unos cimientos. Pep dice que, a falta de una excavación, tiene buen aspecto y ya recuperamos el plan B con más brío.

Tenía desde hacía años dos principios de sendero desde el camí ramader que nunca habíamos mirado. El primero muere muy rápido; es de animales. El segundo, cerca del Coll de l’Arç, sube hasta una zona de cultivo en el bosque.

El camí ramader a Coll de l'Arç

Comemos en el Coll de l’Arç y volvemos por la pista para poder conversar tranquilamente.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,6 km; 270 metros de desnivel acumulado.

lunes, 14 de mayo de 2018

4/5/2018 – Merolla

Carles ha entrado en contacto con el dueño de la casa de Merolla, actualmente dedicada al turismo rural. Acuerda una visita, ya que Pep y Carles tienen noticias de un castillo y dos iglesias (Sant Miquel y Sant Serni) y siempre va bien consultar a gente del país, a ver si pueden aportar alguna pista.

La casa restaurada de Merolla

Aunque actualmente forma parte de la comarca del Ripollès, antiguamente todo este valle, hasta el Coll de Merolla, estaba adscrito a La Pobla de Lillet y por eso, Pep considera justificado incluirlo en nuestro ámbito de actuación.

Nos reciben los padres, quienes nos presentan al hijo, que lleva el negocio, y muy amablemente nos muestran la casa, restaurada con esmero y todo lujo de detalles, y unas vistas y un verdor que deben ser un imán para los pobres barceloneses, sedientos de verde, paz y contacto con el medio natural. Nos cuentan que hay un historiador local de Campdevanol que también va detrás de las iglesias, de momento sin éxito. Pero me estoy adelantando. Volvamos al principio.

Aparcamos en una entrada de pista en la carretera, debajo de la casa. Al bajar del coche, noto que la calzada tiene una gruesa capa de asfalto que la eleva al menos 25 centímetros por encima del borde. Y luego dedico mi atención al cielo, a ver qué día hará hoy. El próximo paso, mi pie derecho pisa aire y voy de bruces al suelo. El trompazo ha sido de primera categoría, sobre todo en la rodilla. De niño, hice judo y aprendí a caer. En mi juventud, saberlo me ha salvado de lesiones graves más de una vez en accidentes de bici, pero a partir de los 60, me parece que uno cae como un saco de patatas con la misma contundencia que una persona que nunca ha hecho judo.

Cuando puedo incorporarme, me siento al borde de la carretera, esperando que pase el dolor. “Tantos años caminando por los lugares más escabrosos y te tienes que caer en el sitio más tonto”, me dice Pep para consolarme. “¿Estás bien?”, me pregunta Carles, siempre con la frase correcta. Me palpo con cuidado la rodilla. No parece que haya nada roto. La muevo; tendones y ligamentos funcionan. Me pongo de pie y constato que la pierna aguanta mi peso y volvemos a ponernos en marcha.

Tras esta visita tan cordial de la casa de Merolla, nos disponemos a visitar los mismos cerros que el historiador local, con el mismo resultado. En un descanso, vuelvo a inspeccionar la rodilla, saco mi botiquín y la limpio, la desinfecto y pongo una gasa. Ya va mejor.

Mirando hacia el norte, vemos una especie de brecha en una pequeña sierra que se llama L’Esgarrapall y para ocupar el día, decidimos seguir una pista forestal hasta allí para ver qué hay detrás. La pista acaba en la cresta y sigue un camino que nos baja hasta la pista que va al Coll del Pla de L’Espluga.

La vista desde el final de la pista con Ca l'Escolà abajo y las montañas de Meranges al fondo

Caminamos por la pista bajo un cielo cada vez más amenazador y un viento que arrecia, haciendo crujir los pinos. Nos desviamos por un camino que lleva a L’Empriuet, una casa en ruinas en la solana del valle que habíamos visitado a finales del verano del año pasado. El camino está muy limpio; lo deben mantener las vacas. 

 El camino de L'Empriuet

Y lo que queda de la casa

Recuperamos la pista y, en la curva donde se une a la carretera de Gombrén a Castellar de n’Hug, tomamos el camí ramader (camino pecuario) señalizado que pasa por el Coll de l’Espluga y luego al Coll de Merolla. Lo había hecho al revés hace unos cuantos años con Carles, antes de empezar el blog.

En la cresta, paramos para comer y repasar el estado lamentable del mundo, bajo un cielo tapado que no llega a llover. Fortificados por este desahogo colectivo, continuamos por el camí ramader, que tiene unos tramos muy atractivos. Nos desviamos para visitar Cal Cots, una casa todavía en pie pero no modernizada. Desde un núcleo antiguo, ha experimentado múltiples adiciones y reformas que le han dado un aspecto muy original. Además, su emplazamiento es muy llamativo, encaramado sobre un peñasco en un pequeño llano.

El camí ramader que baja al Coll de Merolla

La casa de Cots

Aquí nos dividimos, yo sigo bajando por el camí ramader para dejar constancia en el GPS mientras Pep y Carles visitan dos pequeños cerros contiguos, por si tuvieran algún resto de edificio. Yo llego primero al refugio del Coll de Merolla. No puedo tomar un café porque está cerrado pero tengo tiempo suficiente para estrechar lazos interespecie con una perra poco guardiana pero muy simpática que tiene ganas de jugar.

 El refugio del Coll de Merolla

Y mirando hacia las montañas del Ripollès desde el Coll de Merolla

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,6 km; 550 metros de desnivel acumulado.

27/4/2018 – Aranyonet

La primavera avanza imparable y todo parece indicar que hoy, hasta tendremos calor. Pep quiere cumplir el plan esbozado la semana anterior y aparcamos en el collado frente a la casa del Boix, el mismo con el inquietante círculo de piedras, con la idea de buscar las conexiones entre Oliba y Aranyonet.

Sin embargo, primero hay que situar la casa de Castellet, sobre el Torrent de Aranyonet, frente al pequeño pueblo de Aranyonet y la casa de Muntades.

Seguimos la pista hasta el cruce de caminos en la umbría de Oliba. Desde aquí, tendría que salir el camino a Sant Jaume de Frontanyà pasando por el Pas de les Baumes, todavía un tema pendiente.

Continuamos subiendo en dirección a Palomera. El bosque da paso a los campos y, en el punto más alto, vemos las ruinas de Castellet. Poca cosa queda.

Un camino marcado bordea el risco, con vistas a Muntades y Aranyonet abajo, las montañas de Montgrony detrás. Nuestro camino muere en el Torrent de Palomera. Subimos el valle hasta entrar en la pista que lleva a Palomera, y poco después vemos los primeros campos.

Palomera es un lugar muy curioso. Construida sobre un pequeño cerro, la casa parece fortificada. Es un lugar muy solitario, con los riscos de Tubau delante. En un grupo de árboles cercano, Pep y Carles encuentran la casa medieval.


La casa de Palomera; en el fondo, los Rasos de Tubau

Detalle de una de las ventanas

El inicio del camino a Muntades está marcado con piedras. Al dejar atrás los campos, entra en un bosque. Se ve muy usado y ahora, con la hoja recién salida, muy pintoresco. Rodeamos la casa de Muntades, la única habitada, y comemos cerca de la pista encima de la casa. Todo está muy verde.

El camino de Palomera a Muntades

Vista general de Muntades; detrás, en la sombra, se distinguen algunas casas de Aranyonet

Una vista más próxima de Aranyonet

Entramos en el pequeño pueblo de Aranyonet por un camino ancho que pasa entre las casas. Parece una burbuja parada en el tiempo. Al doblar cada esquina, esperas ver a gente entrando y saliendo de las casas, mulas llevando cargas, el ruido alegre de niños, el cura que habla con los feligreses, pero no hay nadie. Algunas casas están en estado ruinoso y otras enteras, pero sin vecinos. La iglesia es del siglo XIX pero Pep ve unos arcos románicos debajo de la rectoría, que serían la antigua iglesia.

 El camino de entrada de Aranyonet

Y la iglesia de Sant Romà

Pep está maravillado. ¡Nunca ha estado aquí! “Pero las veces que hemos estado cerca y nunca has expresado ningún deseo de venir”, exclamo. Pep se encoge de hombros. “Tenía otras prioridades”, justifica.

La casa de Extremera y el camino de Sant Jaume de Frontanyà

Tomamos el camino de Sant Jaume de Frontanyà, pasando por la casa de Extremera, la última del pueblo. El camino está señalizado con las marcas de la Xarxa Lenta pero se hace más perdedor al bajar por una fuerte pendiente hacia el Torrent de Aranyonet. Cruzamos el riachuelo y subimos por el otro lado, ya más evidente, hasta llegar al cruce de caminos en la umbría de Oliba. Deshaciendo la pista, llegamos otra vez al coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,6 km; 470 metros de desnivel acumulado.