Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



miércoles, 10 de agosto de 2016

17/6/2016 – Rasos de Peguera

El jueves Pep me llama. Se ve que el camino que marca la Minuta entre Castellar del Riu y Rasos de Peguera no lo tenemos, y no es la ruta señalizada actualmente. Y para bajar, me propone el camino de Rasos a Puigventós. Hace muchos años me había hablado de ese camino como especialmente atractivo pero nunca había encontrado el momento de seguirlo.

Aparcamos en la carretera frente a la entrada de la casa de Puigventós, antigua casa de pagès dedicada al turismo rural y la celebración de bodas y otros eventos. La primera tarea es seguir el camino que conectaba Castellar del Riu y Puigventós. Seguimos lo que ahora es una pista antigua por un prado extenso. En la época de setas, toda esta zona se llena de coches y gente pero hoy lo tenemos todo para nosotros. Hace una temperatura agradable y no hay ni una nube en el cielo, aunque están previstas lluvias intensas para mañana.

Siguiendo el track de la Minuta que Carles ha grabado en su GPS, al final del prado, giramos a la izquierda por una pista secundaria que empieza a bajar por el bosque hacia la casa de Castellar. La pista se convierte en camino y, con la casa a la vista, da un giro y acaba encima del molino.

La casa de Castellar del Riu, desde el antiguo molino

Hace unos cuantos años, Pep y yo habíamos hecho una pequeña campaña por la zona de Castellar y nunca se nos había ocurrido mirar detrás del molino. Pero en aquel tiempo, no conocíamos la existencia de las Minutas y para consultar cualquier documento en el Institut Cartogràfic de Catalunya (ICC), había que viajar a Barcelona.

Antes del giro al molino, vemos dos caminos separados por unos 10 metros que suben hacia Els Porxos. A Pep le gusta el de más abajo; a mí me gusta más el de arriba pero, según Pep, es demasiado recto, “solo para bajar troncos”, dice. Seguimos el de más abajo.

Mientras caminamos, Pep explica detalles de la casa de Castellar, ya que en una ocasión la visitó por dentro para hacer un plano. “Su interior es una maravilla”, dice, “lleno de arcos góticos. Además, empezó como una torre medieval. Luego está la iglesia, las casas medievales alrededor, el molino … Bien explicada, sería una atracción de primer orden y está en un estado de abandono total”, lamenta.

Mientras tanto, el camino se desvía del trazado que tiene Carles en su GPS y acaba muriendo en una valla de propiedad. Subimos sin camino y encontramos otro, que seguimos hacia abajo, deshaciendo los 100 metros de desnivel que habíamos subido con tanto esfuerzo. Cuando llegamos abajo, resulta que el camino bueno es el que había descartado. “No es la primera vez que pasa una cosa así”, le advierto. “No. Y tampoco será la última”, contesta impenitente. Damos la vuelta y empezamos a subir. Se  ven marcas de pintura rosa, señales de antiguas rutas excursionistas y confirmación que vamos por el buen camino.

Subiendo hacia Els Porxos por el lado "equivocado" de la iglesia

A pesar de la pintura, el camino acusa decenios de abandono y está tapado. Llegamos a una bifurcación. El camino de la izquierda parece muy marcado pero muere en el torrente y no se ve continuidad. “Camino de vacas para beber”, sentencia. El otro camino sigue subiendo, dejando la iglesia de San Llorenç dels Porxos a nuestra izquierda (el camino actual deja la iglesia a la derecha). Se mete en el barranco del torrente, llenando el paso de obstáculos. Cuando por fin conseguimos salir de allí, entramos en una zona de manantiales, donde el agua brota del suelo por mil sitios. Debemos saltar de una mata de hierba a otra, intentando evitar hundirnos en la tierra blanda. Está claro que el camino no venía por aquí.

Por fin, conseguimos salir a la pista de la casa de Els Porxos y vamos al pequeño collado entre la casa y la iglesia. Allí parece que baja un camino tenue. Pep baja y explora. “Parece que venía aquí pero, más abajo, no se puede pasar. La vegetación impide continuar”.

Continuamos por el track de la Minuta, siguiendo las indicaciones de Carles. Cruzamos dos veces la carretera de Rasos de Peguera y seguimos subiendo hacia el Xalet de Rasos, ahora con las marcas de la caminada anual de Rasos a Manresa. Este camino lo había hecho yo al poco de recibir la gran remesa de mapas del Parque de Cadí-Moixeró, cuando aún teníamos muchos caminos buenos sin marcar. Sube hasta una especie de pasillo entre dos rocas y luego se aplana. Con la subida, empiezo a toser otra vez y me quedo atrás.

El camino antiguo de Rasos de Peguera

Carles y Pep parecen absortos en su conversación. Desde mi posición 50 metros atrás, no les puedo oír pero me lo puedo imaginar. “Ningún estudio serio de esta zona puede prescindir de la división de territorios entre las casas nobles”, diría Pep. “Donde estamos ahora sería propiedad de los Berga y su influencia se extendía por todo el valle hacia el Aigua d’Ora, donde linda con las propiedades de los Cardona”. Veo que se detiene momentáneamente, seguramente para recalcar lo que sigue: “Testigo de ello es el castillo de Terça, que dominaba la confluencia del Torrent de Castellar con el Aigua d’Ora y marcaba el final de los dominios de los Berga. Al otro lado del torrente, está el castillo de Terrers y ya estamos en tierra de los Cardona”. En fin, es un tema que da para mucho.

Pep y Carles me dejan atrás

Salimos a la carretera con el Xalet delante. Fue antiguo refugio excursionista, motor del esquí en su tiempo y centro para mil excursiones. Por desgracia, la construcción de carreteras hacia el Pirineo animó a los excursionistas a buscar horizontes más lejanos y pasó una mala época tras el cierre de la Estación de Esquí. Ha sido reformado extensamente y vale la pena visitarlo. Después de todo, los que vivimos en Berga lo tenemos a 15 minutos en coche.

El Xalet de Rasos de Peguera

Pero hoy nosotros tampoco paramos y continuamos por la Font Calders. Carles vuelve a perder contacto con el track y subimos una cuesta sin camino hacia el este. De repente, Carles desaparece en un hueco del terreno. Cuando reaparece, nos informa que su GPS vuelve a dar señales de vida. El hueco es en realidad un surco, indicio de un camino, y lo seguimos hacia abajo hasta tener la carretera a la vista. El camino la cruza mucho antes de llegar al Xalet. Damos la vuelta y seguimos subiendo. Llegamos a la carretera nuevamente, donde se junta el ramal de subida con el de bajada.

La Font Calders

Entramos en un camino ancho o una pista estrecha entre los dos ramales hasta salir por fin en la Plaça de la Creu, con los edificios de la abandonada estación de esquí.

Por fin llegamos arriba

Ya no subiremos más, pienso con alivio. Ha llegado el momento de recibir la recompensa de tanto esfuerzo y conocer ese camino que tanto ha elogiado Pep. Con un cielo que empieza a nublarse, bajamos por la carretera hasta el arranque de la pista que va a Els Rasets y la torre de comunicación. Tras unos 200 metros, dejamos la pista, pasando encima de la Font del Ca, y entramos en un bosque maduro de pino negro. El camino es casi plano y, dentro del bosque, es fácil imaginarse en pleno Pirineo.

El camino a El Far

Salimos a un mirador natural (El Far), donde Pep pensaba comer. Desde esa atalaya privilegiada, tenemos una vista de pájaro de los prados debajo. De repente, se oye una voz indignada que clama con palabras mal sonantes contra los propietarios de fincas de montaña y los ingenieros forestales. En los prados, se ha abierto una pista forestal nueva que va serpenteando hacia arriba hasta Els Rasets, dejando una cicatriz muy visible y nada estética.

El motivo de la indignación de Pep

Yo la había visto el año pasado en un paseo con mi mujer a Els Rasets. Por lo visto, se había aprovechado una pista para cortar bosque para prolongarla hasta la torre de comunicación, ya que la pista de arriba (la que seguimos nosotros durante unos 200 metros) está bastante deteriorada por la caída de piedras y la erosión. Pero para Pep, era la primera vez y, con el recuerdo de unos prados prístinos de visitas anteriores, el impacto es muy desagradable. De nada sirven mis intentos de consolarlo, apelando a la fuerza imparable del progreso.

Pero finalmente logramos calmarlo y comemos contemplando el paisaje, intentando asimilar los cambios producidos. Desde El Far, el camino continúa en ligera bajada, pasando entre árboles y rocas. Es encantador y altamente recomendable. Anotando antiguas carboneras, salimos a los prados, cruzamos la pista infame y buscamos un collado al sur. El cielo es cada vez más oscuro y Pep empieza a tener prisa.

El camino continúa

Una ‘fita’ enorme marca la entrada de un ‘grau’ espectacular. Entre los precipicios de la cara sur de Els Rasets, se ha creado este paso lo suficientemente ancho para permitir el paso de ganado hacia los prados de Rasos. Paso por un pasillo estrecho con rocas altas a cada lado y de repente, se abre una enorme vista mientras el camino baja hacia la derecha para salvar el desnivel. Pep está cada vez más impaciente, temiendo vernos atrapados en una tormenta, pero no puedo dejar de fotografiar este paso tan impresionante y le obligo a esperar.

 La 'fita' a la entrada del 'grau'

Y el camino de bajada desde el 'grau'

Por fin, quedo satisfecho que está todo retratado y continuamos la bajada, entrando en el bosque encima de los campos de Puigventós. Anotamos caminos que marchan hacia la izquierda y hacia la derecha que algún día habrá que investigar. Salimos a los campos y pasamos por las ruinas de la pequeña casa del Casalot. Quince minutos después, estamos en el coche. Las nubes, tan amenazadoras cuando estábamos arriba, ahora parecen más inofensivas y, de hecho, no llegó a llover durante toda la bajada.

La pequeña casa de Casalot con Puigventós detrás

Ahora viene San Juan, yo me voy unos días a Portugal, Pep está trabajando en excavaciones arqueológicas y Carles tiene un cursillo. No sé cuándo nos volveremos a ver.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11 km; 700 metros de desnivel acumulado.

10/6/2016 – Llinars (Cal Sant Pere)

Todavía me molesta la tos. Aunque me parece ver la luz al final del túnel, persiste una sensación de debilidad. Se ve que en Inglaterra, el mismo virus está haciendo estragos y además, sus efectos duran semanas y semanas.

Para hoy, Pep quiere entrar en el Valle de la Corba por el Grau de l’Olivell. Aparcamos en la carretera de Rasos de Peguera, en la entrada de la pista de la Corba. Bajamos por el camino a la casa de Els Porxos. Todavía no han traído aquí las vacas y la larga hierba está cubierta del rocío de la mañana. Bajamos en diagonal por los campos hacia el oeste, hasta entrar en el camino del Grau, el mismo que hice aquel día tan fatídico de abril de 2012.

Es un camino interesante con grandes vistas. Después de bajar suavemente se une con el camino que sube desde la casa de Castellar. Pep se para en uno de los muchos miradores naturales que permiten ver todo el valle de Castellar, hasta la carretera de Sant Llorenç de Morunys, con la casa de Can Blanc abajo y las sierras de Tossals y Busa detrás. Pep señala las paredes rocosas que marcan el límite sur del valle: “Aquí se ve claramente la división de propiedades entre los Berga y los Cardona. En la ribera izquierda, el castillo de Terça, límite de los dominios de los Berga; en la ribera derecha, el castillo de Terrers, que marca el comienzo del feudo de los Cardona”. Carles escucha atentamente, como si fuera la primera vez que oyera hablar de los Berga y los Cardona.

Vista desde el camino al Grau de l'Olivell.  Abajo se ve Can Blanc. El castillo de Terça estaría a la izquierda de la pendiente erosionada de color marrón y el castillo el Terrers al lado de los edificios en el pequeño cerro a la derecha

Encaramos la entrada del Grau de l’Olivell, una estrecha repisa inclinada. Llego arriba el último, soplando y tosiendo. Carles mira alrededor suyo: “Después de leer la entrada en el blog de Steve, me lo imaginaba más difícil.” Pep mira a Carles con asombro: “Después de tantos años, aún crees lo que pone en su blog. Si se asusta con todo y un salto de 2 metros, lo describe como si fuera de 200 metros”. “Es verdad”, dice Carles. “Aquí podría traer tranquilamente a mi hijo”.

Desacreditado nuevamente como explorador de montañas, ponemos rumbo a la casa de Matamala. Pasamos delante de las mismas vacas, que levantan la cabeza. “¿Otra vez vosotros?”, parecen decir. Bajamos por la misma pista que la semana pasada pero la dejamos en un torrente para seguir otro camino plano que va directo hacia una pared de roca en el fondo del valle. Aquí los escaladores han abierto alguna vía y el camino se mantiene gracias a ellos.

 En el camino a Cal Sant Pere

Ya más cerca del fondo del valle

Había venido aquí con Pep, mucho antes de empezar el blog. Adosada a la roca, había las paredes de una vivienda humilde y una escalera para acceder a unas colmenas excavadas en la roca. Todo esto sigue aquí, tal como lo dejamos, más alguna cuerda que han dejado los escaladores. Es uno de los lugares más agrestes de este valle.

Lo que queda de Cal Sant Pere

Tras un breve descanso, continuamos por un camino apenas visible que sube hacia Can Garrigas. “Parece que no ha venido nadie desde la última vez que venimos”, dice Pep. Bordeamos precipicios con un paisaje espectacular. Llegamos a la pista de Can Garrigas y giramos a la derecha, buscando la entrada del camino a La Corba. Me noto muy cansado.

El camino casi invisible de Cal Sant Pere a Can Garrigas

Una vez localizada la entrada, paramos para comer. Por primera vez en muchos meses, Pep no tiene prisa para llegar a casa y disfrutamos de una larga sobremesa. El cielo se va oscureciendo. En algún lugar, caerá una tormenta.

Emprendemos la ruta otra vez hacia el fondo del valle, unos 75 metros por encima del camino anterior que venía de Cal Sant Pere. No está tan bien conservado que el camino de la semana anterior pero es igualmente atractivo y altamente recomendable. Es una lástima que nada de esto consta en el mapa del Alpina. Decididamente, éste es el valle de los caminos paralelos y aún habría uno más que pasa por encima de la Cova de les Llosanques hacia la Serra de Cal Jardí (ver la salida de 1/7/2011).

Cruzamos el lecho seco del torrente y subimos por el bosque hasta la pista que viene de Matamala. Es una pista pesada con una larga subida hasta las ruinas de la casa de La Corba pero, curiosamente, parezco haber encontrado nuevas fuerzas y subo apenas con esfuerzo. Hacemos un pequeño desvío para documentar un trozo que queda del camino antiguo y que corta una curva de la pista. Al llegar al coche, caen las primeras gotas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,2 km; 450 metros de desnivel acumulado.

lunes, 8 de agosto de 2016

3/6/2016 – Llinars (Matamala)

Ha habido un descanso obligado por la Patum y cuando nos volvemos a ver, me presento con una tos molesta, apodada el “virus de la Patum” porque después de las lluvias durante las celebraciones, se ha propagado como la pólvora por la ciudad. Me pregunto si sería mejor quedarme en casa pero ha sido una semana muy dura de trabajo y, a pesar de mis quejas, una salida con Pep y Carles no tiene precio. E igual el ejercicio y el aire limpio me ayudarán a curarme.

Aparcamos cerca de la casa de La Ribera en lo que era el tramo inferior del ferrocarril que venía de Catllarí, al pie del teleférico que vimos hace dos semanas. La primavera está siendo espléndida y, a estas horas, todo tiene un aire fresco.

“¿Dónde vamos?”, pregunto a Pep. “Vamos a hacer todos estos caminos nuevos que no te dejé seguir la vez anterior. Solo pido un pequeño favor a cambio. Hay un topónimo sospechoso en Matamala, el Serrat de les Lluelles”.

Lo primero es buscar la continuación del camino que subía al collado de La Grau pero desde el este. Cruzamos la Riera de Cal Companyo y subimos al otro lado, buscando el camino. Subo la cuesta tosiendo como un tuberculósico, parando cada 5 minutos para escupir una flema blanquecina que viene desde las profundidades de mis pulmones. ¿Y si no es una simple tos sino los primeros síntomas de una bronquitis o una pulmonía?, me pregunto. ¿O me volveré asmático? ¿O resulta que ahora soy alérgico al polen o simplemente a estar al aire libre?

Ajenos a estas preocupaciones, Pep y Carles no tardan en encontrar un camino que va zigzagueando hacia arriba que luego se aplana y va directamente hacia el collado. “Primer objetivo conseguido”, dice Pep. Mientras intento recuperar el aliento, hago señales para indicar mi alegría. “Tienes que dejar de fumar, Steve”, me dice Carles. “Mira que te lo hemos dicho”. Muy gracioso, pienso.

Entramos nuevamente en el camino a la Palanca de Sant Lleir. Con menos pendiente, la tos se calma. Será un patrón que se irá repitiendo a lo largo del día. Más pendiente, más tos. Menos pendiente o plano, paz y silencio.

El camino de la Palanca de Sant Lleir, visto desde el otro lado del torrente, con la Serra de Busa al fondo

Nos desviamos por la pequeña variante que vimos el otro día. Pasamos a pie de pared, donde vemos un pequeño refugio creado en la roca y unas diminutas zonas de cultivo colgadas sobre el precipicio. Alguien vivía aquí en algún momento. Un camino muy tenue pasa por un ‘grau’ y estamos al otro lado, donde entramos en otro camino más consolidado. Será el camino nuevo que vimos que bajaba desde los campos de Cal Valentí. Primero lo seguimos hacia abajo; al cabo de 50 metros, empalma con el camino de la Palanca de Sant Lleir. Damos la vuelta pero el camino se pierde en los campos. Subimos hasta la pista sin camino y lo volvemos a probar desde arriba. Se vuelve a perder pero un débil zigzag que apunta hacia donde lo perdimos abajo nos parece una prueba suficiente y volvemos a la pista.

Subimos unos 150 metros más por la pista hacia Cal Valentí y luego nos desviamos por la derecha por un camino que sigue otra faja del valle del Agua de la Corba, unos 75 metros por encima de la faja que seguimos hace dos semanas. Este camino está mejor conservado y tiene un trazado muy bonito, buscando el paso entre las rocas. Las vistas hacia delante y hacia atrás son preciosas, hace una temperatura ideal, el camino es fácil, cantan los pájaros. Durante unos minutos me olvido de mi preocupante estado de salud y me dejo llevar por la belleza del momento.

 Mirando hacia el fondo del valle, en el camino de Cal Valentí

Llegamos al fondo del valle, cruzamos la riera y continuamos por una pista larga que va hacia la casa de Matamala. Me quedo atrás y cuando atrapo a Carles y Pep, están enfrascados en una conversación sobre los límites territoriales entre feudos. “Piensa que esta zona es crucial”, dice Pep. “Aquí se tocan dos señoríos. El castillo de Terça marcaba el final de las propiedades de los Berga y el castillo de Terrers, al otro lado del Torrente de Castellar, señalaba el comienzo de las propiedades de los Cardona”.

Vuelvo a quedarme atrás en esta larga subida, aquejado de un ataque de tos. Cuando les atrapo nuevamente, la conversación me parece extrañamente familiar: “Fíjate, Carles”, dice Pep. “El territorio de los Berga no empieza hasta el castillo de Terça, encima del Torrente de Castellar, ya que hasta allí llegaban las posesiones de los Cardona, cuyo límite lo marcaba el castillo de Terrers”.

Miro mi reloj, a ver si nos hemos quedado atrapados en un bucle de tiempo-espacio, pero no, han pasado 10 minutos desde la última vez. Llegamos a Matamala, una casa intacta aunque algo dilapidada. Aquí había el topónimo extraño. Pep albergaba esperanzas de encontrar un dolmen y damos una batida por los alrededores. Lo único que encontramos es una pila de piedras sospechosas en un grupo de árboles que podrían ser medievales, dice Pep.

La casa de Matamala

Nos alejamos de las vacas y buscamos un sitio para comer. Cuando reemprendemos la marcha, buscamos el camino que no supimos ver la última vez. Lo encontramos pero, o bien éramos muy buenos hace 10 años, con una agudeza visual excepcional, o el camino se ha difuminado desde entonces, porque seguir su trazado se ha convertido en un ejercicio de rastreo digno de un comanche, adivinando su paso a base de cambios sutiles en el terreno.

El camino que nos llevará al pie del teleférico

Empalmamos con el camino de Cal Verge pero esta vez continuamos, bajando por la Rasa del Pelat hasta llegar al antiguo ferrocarril, ya cerca del coche y con el edificio del teleférico encima nuestro, en lo alto del precipicio.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,2 km; 490 metros de desnivel acumulado.