Intentando digerir lo que supone vivir en un país en vías de quiebra, Pep y yo ponemos rumbo al norte. Me gusta la Cataluña francesa y tengo ganas de conocerla mejor. Por fin llegamos al Coll de Puymorens. “Nous sommes arrivés”, digo. “Bien. Allons-y, alors”, contesta Pep. Situados culturalmente, tomamos una pista que pasa encima de la pequeña estación de esquí y se encamina hacia el Port d’Envalira.
Rodeados de las montañas majestuosas del Pirineo, vamos subiendo poco a poco entre caballos y vacas y debajo nuestro, ajenos a nuestra conversación, desfila una cola interminable de coches camino de aquella aberración urbanística que es el Pas de la Casa.
Vista de los Pics de Font Negre desde la parte superior de las pistas de esquí
Doblamos una esquina y de repente vemos abajo el edificio (todo un complejo) de la mina moderna, ahora en ruinas. Donde estamos nosotros, hay restos de una explotación más antigua, consistente en pequeños hoyos excavados para sacar el mineral que afloraba a la superficie. Pep está muy emocionado. Por fin tiene delante de sus ojos lo que ha leído tantas veces en los viejos documentos y, en su imaginación, ya está viendo a los arrieros cargando el mineral en los lomos de las mulas y poniendo rumbo al sur, a la comarca nuestra. Me hace subir unos 150 metros hasta llegar al límite de la zona de explotación y luego me hace bajar unos 200 metros por una cuesta precaria, pasando por viejas canteras, hasta llegar al camino principal.
Restos de una antigua explotación
“Esto en los años 50 tiene que haber sido un desastre ecológico de primer orden pero ahora se ha recuperado bastante”, observa Pep. Caminamos hacia el suroeste, pasamos delante de una antigua bocamina, cruzamos un típico torrente pirenaico y yo descanso bajo la única roca que da un poco de sombra mientras Pep continúa un poco más para sacar fotos del edificio de la mina desde el otro lado del valle.
Vista de la Mina de Puymorens, con el edificio y los trabajos de restauración del terreno
Saco una botella de cerveza y volvemos a constatar un hecho incontestable. Si tienes una botella de medio litro de cerveza inglesa, es mejor no compartirla. Pero, puestos a compartirla, es mucho mejor compartirla entre dos que entre tres. La solución podría pasar por declarar abstemio a Carles.
Es hora de volver. Deshacemos el camino hecho pero ahora vamos al edificio de la mina nueva. Es un edificio largo con todas las instalaciones en la planta baja, incluyendo vestuarios y cocina, y, supongo, los dormitorios arriba. Una construcción nueva albergaba una turbina que generaba electricidad para los transportadores que llevaban residuos para llenar la cantera atrás creada por las explotaciones antiguas y para restaurar la zona afectada por la minería.
Vista del edificio de la mina
Y de las cocinas
Volvemos por la larga pista hasta el coche. En la carretera de bajada a Bourg-Madame, nos cruzamos con un convoy de motoristas, con evidentes señales, principalmente a nivel abdominal, de ser cincuentones, a pesar de los cascos integrales, subidos a unas motos relucientes de grandes dimensiones. “Incroyable”, decimos al unísono.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,5 km; 500 metros de desnivel acumulado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario