Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 31 de diciembre de 2020

18/12/2020 – Amnesia en La Ribera

Uno podría pensar que Pep ha estado en todas partes y lo conoce todo pero tiene una zona inexplorada de tamaño considerable entre Vilada y Castell de l’Areny. Yo sí que había ido varias veces al principio de tener los mapas. Se ha levantado el confinamiento municipal de fin de semana y ahora es comarcal, lo que nos da más libertad de movimiento. Por lo tanto, volvemos a los viernes como día de salida, pero a Carles no le va bien de momento por motivos laborales.

Como estaríamos solos, propongo a Pep ir a esta zona, advirtiéndole que, cuando fui yo, hace más de 10 años, la parte entre La Ribera y Castell de l’Areny había quedado bastante devastada por la explotación forestal.

Aparcamos en la carretera que va a Camp-rubí, encima del grupo de casas de La Ribera. Nada más salir del coche, Pep me coge los mapas. La idea era subir hacia el norte por un camino que tenía marcado y caminamos hacia la curva en la carretera unos 100 metros atrás. Sin embargo, como es de todos sabido, el hombre propone y Dios dispone y antes de llegar, vemos otro camino cuyo arranque tenía marcado. Pensando que era otro camino para subir, lo cogemos y en vez de subir, va paralelo a la carretera y además, al poco rato, pasamos por las ruinas de una casa que los dos desconocíamos. “Empezamos las salidas pensando que lo conocemos todo”, observa Pep.

El camino está muy tapado con zarzas y ramas y tardamos un tiempo desproporcionado en cubrir el corto tramo hasta que se reengancha con la carretera. Otra cosa que nos ha llamado la atención enseguida es el estado del boj. Se ve que la oruga de la mariposa del boj ha llegado aquí también y ha dejado los arbustos sin hojas. Por todas partes, vemos ramas medio desnudas con restos de hojas muertas y hojas nuevas que empiezan a brotar. Y en cada ramita, hojas muertas juntadas y pegadas para formar una especie de cápsula, donde supongo que estará la crisálida. Si esta plaga continúa, habrá un cambio notable de paisaje.

Siguiendo la carretera hacia Camp-rubí, me parece ver un camino abajo y en la cresta, bajamos. El camino no se acaba de ver claro pero unos 40 metros abajo, aparece otra casa. Hoy será una mañana de descubrimientos, pienso, y pido el mapa a Pep. Al desplegar las hojas, veo que tenía marcada la casa (con el nombre de El Casal) y toda una red de caminos que recorre el fondo del valle desde distintos puntos. Pep me jura que es la primera vez que viene aquí, así que debo haber venido yo aquí, solo o con Carles, en la era pre-blog y pre-GPS, a juzgar por algunas imprecisiones. Sea como sea, no tengo ningún recuerdo; es como si lo estuviera viendo por la primera vez. Esto empieza a ser preocupante.

 

El Casal, con el horno de pan en la esquina de la pared norte

Los campos de El Casal

Tras inspeccionar la casa, recorremos los campos en dirección NE hasta llegar a un camino tenue que baja hacia la riera de Camp-rubí con pequeñas eses. “¿Cómo pudiste venir aquí, solo y sin GPS y marcar todos esos caminos?”, me pregunta Pep, maravillado. Como no recuerdo nada de lo que hice, solo puedo encogerme de hombros. “Era joven y audaz”, ofrezco a modo de explicación.


La riera de Cercosa

Cruzamos la riera de Camp-rubí en la confluencia con la riera de Cercosa. El agua ha ido erosionando los estratos verticales de marga, creando un curioso efecto estriado. Subimos al otro lado y entramos en unos prados grandes debajo de la casa de Torrents y, durante unos minutos, disfrutamos del sol antes de bajar otra vez a las tinieblas. Propongo subir la pista por la ribera izquierda del torrente hasta que empalma con un camino que tenía marcado desde Torrents. No tengo ningún recuerdo del camino pero intuyo que fue importante. La pista entra en una zona de cultivo y vemos el camino que viene a nuestro encuentro. Empieza de forma sutil, cruzando antiguos campos pero, al entrar en el bosque, va cobrando entidad y no tarda en ser una auténtica autopista y todavía transitado. Pep lo propone como camino de Torrents al Molino de Soldevila.

 

Bonanza efímera bajo Torrents, mirando hacia el oeste

Caminamos hasta un collado y allí buscamos el sitio más soleado para comer. En ese rincón de bosque, disfrutando de la calidez efímera del sol y lejos del enemigo invisible que acecha en las ciudades, hablamos de distintos temas pero con el coronavirus como tema recurrente. Es evidente que tardaremos mucho en rehacernos de las secuelas del virus, sobre todo en lo emocional y social.

Aquí, en este collado, el camino bifurca: por la izquierda, baja a la riera de Cercosa en una línea directa a Torrents y, por la derecha, busca un collado inferior para bajar a la riera de Camp-rubí. Ambos estaban marcados en mi mapa desde esas salidas cuya memoria ha quedado borrada.

Al otro lado, buscamos un camino que sube a Cal Costa y encontramos dos, uno más tenue que bordea los campos y otro más marcado que llega a la riera más al norte. Al volver a la carretera debajo de Cal Costa, nos saluda un corredor que presumiblemente vive en una de las dos casas, Cal Pla o Cal Costet, ya que ambas están habitadas.

 

El camino de Cal Costa a la riera de Camp-rubí

Nos ha salido una cantidad inesperada de trabajo aquí. Desentrañar la red de caminos que conectaba las distintas casas nos llevará unas cuantas salidas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,5 km; 330 metros de desnivel acumulado.

sábado, 26 de diciembre de 2020

26/11/2020 – Espinagalls y el Castillo de Roset

Toca cambiar de zona y resulta que Carles tiene inquietudes por conocer la zona detrás de Vilada. Concretamente, nunca ha estado en la casa de Espinagalls. Por lo tanto, Pep propone una ruta que incluya esta casa y el cercano castillo de Roset. Cuando añade que no tiene fotos de la casa, no puedo ocultar un pequeño gesto de sorpresa.

Aparcamos el coche en una pequeña explanada delante de la iglesia. Hace un día nublado pero no especialmente frío. Ha cambiado el viento y trae agua desde el Mediterráneo, pero aquí no lloverá, al menos hoy.

Ponemos rumbo al camino del agua. Es un camino que marca por donde se ha pasado un tubo desde la Font de l’Arç gasta un depósito encima del pueblo. Nos desviamos para visitar la casa de Cap de la Vinya. Con las vistas que tiene del pueblo y de la sierra de Picancel, cuesta entender porqué no hay un chalet o un bloque de apartamentos aquí en lugar de esta casa abandonada y tapiada. Pero una explicación, seguro que la hay. 


Vista de Vilada y Picancel desde Cap de la Vinya

Continuamos hacia el norte. Este camino, ahora señalizado, se ha ido transformando desde que lo descubrí por primera vez hace más de 20 años. Ahora hay más secciones de pista y también se ha cambiado el tubo, con la consiguiente excavación y relleno.

Con la mirada científica de Pep, ahora resulta que esos caminos que parecen marcharse al bosque y que yo nunca había intentado explicar, en realidad son las eses del antiguo canal al aire libre que se hicieron para frenar la velocidad de descenso del agua y así evitar que llegara descontrolada al pueblo.


La Creu de Roset 

En la división de caminos pasada la Creu de Roset, ponemos rumbo a la casa de Espinagalls. Al cruzar la pista que va a Cal Llebre, Pep sube por el camino central que va a la casa, mientras Carles y yo subimos por otro menos marcado que está situado más hacia el oeste. Yo pensaba que los dos caminos llevarían a la casa, pero resulta que el nuestro sale a una especie de promontorio con vistas al castillo de Roset y la Gotzera y, en medio de un pequeño llano, un cuadrado inconfundible identifica un edificio antiguo y que yo desconocía por completo.

Carles llama a Pep para comunicarle este extraordinario hallazgo. Pep está esperándonos en la casa para mostrar a Carles todas sus características, pero accede a reunirse con nosotros. “Es la casa antigua”, dice unos minutos después. Y empieza a sacar fotos, ya que ésta era la casa de la que no tenía fotos.


Espinagalls Vell

Ahora es tarde para volver a la casa nueva y ponemos rumbo al castillo. Tras explorar algunos caminos menores, llegamos a la Font de l’Arç, de la que nunca sale agua a no ser que haya llovido muchísimo, porque está canalizado hacia Vilada. Aquí decidimos comer. 


La Font de l'Arç

Juego de reflejos en el arroyo al lado de la fuente 

Pep explica que una vez, un compañero suyo tuvo que volver rápido a casa y, bajando el barranco desde la fuente, encontraron un camino que les llevó directamente a la casa de Roset. Yo tampoco había bajado por ese barranco, aunque sí había oído algo de un camino, y accedemos a probarlo.

Nos desplazamos un poco más hacia el castillo para bajar por algunos antiguos campos. Aquí todo tiene un aire fantasmagórico, con altas paredes de piedra seca cubiertas de musgo. Cuando acaban los campos, nos vemos obligados a bajar por la pendiente suave del lecho de la riera, actualmente seca. 


Campos abandonados hace muchas décadas bajo la Font de l'Arç

El lecho de la riera en el punto donde lo cruza el camino

Tras unas curvas, vemos el camino de Pep que marcha hacia la izquierda. Unos troncos cruzados sobre el lecho nos avisan del peligro de seguir bajando por la riera. Sin embargo, mirando hacia la derecha, vemos que el camino tiene continuidad y Pep propone subirlo, para avanzar la ciencia un paso más. El camino asciende con fuerte pendiente, con eses muy cerradas. Pep y Carles aprietan el ritmo y subimos rápido. De hecho, estamos subiendo el cerro del castillo. Hacemos una pausa en un pequeño claro, donde se ve otro camino que seguramente bajaba al pueblo medieval de Echilans, al pie del cerro.


El arranque del camino hacia el Castillo de Roset desde la riera

Con la pendiente y la velocidad de subida, noto que me estoy acercando a mi límite. Pero aún quedan 30 metros de subida, bordeando el precipicio, hasta llegar al castillo. Mientras Pep comenta tranquilamente algunos detalles arquitectónicos del castillo con Carles, aprovecho para comprobar mis constantes vitales. Podría ser peor pero la musculatura de las piernas acusa el esfuerzo y han perdido fuerza.


Vista de Picancel desde el Castillo bajo un cielo amenazador

Detalle del castillo

Para la bajada, pido colocarme entre Pep y Carles. Así, si tambaleo al borde del precipicio, Carles me podría sujetar por la mochila. Tomo la precaución de abrochar la correa de la cintura, no fuera que Carles se quedara con la mochila en la mano y yo cayendo por el abismo (“Al menos salvamos el track”, habría dicho Pep). Pero una vez pasado el tramo más expuesto, mis piernas recuperan su fuerza y vuelvo a mi posición habitual detrás.


Durante la bajada desde el Castillo

En bajada, puedo apreciar el interés del camino. No hay duda de su antigüedad, ya que va directamente al castillo. Llegamos otra vez a la riera y continuamos hacia Roset. Sigue bajando, aunque de forma mucho más suave. Pasamos por delante de una pared de roca, donde se han clavado enganches para hacer escalada. Poco después, estamos en la casa de Roset, y media hora más tarde, en el coche.


La pared de escalada, con columpio para relajarse entre vía y vía

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 530 metros de desnivel acumulado.

PD. Al mirar el track el día siguiente, veo que en el camino del castillo, subimos 100 metros de desnivel en 9 minutos. A diferencia de Pep y Carles, no soy un atleta. Ahora entiendo por qué llegué tan apurado arriba.

11/11/2020 – El camino de Palmerola

Hoy hace sol y las temperaturas a mediodía serán suaves. Pep ya está preparado para despedirse de esta zona pero aún le queda un camino por identificar: el camino de Palmerola, indicado en el mapa de la Minuta. El castillo de Palmerola poseía una lengua estrecha y larga de tierra que se adentraba en el Berguedà hasta llegar a las casas y la pequeña iglesia de Cosp. Y este sería el camino que conectaba esta zona con la casa central.

Aparcamos donde siempre en la pista que pasó por encima de Cal Tellola y subimos a la pista que pasó por encima de la casa de Roca Roja. Desde allí, continuamos por la pista, que se va adentrando en la pista hasta cruzar la pequeña riera que baja desde Puig Miró. Desde aquí, tenía marcado un camino, probablemente de origen forestal, que tiene pequeños ramales que bajan hasta la riera. En uno de esos caminos, veo una última oportunidad para buscar mi añorado camino superior, ya que estoy convencido que pasa por un collado amplio en la cresta que hace de límite entre los municipios de Sant Jaume de Frontanyà y Borredà. Desde la salida en que subimos toda la cresta, sostengo que no prestamos la atención suficiente (ya que Pep y Carles tenían la mente obnubilada por las setas), y no lo vimos.

Generosamente, Pep accede a apartarse durante 20 minutos de su objetivo principal. El camino cruza la riera y se pierde en unos campos. Un poco más arriba, hay una pista y la seguimos hacia el oeste hasta que acaba y de allí sale un camino tenue. Pep me dice que es de animales pero lo sigue. Llegamos a un llano en la cresta que, mirando la altura a la que estamos, interpreto como el collado y lo inspecciono con detenimiento. No hay nada. No me queda más remedio que renunciar a mi teoría. “No quiero oír ni una palabra más sobre caminos superiores”, me advierte Pep.

Deshacemos lo andado hasta volver a las tinieblas en el fondo del valle y continuamos por la pista hasta Coll Pèlitx, sin ver ningún indicio de este camino tan importante. Aquí, lejos del sol, hace frío y el ambiente es muy húmedo. Tengo los pies fríos. No vamos bien. En el collado, salimos al sol y subimos a un pequeño mirador. Debajo vemos la casa de Subirats y un poco más lejos, el Coll de Subirats y el largo valle que baja hasta la carretera. Con el sol a contraluz, los tonos dorados de los robles y el verde pálido de los prados que contrasta con el verde más oscuro de los pinos en la umbría del Serrat de Castelló al otro lado crean unos efectos de luz especiales y decido que vale la pena fotografiarlo.

Cuesta encontrar la composición ideal, ya que también debe incluir la casa y, tan concentrado estoy, que no me doy cuenta que Pep y Carles ya se han marchado. Por fin, consigo el encuadre que buscaba y guardo la cámara con satisfacción. “Ya nos podemos marchar”, digo y giro para bajar. ¡Estoy solo! Continuo unos metros por la pista que va al Coll de Subirats pero es evidente que no han venido por aquí. Me vienen recuerdos de la última salida a Meranges en 2017 cuando me abandonaron en la montaña en plena tormenta.


Cal Subirats a contraluz

Miro el teléfono. Por suerte, hay cobertura y llamo a Carles, ya que sé que él al menos cogerá el teléfono. Efectivamente, me contesta. Resulta que han bajado sin camino por el otro lado para volver a buscar el camino. Empiezo a bajar y veo a Carles que viene a mi encuentro. Caminamos por pistas antiguas de desembosque, haciendo una especie de zigzag. Con la vegetación y la humedad, vuelvo a tener los pies fríos, y ahora húmedos también. Pero por fin nuestro zigzagueo da fruto y entramos en un camino que convence a Pep. Lo bajamos hasta el punto donde la pista cruza la riera, ya que desde allí hasta la Roca Roja, la pista se hizo sobre el camino. Luego lo seguimos al revés, hacia el Coll de Pèlitx. Sube la cuesta en un zigzag muy amplio, cada vez más tenue, pero conseguimos seguir su trazado hasta el Coll. Ahora sí, lo tenemos.


En rigurosa exclusiva para nuestros lectores, aquí se ve el trazado del camino de Palmerola desde Cal Tellola hasta la Roca Roja y luego donde sale de la pista hasta Coll de Pèlitx. A la izquierda, también se ve el camino que nos llevó de vuelta a Cal Tellola.

Bajamos la pista hacia Palmerola, haciendo un pequeño desvío para marcar el camino que va a la casa de Subirats. Al llegar al Coll de Subirats, decidimos comer. Detrás de los árboles, se ven el castillo de Palmerola y algunas de las casas que forman el pequeño núcleo al pie del castillo. Cuesta encontrar un sitio donde llega el sol y cuando lo encontramos, enseguida se esconde y se nota un aire frío.

Tras 20 minutos, damos por concluido el almuerzo y volvemos por la pista, pasando por debajo de Cal Subirats. Pero Pep quiere buscar el camino de Subirats a Borredà, que sale en el mapa de la Minuta, y nos hace bajar por los bancales sin camino, peleando con las zarzas. “Sé que te encanta ponerte a prueba con esos pequeños retos”, me dice Pep con mala intención. Pero el camino no lo encontramos. Está todo muy removido entre pistas y talas y las zarzas lo tapan todo.


Antiguos campos bajo Cal Subirats

Llegamos a la pista principal y continuamos bajando. Una pareja de corzos nos miran sorprendidos durante unos segundos antes de marcharse corriendo. Y mientras Pep y Carles investigan un cúmulo de piedras encima de la pista, un jabalí cruza la pista al trote a unos 20 metros de mí. Con armas y un futuro post-apocalíptico, todo esto habría acabado en la despensa.

Para volver al coche, cogemos otra pista que lleva a un fragmento delicioso de camino, marcado con la raya amarilla de la Xarxa Lenta, que nos lleva directo a la riera debajo de Cal Tellola.


Una vista del camino

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,6 km; 470 metros de desnivel acumulado.

PD. Cuando bajo el track al mapa, veo que no salimos al collado en la cresta sino en un llano un poco más al oeste. A ver si algún día convenzo a algún incauto para que me acompañe a aquel collado.