Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 23 de octubre de 2015

28/8/2015 – El término municipal de Bagà – 5ª parte (Cortils)

He conseguido retrasar la salida 20 minutos, tiempo suficiente para tomar un café en el bar de la gasolinera en frente. Tengo los dedos cruzados para que obre su magia porque sé que hoy será otra salida exigente. Recordando una vez hace muchos años que quedé agarrotado por falta de sal, he comprado una botella de Aquarius para traer además del agua. Los acontecimientos demostrarán que fue un error.

Aparcamos en el Collell. Por lo menos, no habrá que hacer esa pista interminable, pienso. Iniciamos la subida hacia el norte y no tardamos en dejar las marcas de los Cavalls del Vent para desviarnos hacia el noroeste. En un pequeño llano, hay una especie de portal marcado con pequeños montículos de piedras que permite bajar hasta el Clot dels Cortils, un estrecho desfiladero que sube hacia las zonas de pastura de los Cortils. Calibro mis fuerzas: mucho mejor. Parece que el café fue todo un acierto.

El paso que permite acceder al Clot de Cortils

Pero antes de llegar a los prados, iniciamos una subida sin camino hacia el norte, buscando esa muesca que Pep nos mostró la semana pasada. 

El valle de Cortils, con sus interesantes formaciones rocosas

Cuando llegamos allí, se ve que más que una muesca, es una especie de brecha, bastante amplia: el Portell del Mig de la Costa Cabirolera según el documento que Pep tiene en la mano. Pep y Carles buscan cruces pero sin éxito e iniciamos un flanqueo por una cuesta árida, siguiendo caminos de rebeco, hasta llegar a otro collado.

 El famoso Portell del Mig de la Costa Cabirolera

Y el camino de rebecos que se ve después

Pasado el collado, el terreno cambia como de la noche al día. Ahora es una cuesta suave, donde crece una hierba frondosa que seguramente en primavera estará llena de flores, y las piedras, en vez de obstaculizar, proporcionan una base segura y plana desde la cual dar el paso siguiente. Qué bien haber venido aquí, pienso. Si el resto es así, habrá valido la pena. Pep y Carles caminan más abajo, en el límite del prado con las rocas, buscando infructuosamente unas cruces que probablemente se borraron hace siglos al cambiar el dibujo de las propiedades municipales.

Entramos en un terreno más amable

Llegamos a una canal, la Canal del Cristall de Josa. Se acabó el flanqueo agradable y bajamos una cuesta pedregosa, cruzamos el lecho del torrente seco y subimos al otro lado sin grandes problemas. Pero bajar a la Canal del Moscard no va a ser tan fácil. Sorteando precipicios, Pep busca un paso precario y empinado que sólo él sabe encontrar. Yo, en mi posición habitual al final, le sigo ansiosamente, procurando no perder de vista el azul oscuro de su camiseta. Al final, llegamos abajo y miro para arriba: todo son rocas y saltos, excepto donde hemos bajado nosotros.

Por donde bajamos

“Estuve mirando la ruta ayer en Google Earth”, explica Pep, desde la seguridad del fondo de la canal, “y ya vi que aquí habría problemas”. “¿Y nos lo dices ahora?”, protesto. “Si te lo hubiera dicho arriba, habría sido peor. Tendrías que estarme agradecido”, contesta. Y mientras baja un poco más con Carles para inspeccionar una ‘pleta’ y una ‘bauma’ o pequeña cueva, me manda arriba. “Hemos bajado unos 150 metros. Ahora tenemos que recuperarlos y subir 400 más”, me dice mientras se alejan.

Subiendo solo por el lecho del torrente seco, esos metros se hacen cada vez más pesados. El valle se ensancha y se convierte en un prado con una zona llana que seguramente había sido una pleta. Para darme fuerzas, bebo la mitad del Aquarius y como un poco en la exigua sombra de una roca. Pero en vez de darme fuerzas, me da sed y empiezo a mirar con preocupación el nivel de mi botella de agua.

El valle vuelve a estrecharse y gira hacia la derecha pero no veo más montañas detrás. Igual estamos llegando arriba y no son tantos metros como dice Pep. En eso me atrapan Pep y Carles. El valle se vuelve a ensanchar en la forma típica de una morena glaciar y veo que todavía faltan al menos 250 metros. Eso va a ser muy duro, pienso. Y Pep y Carles todavía parecen tener energía de sobras. “¿No hiciste 1.200 metros de desnivel con Josep Mª allí en Francia?”, me pregunta Pep, extrañado. “Sí”, contesto, “pero empezamos a 800 metros, no 1.800 metros, y había sombra”.

 Entramos en una morena inacabable. Arriba, la línea que marca la cresta del Cadí

Empezamos a subir hacia el Puig de la Canal del Cristall. Aún faltaban 80 metros de desnivel

Todavía subiendo, con la silueta omnipresente del Pedraforca

Pep propone comer en la Font del Cristall, ya que, al estar colgada sobre la cara norte del Cadí, habrá sombra. Mientras vamos subiendo, explica que ya no tiene agua, víctima del cambio climático, no porque se haya secado sino porque su lecho de hielo se ha fundido, al menos en verano, y ya no forma una base impermeable.

Nos acercamos a la Canal del Cristall

Por fin, llegamos arriba. Tengo la sensación de estar en un lugar hostil. La cara norte son precipicios, formados por una roca erosionada, quebradiza, traidora. “¿Por qué quiere la gente venir aquí?”, me pregunto. Llegamos al camino de la Canal del Cristall que baja al Prat del Cadí. Nunca he sentido la tentación de subirlo desde el Prat y ver sus inicios aquí, casi verticales, con una piedra fina, resbaladiza, me doy cuenta que mi primera impresión era la buena y me alejo del borde.

El lado oeste de la Canal del Cristall, un paraíso para los geólogos pero yo solo veo un paisaje áspero, casi lunar

Pep señala una roca cercana, indicando que por aquí se va a la fuente. Doy la vuelta para tomar una última foto y cuando me vuelvo a girar, han desaparecido. Veo la cruz pintada en la roca y sé que es por allí pero he oído cosas espeluznantes de esa fuente, metida en una pequeña cueva al borde del precipicio con una caída libre de casi 500 metros y, con lo cansado que estoy, no voy por allí solo.

Me siento en la roca con la cruz pintada. Saco el móvil para llamarles pero con tanto sol, no consigo ver la pantalla. “Bueno, es igual”, pienso. “Si quieren comer allí, que coman. Yo les espero aquí”. Al cabo de 10 minutos, Pep vuelve a salir, visiblemente enfadado. “¿Qué haces aquí?”, me pregunta. “Desaparecisteis y, solo, no me fío de mis piernas con tanto precipicio. He oído muchas cosas de esa fuente”, contesto. “Pero si te estábamos esperando a 20 metros de aquí. Te estábamos llamando. ¿No nos oías?”. “No. Pero es igual. Ahora podemos ir”, y me levanto. En eso también sale Carles. “Ahora no”, dice Pep, irritado. “Demasiado tarde”. Y se aleja a toda prisa por el GR que va bordeando la cresta.

Carles, conciliador, se queda conmigo y así vamos hasta el Pas del Cabirol. Sin contar la brecha que pasamos abajo, es el único paso que conecta la parte oriental y occidental del Cadí. Buscamos un lugar de sombra para comer y contemplamos la bajada y el prado debajo. Es un paso empinado, con zigzags cerrados, hecho de esa misma gravilla traidora y resbaladiza que el resto del Cadí.

El valle que nos va a llevar a la Font dels Cortils, desde el Pas del Cabirol

Después de comer, me queda poca agua y todavía está haciendo efecto la sal del Aquarius. “Pasaremos por la Font dels Cortils, ¿verdad?”, pregunto a Pep. “Sí”, contesta escuetamente, todavía no repuesto de su enfado.

Iniciamos el descenso, poniendo los cuádriceps a prueba y buscando el paso más firme. Cuando llegamos abajo, Pep ha recuperado su buen humor y señala un estrecho pasillo vertical a la izquierda del paso que hemos bajado nosotros. “La primera vez que vine aquí, no había postes ni pintura y los mapas del Alpina no servían para nada. Mi compañero tampoco lo conocía y el Pas del Cabirol, desde aquí parecía que acababa en la roca. Pero como veíamos que por allí [la canal], se llegaba arriba, pensábamos que era el camino. Sólo fue cuando llegamos arriba que vimos que había otro paso”.

 El falso Pas del Cabirol

Y el camino que lleva al verdadero

Iniciamos el descenso hacia Els Cortils, por fin por un camino decente. La fuente no tarda en estar a la vista, con el refugio de pastores detrás, metido en un pequeño valle que le protege del viento del norte.

Pasamos por un grupo de caballos que ni se inmutan con nuestra presencia y finalmente llegamos a la fuente. El agua es abundante, fría, deliciosa y siento cómo todas las fibras de mi cuerpo se relajan. “Es la primera vez que le veo sonreír en todo el día”, dice Carles a Pep. Los caballos también quieren beber pero esperan hasta que nos hayamos ido antes de aproximarse. Y un grupo de rebecos, arriba en las rocas, también se ponen a la cola, detrás de los caballos. Entre tanta aspereza, es un pequeño paraíso.

La Font dels Cortils

Iniciamos el camino de salida. Empieza como una subida suave pero, para cruzar la Serra Pedregosa, da un giro y sube con fuerte pendiente, buscando un paso entre las rocas, con esa misma gravilla asquerosa que hace que la subida sea el doble de dura. 

El paso para salir dels Cortils

Pero, con un último esfuerzo, llego arriba y bajamos a la pista de Prat Llong y entramos en el Prat Socarrat. Un rebaño de ovejas sale a nuestro encuentro, y detrás un viejo pastor y sus dos perros. Pep aprovecha para repasar los topónimos que salen en su documento. Algunos los conoce como vigentes, otros los ha oído decir a su padre o abuelo y otros no le suenan a nada. “Cuando se muera este señor, sólo quedarán los nombres que están en los mapas del Alpina”, pienso mientras seguimos bajando por la pista.

Caminando entre ovejas

Cuando llego al coche, soy consciente de haber tocado mis límites. No me veo volviendo al Cadí.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 17,4 km; 1.250 metros de desnivel acumulado.

21/8/2015 – El término municipal de Bagà – 4ª parte (Comabona)

Hoy es el día que entramos por fin en el Cadí. Pep lo tiene todo organizado y ha dividido la sierra en secciones que se irán recorriendo una por una. Hoy toca la parte más oriental, desde Prat Llong hasta Comabona. Nos había citado a las 6 de la mañana delante de la puerta de mi casa. Tengo sentimientos encontrados respecto a estas salidas: por un lado, tengo ganas de volver al Cadí porque aún hay zonas extensas donde no he estado, pero también soy consciente que es un terreno difícil.

A las 6 en punto, salgo a la calle y veo a Carles sentado en los peldaños de la Óptica al lado. Tengo los biorritmos revueltos y ni siquiera puedo tomar un miserable café, ya que Pep llega enseguida. “Haberlo tomado en casa”, me dirá después en respuesta a mis quejas, pero todos sabemos que en casa no es lo mismo.

Aparcamos el coche cerca de la Barraca de l’Andal, en la pista del Coll de Bauma al Coll de Torn. Aquí en teoría es donde tendríamos que llegar a la vuelta y empezamos a andar por la pista hacia el Collell. Es una pista muy larga y ni siquiera ver cómo los primeros rayos del sol tocan la cara norte de Pedraforca consigue cambiar mis pocas ganas de estar aquí a estas horas.

La cara norte de Pedraforca con los primeros rayos del sol

Pasado el Coll de Torn, dejamos la pista y vamos sin camino hacia la pista que sube al Prat Socarrat y Prat Llong. La pendiente se hace más fuerte, ya no es la suave subida de la pista. Me siento muy cansado, realmente no quiero estar aquí. En el Prat Socarrat, se ven esqueletos de pinos negros de grandes dimensiones, los restos de un incendio que ocurrió aquí hace más de 100 años.

Otra vista, cerca del Coll de Torn

Son las 10. De repente, es la hora punta. Nos encontramos con otros dos de Berga que quieren subir hacia la Font Tordera, luego nos adelantan 3 ciclistas (¡con la pendiente que tiene la pista!) y nos cruzamos con dos senderistas que bajan. Se nota que estamos en la ruta de los Cavalls del Vent. Entrando en el Prat Llong, Pep se aleja, buscando cruces de término y sube a las rocas que dan al valle del Torrente de Cortils abajo. Al otro lado, señala una muesca en la Costa Cabirolera. Aquí es donde quiere ir la semana que viene ya que piensa que por allí pasaba el antiguo límite sur del término de Bagà.

Aquí, en la muesca, se ve el paso donde Pep quiere ir la semana que viene: el Portell del Mig de la Costa Cabirolera

Continuamos por el Prat Llong, buscando señales de antiguas ‘fites’ o ‘pedrons’. Pasa un grupo de buitres, bordeando el prado en dirección oeste. Unos quince minutos después, pasa otro grupo. “¿Serán los mismos?”, me pregunto. Como esos ciclistas que dan vueltas sobre una pista de madera inclinada en los velódromos, esos buitres parecen hacer una carrera a cámara lenta, primero pasando por la cara sur de Cadí y luego girando para recorrer la cara norte y así vuelto a empezar.

Subiendo hacia la Serra Pedregosa

Y, al otro lado, siempre la silueta inconfundible de la cara norte de Pedraforca, con el agujero del valle de Gresolet entre medio. Dejamos la hierba para subir el camino de la Serra Pedregosa ya que, según Pep, el límite municipal pasaba por la cresta. La última subida es empinada, polvorienta, pedregosa, dura. Tras un descanso en el pequeño paso, Pep y Carles continúan por la cresta y yo por el camino a Font Tordera.

Una pila de piedras de antigüedad desconocida y finalidad incierta es el único resultado de tanto esfuerzo. Cuando el camino gira a la izquierda para ir a la Font Tordera, dejamos a los senderistas y seguimos rectos, debajo del camino que va de la Font Tordera hacia Tancalaporta, pasando debajo de Comabona. Aquí, al pasar menos gente, se ven grupos de rebecos.

El 'pedró'. ¿Tanto esfuerzo para esto?

Iniciamos un largo flanqueo por un terreno áspero, desagradable. Al final, me canso y subo hacia el camino. Por lo menos, no habrá tantas piedras. Poco después, Pep y Carles se unen a mí. Ya hemos salido del municipio de Bagà y entrado en el de Gisclareny.

En el camino hacia el Coll del Puig Terrers

En el Coll del Puig Terrers, giramos a la derecha y bajamos el Clot de Comabona. Poco después, marcha un camino a la izquierda, que luego se difumina. Pep duda un poco, y luego sube unos 30 metros antes de seguir llaneando. Al doblar una esquina, nos encontramos delante de la fuente. La orientación de Pep vuelve a demostrar su infalibilidad. Rellenamos las cantimploras y continuamos hasta la Pleta de la Guilla, destruida hace mucho tiempo por un desprendimiento de rocas desde la pared detrás. Aquí comemos.

Vista del valle de Bastareny desde la Pleta e la Guilla, con el pueblo de Bagà al fondo

El camino, marcado como sendero local, continúa. Pep se desvía para mostrarnos el Pas de la Cabra. Hace 10 años o más, Pep y yo subimos al Pas de la Cabra desde Cortalets, donde llegamos después de pasar por el infame Pas de la Solana. Recuerdo una subida dura y, cuando llegamos al Pas de la Cabra, cuando pensaba que la subida había acabado, Pep me llevó a la misma fuente que hoy, lo que supuso unos 100 metros más de desnivel.

La entrada al Pas de la Cabra, con la Serra de Moixa al fondo

Pero esta vez, es todo bajada. Antes de dejar esta zona, hay una cosa más que Pep quiere mostrarnos. Una cueva que había sido habitada por algún pastor o carbonero, colgada sobre el precipicio detrás de la Solana de Murcarols. Aquí, el sonambulismo puede tener consecuencias nefastas. Seguimos bajando.  Conocía la existencia de este camino pero no lo había hecho. Un camino auténtico para llegar a esta zona desde el Coll de Bauma, está marcado con el verde y blanco del sendero local.

La cueva, a dos pasos del abismo, con signos evidentes de haber sido habitada

Si no estuviera tan cansado y no me dolieran los pies y las rodillas, disfrutaría con este camino; tiene una sinuosidad muy atractiva pero tanta pendiente ya no me va bien. Cuando por fin llego abajo, tengo la sensación de que la interminable bajada por este terreno exigente me pasará factura.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 17,6 km; 865 metros de desnivel acumulado.

domingo, 11 de octubre de 2015

14/8/2015 – Els Cloterons

Hoy íbamos iniciar el plato fuerte del nuevo proyecto de Pep y adentrarnos en el Cadí. Resulta que la Baronía de Pinós había concedido al Ayuntamiento de Bagá los derechos de pastura de toda la parte alta del Cadí, desde Tancalaporta hasta la Torre de Cadí. Hoy sólo queda el enclave de Cortils. La idea de Pep era aparcar en el Collell y adentrarnos en la parte oriental del Cadí pero el hombre del tiempo había predicho tormentas y al acercarnos a Saldes, ya vemos algunas nubes que empiezan a subir.

“¿Qué hago?”, dice Pep, implorando una segunda opinión. La otra opción sería ir al Castell de Termes, en Gòsol. Hay una pareja en Gòsol que se dedica desde hace tiempo a restaurar caminos y la chica es escocesa y además arqueóloga. Le había hablado a Pep de unas estructuras que habían encontrado por allí.

Estamos todos hechos un mar de dudas. De momento, las nubes parecen inofensivas pero aquí, nunca se sabe. En media hora, todo puede cambiar y que te pille una tormenta allí arriba es un mal rollo tremendo. Llegamos al desvío al Mirador de Gresolet. Hay que tomar una decisión; Pep para el coche y se inicia un intenso debate. Al final, la decisión la tomo yo, quizás la persona menos autorizada: “Vamos a Gòsol y que no se hable más”.

Aparcamos el coche en el Coll de Josa y subimos hacia el noreste por un camino que nos lleva a la cresta. Por aquí pasa una de las rutas del Parque, llamada la Ruta de la Mallarenga Petita (Ruta del Carbonero Garrapinos en castellano) que sube desde la Font Terrers. Giramos a la izquierda hasta una cresta rocosa y allá en la cara sur, hay dos estructuras redondas de piedra seca. “Son modernos”, dice Pep. “¿Puestos de mortero?”, aventuro. Y es que, después de la Guerra Civil, el pequeño núcleo de Cerneres abajo era usado por el Maquis como refugio. Hubo un destacamento de la Guardia Civil aquí para impedir que se establecieran y también una línea de trincheras en el Tossal del Castell de Termes.

Una de las estructuras circulares

Con el Cadí delante, Pep sube a las rocas, con su documento en la mano, para localizar topónimos. Desde el siglo XVIII, todos han cambiado excepto la Costa Cabirolera. No será fácil.

Pep y Carles repasan topónimos del Cadí cerca del Tossal de Castell de Termes. Aquí se ve el gran pliegue de la Canal de Cristall de Josa (nombre antiguo: Comellar de Ramona) y, a la derecha, el pliegue menos evidente de la Canal del Moscard (nombre antiguo: Clot de Font Viva).

Una vista más clara de la Canal del Moscard

Y, más hacia el este, el Torrente de Cortils. Todos estos lugares, los iba a conocer de cerca 2 semanas después.

De vuelta en la Coll de Josa, vemos que el cielo se va tapando pero encima nuestro, no es amenazador y Pep propone adentrarnos en Els Cloterons. Es una cuesta de pinos y unas pistas bien feas que, de entrada, no atrae mucho y el hecho es que a ninguno de los tres se nos ha ocurrido entrar.

 Un pino acribillado por el pájaro carpintero en Els Cloterons

Un campo de acónito azul ('tora' en catalán), tan bello como mortífero. ¿Qué olor tendrá para que los animales sepan que no lo tienen que comer?

Entramos por una pista y luego nos desviamos por una pista de desembosque muy inhóspita y de pendiente fuerte pero de repente vemos que marcha un camino auténtico y lo seguimos hasta la Font Ginebreda, donde volvemos a empalmar con la pista principal. Poco después, paramos en la Roca del Millet para comer. Pep y Carles se asoman otra vez a la cara norte para ver toda la sierra del Cadí desde otro ángulo.

Font Ginebreda

Bajo un cielo cada vez más amenazador, Pep nos hace bajar por otra pista de desembosque hasta la línea de las Roques del Mònec, pensando que podría haber un camino que sube desde Josa, pero no hay rastro. Damos la vuelta. Ya se escuchan truenos en el Cadí y estamos en el punto más alejado del coche. Deshacemos el camino hecho a toda velocidad pero las nubes continúan hacia el este sin tocarnos.

La zona de Cortils, cada vez más tapada

Bajando en el coche hacia Guardiola, vemos que en el Coll de Pal, donde estuvimos la semana pasada, está lloviendo torrencialmente.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,75 km; 460 metros de desnivel acumulado.