Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 22 de diciembre de 2011

16/12/2011 – Buscando el Faig General

Hablando con Pep durante la semana, expresa entusiasmo por volver a la zona de Tubau pero esta vez desde el sur, dejando el coche en la casa de Les Planes, en Sant Jaume de Frontanyà, e ir hacia el norte, buscando el Coll de Faig General pasando por Caselles. Yo tenía recuerdos de un paisaje inhóspito entre Les Planes y Caselles en una salida que hice solo hace unos cuantos años, también en invierno. Le propongo ir hacia el este y el sur, pasando por la casa de Sant Esteve de la Riba, y acepta.


El viernes, el día empieza gris y frío. Pep vuelve a estar indignado por la crisis de la deuda de España, causada por la incompetencia de algunos y la avaricia de algunos más, dice, y ante la perspectiva de que vuelvan a gobernar los que empezaron a hinchar la burbuja inmobiliaria cuando “España iba bien”. Su ira se contagia a nosotros y la conversación continúa en el coche mientras recorremos la carretera con una niebla que tapa totalmente el sol. De repente, me imagino qué pensarían de todo esto unos observadores extraterrestres que, desde su nave espacial, estarían contemplando esta caja metálica rodante que se desplaza por una carretera desierta con tres ejemplares agitados de vida inteligente en su interior. En realidad, todo esto es absurdo. Gente avariciosa y gente estúpida siempre ha habido y siempre habrá. Como decía Einstein, “Sólo conozco dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y tengo mis dudas sobre el primero”.

Con esta larga paréntesis, conseguimos aparcar el coche cerca de Les Planes, rodeados por la niebla y con una temperatura de -1ºC. No augura bien.

Niebla en Les Planes. Mal comienzo del día

Buscamos el camino antiguo que bajaba a Sant Esteve de la Riba y usado por C. A. Torras. Las pistas han interferido en el trazado pero al final encontramos un trozo bastante largo y llegamos a la riera o Rec de la Riba. Allí, unos agujeros circulares excavados en la piedra delatan la presencia de una presa medieval, lo cual significaría también un molino medieval, pero de eso no queda rastro ya.

Los agujeros redondos en la roca donde se colocaron los postes de una presa medieval

Subimos a la casa de Sant Esteve de la Riba, con su iglesia románica, y ahora dedicada al turismo rural. Dos perritos simpáticos nos saludan y nos acompañan mientras inspeccionamos los alrededores. Si su misión es proteger la casa, necesitan urgentemente un curso de reorientación. Pep toma nota de todos los elementos, incluyendo un enorme tubo que traía agua para hacer funcionar una turbina para dar luz a la casa. “A ver si pones cosas más serias en tu blog”, me dice. “Sólo escribes cotilleo”.

Los feroces guardianes de Sant Esteve de la Riba 

Vista de la iglesia de Sant Esteve de la Riba cuando empieza a levantarse la niebla

Continuamos por la pista hacia el Coll de Can Carlos. Empieza a levantarse la niebla. Pasamos la Ferrería. En su libro de itinerarios de 1904, Torras habla de un grupo de casas pobres, una de las cuales hacía de hostal para los arrieros. Hoy sólo quedan los restos del muro de una casa. Un poco después, nos desviamos por lo que queda del camino antiguo, todavía empedrado y bastante intacto, salvo un corto tramo destrozado por una pista nueva de desembosque.

 Tramo empedrado del camino antiguo al Coll de Can Carlos

Y como queda un camino después de abrir una pista forestal sobre su trazado

Llegamos al Coll de Can Carlos, donde hay los restos de una pequeña casa, que también era hostal. No en vano estamos siguiendo uno de los grandes caminos que comunicaban el Berguedà y el Ripollès.
Giramos hacia el norte por el camí ramader.

Las montañas de Nuria desde el camí ramader

En efecto, estamos recuperando la idea original de Pep, lo cual da pie a unos cuantos comentarios sobre agendas ocultas, pero ahora por una vía más amable. Vamos subiendo por una amplia cresta con buenas vistas. Por fin bajo un cielo azul, comemos en las ruinas de la casa de les Ajagudes, con el Coll de Faig General a la vista.

La casa de Ajagudes

Vamos hacia la casa de Llentes, desviándonos para visitar la Cova de Llentes y la casa de la Llobera. De la Llobera, se ven las ruinas de una barraca construida con las piedras de algo mucho más antiguo. Llentes es una gran casa que parece surgida de la nada en el siglo XIX. No tiene ningún elemento más antiguo. Continuamos por pistas hacia el Molino de la Riba. Tomamos nota de un camino que sin duda va a la casa de Corrubí pero tendrá que esperar otro día.

 Parte de la fachada sur de Llentes

 Vista parcial del interior de la planta baja

 Entrada a la era detrás de la casa

Y el enorme pajar

Llegamos al molino, un edificio moderno. Veo un camino que baja a la riera y que sin duda tendría continuidad al otro lado para subir hacia Les Planes pero Pep no me deja. Quiere encontrar la presa del molino. Queda una hora de luz y se acerca la hora de la clase de música pero Pep no se echa para atrás. Continuamos subiendo el curso del río. Veo otro camino que sube al otro lado de la riera pero Pep tampoco me deja pasar. Llegamos a la presa, una construcción moderna y también de donde sale el tubo que va a la casa de Sant Esteve de la Riba.

La presa del molino de la Riba

Seguimos subiendo el curso del río hasta cruzarlo por el puente de la pista que sube a Casellas. Ya en la penumbra, cruzamos la riera y subimos una pista tenebrosa y húmeda hasta desviarnos por el camino de Les Planes.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 18,2 km; 680 metros de desnivel acumulado.

sábado, 10 de diciembre de 2011

9/12/2011 – Solanllong y Puigbó

Hablando con Pep, estamos de acuerdo en que se impone un cambio de escenario. Aunque quedan cosas por mirar en Gisclareny, tendrán que esperar a la primavera. Propongo la zona de Aranyonet; es una parte del Ripollès que limita con el municipio de La Pobla de Lillet, es bastante atractiva y tenemos muy poco marcado en los mapas de allí.


En el Mikado, antes de que llegue Carles y después de los saludos de rigor, Pep se encara conmigo: “Tú siempre quieres hacer cosas nuevas pero tienes que asumir que las cosas nuevas ya nos quedan muy lejos. En invierno, debemos aprovechar el tiempo para repasar lugares más próximos, reestudiarlos y reinterpretarlos”. Después de la negativa del Sr. Cameron a someterse a las presiones del Sr. Sarkozy y la Sra. Merkel y prácticamente de Europa entera, no me apetece someterme a los dictados de Pep. “Por esta vez, vale”, prosigue Pep, “pero hazme caso; es tiempo de hacer repaso”.

Llega Carles y nos ponemos en marcha. Pep tiene la cara que pone cuando hace algo a disgusto. A medida que pasamos por las interminables curvas de La Pobla al Coll de Merolla y la interminable pista hasta Coll de l’Arç, noto una reprobación creciente que viene desde mi izquierda. Carles intenta hacer conversación para aligerar el ambiente. Pero yo también tengo mis preocupaciones: el termómetro del coche marca -3ºC.

Aparcamos en el Coll de l’Arç en medio de la escarcha. “¿Cuál es tu plan?”, me pregunta Pep. Lo que se dice plan, no lo tengo pero hay muchas casas y caminos por allí. Propongo tomar el ‘camí ramader’ o cañada que marcha hacia la casa de Palomera y buscar las casas de Pomanell y Cal Xela, marcadas en el mapa del Alpina. Encontramos las casas. Hacia el norte, vemos la gran casa de Solanllong. Tiene una pinta interesante. Por primera vez, Pep me coge los mapas. “Bueno, podemos ir a Solanllong, luego a Puigbó y volver por Palomera, buscando la casa de Ternadella”. Accedo con mucho gusto.

Nuestra primera vista de Solanllong, con la capilla delante

De la casa de Solanllong, vemos la fachada sur, con grandes arcadas típicas del siglo XIX, y la típica capilla de las grandes casas, pero lo realmente interesante está detrás y no lo vemos hasta que hayamos dado la vuelta a la casa. Allí, ante nuestro asombro, se ve la estructura inconfundible de una gran torre medieval, a partir de la cual se hicieron sucesivas ampliaciones hasta llegar a la casa actual.

Otra foto de Solanllong. Aquí se ven claramente la estructura medieval cuadrada y las adiciones posteriores

Bajamos por el camino antiguo hasta la riera o Rec de Solanllong pero al otro lado, no vemos camino para subir hacia Puigbó. Hay una pista abajo y además se ha cortado el bosque y las dos cosas pueden haber borrado el camino. Al final, no queda más remedio que subir sin camino. “Ya no vas tan deprisa”, me dice Carles, mientras me adelanta. Yo lo atribuyo al no tener que hacer de líder; me relajo.

Ahora más relajado, Pep toma el mando de las operaciones

Por fin, encontramos un camino claro que nos lleva a los Colls de Dalt. Dejamos atrás el bosque y se nos abre un paisaje bucólico, con campos y caballos, abajo la casa de la Canal dedicada al turismo rural y en el fondo, la montaña de La Taga.
Seguimos subiendo hacia la casa de Puigbó. Allí está la pequeña iglesia de Sant Martí y el castillo. Aunque gran parte del castillo seguramente se desmontó para construir la casa del siglo XVI al lado, aun queda una torre, restos de la iglesia y de las casas donde vivían los campesinos que trabajaban las tierras del señor y el perfil de la muralla. En total, son unos cuantos cientos de metros cuadrados de estructuras medievales. Pep está encantado.

 Torre del castillo de Puigbó

 Otros restos del castillo y la casa de Puigbó detrás. En el fondo, las Cingleras de Tubau


Comemos en la Collada de Puigbó con un buen sol y Pep me da las gracias por haberle traído aquí, ya que hace años que quería venir pero nunca encontraba el momento. Finjo que se me ha entrado algo en los ojos para disimular mi emoción. “Olvídalo, Pep, te mereces esto y más”, digo.

Vamos hacia la Collada de Palomera. La Xarxa Lenta (ver Glosario) va por las pistas pero yo veo un camino atractivo debajo y conmino a los demás a seguirlo conmigo. Pep se empeña en creer que es camino de animales hasta que la evidencia le demuestra lo contrario. Hacemos un desvío para buscar la casa de Ternadella, que encontramos con alguna dificultad, y continuamos a la Collada. Al cabo de poco rato, vemos la casa de Palomera, una estructura bastante extraña, con ventanas muy pequeñas y cierto aire de casa fortificada.

 Palomera


Los campos de Palomera, mirando hacia el oeste

Me voy de esa zona con una impresión grata. Hay pistas forestales pero se han naturalizado y quedan suficientes caminos para formar un entramado de cierta densidad. “Ya harás tú las colitas”, me dice Pep. “Quedan muy lejos del Berguedà”. “Iré con Josep Mª”, contesto. “Mientras no haya zarzas, éste se apunta a un bombardeo”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,3 km; 440 metros de desnivel acumulado.

6/12/2011 – El Triángulo de Sant Romà de la Clusa

Hoy es festivo en toda España y he quedado con Josep Maria. Aprovecho su relativo desconocimiento de su comarca para repasar una de mis rutas favoritas, que tiene una forma aproximadamente triangular entre las casas de Clot, Sant Romà de la Clusa y Rossinyol. No hace falta decir que Josep Mª no ha estado nunca aquí.


Dejamos el coche en el merendero del Clot rodeados de escarcha. Josep Mª contempla la hierba blanca con satisfacción pero yo sólo pienso en buscar el sol. Si no hiciera tanto frío, valdría la pena contemplar el paisaje que nos rodea, con hayas en la cara norte y robles en la cara sur y detrás, hacia Vilada, espadas de roca y la mola de Sobrepuny. Siempre me da buenas sensaciones venir aquí.

Ya desde el aparcamiento, detecto una novedad desde mi última visita: un mirador en la pista de Cabanelles. Pasamos la casa de Clot, el pajar en mucho mejor estado que la casa y buscamos el camino y luego pista a la siguiente casa, Ca l’Hereuet. Aquí los restos de una piscina recuerdan un pasado como colonias de verano.

Ca l'Hereuet con Sobrepuny detrás

El camino antiguo a Sant Romà de la Clusa se introduce en el valle del Rec de Sant Romà y las sombras del hayedo. A pesar del frío, es un placer estar acompañados del sonido del agua mientras corre por pequeñas cascadas.

Las aguas del Rec de Sant Romá

Le pregunto a Josep Mª si tiene inconveniente en explorar colitas (ver Glosario) en la umbría, al otro lado de la riera. “Mientras no haya zarzas, ningún problema”, me contesta. Miramos colitas en el nivel medio y superior de esa cuesta, todas ellas relacionadas con la explotación del bosque y todas acaban muriéndose en la última carbonera. Era de esperar pero me dolía tener esos trazos inacabados en el mapa.
El camino principal sigue el curso de la riera y luego se eleva en eses inconfundibles hasta empalmar con el camino (y parte del GR4) que viene de Castell de l’Areny. Pasamos por delante de la casa de Sant Romà, ahora refugio/hostal rural y regentado por una pareja muy simpática.

Sant Romà de la Clusa. A la derecha, la casa/refugio; a la izquierda, la rectoría y el campanario de la iglesia románica detrás. En el fondo, la casa del molino

Continuamos al mirador, donde comemos con una vista que siempre impresiona y una temperatura suave. Toda esta finca es propiedad de la Generalitat de Catalunya, que decidió convertirla en reserva de fauna y flora. El mirador ha sido diseñado con cariño para potenciar la educación familiar sobre la preservación de la naturaleza. Aparte de la vista, se han hecho mesas de picnic de troncos con tableros de juegos impresos encima, rodeados de fotos de animales y plantas. En una mesa, hay el tablero de damas, en otra el tablero de parchís, y en otra el tablero del juego de la oca. En el centro, un pequeño refugio por si llueve.

 El mirador y parte de la vista

Una mesa con el juego de la oca

En nuestras conversaciones, tenemos opiniones divergentes sobre casi todo (lo que no impide una buena amistad) pero hay un tema en que coincidimos plenamente: un terror visceral a los dentistas al que se contrapone una necesidad creciente de sus servicios. Mientras comemos intercambiamos anécdotas dentarias, repasando pruebas superadas y retos pendientes.

El sol empieza a bajar y es hora de continuar. Caminamos nuevamente por la pista de Cabanelles, desviándonos al poco rato para tomar el camino a Rossinyol. Es un camino histórico, todavía empedrado en el tramo final, y fue recorrido y descrito por Cesar August Torras. Otro de sus atractivos es una haya centenaria. Ya he hablado de la bondad de las hayas en otra entrada y este árbol no es ninguna excepción. Además, su venerable edad añade a su benevolencia una poderosa serenidad. Visitamos brevemente los alrededores de las casas de Rossinyol y luego tomamos la pista hacia Sant Romà de la Closa. Detrás del mirador, veo planear dos quebrantahuesos. Es la primera vez que los veo en el Catllaràs. ¿Qué habrán visto? ¿Los restos de algún senderista extraviado? No deja de ser curioso que lo que más les gusta comer a esos enormes bichos es precisamente lo que los buitres rechazan por indigesto.

Vista de Rossinyol en el sol de la tarde. A la derecha, el pajar (que sale en la portada del mapa del Alpina), y en el centro y a la izquierda, las dos casas de Rossinyol. La casa de la izquierda todavía está habitada.

Dejamos la pista para tomar el camino al Clot, haciendo un pequeño desvío para mostrar a Josep Mª un camino de ‘grau’ (ver Glosario) que pasa al lado de una abertura en los ariscos y era utilizado como atajo para ir a pie desde Rossinyol. Continuamos el descenso y al cabo de 10 minutos, ya estamos en los campos del Clot.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,3 km; 540 metros de desnivel acumulado.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

1/12/2011 – Cal Saiol

La semana pasada no salí. Estaba resfriado, por culpa de la humedad en la Baga de la Torre, dije más tarde a Carles. Fiel al carácter obsesivo de Pep, volvieron a Gisclareny para limpiar colitas por la Torre de Santa Magdalena y Coll d’Escriga.

Esta semana, Pep no puede venir y decido volver a una zona infrarrepresentada en este blog: el Catllaràs. En la carretera que va de Borredà a Sant Jaume de Frontanya, hay una serie de casas a mano izquierda (entre ellas, Casadejús, Marcians y Les Vinyes) que van flanqueándola. Más hacia el norte, los mapas indican una tal Cal Saiol. Cuando aún teníamos casi todos los mapas en blanco, me había fijado en esa casa y el hecho de que no le llegara ninguna pista me parecía muy curioso. Un año, en marzo, cuando aún quedaba nieve en los lugares de sombra y con mucha trepidación, fui a buscarla solo, desde Llobateres. A partir de allí, fui desenmarañando un auténtico laberinto de caminos.

Casadejús tomada desde Marcians en 2005. Desde entonces, se han demolido las dependencias detrás y una parte de la casa para hacer sitio para una casa nueva.

Pensaba que todo esto valía un pequeño repaso. Dejamos el coche en la Collada de Casadejús y subimos a la casa. Se está construyendo una casa nueva detrás de las ruinas de la casa antigua, que ha perdido mucha entidad desde mi última visita hace unos 6 años. Tomamos un camino que pasa encima de Marcians y entra en el valle del Rec de Teiola. Entramos en los campos debajo de Can Saiol y empezamos a subir el camino que nos llevará a la casa cuando me paro en seco. Un toro blanco medio escondido en el bosque a unos 15 metros nos mira con cierto interés. Está plantado en el camino como los bandoleros que cortaban los caminos reales para exigir peaje a los incautos viajeros.

Opto por la prudencia; damos un largo rodeo y llegamos a la casa por otro camino. La última vez que estuve, había un montón de escombros y vigas sobre el prado debajo. Ya no están y su lugar ha sido ocupado por zarzas y espino negro. Al lado de la casa, había un establo extrañamente grande. Unos meses después, hablando con un historiador aficionado de Borredà, nos contó a mí y a Pep la historia de esa casa.
Resulta que su último morador era un hombre solitario que se dedicaba a criar mulas y adiestrarlas para trabajos forestales (de ahí el gran tamaño del establo). Guardaba todo su dinero escondido en algún lugar y un día fue secuestrado en su propia casa por un grupo de hombres que le fueron pegando hasta que les dijo donde estaba el dinero. Poco después, dejó la casa para no volver nunca más. Eso también explicaba la ausencia de pistas de acceso; nunca llegó a haber necesidad de acceder a la casa con vehículos.

Pasamos el collado detrás de la casa y entramos en el camino que nos llevaría a Llobateres. Sin embargo, lo dejamos para bajar por antiguos campos hasta una pista. La pista acaba en un barranco y continúa un camino hacia el valle de Cercosa. Aquí también había venido con Pep; habíamos seguido ese camino pero luego se perdió y fuimos vagando sin caminos por cuestas inhóspitas hasta llegar al collado que separa Cirera de Cercosa. Esperaba que con la experiencia adicional, podría ver algo más.

Seguimos el camino, muy marcado, y al cabo de un rato, veo que se bifurca; a la derecha, baja y se encamina aparentemente a la casa de Cercosa; a la izquierda, sube con toda la pinta de ser un camino de carboneros. Si bajamos, nos alejamos demasiado del coche y opto por subir. El camino se muere en una antigua fuente y la historia se repite.

Subo la cuesta con cierta celeridad ya que quiero acabar con eso lo antes posible y veo que Carles queda rezagado detrás de mí. “Vas muy rápido”, se queja. Pero cuando está Pep, siempre va por delante, buscando caminos, barracas, carboneras, cualquier cosa para desbancarme como alumno preferido de Pep. Cruzamos sin camino crestas y hondonadas, algunas con antiguos campos de cultivo o ‘artigas’ (ver Glosario). Finalmente, llegamos al mismo collado. De ahí, antes bajaba un camino que iba a la Casa de la Baga. Era un camino auténtico, un ‘camí de bast’ o camino para hacer con mulas y bastante atractivo. Ahora veo una pista excavada en la tierra; del camino antiguo, ni rastro (R.I.P.).

Me consuelo pensando que el valle de Cercosa es quizás el lugar más lúgubre del Catllaràs y, desde el punto de vista turístico, bastante prescindible pero aún así, no puedo escaparme a una sensación de que se está perdiendo la historia de este país. Buscamos el sol y comemos. Con media botella de “Poacher’s Choice” circulando por el cuerpo de cada uno, los filtros inhibidores se relajan y conversamos sobre temas más profundos de los habituales.

La capilla y cisterna de Cirera

Sólo queda buscar el camino que va a Cirera. Era la gran casa de esta parte pero se vendieron todas las piedras y no queda nada; sólo la antigua capilla de la casa, del siglo XVIII, y los restos de una antigua cisterna. Tomamos la pista asfaltada hacia la carretera y de allí al coche.

Visión bucólica de los campos de Cirera, con las montañas del Catllaràs detras

El día siguiente, noto los efectos sobre mi cuerpo, aún castigado por el virus del resfriado, de mi efímero brío subiendo las cuestas de la Baga de Cal Saiol.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,1 km; 630 metros de desnivel acumulado.

18/11/2011 – El camino de Bagà a Gisclareny

Hoy, Pep no puede venir y Carles tiene que volver pronto al hotel. Además, es un día bastante gris. La semana pasada, habíamos parado un momento en el merendero del Pont de Sant Joan y mientras Pep y Carles fueron a mirar algo en el río, yo fui en la dirección opuesta. Sabía que había un camino que arrancaba allí y que probablemente era el camino antiguo de Bagà a Gisclareny pero nunca lo había mirado. Efectivamente, salía un camino muy auténtico y se reservó para otra ocasión.


Inicio del camino en el merendero del Pont de Sant Joan

Por otra parte, hace bastantes años, yo había seguido el trazado del antiguo camino desde un punto en la carretera cerca de la pista que va a la Torre de Santa Magdalena. Al tener poco tiempo, me proponía atar un poco todo esto. Sería una salida eminentemente académica.

Y así hacemos. La parte ‘nueva’ del camino está bastante despejada pero lo demás está tal como lo recordaba. En algunos tramos tapado por zarzas, otros más despejados y en otros con interferencias por el arrastre de troncos en décadas pasadas (toda aquella umbría fue arrasada en la primera mitad del siglo XX). Al tratarse de un camino histórico y para dejar constancia, pongo aquí el track, confiando en que algún técnico forestal no utilizará la información para abrir una pista forestal encima de su trazado – ya que parece que sienten predilección por los caminos antiguos a la hora de proyectar pistas de desembosque.



Cuando la carretera actual hace imposible seguir su trazado, damos la vuelta y, por una antigua pista, entramos en la Baga de la Torre. Como ya comenté en la salida del 4 de marzo, ha habido una explotación forestal bastante intensa en la parte correspondiente al municipio de Bagà y se han abierto pistas nuevas. Vamos bajando por pistas y caminos de arrastre de troncos con un valor turístico cercano a cero con la intención de cerrar el camino que vimos el mismo día desde Sant Joan de l’Avellanet hacia Gisclareny. Lo encontramos, lo seguimos y vemos su empalme con el camino principal, un poco pasado el túnel de la antigua vía.

 Academia pura en la Baga de la Torre

Tras un otoño sin setas, por fin aparecen los primeros 'fredolics'

Y nos vamos a casa.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,4 km; 550 metros de desnivel acumulado.