Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 15 de marzo de 2012

8/3/2012 – La Canal Curta

El martes, Pep me pregunta dónde pensaba ir esta semana. “No he tenido tiempo para pensar en eso”, le contesto. El día siguiente, Pep me vuelve a llamar. “He pensado en volver a la Canal Curta. Hay unos caminos transversales que no están aclarados”. 

Subí la Canal Curta con Pep y algunas personas más en 1999, a los pocos meses de conocerle. Recuerdo una subida interminable por un camino empinado, precario y estrecho, borrado en algunos puntos por las rocas que habían caído de las paredes arriba. Pero en una ocasión que tuve de hablar con el último habitante de la casa de La Rota hace unos cuantos años, cuando ya tenía ochenta y bastantes años, me dijo que su padre subía y bajaba ese camino con mula.

Esta foto muestra la Canal Corta, la hendidura donde está la sombra, con la casa de La Rota delante

En el Mikado, veo que Emilio no ha venido. “Está lesionado”, dice Pep. “Mis recuerdos de esa canal no son muy amables”, le digo a Pep, mientras saboreo el café. “De verdad, no te entiendo, Steve”, me reprocha Pep. “Primero te quejas de que no vamos al Catllaràs y ahora que vamos, tampoco estás conforme. Además, tendrás algo interesante que contar a tus lectores”, sentencia.

Aparcamos el coche en un prado debajo de Cal Sastre dels Casons, donde arranca el camino de la Xarxa Lenta (altamente recomendable) hacia Sant Julià de Cosp. Tras un inicio suave por un camino amable y plano, se bifurca: la Xarxa Lenta baja hacia la casa de La Canal pero nosotros continuamos hacia la izquierda para entrar en la Canal Curta. Nos plantamos en la entrada de la canal, un camino engañosamente acogedor utilizado para bajar troncos.

La entrada traidora a la Canal Curta

No aburriré al lector con el detalle de los caminos transversales que recorrimos en un sentido y otro. Sí que diré que seguimos un largo camino del que no teníamos constancia y que había sido limpiado por los cazadores que, si no hubiéramos dado la vuelta antes, seguramente nos habría llevado hacia el Coll de Jovell. En las cuestas encima de Cal Sastre había una extensa zona de cultivo, ahora perdida en el bosque de robles. Vimos indicios de caminos que venían desde todas las casas del vecindario que algún día habrá que aclarar.

Vista de la muralla de la Canal a través de los árboles de los campos abandonados

El camino se hace cada vez más empinado y perdedor, con interminables eses cerradas.

Lo que aún queda por subir

A 300 metros encima de Cal Sastre, entramos en otro camino transversal, la irónicamente llamada Cinta Ampla. Es una de esas fajas entre precipicios, una estrecha banda de tierra con abismo a la izquierda y muro rocoso a la derecha. Tras recorrer unos 150 metros, me planto. No es que tenga vértigo pero, consciente de mi fama de torpe, no quiero que algún tropezón prive a mis lectores de más relatos y me siento en un trozo de hierba algo más ancho a esperar la vuelta de Pep y Carles.

Todavía subiendo; los campos de la casa de La Canal se ven abajo

Vuelven y entramos nuevamente en la canal. Curvas y más curvas, bordeando pasos estrechos. Pero la verdad es que si se arreglara, sería un camino magnífico, exigente pero de calidad excepcional y rival más que digno del camino de Col de Jou. Cada 50 metros, Pep va diciendo “Ya falta poco” y, tras subir otros 150 metros de desnivel, ahora por bosque de hayas, la canal se ensancha y se convierte en una cuesta yerbada. Ya eran pasadas las 2 de la tarde y pensaba que aquí ya pararíamos. Pero Pep no da muestras de parar. “El camino de flanqueo está por aquí”, musita y finalmente se decide por un camino que sube por las hayas por una de las laterales del embudo. Carles empieza a quejarse del hambre, y eso que no ha parado de comer desde que entró en el Mikado. “Somos víctimas de la agenda oculta de un desalmado”, pienso, indignado. Tras 100 metros más de desnivel, por fin salimos del bosque al sol y, tras pasar un estrecho grau (ver Glosario), llegamos a la Bauma del Rei, una barraca de pastor metida en un hueco en las rocas. Aquí nos sentamos por fin a comer, con una vista que abarca media Cataluña.

 Se acabó la subida
La Bauma del Rei

Continuamos hasta la Coma dels Tells, cerca de la pista que viene de Sant Romà de la Clusa. Aquí presumiblemente la pareja que se hace cargo de la casa de Sant Romà, antes masía y ahora refugio con ambiente hogareño ha marcado el camino de bajada con pintura blanca. Baja con pendiente suave por el bosque de hayas; tras todo lo sufrido en la subida, es realmente relajante bajar por esta alfombra de hojas. Ya casi abajo, anotamos colitas (ver Glosario) hacia las profundidades del bosque. Con la casa e iglesia de Sant Romà a la vista, giramos a la izquierda por el camino de Castell de l’Areny, que ahora forma parte del GR4.

Sant Romà de la Clusa

Ya hice un corto tramo de este camino en mi última salida con Josep Mª en diciembre. El camino va flanqueando por el bosque hasta salir al Cap del Roc, donde hay una estructura que formaba los antiguos cimientos de un teleférico que bajaba los troncos hasta la carretera abajo. La primera vez que subí a este teleférico, aún vivía en Barcelona y venía al Berguedà los fines de semana. Cuando llegué abajo otra vez al hostal, pregunté al chico si era el castillo de Castell de l’Areny. La mirada que me dio antes de contestar hablaba volúmenes de su opinión de la gente que subía los fines de semana de Barcelona.

 Subiendo por el GR hacia el Cap del Roc

Las obras del teleférico del Cap del Roc

Pero, bueno, ha llovido mucho desde entonces. Desde el Cap del Roc, el camino gira hacia el pueblo, bajando inicialmente con unas rampas fuertes y luego de forma más suave. Esta ruta de Castell de l’Areny a Sant Romà de la Clusa es muy recomendable, con un paisaje muy variado y grandes vistas. Se puede hacer un alto en la casa de Sant Romà o en la zona de picnic en la pista de Cabanelles antes de volver. Lo único a tener en cuenta es el desnivel desde Castell de l’Areny al Cap de Roc (unos 400 metros), muy expuesto al sol de verano.
Bajando hacia Castell de l'Areny

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,4 km; 990 metros de desnivel acumulado.

viernes, 9 de marzo de 2012

1/3/2012 – Las casas de Cosp

Pep me habla de otro camino en las Minutas que subía desde Cortines hasta el Coll de la Creueta, pasando entre Cal Cosp y la iglesia de Sant Julià y era llamado el camino de Ardericó. A lo largo de los años, hemos hecho varias incursiones en esta zona pero siempre me he llevado la impresión de un auténtico laberinto. En nuestro mapa personal, tenemos una serie de caminos transversales a distintas cotas y una multitud de fuentes y surgencias de agua, pero de un camino perpendicular todavía no tenemos constancia.


En el Mikado, me sorprende ver a Emilio; es raro que alguien repita con nosotros. ¿Tanto le gusta subir y bajar pendientes?, me pregunto. Antes de dejar subir al coche a Carles – que tenía instrucciones de bajar este camino perpendicular a su GPS – le obligamos a abrir su mochila y mostrarnos su GPS. Como notarios en el sorteo de la ONCE, lo inspeccionamos y damos el visto bueno. Que se deje la comida en casa, bueno, nadie muere por no comer un día, pero el GPS es sagrado.

Dejamos el coche en un llano debajo de Les Lloberes y nos encaminamos al molino de Cosp. Desde allí subimos a las ruinas de la casa de Cosp, que era la casa dominante de este vecindario, pasando por otra casa llamada Cal Romà. Aquí había toda una pequeña comunidad y aún nos quedan algunas casas por localizar. Pasamos las siguientes horas yendo entre Cal Cosp y la iglesia buscando los caminos.

 Camino debajo de Cal Cosp, hacia Sant Julià de Cosp

Las ruinas de Cal Cosp

No deja de ser un lugar algo fantasmagórico, con zonas de bosque casi impenetrable entre antiguos campos. De las surgencias todavía sale agua, incluso en estos tiempos de sequía. Emilio vuelve a mostrar su valía, subiendo y bajando las cuestas para investigar los caminos. Encontramos el camino perpendicular, pero no exactamente con el trazado esperado.

Dejamos otra vez la iglesia hacia Cal Cosp

Por fin, llegamos a la pista que va a los Plans de Cosp, dejando a la izquierda un camino que va a otra casa, Cal Bon Jan, cuyas ruinas vemos entre los árboles. Cruzamos la pista y vemos que el camino continúa al otro lado. Lo seguimos y acabamos en los campos de Cal Serra de Cosp. Lo malo era que ése no era el plan; teníamos que haber seguido subiendo hacia el norte pero esa conexión no la vimos.

Yo nunca había estado en Cal Serra, siempre la había visto de lejos y siempre había pensado que era una casa aún entera. Pero no es así. Los inmensos campos de la casa vuelven a mostrar la extrema sequía. Subimos hacia el Pla Fondo, donde comemos.

Cal Serra. Observad las ventanas; eran tablas de madera con una pequeña abertura para la luz.

En la bajada, intentamos localizar el camino de Ardericó nuevamente pero sólo vemos trazas. Pasamos nuevamente por encima de Cal Cosp y de allí a Les Lloberes y al coche.

Sant Julià de Cosp y los Rocs del Castell en el sol de la tarde

Satisfecho, Pep declara que ahora ha quedado todo aclarado.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,2 km; 600 metros de desnivel acumulado.

viernes, 2 de marzo de 2012

23/2/2012 – Buscando el camino de Vilada (2ª parte)

De nuevo, en casa, miro los mapas antiguos y efectivamente hay un camino que hace una diagonal desde La Ribera hasta Les Saleres del Cortal, dejando el Molino de Soldevila al norte, y lleva la etiqueta “Camino de Vilada a Sant Jaume de Frontanyà”. Pep quiere volver a buscarlo. Además, me informa que vendrá su cuñado, Emilio, corredor de montañas de fama más que merecida. “A ése no se le acaban las pilas”, me advierte. Llamo a Carles y le digo que se asegure de grabar en su GPS todos los caminos entre Cal Massot y el Col de Lloberes.


Después de los cafés, nos encaminamos al coche. Carles carga su mochila en el maletero con una mirada triunfante; hoy no habrá despistes. Volvemos a aparcar el coche en la misma pista encima del Molino de Soldevila. Carles empieza a buscar en su mochila con una consternación creciente. Finalmente, tiene que aceptar que ha dejado su GPS en casa y volvemos a quedar ciegos.

Carles se rinde a la evidencia

Bajamos al molino y cruzamos la Riera de Camprubí. Al otro lado, hay una pista transversal que seguimos hacia la derecha hasta una cresta. Allí baja un tramo del camino ya marcado en mis mapas desde hace bastantes años. Volvemos a cruzar la riera, pasamos al lado de las ruinas de Cal Planàs y finalmente salimos en la pista de La Ribera, debajo de Cal Massot. Ésta era la parte fácil.

Volvemos a la cresta de antes. Ahora toca subir pero el camino se pierde. Toda esta cuesta ha sido talada; se han abierto pistas nuevas que han aniquilado algunos caminos y las ramas cortadas están tiradas por todas partes. Llegamos a un collado donde hay un cruce de pistas. Emilio mira las cuestas empinadas de las pistas de desembosque con añoranza. Finalmente, no puede reprimir más las ganas de subir pendientes y, como las cabras, siempre le vemos mirándonos desde algún punto alto. Lo bueno es que nos va diciendo qué pistas tienen salida y cuáles no y nos ahorra unas cuantas caminatas estériles.

“Con él, tendríamos los caminos del Berguedà hechos en un par de semanas”, le digo a Pep. Llegamos a la Portelleta, una brecha en las rocas encima de la casa de Cercosa, hacemos la foto de rigor y volvemos a bajar por un camino ya conocido hacia el Molino de Camprubí. Casi estamos abajo otra vez cuando se produce un destello de luz en la oscuridad: un camino transversal. Lo seguimos a la izquierda y salimos en una pista que nos lleva al cruce en el collado de la primera cresta. Lo seguimos en la otra dirección, entramos en un pequeño valle y perdemos el camino entre el caos de ramas. Toca subir otra empinada pista de desembosque. Mandamos a Emilio delante para que nos haga de explorador; no tardamos en perderlo de vista.

Foto de familia en la Portelleta, con el "chico nuevo"

Al final, nos cansamos de seguir las huellas de las máquinas forestales y giramos a la izquierda a buscar la última cresta antes de Les Saleres del Cortal. Allí, en otro collado, se produce otro destello de luz y vemos un camino transversal, de categoría indudable, que nos lleva certeramente a Les Saleres. Almorzamos allí, con la continuación del camino al otro lado de la pista. Después de comer, continuamos y tras pasar otro collado, enlazamos con el camino que seguimos la semana pasada desde el Coll de Lloberes.

Damos media vuelta y seguimos el camino hacia abajo. Finalmente llegamos nuevamente al pequeño valle y establecemos la unión.

Antiguos campos en la Baga de Camprubí

Al final hemos podido unir muchos puntos de este misterioso camino de Vilada pero con un grado de eficiencia muy bajo y hacemos sentir a Carles todo el peso de nuestra reprobación hasta llegar otra vez al coche. Pero por lo menos Emilio ha podido estirar un poco las piernas.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,3 km; 790 metros de desnivel acumulado.

P.D. Hacia finales de invierno, la procesionaria baja de sus nidos en los pinos y busca un lugar para enterrarse y convertirse en unas mariposas nocturnas bastante sosas. Son unos gusanos muy poco atractivos cuya defensa son unos pelos urticariantes. Incluso sentarse bajo un viejo nido puede producirte ronchas si te caen pelos encima. Reptan por el suelo en procesión (de ahí su nombre) y cuando el que hace de líder encuentra un buen sitio, empiezan a roscarse como una broca, taladrando un agujero en el suelo.

 Una columna de gusanos cruza una pista forestal. En total, unos 3 metros de largo

 La columna se prepara para taladrar