Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



miércoles, 11 de diciembre de 2013

6/12/2013 – La Solana de Malanyeu

Hoy es festivo y no pueden salir ni Pep ni Carles pero Josep Mª sí. Suelo aprovechar las salidas con Josep Mª para hacer rutas más turísticas y esta vez no es ninguna excepción. Entre los muchos lugares que faltan en este blog, está Malanyeu.

Dejamos el coche en el cruce que va a la iglesia, al lado de la antigua escuela. Una pareja de escaladores de mediana edad se preparan para subir las paredes detrás de la masía del Llomà pero nosotros vamos en la dirección contraria, hacia Cal Frare. 

Lo que queda del Molí de Baix; la salida del agua se ve abajo

Desde allí bajamos, al Molí de Baix y de allí al Grau. Es un paso estrecho que permite pasar la Cingle del Devesó pero tiene la curiosidad de tener clavado encima una enorme roca a modo de tapón. El que vivía en Cal Frare me contó hace unos años cómo les había sido despertado una noche un gran estruendo y la mañana siguiente habían visto que había caído esta roca sobre el ‘grau’.

El Grau, con la roca que hace de tapón. No se aconseja quedar debajo admirándola, por si las moscas

Ahora está marcado como parte de una ruta de pequeño recorrido y continúa al otro lado por el bosque hasta llegar a las ruinas de la Solana de Dalt. Allí, en vez de seguir la pista, que sube en grandes zig-zags, busco el camino antiguo, que sube más recto, hasta llegar a la casa de la Solaneta.

Al llegar a la casa, salimos de las sombras y empezamos a tener calor. Hasta ahora, Josep Mª ha estado muy callado pero me confiesa que había quedado hasta muy tarde viendo películas en la tele y estaba un poco dormido. Pero ahora los dos nos empezamos a animar, como lagartos que pierden su letargia al calentarse al sol. El camino PR baja hacia el Rec de Malanyeu y la Roca de la Tuta. Es un camino nuevo para mí, no está en mis mapas y decido seguirlo.

Es una decisión del todo acertada. Bajamos por el bosque por un camino bonito, pasamos al pie de la Roca de la Tuta y llegamos a un edificio que había sido una molina que utilizaba la fuerza del agua para hacer funcionar las máquinas cortadoras.

La Font de les Travesses

Al llegar al torrente, volvemos a la umbría y el frío. Quería que Josep Mª viera la Font de les Travesses, uno de los reclamos turísticos de este pueblo. Es una fuente al pie de una gran roca con grandes hayas que le da un aire de misterio. Es un lugar muy agradable y fresco en verano pero una nevera en invierno y, para colmo, parece que todo el agua va canalizada por un tubo de goma al Llomà.

Continuamos subiendo por la pista, paralela al torrente, hasta que acabe. Desde aquí continúa un camino. Era el camino para ir con animales desde Malanyeu hasta Sant Julià de Cerdanyola o Falgars. Vamos subiendo por el bosque. Ya hemos ganado bastante altura y vemos abajo la casa del Llomà. En la cresta, giramos a la izquierda. De hecho, el camino continúa hacia el norte, bajando hasta la Collada de les Bassotes, convertido (o destrozado, según se mire) hace unos años en pista de desembosque, como he explicado en otra entrada en este blog.

En el camino de la cresta. Delante, la cara sur de la Cingle de la Rota y detrás, las Cingles de Vallcebre

El camino se estrecha

El camino de la cresta, también pintado con marcas amarillas y blancas de PR, empieza ancho, dando una sensación falsa de seguridad, pero se va estrechando hasta quedar en la mínima expresión, pasando al norte o al sur de una arista tan afilada como una navaja, o incluso encima del mismo filo.

El lector asiduo, conociendo mi poca afición a los precipicios, sobre todo los bilaterales, como nuestro amigo Armengué, podría preguntarse porqué di ese fatídico giro a la izquierda.

La cara norte de la Cingle de la Rota. Hacia el sur, la niebla cubre el Llobregat

Hace unos años, había recibido el encargo de hacer la descripción de la ruta de pequeño recorrido creada por Sant Julià de Cerdanyola, que recorre la periferia del municipio, incluyendo esta cresta. La hice con mucha trepidación, porque estaba solo. Más tarde, alguien me dijo que habían repasado esta parte de la ruta y tenía curiosidad por ver en qué había consistido este supuesto repaso. Hoy, lo veo igual de aéreo; lo único, quizás un poco más de pintura para que nadie se pierda o se equivoque.

Mirando hacia atrás. Por suerte, el camino pasa por la izquierda a la cara norte

Por fin, desviando la vista de las caídas verticales a mi derecha e izquierda siempre que pueda, llegamos al cruce con el camino del Mal Pas. Este camino viene de Sant Julià de Cerdanyola a Malanyeu casi en línea recta pero sólo es apto para hacer a pie. Hace unos años, sobre todo cuando tenía un piso alquilado en Sant Julià de Cerdanyola, había hecho esta ruta unas cuantas veces, antes de que fuera pintada como parte de la Xarxa Lenta. Incluso había traído a mi padre cuando éste debía rondar los 70 años.

El tramo ‘problemático’ de este camino es la bajada sur por una estrecha faja que recorre la pared vertical en diagonal y es el único paso posible. Hoy, está bien señalizado pero eso no impide que tenga algunos puntos un tanto delicados y, bajando por este paso precario, me quedo asombrado de que tuviera la insensatez de traer a mi padre aquí y de que, además, me siguiera sin decir ni pío.

En la Creueta. Detrás, la silueta inconfundible del Pedraforca

Por fin, llegamos a tierra firme, por así decirlo, y subimos la cuesta por el bosque hasta el lugar llamado La Creueta, el lomo encima del Clot de la Rota, con unas vistas enormes, y en una ‘bauma’ (o pequeño hueco en la roca) cercana, comemos. Dicen que para curar las fobias, hay que exponerse a los objetos o situaciones que las causan. He probado esta teoría con la dentista, con un éxito desigual, y también con los precipicios, también con unos resultados más bien regulares. En fin.

Bajamos por el bosque de robles hasta llegar a la casa de Molnell. Antes cuatro paredes que apenas se aguantaban en pie, alguien ha construido sobre el solar una casa de diseño que tiene cierto aire escandinavo. De montaña no tiene nada, pero tampoco es fea y está claro que a su dueño le sobra el dinero.

El nuevo Molnell

Volvemos a enlazar con la pista que va a la Font de les Travesses pero en vez de girar a la izquierda, giramos a la derecha y bajamos hacia el núcleo del pueblo, pasando por el Llomà. Al volver, vemos el lugar lleno de coches y gente.

 El Llomà

Mirando hacia el núcleo de Malanyeu

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,1 km; 630 metros de desnivel acumulado.

martes, 10 de diciembre de 2013

29/11/2013 – Grau Pastisser, Grau de Cal Gat y Grau del Llentiar

Otra semana de frío y este viernes iba a ser el día más frío de la semana. El día antes, pregunto a Pep: “¿Salimos o nos quedamos en casa?”. Pero Pep no se da por vencido y, en el fondo, yo también quiero salir. “Lo probamos”, propone.

En el mapa del Alpina, salen dos ‘graus’ a cada lado de Cal Barbut, Grau Pastisser y Grau del Llentiar, pero nunca los habíamos localizado y tampoco se les da publicidad.

Dejamos el coche en la carretera, cerca de Cal Barbut. El termómetro marca -2ºC pero no hay viento. Al sol no se está tan mal. Detrás de la casa, vemos una fisura profunda en la roca. ¿Será el ‘grau’? Carles lo prueba pero no tiene salida. Pero lo que interesa más a Pep son unos agujeros cuadrados tallados en la roca pero no me deja decir nada más. El calor del sol rebota de la pared y quitamos guantes y gorros.

Esto no lo pudimos subir. Es La Canal, detrás de Cal Barbut. El 'grau' auténtico está más a la derecha

Continuamos caminando a pie de la roca hasta llegar a otra canal que parece factible pero muy tapada. Pep sube primero, oímos cómo pelea con el boj. Carles y yo subimos un poco más y esperamos noticias. Un bastón que golpea el boj, exclamaciones, palabras mal sonantes y de repente, “Estoy arriba. Subiros”.

Es uno de esos momentos en que uno no sabe qué es peor: seguir subiendo o intentar bajar. Otra opción sería quedar clavado y llamar a los bomberos pero la acabo descartando: si Carles y Pep han subido, yo también. Subo una cuesta francamente desagradable, agarrándome al boj que intenta arrojarme al vacío.

Al salir de este ‘grau’ dudoso y absolutamente no recomendable, me encuentro con un Pep sonriente que me extiende la mano. “Felicidades. Choca esos cinco”, me dice. Pero no estamos a salvo todavía. Arriba es una selva de boj que tapa un suelo rocoso lleno de agujeros rompetobillos. Avanzamos hacia el oeste, hasta ver un camino usado por animales que baja por la roca. Pep lo baja. Cuando vuelve, nos cuenta que llega a una faja que empalma con el ‘grau’ anterior, pero más abajo, y probablemente era el Grau Pastisser auténtico.

Intentamos encontrar el otro ‘grau’, el Grau del Llentiar, sin meter el pie en los múltiples agujeros que acechan bajo la vegetación, pero es imposible y acabamos bajando la cuesta hacia el norte, hasta entrar en el camino principal que va del Grau de la Mola al Grau de Cal Gat.

La belleza austera de los paisajes de invierno, desde el Grau de Cal Gat

Este ‘grau’ está acondicionado como parte de la Xarxa Lenta y antiguamente se podría haber hecho con animales. Evidentemente, César August Torras no llegó hasta aquí. En una zona llana con una vista espléndida, comemos.

Pep y Carles contemplan el paisaje en el Grau de Cal Gat

Bajamos hasta las casas de Fumanya y en la roca, hay más agujeros tallados de los que no me está permitido decir nada. Caminamos por los campos. El calorcillo del sol y el silencio generan una sensación de serenidad que contrasta con las emociones fuertes de hace unas horas. 
Arándanos, frutas de invierno

Entramos en un camino antiguo, que debe ser el camino de Fumanya a Cal Barbut y lo seguimos. Cerca de la casa, vemos una cuesta factible en la pared de roca que podría ser el Grau del Llentiar pero ya no queda tiempo para investigarlo.

Otra visión de Fumanya, desde el camino de Cal Barbut

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,1 km; 280 metros de desnivel acumulado.

22/11/2013 – Grau de la Granota, Grau del Jou, Grau de Sant Climent

Ya no hace falta preguntar a Pep dónde iremos. La única duda es si iremos a la izquierda o la derecha del Grau de la Mola. El hombre del tiempo había avisado de vientos fuertes del norte y frío. En la subida a Sant Corneli, los trozos de la carretera donde todavía no ha llegado el sol tienen una capa de nieve granulada o escarcha y Pep opta por la prudencia.

Aparcamos el coche en el mismo sitio que la semana anterior, en la entrada de la pista del Grau de la Granota. Nada más abrir la puerta, el viento nos golpea con fuerza. Resisto la tentación de volver a entrar en el coche y cerrar la puerta y nos ponemos en marcha.

Grau de la Granota

Nunca había subido este ‘grau’, precisamente porque es tan fácil. De hecho, está hormigonado para que suban vehículos pero las rocas a su alrededor tienen unas formas curiosas. Hacia el norte, se ven los efectos del ‘torb’ en el Moixeró, Tosa d’Alp y Puigllançada. El ‘torb’ es el nombre que se da en catalán al viento del norte que levanta la nieve. La temperatura baja en picado, la visibilidad se reduce a prácticamente cero y es muy peligroso.

Tosa d'Alp muestra su cara menos amable bajo el efecto del torb

Llegamos a la casa de Cal Menut; detrás, Puigllánçada y Tosa d'Alp

Con un fuerte viento, llegamos a la casa de Cal Menut, arreglada y habitada. Intercambiamos saludos con su dueña y luego buscamos el Grau del Jou, al otro lado de la casa. Es otra vía acondicionada que permite bajar a pie y conectaría con la casa del Jou. Antes de llegar al Jou, nos desviamos por un camino a la izquierda, que nos lleva prácticamente en línea recta a la casa de Soldevila, debajo del Grau de Sant Climent. Empezamos a subir el camino señalizado del ‘grau’ pero, antes de llegar a arriba, nos dejamos distraer por unos caminos que marchan hacia el norte.

Un Pedraforca nevado se asoma detrás de los cerros de Vallcebre

Pep se adentra en uno de ellos y Carles y yo compartimos un poco de conversación y chocolate, haciendo caso omiso de los gritos que nos llegan de vez en cuando desde donde ha ido Pep. En el ajetreo de la vida moderna, siempre es agradable hacer una pequeña pausa para comentar cosas de la vida con un buen amigo. Por fin vuelve Pep. “Vaya par de vagos”, dice. “No te quejes”, le contesto. “Somos todo lo que tienes”.

Miramos algún camino más pero van hacia las casas del Clotet y lo tenemos que dejar. Luego en casa, miro mis mapas y veo que todos estos caminos ya se hicieron hace algunos años. Esa manía de salir sin mapas, pienso.

 El camino gélido que sube al Grau de Sant Climent

El Grau de Sant Climent desde arriba, con el viento calmado

Volvemos a subir el grau. Hace un sol espléndido y el viento ha amainado, así que buscamos un sitio soleado y comemos. Para volver al coche, el camino más rápido es por arriba, por la ruta que va bordeando el borde del risco y marcado como PR (Pequeño Recorrido). Es una ruta altamente recomendable, con unas vistas kilométricas. En poco tiempo, llegamos a Cal Menut, bajamos el ‘grau’ y llegamos al coche.

Una parte del panorama desde el camino que bordea la Cinglera de Vallcebre, mirando hacia Sobrepuny

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,5 km; 500 metros de desnivel acumulado.

martes, 26 de noviembre de 2013

15/11/2013 – Grau dels Boigs y Grau de la Canaleta

La semana después, estuve en Inglaterra. Pep y Carles acabaron de enlazar con el Grau de la Mola y luego ese camino tan bonito al Coll de Sant Ramón.

Está resultando muy difícil sacar a Pep de esta zona. Después de hacer el Grau de la Mola y el Grau de Cal Aleix o Cal Sastre con Carles, ahora quiere hacer los otros ‘graus’ (el Grau dels Boigs y el Grau de la Canaleta) hasta el Grau de la Granota. “No tenemos los tracks”, dice a modo de justificación.

Hace más de 10 años, llegué solo al Grau dels Boigs desde arriba y ver un salto vertiginoso con sólo una barandilla oxidada como única protección fue suficiente para convencerme que, como dice su nombre, había que estar loco para bajar por allí. Pero no quiero hacer de aguafiestas y acepto ir allí.

La vista del pantano de La Baells mientras subimos hacia el Grau dels Boigs

Aparcamos en la entrada de la pista que lleva al Grau de la Granota. Al bajar del coche, nos abofetea el viento del norte. El invierno ha llegado de golpe.  Dejamos la pista para tomar el camino que lleva al Grau dels Boigs. Para gran sorpresa mía, veo que la subida ha sido acondicionada con peldaños de piedra. Un roble marca la entrada en el ‘grau’ propiamente dicho, con los restos de una barraca y un camino misterioso que marcha hacia la izquierda. Entrando en la fisura en la roca que nos llevará arriba, veo más peldaños y cadenas nuevas de trinca a modo de barandilla para dar más seguridad en los tramos más expuestos. “Bueno, no es para tanto”, pienso, evitando fijar demasiado la vista en el abismo a mi derecha.

 Entrando en el Grau dels Boigs

Casi arriba

Llegamos arriba, donde nos vuelve a dar la bienvenida el viento del norte. Hace un frío intenso y Puigllançada y Tosa d’Alp ya están espolvoreadas de nieve. Pero la visibilidad es excelente y los robles están en su punto. Giramos hacia la izquierda, hacia el Grau de la Mola. 
La vista hacia el norte desde el Pla de Borromba

Llegamos al siguiente ‘grau’, el Grau de la Canaleta y lo bajamos. Sigue una canal que baja en diagonal y también está acondicionada con peldaños de piedra. Antes de llegar abajo, vemos otro misterioso camino que sale a nuestra izquierda, como si quisiera ir al Grau dels Boigs. Lo reservamos para más tarde y seguimos bajando, entrando finalmente en los campos de Cal Aleix.

Bajando el Grau de la Canaleta

Volvemos al camino intermedio. Va siguiendo una estrecha faja o repisa a media altura en la pared, de unos 3 metros de ancho. Paramos en una pequeña explanada para comer con una vista inmensa delante – Sant Corneli abajo y al otro lado del río, Malanyeu, La Nou, Sobrepuny, y el pantano más abajo.

El camino de la faja


La vista desde nuestro 'comedor'

Continuamos pero la faja se va estrechando, ahora no mide más de dos metros y de repente, un árbol crecido en medio parece cortar las posibilidades de continuar. Pep cree que el camino ha terminado y busca un sitio donde hay un pendiente asequible para bajar. Pero yo veo que sólo 20 metros más allá hay un pequeño collado y la faja se vuelve a ensanchar. Carles también quiere continuar y conseguimos pasar el árbol donde volvemos a encontrar el camino.

El camino se estrecha

Pasamos el collado y el camino se vuelve a estrechar; ahora no mide más de un metro y medio y tengo una caída libre a 50 centímetros a mi derecha. Pero unos 30 metros después, vuelve a ensancharse, en una pared se ven clavos de vías de escalada, hay excrementos de vaca en el suelo – estamos salvados. Poco después, estamos en el roble a la entrada del Grau dels Boigs. “Corto pero intenso”, resume Pep.

La faja que recorrimos es la línea verde que se ve a media altura de la pared. El árbol a la derecha es la entrada del Grau dels Boigs

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 4,4 km; 250 metros de desnivel acumulado.

Nota histórica:
César August Torras, el famoso excursionista de principios del siglo XX, dice tajantemente en su guía del Berguedà que sólo hay tres ‘graus’ para pasar las Cingles de Vallcebre: Grau de la Mola, Grau de la Granota y Grau de Sant Climent. Lo que quería decir realmente era que sólo hay tres ‘graus’ que se pueden hacer con animales pero hay unos cuantos más que se pueden hacer a pie y que permitían a los habitantes de la zona ahorrar unos cuantos kilómetros en sus desplazamientos.

25/10/2013 – Los caminos antiguos de Figols

Después de ir a La Nou la semana pasada, yo confiaba en un cambio de escenario, pero no contaba con la tozudez de Pep. Cuando llega Carles al Mikado, nos explica que estuvo dos horas pasando los caminos de Figols del mapa de la Minuta al GPS. Pep me dirige una mirada acusadora: “No querrás que Carles haya hecho todo este trabajo en vano, ¿verdad?”. Lo que Carles elija hacer en su tiempo libre es cosa suya, pienso, pero me rindo a la voluntad de la mayoría. Además, hay la umbría al otro lado que ahora tiene unos colores muy bonitos con el otoño y seguro que esconde algún camino interesante. “¿Pero has pasado el camino que va al Coll de Sant Ramón?”, pregunto. “No. Sólo los que salen del pueblo”. Otra vez cruzando antiguas explotaciones a cielo abierto, pienso resignado.

Aparcamos delante del Ayuntamiento de Figols. Es un pueblo pequeño con unas cuantas casas todavía habitadas y la iglesia. Le falta un bar pero está claro que aquí, no haría negocio. No hace frío pero hay una nube baja plana que impide ver el sol.

Figols bajo un cielo amenazador

Delante tengo mi ansiada umbría pero empezamos caminando en la dirección contraria, hacia el Grau de la Mola. La carretera nueva interrumpe su trayectoria pero volvemos a ver unos restos de camino debajo de Cal Petit. Giramos hacia el oeste para seguir el camino a Fumanya. Pasamos por la Casa Cremada, en ruinas, y vamos siguiendo el GPS de Carles, pasando por la Font Freda, hasta entroncar con el punto en que dejamos el camino desde Fumanya cerca de Cal Chacó.

Giramos hacia el sur, bajando una asquerosa cuesta terrosa e inestable hacia una gran depresión creada por la minería a cielo abierto. Llegamos a una pista. “Tengo otro camino”, dice Carles, mirando el GPS. “Será el camino de Fumanya a Sant Corneli”. Giramos a la derecha por una antigua pista que se adentra en este valle desolado de tierra sin vida, donde sólo crece una hierba enfermiza, algún arbusto y pinos raquíticos. “Y eso lo llaman rehabilitación del paisaje”, pienso.

¿Vosotros veis el camino? Yo tampoco. Pero por aquí mismo pasaba el camino de Fumanya a Sant Corneli

Tras comprobar la dirección de este camino invisible, damos la vuelta. “Oye, Pep”, digo. “Yes”, contesta Pep, con ese dominio del idioma que le caracteriza. “Yo recuerdo cuando nos conocimos, me llevabas por esos caminos tan bonitos; bosques misteriosos de hayas, con cascadas y fuentes; prados alpinos con vistas que abarcaban medio país; casas venerables e iglesias románicas donde podías tocar la historia, y todo rebosando de vida”, continúo. “¿Qué pasó?”. “Eso era turismo”, contesta Pep. “Ahora hacemos cosas serias”.

En eso pasamos por la Mina del Curro y vemos un camino marcado con pintura azul, quizás de alguna antigua caminada popular, que se adentra en el valle del Torrente de Fumanya, ese barranco tan agreste que cruzamos con Carles más abajo, en La Garganta, en febrero. Pep lo sigue mientras Carles y yo continuamos por la pista. Al poco rato, Pep me llama: “Ven. Creo que te gustará”. ¡Es un camino auténtico! Va bordeando valle arriba el pie de una pared con los árboles formando un túnel. ¡Cómo echaba de menos esos caminos! 

El camino que Pep me tenía reservado

Llegamos al torrente y las marcas continúan al otro lado por una antigua pista forestal. Probamos algunos caminos que suben desde la pista pero todos se mueren. Deben ser de una antigua explotación forestal.

Colores de otoño en el Torrent de Fumanya

Desanimados, comemos después de probar sin éxito el último camino. El cielo se va tapando cada vez más y, poco después de ponernos en marcha otra vez, empieza a lloviznar. Justo antes de llegar a la pista principal, vemos las marcas azules que suben por un camino muy tentador. Debe ser el camino de la Minuta al Coll de Sant Ramón pero ni hay tiempo ni la meteorología acompaña y lo tenemos que dejar para otro día.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,7 km; 400 metros de desnivel acumulado.

miércoles, 30 de octubre de 2013

18/10/2013 – La batería antiaérea de La Nou

Pasan las semanas y por una razón u otra, no podemos salir. Pero esta semana, sí. “¿Dónde vamos?”, pregunto a Pep por teléfono el día antes. “Aún nos queda por aclarar los caminos de la Minuta desde el pueblo de Figols y la conexión con el Grau de la Mola”, contesta Pep. Se produce una pausa mientras ordeno mis argumentos. “No me lo han dicho directamente, pero detecto cierto malestar entre mis lectores; ya llevamos mucho tiempo yendo al mismo sitio”. “No te escudes detrás de tus lectores”, me replica Pep. “Siempre pasa lo mismo. Cuando estoy a punto de acabar un sitio, te empiezas a aburrir y quieres cambiar. Mañana lo hablamos en el Mikado”.

Llego al Mikado sin mapas y sin ideas. Pep me llama al móvil, tiene que hacer trámites bancarios y nos verá directamente en el parking. Viene Carles. “¿Dónde vamos?”, pregunta. “Ni idea”, contesto, “pero no quiero volver a Figols”. Tomamos el café en silencio.

Vamos al parking. Al poco rato, llega Pep. “Subiros al coche”, dice. “¿No deberíamos hablar primero sobre dónde ir?”, pregunto. Pero Pep ya ha arrancado el coche y estamos saliendo de Berga. “Tienes cinco minutos para proponer una alternativa o vamos a Figols”, me dice. Desesperado, recorro mentalmente la comarca a gran velocidad en busca de un sitio nuevo. Pero la verdad es que hemos estado en todas partes. Se me enciende una luz: “Vamos a la batería antiaérea encima de La Nou. Además, allí tenemos una colita” (ver Glosario). Pep accede de mala gana. “Pero con el resto del cotilleo que escribes en tu blog, cuéntales también a tus lectores que no me dejas acabar los sitios”.

El pueblo de La Nou, a primera hora de la mañana

Aparcamos el coche en el pueblo de La Nou. Desde la última vez que estuvimos aquí, se han hecho unos cuantos arreglos. Ahora hay un mirador construido sobre un pequeño cerro, se han creado plazas nuevas con bancos, se han arreglado casas e incluso se ha asfaltado algún camino.


El mirador del Tossal. ¿Un buen emplazamiento para una torre medieval?

Caminamos hacia el oeste pero, con tanta novedad, hemos perdido nuestras referencias y además vamos sin mapas. Entramos en la hondonada por donde sube el camino antiguo de La Nou desde el sur. Aquí hay un pequeño laberinto de caminos de carboneros que ya desentrañamos hace bastantes años, aunque siempre queda alguna cosa por mirar.

A la salida de la hondonada, nos equivocamos de camino y no ganamos la altura necesaria. El camino está despejado; los cazadores lo han limpiado. Pep mira alrededor suyo. “Tenemos que repasarlo todo. Aquí no tenemos tracks”, dice. Vamos enlazando carboneras pero llega un momento que tenemos que subir, primero sin camino, luego encontramos un camino muy tenue en una carbonera, que finalmente enlaza con el que queríamos. Giramos a la izquierda. Es un camino muy interesante, con buenas vistas sobre el pantano y las montañas de Figols delante y también ha estado limpiado por los cazadores.

En el camino hacia la batería

El camino va subiendo con una pendiente suave. Vamos anotando carboneras y más carboneras. Llegamos a un collado amplio, precisamente la Collada Ampla, y aquí el camino baja hacia un promontorio. En otro pequeño collado, hay los restos de una barraca donde dormían los artilleros y mi colita, antes tapado y ahora limpio y despejado. Seguimos por la arista, un poco aérea, hasta un pequeño círculo de rocas, que es donde estaba la ametralladora antiaérea. Hace casi 15 años, el dueño de la casa de Cuirols nos había contado que, de niño, había acompañado a su padre a llevar provisiones a lomo de mulo al pequeño destacamento de soldados cuya misión era proteger la antigua central térmica contra los aviones de Franco. El emplazamiento es perfecto, con una vista despejada hacia el sur, siguiendo el valle del río Llobregat y con la central térmica abajo.

 En el emplazamiento de la batería, mirando hacia el sur

 El Monasterio de Sant Salvador de Vedella

Pep posa para la cámara. Detrás, la Garganta, las Cingles de Vallcebre y Ensija

Tras tomar vistas, volvemos a la colita y la bajamos. Va hacia el norte, entrando en el bosque, hacia la zona llamada el Reu. El camino no para de bajar. Como si no lo supiera ya, Carles me recuerda que todo lo que se baja, se tiene que volver a subir después. Finalmente llegamos a un cruce de caminos, donde habíamos llegado Pep y yo hace más de 10 años desde la mina del Far, buscando el Grau de la Llet, un paso desde la Collada de Sant Isidre. Lo habíamos encontrado pero estaba muy tapado y lo sigue estando hoy.

Para no volver por el mismo sitio, sugiero volver por este ‘grau’ pero Pep tiene que volver pronto a Gironella y tiene que ser puntual y no puede perder tiempo buscando un camino incierto. Así que lo descarta y opta por seguir el otro camino del cruce, que sube con fuerte pendiente pero con un trazado aparentemente más amplio. Sin embargo, muere en la última carbonera y tenemos que hacer 50 metros de desnivel sin camino, abriendo paso por las zarzas. “Tendría que estar Josep Mª aquí para echarnos una mano”, pienso, recordando su miedo atávico a todo lo que tenga espinos.

En el camino de bajada. En el fondo, el Santuario de la Mare de Deu de Lourdes

Pero conseguimos llegar arriba. Comemos en la Collada Ampla y luego bajamos por el mismo camino hasta el coche. Hoy no vamos a batir ningún record.



Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,9 km; 425 metros de desnivel acumulado.

27/9/2013 – Los caminos antiguos de Fumanya

Durante el fin de semana que estuve en Inglaterra, Pep y Carles estuvieron en Fumanya. Fumanya es una pequeña comunidad entre Figols y Peguera, con una iglesia románica y unas cuantas casas, algunas de las cuales se han arreglado o incluso vuelto a construir. Su fama actual se debe a las huellas de dinosaurio en unas paredes de roca puestas al descubierto por la minería a cielo abierto.

El mapa de la Minuta muestra tres caminos que pasan por la zona. El más al norte sería el camino de Vallcebre y una parte importante de su recorrido sigue la actual carretera. Luego hay otros dos caminos que llamaré, por motivos de pura comodidad, el camino superior y el camino inferior, que, por abajo, se juntan antes de llegar a una casa llamada Cal Chacó y, por arriba, antes de llegar a la casa de la Creu de Fumanya.

Una parte del mapa de la Minuta. A la izquierda, se ve el núcleo de Fumanya con los tres caminos

Sin embargo, como luego describiré, las explotaciones a cielo abierto se encargaron de destruir gran parte de la trayectoria de esos caminos. La semana anterior, Pep y Carles hicieron una salida preparatoria para localizar los dos caminos, y también descubrieron otro camino importante que viene del Collet Mercadal y va bajando por el Bac de Fumanya, dentro del bosque.


Dejamos el coche en la pista que baja a la Creu de Fumanya. Carles me pide una libreta y un lápiz. “Hemos estado hablando, Pep y yo”, me dice. “Creemos que hay que hacer fichas de los caminos; tenemos que dejar constancia de su estado actual”. Miro a Pep incrédulo. ¿Qué le ha hecho al pobre Carles? Hace años que Pep habla de hacer fichas de caminos y durante un tiempo, intentó convencerme para que las hiciera yo.

“Sí, ya verás, Carles”, dice Pep. “Es fácil. Aquí la pista se hizo encima del camino viejo. Pero aquí se aparta, ves que aquí va el camino antiguo”. Y corre unos metros a la derecha donde se ve el trazado del camino y lo sigue durante unos 30 metros. “Y aquí vuelve a juntarse con la pista. Apunta eso. Y aquí vuelve a apartarse y sube hacia el lomo … O quizás no”, dice dubitativo, al ver que las señales del camino se difuminan.

Igual que me pasó a mí, Carles claudica ante la magnitud enciclopédica de la tarea y me devuelve la libreta y el lápiz. “Otro día, quizás”, dice. Pep sacude la cabeza. “Soy una voz clamando en el desierto”, lamenta.

Vista de la Cingle de Vallcebre, cerca de la casa de la Creu de Fumanya

En eso llegamos al fondo del valle y nos disponemos a subir al otro lado para buscar el camino del bosque. Carles ha bajado los caminos de la Minuta a su GPS. Del camino inferior, no hay rastro; la explotación a cielo abierto lo ha destruido. El camino superior, lo dejamos para la vuelta.

Vamos bajando por el camino del bosque. Cada cierta distancia, cruzan caminos de arrastrar troncos y algunos los seguimos hacia arriba hasta que se mueren o nos cansamos. Finalmente, llegamos al torrente. Al otro lado, un talud de tierra marca los intentos de reparar las cicatrices dejadas por el cielo abierto. Cruzamos el torrente como podemos y entramos en una pista. Según el GPS de Carles, estamos en el camino inferior. Seguimos hacia abajo por la pista, hasta llegar a una nueva explotación, que el track en el GPS cruza. Nos adentramos en esa tierra yerma y erosionada, esperando volver a encontrarlo al otro lado. Efectivamente es así; seguimos un trozo del camino auténtico, que luego entra en una pista y finalmente queda cortado definitivamente por una especie de cañón abierto para extraer carbón, ya pasada la casa reconstruida de Cal Chacó.

El camino de Figols pasaba por aquí. Ahora no queda rastro; sólo este paisaje semi-desértico

Damos la vuelta y almorzamos. Ahora toca el camino superior. Seguimos el trazado con más o menos precisión, aunque sobre el terreno no se ve mucho. Cruzamos la carretera para entrar en el núcleo de Fumanya. Con cierta dificultad, encontramos el camino que pasa detrás de Cal Jaume y luego por la iglesia. Parece que están reconstruyendo el pueblo; vemos al menos tres casas reconstruidas de nuevo sobre las ruinas, aunque cerradas a cal y canto, eso sí. La iglesia sigue teniendo un estado precario; cualquier día, se cae.

 Las nuevas casas de Fumanya

Y la iglesia

Pep una vez más lamenta que se priorice la especulación urbanística por delante de la recuperación del patrimonio histórico. “No se puede parar el progreso”, le digo. Señalo los chalets vacíos: “Eso es el futuro”. Volvemos a la carretera y vemos el camino antiguo que pasa debajo y entra en las casas de Cal Ros y Cal Burguet. Somos demasiado educados para pasear por el jardín de Cal Burguet, donde hay un matrimonio trabajando, y recuperamos el camino al otro lado de la casa, para volver a perderlo en una explotación a cielo abierto y luego volver a recuperarlo justo antes de llegar al coche.

En resumen, una salida muy académica y además ha hecho mucho calor. Necesito un cambio de aires.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11 km; 415 metros de desnivel acumulado.

martes, 15 de octubre de 2013

13/9/2013 – El Pas de les Llosanques

El 11 de septiembre, se formó una cadena humana que cruzó todo el país, 400 kilómetros desde la frontera con Francia hasta la entrada en la provincia de Castellón. Toda una hazaña organizativa; impresionó hasta al gobierno español. Yo no fui, ni Pep, ni Josep Maria, aunque Carles sí con su familia. Formamos parte de la “mayoría silenciosa” de la Soraya que votaría “Sí” en esa consulta que tanto miedo da a los de Madrid.

Ese día, salí con Josep Mª e hicimos el camino, incluido en la Xarxa Lenta, de Castell de l’Areny hasta Sant Julià de Cosp. Es una ruta muy recomendable pero caminamos en una espesa niebla y, como era de prever, el sol sólo salió cuando volvimos al coche.

Dos días después, Pep y yo nos vemos en el Mikado e intercambiamos impresiones sobre la Diada. Una vez más, Carles no puede venir. Es una lástima, porque se va a perder una excursión excepcional.

Al acercarnos a Peguera, vemos coches aparcados en todos los sitios posibles. La fiebre de las setas ha entrado en una fase aguda. Dejamos aparcado el coche en la entrada de la pista de Campdevidre. Algunos coches ya se marchan; no han encontrado nada y se van en busca de tierras más fértiles. “Con tanta sobrepoblación ‘boletaire’, el que no quiera caminar no encontrará nada”, dice Pep.

Pasamos la casa de Ferrús y nos encaminamos hacia l’Estret. Para hacer más llevaderos los 300 metros de desnivel, Pep me consulta sobre una charla que le han pedido dar en la asociación de pensionistas sobre la historia reciente de Gironella. Intento recordar algunos apuntes sobre el curso de hablar en público que hice el año pasado. La conversación se va interrumpiendo para recoger setas. Está claro que aquí los jubilados no llegan con sus 4x4.

 Subiendo hacia l'Estret

 La pared vertical de la Roca de Ferrús

Casi en l'Estret

Salimos del desfiladero y entramos en un collado. Es el Estret y aquí hay que tomar una decisión. En el Mikado, Pep había propuesto subir Les Llosanques y buscar un flanqueo a media altura hasta llegar a una canal que él había bajado muchas veces de joven y que nos dejaría cerca del coche. Si me parecía demasiado fuerte, me daba la opción de ir en la dirección opuesta  y buscar más caminos que subían desde la Font del Pi.

Pero una vez llegado al Estret, camino en círculos, hecho un mar de dudas. La primera opción sería inédita para nosotros pero había el riesgo de quedar cortados en el flanqueo y tener que subir hasta los prados superiores. La segunda opción sería más segura pero sin duda no tan interesante y con una larga subida hasta el coche desde la Font del Pi.

 
Acónito azul o 'tora' en catalán. Una infusión de esta planta cura todos los males, para siempre. 

Al final, me decido por la primera opción y subimos la arista hasta Les Llosanques. Les Llosanques es una especie de ‘grau’ prolongado. No plantea ninguna dificultad técnica y está marcado con pintura pero produce cierta impresión psicológica ya que, mientras se cruza, se ve una pendiente de roca lisa con nada para frenar un posible resbalón.

Pero lo cruzamos sin novedad e iniciamos el flanqueo por el bosque. Pep baja para buscar setas y recoge un ejemplar magnífico de ‘cep’. Sin embargo, ha bajado mucho y, al continuar el flanqueo, me hubiera gustado estar un poco más lejos del precipicio que se intuye a unos escasos 30 metros.

El codiciado 'cep'

Llegamos a otro lomo y se abre una perspectiva muy extensa de prados, con unas vacas pastando en un pequeño llano abajo. Aquí nos separamos; yo continuo el flanqueo por el bosque de pino negro mientras Pep va a la punta de la roca para tomar vistas y luego baja al último prado.

 Pep toma vistas sobre el abismo.

 Mirando hacia atrás, el trocito de verde al fondo marca la salida del Pas de les Llosanques

Nos volvemos a encontrar cerca de otro grupo de vacas y seguimos un camino de animales hasta el Canal de Ferrús, donde hay una fuente.

El camino que queda por recorrer. La canal que quiere bajar Pep está al otro lado de la montaña al final.

Contemplo las vacas mientras espero a Pep. Abajo, la Font del Pi

Al salir al otro lado del barranco, tenemos delante una cuesta de rocas donde se intuye un paso. Mientras estudiamos las posibilidades, bajan a toda prisa tres grupos de rebecos y todos pasan por el mismo sitio, precisamente el paso que habíamos visto. 




 La línea de rocas a la derecha marca el paso de los rebecos

Mirando el camino ya recorrido

Lo cruzamos y al otro lado, hay una pequeña cuesta cubierta de hierba y un pequeño collado. Pep sube al collado y me señala con las manos que el camino está despejado. Continuamos flanqueando hasta un amplio lomo y allí delante, tenemos la tan ansiada canal.

La última subida

Aquí comemos, con una vista que abarca toda la cara sur de Ensija, el valle de Peguera abajo y Rasos de Peguera en frente.

Aquí comimos. Abajo, el valle de Peguera

Después de descansar, iniciamos el descenso, ahora marcado con hitos de piedras y, más abajo, en el bosque, con marcas de pintura. Me pregunto si estas marcas serán de los años 70, cuando la Cantina todavía era usada como casa de colonias. Es un descenso largo y algo incómodo, primero por una cuesta de hierba y piedras y luego por el límite del bosque, bordeando la tartera. Por fin llegamos a la pista que va de Fumanya a la Font del Pi. La cruzamos y continuamos por un lomo con barrancos erosionados a cada lado, hasta llegar al coche.

La próxima semana, estaré en Inglaterra. Magnánimo, doy mi visto bueno a Pep para que lleve a Carles a buscar todas las escombreras y galerías hundidas que quiera.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 655 metros de desnivel acumulado.