Hoy es festivo y no
pueden salir ni Pep ni Carles pero Josep Mª sí. Suelo aprovechar las salidas
con Josep Mª para hacer rutas más turísticas y esta vez no es ninguna
excepción. Entre los muchos lugares que faltan en este blog, está Malanyeu.
Dejamos el coche en el
cruce que va a la iglesia, al lado de la antigua escuela. Una pareja de
escaladores de mediana edad se preparan para subir las paredes detrás de la
masía del Llomà pero nosotros vamos en la dirección contraria, hacia Cal Frare.
Lo que queda del Molí de Baix; la salida del agua se ve abajo
Desde allí bajamos, al Molí de Baix y de allí al Grau. Es un paso estrecho que
permite pasar la Cingle del Devesó pero tiene la curiosidad de tener clavado
encima una enorme roca a modo de tapón. El que vivía en Cal Frare me contó hace
unos años cómo les había sido despertado una noche un gran estruendo y la
mañana siguiente habían visto que había caído esta roca sobre el ‘grau’.
El Grau, con la roca que hace de tapón. No se aconseja quedar debajo admirándola, por si las moscas
Ahora está marcado como
parte de una ruta de pequeño recorrido y continúa al otro lado por el bosque
hasta llegar a las ruinas de la Solana de Dalt. Allí, en vez de seguir la
pista, que sube en grandes zig-zags, busco el camino antiguo, que sube más
recto, hasta llegar a la casa de la Solaneta.
Al llegar a la casa,
salimos de las sombras y empezamos a tener calor. Hasta ahora, Josep Mª ha
estado muy callado pero me confiesa que había quedado hasta muy tarde viendo
películas en la tele y estaba un poco dormido. Pero ahora los dos nos empezamos
a animar, como lagartos que pierden su letargia al calentarse al sol. El camino
PR baja hacia el Rec de Malanyeu y la Roca de la Tuta. Es un camino nuevo
para mí, no está en mis mapas y decido seguirlo.
Es una decisión del todo
acertada. Bajamos por el bosque por un camino bonito, pasamos al pie de la Roca de la Tuta y llegamos a un edificio que había sido una molina que
utilizaba la fuerza del agua para hacer funcionar las máquinas cortadoras.
La Font de les Travesses
Al llegar al torrente,
volvemos a la umbría y el frío. Quería que Josep Mª viera la Font de les
Travesses, uno de los reclamos turísticos de este pueblo. Es una fuente al pie
de una gran roca con grandes hayas que le da un aire de misterio. Es un lugar
muy agradable y fresco en verano pero una nevera en invierno y, para colmo,
parece que todo el agua va canalizada por un tubo de goma al Llomà.
Continuamos subiendo por
la pista, paralela al torrente, hasta que acabe. Desde aquí continúa un camino.
Era el camino para ir con animales desde Malanyeu hasta Sant Julià de
Cerdanyola o Falgars. Vamos subiendo por el bosque. Ya hemos ganado bastante
altura y vemos abajo la casa del Llomà. En la cresta, giramos a la izquierda.
De hecho, el camino continúa hacia el norte, bajando hasta la Collada de les
Bassotes, convertido (o destrozado, según se mire) hace unos años en pista de
desembosque, como he explicado en otra entrada en este blog.
En el camino de la cresta. Delante, la cara sur de la Cingle de la Rota y detrás, las Cingles de Vallcebre
El camino se estrecha
El camino de la cresta,
también pintado con marcas amarillas y blancas de PR, empieza ancho, dando una
sensación falsa de seguridad, pero se va estrechando hasta quedar en la mínima
expresión, pasando al norte o al sur de una arista tan afilada como una navaja,
o incluso encima del mismo filo.
El lector asiduo,
conociendo mi poca afición a los precipicios, sobre todo los bilaterales, como
nuestro amigo Armengué, podría preguntarse porqué di ese fatídico giro a la
izquierda.
La cara norte de la Cingle de la Rota. Hacia el sur, la niebla cubre el Llobregat
Hace unos años, había
recibido el encargo de hacer la descripción de la ruta de pequeño recorrido
creada por Sant Julià de Cerdanyola, que recorre la periferia del municipio,
incluyendo esta cresta. La hice con mucha trepidación, porque estaba solo. Más
tarde, alguien me dijo que habían repasado esta parte de la ruta y tenía
curiosidad por ver en qué había consistido este supuesto repaso. Hoy, lo veo
igual de aéreo; lo único, quizás un poco más de pintura para que nadie se
pierda o se equivoque.
Mirando hacia atrás. Por suerte, el camino pasa por la izquierda a la cara norte
Por fin, desviando la
vista de las caídas verticales a mi derecha e izquierda siempre que pueda,
llegamos al cruce con el camino del Mal Pas. Este camino viene de Sant Julià de
Cerdanyola a Malanyeu casi en línea recta pero sólo es apto para hacer a pie.
Hace unos años, sobre todo cuando tenía un piso alquilado en Sant Julià de
Cerdanyola, había hecho esta ruta unas cuantas veces, antes de que fuera
pintada como parte de la Xarxa Lenta. Incluso había traído a mi padre cuando
éste debía rondar los 70 años.
El tramo ‘problemático’
de este camino es la bajada sur por una estrecha faja que recorre la pared
vertical en diagonal y es el único paso posible. Hoy, está bien señalizado pero
eso no impide que tenga algunos puntos un tanto delicados y, bajando por este
paso precario, me quedo asombrado de que tuviera la insensatez de traer a mi
padre aquí y de que, además, me siguiera sin decir ni pío.
En la Creueta. Detrás, la silueta inconfundible del Pedraforca
Por fin, llegamos a
tierra firme, por así decirlo, y subimos la cuesta por el bosque hasta el lugar
llamado La Creueta, el lomo encima del Clot de la Rota, con unas vistas
enormes, y en una ‘bauma’ (o pequeño hueco en la roca) cercana, comemos. Dicen
que para curar las fobias, hay que exponerse a los objetos o situaciones que
las causan. He probado esta teoría con la dentista, con un éxito desigual, y
también con los precipicios, también con unos resultados más bien regulares. En
fin.
Bajamos por el bosque de
robles hasta llegar a la casa de Molnell. Antes cuatro paredes que apenas se
aguantaban en pie, alguien ha construido sobre el solar una casa de diseño que
tiene cierto aire escandinavo. De montaña no tiene nada, pero tampoco es fea y
está claro que a su dueño le sobra el dinero.
El nuevo Molnell
Volvemos a enlazar con
la pista que va a la Font de les Travesses pero en vez de girar a la izquierda,
giramos a la derecha y bajamos hacia el núcleo del pueblo, pasando por el
Llomà. Al volver, vemos el lugar lleno de coches y gente.
El Llomà
Mirando hacia el núcleo de Malanyeu
Con eso,
damos por concluida la salida de hoy. 11,1 km; 630 metros de desnivel
acumulado.
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