Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 14 de junio de 2014

6/6/2014 – Desorientados en Merolla

Llegamos al Mikado con una novedad: la abdicación del Rey de España. A ver si Felipe VI es un poco más amable con Cataluña que Felipe V.

Hoy, Pep quería buscar el antiguo ‘camí ral’ de La Pobla de Lillet a Gombren, que pasaba por el Coll de Merolla. Sólo hay un problema; no sale en el mapa de la Minuta porque ya existía la carretera y, por lo visto, era política en aquel tiempo de dar por desaparecido un camino si había sido sustituido por una carretera.

Sí que lo mostraba el libro de itinerarios de C.A. Torras pero es muy impreciso. Muestra que sigue el curso del Arija para luego subir, pasando cerca de Montverdor y luego al Coll de Merolla. Además, hay el agravante de la cantera de yeso, que podría haber aniquilado al menos una parte del camino.

Pep y Carles consultan el mapa de Torras nada más bajar del coche. De poco les iba a servir.

Ante esta situación, Pep opta por la improvisación. El recuerdo que me llevo de aquel día es subir y bajar cuestas empinadas sin camino y electrocutarme en las vallas electrificadas al pasar de una finca a otra.

Pero vayamos por partes. Aparcamos el coche en la carretera a Sant Jaume de Frontanyà, donde entra el ‘camí ral’ desde el Monasterio de Santa Maria. Después de subir y bajar una cuesta sin camino y pasar por las ruinas del Hostal de l’Argelaga, vemos una pista que después se convierte en camino y nos lleva a los campos de Montverdor. Entramos en una pista, dejando la casa a la izquierda. Nos desviamos, volviendo a perder el camino, porque Pep no quiere creer que el camino antiguo llegaba hasta la carretera actual en el Collet del Montverdor, lo volvemos a recuperar en el Passant dels Traginers, lo volvemos a perder al otro lado y finalmente salimos como podemos a la carretera, cerca del Coll de Merolla.

El refugio de Coll de Merolla, abierto básicamente los fines de semana

Llegados aquí, propongo buscar la casa de El Solà, cerca del pueblo de Aranyonet, que encontramos sin problemas, gracias al mapa del Alpina y aquí comemos. Apoyado contra un pino, algún bicho debe haberse fijado en mí porque el día siguiente amanezco con granos en el tronco y espalda.

Los restos de El Solà

Volvemos a bajar al Arija por un camino de cresta, subimos al otro lado por un bonito camino que perdemos en los campos debajo de Montverdor, seguimos una pista que nos deja tirados en una cuesta. Con cierto trabajo, llegamos a la parte superior de la cantera. 

La cantera de yeso, que ha cortado unos cuantos caminos

Aquí, el mapa del ICC nos indica un edificio con el nombre de La Guixera pero resulta que es un almacén de material. Vamos por una pista que nos llevaría a la casa del Guixer pero se muere en una cuesta y otra vez caminamos sin camino por el bosque hasta llegar a los campos de la casa.

La casa del Guixer, mirando hacia el oeste

Imponentes las ruinas de la casa pero no hay camino de bajada si no es pasando por la cantera. Bajamos una cuesta precaria hasta el río, que cruzamos una y otra vez por las piedras hasta llegar al coche, no sin volver a electrocutarme una vez más en la espalda mientras me arrastro bajo una valla, que me deja aturdido unos segundos. Desde luego, no es uno de mis mejores días. Y para colmo, Pep me recrimina mi falta de entusiasmo y compromiso. Suerte de las orquídeas y los corzos.

Junio - el mes de las orquídeas

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,8 km; 510 metros de desnivel acumulado.

lunes, 9 de junio de 2014

30/5/2014 – El Tramvia de Sang

Un viaje a Inglaterra, un resfriado pillado en el avión y una colonoscopia me mantienen bien entretenido y pasan dos semanas que no puedo salir. Pep y Carles repasaron caminos de la Minuta entre La Nou y Malanyeu.

Pero hoy, que por fin puedo salir, el tiempo no parece acompañar y amenaza lluvia. En el Mikado, todo son dudas. No conviene alejarse mucho del coche. Finalmente, Pep pone rumbo a Malanyeu, más por inercia que por otra cosa, pero al ver la cortina de lluvia hacia el norte, sale del Eix del Llobregat a la altura de Cercs para dar la vuelta. “¿Por qué no miramos el Tramvia de Sang?”, propongo.

El Tramvia de Sang fue el primer ferrocarril del Berguedà, que transportaba carbón – y también pasajeros – desde las minas de Figols hasta el Coll de Magdalena, al lado del Castillo de Berga. Funcionó durante más de 30 años, hasta que el carrilet llegó a Guardiola y a partir de entonces, cayó en el olvido. El nombre viene del hecho de que los vagones eran tirados por mulas.

Hace unos cuantos años, Xavier Campillo intentó sin éxito promoverlo como Vía Verde e incluso se llegó a acondicionar un tramo que va desde encima del Estany Clar hasta la carretera vieja, cerca del Coll de Magdalena. Hoy este tramo está integrado en la Xarxa Lenta y también forma parte de mi ruta de censo de mariposas. Como todo este ferrocarril, tiene un trazado muy sinuoso, ya que va siguiendo los pliegues del terreno para mantener la altura. En cada barranco, había un puente, algunos de los cuales todavía se mantienen en pie.

Vista del pantano bajo un cielo amenazador. Detrás, la silueta de Puigarbessós, en cuya cima hay los restos de un castillo medieval

Hace unos 10 años, yo había seguido un tramo desde el túnel de Cercs hasta la carretera de Casanova pero ni Carles ni Pep lo conocían. Subiendo hacia Casanova en el coche, vemos la entrada del ferrocarril por la izquierda y la guardamos para después, luego la vía sigue el trazado de la carretera (que aquí es plana) y cuando la carretera vuelve a coger pendiente, se marcharía a la derecha. Ese tramo era el que nos proponíamos encontrar primero.

Aparcamos el coche. El cielo está muy nublado pero aquí no llueve y más adelante, incluso sale el sol. Recorremos a pie la carretera, mirando por la derecha hasta ver el ferrocarril abajo en el cambio de pendiente. Bajamos pero está horriblemente tapado. Apenas podemos avanzar y es con mucha dificultad que llegamos al Torrente de Garrigues, donde vemos los restos de un puente. Damos la vuelta, salimos nuevamente a la carretera y buscamos la vía que iba hacia el túnel de Cercs. Aquí el trazado es mucho más fácil; es casi todo pista.

Ante la falta de dificultad del terreno, Pep y Carles se enfrascan en una discusión sobre un tema favorito: el turismo, la conservación del patrimonio histórico y la falta de visión de los políticos locales. Pasan media hora desahogándose pero me temo que una vez más, nadie les va a hacer caso. Al acercarnos al túnel de Cercs, veo que han abierto una pista sobre la vía, que se ha encargado de borrar los pocos indicios que aún quedaban de la existencia del ferrocarril.

 La pista nueva que ha rascado lo que quedaba de la vía

El túnel de Cercs; se ha creado un pequeño camino que pasa por la línea de árboles arriba

El túnel cortó la vía y hay una especie de camino que supera la boca del túnel. Al otro lado, continúa, pero un árbol caído nos impide continuar y damos la vuelta.

Llevamos el coche hasta el pueblo de Cercs y lo aparcamos en la Font Gran. Ha salido el sol y el torrente está precioso. Desde el pueblo mismo, subimos un camino, ahora parte de la Xarxa Lenta, que iba hacia el pequeño núcleo de casas alrededor del Pujolet de Dalt con la idea de buscar la continuación de la vía que dejamos en el Torrente de Garrigues.

La Font Gran en Cercs

A la izquierda, el trazado del ferrocarril ha quedado borrado, integrado en los campos, pero a la derecha marcha un camino (también marcado como Xarxa Lenta) y no tardamos en ver los taludes de piedra de la vía. 

El Tramvia de Sang antes de llegar al puente sobre el Torrente de Peguera; la vía pasaba a la izquierda, sobre el muro de contención

Hace algún tiempo, Pep y Carles habían hecho este mismo camino pero no habían comprendido el significado de estas piedras. Hoy se he hecho la luz. Finalmente el camino cruza el Torrente de Peguera sobre un puente restaurado bajo las imponentes columnas del ferrocarril de Peguera.

 El puente del Tramvia de Sang sobre el Torrente de Peguera

Una de las columnas del ferrocarril de Peguera (se intuye otra entre los árboles a la derecha)

Aquí, en el Berguedà, entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, hubo una actividad febril, con inversiones millonarias (y también quiebras millonarias). El Tramvia de Sang fue el primero, luego hubo el ferrocarril de Peguera y todas las instalaciones mineras en Peguera, el Canal Industrial, la colonia minera de Figols, el ferrocarril de Gisclareny a Guardiola (ahora la vía de Nicolau), la fábrica de cemento del Clot del Moro, la canalización de las aguas del Llobregat y las minas de carbón del Catllaràs. Y, en el Baix Berguedà, las colonias textiles. Un patrimonio inmenso.

El puente del ferrocarril de Peguera cuando aún funcionaba, en los años 20

Con esos pensamientos, llegamos de vuelta al pueblo de Cercs. Almorzamos en las mesas de cemento cerca de la Font Gran, mirando como corre el agua del Torrente de Garrigues, hasta que una lluvia persistente nos obliga a marcharnos.

El merendero cerca de la Font Gran

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,1 km; 200 metros de desnivel acumulado.

domingo, 1 de junio de 2014

9/5/2014 – Castellsec y l’Oliba

Hoy llegamos al Mikado con una pregunta difícil, angustiante, que nos asoma a un vacío vertiginoso: ¿Dónde vamos?. Hemos estado en todas partes. Llega Carles. “¿Dónde quieres ir?”, le preguntamos. Lo único que sabe decir es que tiene que estar de vuelta pronto e irá en su propio coche. “¿Dónde vamos?”, preguntamos a Pere del Mikado, pero es como preguntar al viento.

Finalmente propongo buscar la casa de Castellsec, por encima de la carretera que va de La Pobla de Lillet a Sant Jaume de Frontanyà. Hace muchos años, intentamos buscarla sin éxito, engañados por la toponimia del mapa del ICC. Pero luego salió el mapa de Alpina y la marcaba muy claramente. Además, la zona de El Boix, al otro lado de la carretera, la tenemos en blanco.

Mientras íbamos en el coche, a Pep le vienen ideas. “El otro día, estuve hablando con el de Rossinyol y me habló de caminos en La Clusa que aún no tenemos”. “En la zona de Picamills, también tenemos colitas (ver Glosario)”, añado.

Aparcamos en el área recreativa al lado de la carretera y tomamos la pista que nos llevará a la cresta donde está Castellsec. La pista finalmente se muere bajo la cresta y continúa un camino un poco perdedor que pasa por una brecha en las rocas y nos plantamos en una zona llana donde efectivamente están las ruinas de la casa. Pep la data en el siglo XIX y seguramente tuvo una vida efímera, de pocas décadas. Buscamos más caminos hasta que finalmente Carles encuentra uno bastante marcado que baja la cara sur de la cresta y marcha hacia la casa de Rovires.

Lo que queda de la casa de Castellsec

“Hay que ver los progresos que ha hecho Carles”, dice Pep, orgulloso. El camino resulta ser interesante, auténtico, hasta llegar a las pistas cerca de Les Rovires. Tras inspeccionar los restos de la casa, bajamos la cuesta hasta la carretera y tomamos la pista de El Boix. Aquí Carles nos abandona, siguiendo un camino que pasa cerca de la casa y que le llevará a la Teulería de Montverdor y el área recreativa.

Nosotros continuamos por la pista hacia la casa de l’Oliba, una casa grande cuyas ruinas se ven en la cuesta al otro lado del Rec del Roquerol. Todo está muy verde. En las zonas de sombra, se han plantado pinos en los campos pero lo suficientemente espaciados para dejar crecer la hierba. Vuelan abundantes mariposas y todo tiene un aire muy apacible. Dejamos la pista y subimos por los campos hacia la casa. Vemos una línea de piedras y un pequeño surco que marca un camino por los campos. Sin duda, era el camino de Sant Jaume de Frontanyà. 

Parte de la casa de l'Oliba

Mirando hacia el Catllaràs desde los campos de l'Oliba

Llegamos a la casa. Pep da fe de su antigüedad, siglo XV o XVI. Buscamos un sitio de sombra encima de la casa y almorzamos. En la sobremesa, repasamos dolores musculares. Pep me muestra un bulto encima de la articulación del dedo índice, temiendo una artrosis. “Parece un quiste”, le digo para tranquilizarle. “Me salió uno en San Esteban. Se van solos”.

Es hora de buscar el camino de vuelta. Bordeamos los Terrers de l’Oliba, una zona de tierra erosionada que ha formado profundos barrancos y en una cresta vemos un camino que baja al final de una pista y que usan las ovejas para subir y bajar. Nos lleva al Rec de Roquerol donde vemos las marcas de la Xarxa Lenta, que nos hacen cruzar innumerables veces la riera, haciendo equilibrios sobre las piedras.

En el Rec del Roquerol

Finalmente, salimos a la Teuleria de Montverdor, con las ruinas del molino al lado. Quince minutos después, estamos en el coche.

 La Teulería de Montverdor

Y el molino

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,4 km; 420 metros de desnivel acumulado.

2/5/2014 – El Confós y la Colonia de la Vall

Ha pasado más de un mes desde la última entrada en el blog pero que no crea el lector que he pasado todo este tiempo tumbado en el sofá.

La semana siguiente (4/4/2104), Carles y yo volvimos a Peguera. Pep tenía un compromiso y no podía venir. Quería buscar el camino que enlazaba la estación de descarga del teleférico de Moripol con el final del funicular abajo. Lo encontramos pero está tapadísimo. Es más fácil hacer los 70 metros de desnivel en línea recta.

Después, fuimos caminando por la pista hacia la Colonia de la Vall (Cal Moreta) bajo un cielo cada vez más amenazador. El sentido común me decía de dar la vuelta pero casi habíamos llegado cuando sonó el móvil de Carles, en el límite de la cobertura. Era Pep. “Viene una tormenta directamente hacia vosotros desde el oeste”, nos advirtió. Dimos media vuelta ipso facto e iniciamos una carrera contrarreloj para ver quien llegaba primero al coche, nosotros o la lluvia. Ganó la lluvia.

Después hubo semanas de mal tiempo. En Semana Santa, hice la Caminada Popular del Val de Lord con Josep Mª. Muy interesante, pero esos eventos multitudinarios no cumplen los requisitos de inclusión en el blog.

Pero, por fin, hoy hará buen tiempo. Carles no puede venir; tiene el hotel lleno de mallorquines. Quería contestar las preguntas de la Colonia de la Vall que me habían quedado pendientes: la ubicación de la mina y del teleférico que la conectaba con la vía de tren al otro lado del valle. Pero también había otra cuestión: mientras Carles y yo estuvimos subiendo el camino a la Creu de Fumanya desde la pista de Coll d’Hortons el año pasado (ver salida del 19/7/2013), vimos un camino que marchaba hacia el Confós, una cuesta de peñascos y barrancos. Nos habían quedado ganas de seguir este camino.

Para no caminar tanto por la pista, propongo a Pep que entre en la pista de Coll d’Hortons. Recorriéndola a pie, siempre la había visto bien. Al cabo de unos 200 metros, aparecen unos baches con piedras afiladas, dispuestas a reventar el cárter del coche como el iceberg que abrió el casco del Titanic. Pep me dirige una mirada de reproche y aparca en el primer lugar llano que encuentra.

Pero el día es magnífico y las hojas de las hayas han salido, con el verdor de la primavera recién estrenada. Entramos en el camino, que va subiendo en diagonal con pendiente suave. Poco a poco se van abriendo las vistas. Atrás, vemos la Cantina, luego el pueblo de Peguera y detrás, el Port del Comte. Delante, se nos abre el valle de Peguera con el hayedo de Nou Comes y el dibujo sinuoso del Clot de la Molina.

 El pueblo de Peguera con el Port de Comte en el fondo

El dibujo en zigzag del Clot de la Molina

El camino va cruzando pequeños collados. Las vacas lo conocen y también los cazadores, que parecen hacer un mantenimiento mínimo. Llegamos al Collet de la Solana. 

 Caminando hacia el Collet de la Solana

La vista desde la roca encima del Collet

Un camino baja hacia el Coll d’Hortons y otro sube. Giramos a la izquierda y nos adentramos en las rocas del Confós. Dejamos un par de caminos transversales para explorar otro día y nuestro camino sube por una canal ancha hasta salir arriba. 

Casi arriba

Cambia el paisaje. Ahora es un llano con antiguas pasturas conquistadas por el pino negro. Localizamos un pozo para dejar constancia electrónica, hacemos un ligero refrigerio con la enorme vista delante y luego bajamos nuevamente hasta el Collet de la Solana.

Tomamos el camino de bajada que no tarda en perder definición. “Ya verás”, me dice Pep. “Este camino nos va a dejar tirados y tendremos bajar a lo bruto”. “Mil vacas no se pueden equivocar”, replico. “Tiene salida, seguro”. Y en una curva, se vuelve a ver y nos lleva certeramente al Coll d’Hortons.

Volvemos a bajar a los edificios fantasmagóricos de la Colonia de la Vall. Fue aquí donde empezó la explotación del carbón de Peguera. Con la foto antigua en la mano, localizamos el emplazamiento de la mina, muy cerca de la casa pero totalmente hundida. Seguimos el trazado de la pequeña vía que iba hasta la punta de la roca, donde había un teleférico que cruzaba el valle hasta el ferrocarril que bajaba a Cercs.

La pequeña vía por donde se llevaba el carbón al teleférico de la mina de Cal Moreta

Aquí, al calor del sol, con el canto de los pájaros y una larga vista del valle de Peguera, comemos en la pequeña explanada del teleférico. Pero a pesar de este entorno idílico, le noto inquieto a Pep, con ganas de ponerse en marcha otra vez. “¿Tienes que volver a casa pronto?”, le pregunto. “No, no”. “¿Tu hija tiene llaves?”. “Está en casa, hacen puente en la universidad”. “Entonces, ¿qué te pasa?”. “Nada, nada”, y vuelve a reclinarse, con una tranquilidad fingida. Pero el encanto se ha roto y no puedo recuperar la paz.

Las cuadras de la Colonia de la Vall

Volvemos a subir la cuesta, inspeccionando todas las estructuras, y luego bajamos hasta el cargador del ferrocarril. Había que encontrar el punto de llegada del teleférico de la Mina de Cal Moreta, ya que inicialmente el ferrocarril llegaba hasta aquí. Lo encontramos en una cresta, unos 13 metros debajo del inicio del teleférico al otro lado. A través de las hojas, se intuye la pared de roca en frente.

Saliendo del túnel del ferrocarril de Cercs

Ya que estamos, propongo hacer la vía. Quería marcar en el GPS un apartadero que sale en las fotos antiguas pero no lo encontramos. ¿Estará en el nivel inferior? Pep, por su lado, no para de mirar los árboles muertos y por fin me explica qué le pasa. Resulta que el Instituto de Gironella le había pedido hacer una demostración de cómo se hacía fuego en la época neolítica. Usaban un trozo de sílex y un trozo de pirita para crear una chispa que caía sobre una seta que crece sobre los troncos de los árboles caídos y tiene una estructura densa en forma de esponja. El sílex se lo había traído yo desde Inglaterra y en vez de pirita, usaría un hierro pero le falta la seta y sólo le quedan cinco días.

De vuelta, le propongo que subamos el Clot de la Molina. Allí hay muchos árboles muertos y seguro que encontraremos algo. Lo subimos unos 100 metros. Pep continúa mientras yo me quedo sacando fotos. De repente, oigo que me llama, que ha encontrado un camino. Subo una cuesta empinada y entro en una especie de claro con antiguos caminos de arrastrar troncos. Pep aparece. “Aquí no hay camino”, dice. Tampoco ha encontrado setas. ¿Se han escondido?

En el Clot de la Molina

Volvemos a bajar el Clot de la Molina con un nerviosismo creciente. Nos dirigimos hacia la pista de Coll d’Hortons, anotando un par de torres más del teleférico de la Mina Realidad. Y allí, cuando parece que ya no queda esperanza, Pep encuentra su seta y la arranca triunfalmente del tronco.

“Hoy, los dos hemos conseguido nuestros objetivos”, resumo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,3 km; 640 metros de desnivel acumulado.