Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 20 de abril de 2017

31/3/2017 – El castillo de Gavarrós

La semana siguiente, fui a Inglaterra. Pep y Carles fueron a la zona del Estret, cerca de Gavarrós, guiados por Domènec de La Pobla de Lillet. Hace unos años, Domènec había descubierto por casualidad con un amigo unas estructuras antiguas bajo el cerro del Castell dels Moros, y precisamente, en el Archivo de la Corona de Aragón, Pep había leído sobre un asentamiento bajo el castillo de Gavarrós. Hace bastantes años, antes de empezar el blog, Pep y yo subimos ese cerro desde el sur, literalmente por un camino de cabras, y allí había los restos de una cisterna y una torre.

Exploraron esas ruinas y también, subiendo por el mismo camino de cabras, visitaron los restos encima del cerro.


Pep y Domènec contemplan la vista desde la cima del Castell dels Moros


Los restos de la cisterna.En el fondo, Puigllançada

La semana siguiente, hizo mal tiempo.

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Hoy, Pep quiere volver a la misma zona ya que vio que se marchaban unos caminos que nosotros no conocíamos. Aparcamos al lado de La Caseta, en la pista que va a Gavarrós. Aquí todavía no ha llegado la primavera pero el liquen en los robles sin hoja produce un efecto muy atractivo que contrasta con el verde de la hierba y el color rojizo de la roca.

Subimos por el camino a la Collada de la Caseta desde donde seguimos otro camino que nos sitúa debajo de la roca triangular encima de l’Estret.  

Caminando hacia el poblado medieval

Pep me muestra unos huecos rectangulares que serían otra torre, más grande, y, bajando por las terrazas hacia el oeste, se ven restos de otros edificios. Los huecos muestran signos evidentes de expolio; gente que buscaba algo de metal, sin duda, y no se les ocurrió otra cosa que sacar las piedras y tirarlas por la cuesta donde han quedado amontonadas.

Mientras examinamos los restos, Carles nos explica que por toda Cataluña han surgido Planes de Mejora Forestal, en el caso del Berguedà propiciados por la moda de la biomasa. A nosotros nos parece que esos planes supondrán el 'coup de grâce' para los caminos históricos que quedan en las umbrías, muchos de ellos desconocidos para el gran público.

Los restos de la torre después del paso de los buscadores de tesoros

Pero aquí, por suerte, es poco probable que haya un Plan de Mejora Forestal. Pep explica que este asentamiento estaba habitado hasta el siglo XVI-XVII y era el lugar donde los habitantes de Gavarrós guardaban las cosechas y las cosas de valor, protegidas por la torre, y lo que ahora es el pequeño núcleo de Gavarrós y las casas alrededor, serían las residencias de trabajo, ya que allí estaban las zonas de cultivo.

Oyendo la descripción de Pep, me hizo pensar en la reconstrucción virtual que se ha hecho de Montségur, el pueblo fortificado de los cátaros en Occitania, con una torre central rodeada de casas dispuestas en terrazas, aprovechando la disposición del terreno para crear una plaza fuerte casi inexpugnable.

Bajamos hacia el Torrent de Pardinella por un camino que Pep y Carles siguieron la semana pasado hasta llegar al fondo del valle, donde hay una pista que va al Gorg, el paso del agua en la otra esquina del cerro triangular del Castell dels Moros. En el descenso, dejamos para más adelante un camino que marcha a la izquierda. El camino parece continuar al otro lado del torrente pero muere en la cuesta tras pasar una cresta. Pep quiere buscar un hipotético camino directo de Pardinella a l’Estret, como si la gran casa de Pardinella tuviera su propio Paso del Noroeste, pero la roca supone una barrera infranqueable y, por más que subamos hacia el noreste, no encontramos nada, y finalmente bajamos nuevamente al Torrent de Pardinella. 

Mirando hacia el Torrent de Pardinella, con Puigcal al fondo. Se ve la línea diagonal de la roca que impide cualquier intento de hacer un camino entre Pardinella y l'Estret

Subimos otra vez a la Collada de la Caseta, explorando el camino que dejamos. Al cabo de 100 metros, muere delante de los restos de un edificio de antigüedad indudable, posiblemente de origen medieval.

Continuamos hasta la Collada, donde comemos con una vista de casi 360º. En la salida del 6/5/2011, en el cercano Coll de les Travenoses, mis lectores asiduos seguramente se acordarán de que yo había visto un camino que marchaba hacia el norte pero Pep no me había dejado seguirlo porque llegaba tarde para su clase de música. Propongo que lo miramos, ya que estamos aquí. Pep insinúa que lo que vi fue un espejismo pero accede a echarle un vistazo.

Mirando hacia el cerro triangular del Castell dels Moros

Volvemos a encontrar el camino. Sus comienzos son tenues pero al poco rato, toma forma y se convierte en un camino sólido, que marcha directamente hacia Gavarrós. El hecho de que ahora conozcamos la existencia del poblado medieval da un nuevo sentido a este camino que, hace 6 años, no habríamos sabido ver, ya que, a todas luces, parece ser la conexión entre el poblado bajo el castillo y el pueblo donde está la iglesia.

Pep, feliz de encontrar un camino nuevo

Al pasar una cresta, Carles ve un camino que baja. Pep lo descarta – demasiada pendiente – y continuamos hasta empalmar con la pista. Volvemos por la pista hacia el coche. “Ahora sí que se puede decir que conocemos todos los caminos de Gavarrós”, dice Pep prematuramente. Porque, al poco rato, vemos un camino que cruza la pista en diagonal. Lo seguimos a la derecha, donde baja al molino, descrito en términos tan pintorescos por Cesar August Torras y ahora unas tristes ruinas. Damos la vuelta y lo seguimos en la otra dirección, empalmando con el camino del poblado justo donde Carles había dicho que había visto el camino. Así que también hemos descubierto el camino del poblado al molino.

Lo que queda del molino de Gavarrós

“Ahora sí que se puede decir que lo hemos hecho todo”, repite Pep, impenitente. Seguimos el camino a la casa de Prat Terrer, recorrido en la misma salida del 6/5/2011, para marcarlo en el GPS, volvemos al collado y bajamos al coche.

El pintoresco 'grau' en el camino que va a la casa de Prat Terrer

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7 km; 470 metros de desnivel acumulado.

10/3/2017 – Regreso al Infierno Verde

Hoy, nos encontramos con la gran remontada del Barça frente al PSG todavía fresca en la memoria. Un marcador nunca visto, imposible, pero ocurrió. Un auténtico milagro, cuando se había perdido toda la esperanza y la prueba definitiva de que Dios no lleva una túnica blanca sino blaugrana. Si hubiera apostado todos mis ahorros por el 6-1, hoy no estaría bebiendo café sino champán.

Frente a este acontecimiento, las condenas judiciales de políticos por dejar votar a la ciudadanía y los grandes juicios de presuntos corruptos pasan a un segundo plano.

Sobre la mesa en el Mikado, tenemos una propuesta de Pep: volver al Infierno Verde, el nombre que hemos dado a ese bosque aparentemente impenetrable que flanquea la ribera sur del Llobregat desde Guardiola casi hasta La Pobla de Lillet. Pep sospecha que allí había unas prospecciones de mineral de hierro, concretamente en un punto donde habíamos visto unos huecos rectangulares en la tierra y que habíamos interpretado como carboneras, y hoy quiere liquidar el tema.

Como en otras ocasiones, aparcamos en la última curva de la carretera que sube a Sant Julià de Cerdanyola y buscamos el camino de flanqueo que baja al lugar llamado El Quiosco, un antiguo local para los pescadores. Empezamos el día con solo 4ºC de temperatura.

Al principio, parece que no ha cambiado nada desde la última vez que estuvimos aquí. Pep y Carles caminan enfrascados en su conversación. Sus cuerpos están aquí, en la umbría, pero sus mentes están al otro lado del río, en la solana, siguiendo los límites del antiguo término de Brocà, que se ve entre los árboles desde donde estamos.

Llegamos a una bifurcación. Sale un camino a la derecha que no hemos seguido hasta ahora y no sabemos dónde va. Pero abajo, se ven cambios: el final de una pista de desembosque unos 50 metros más abajo que parece que habrá supuesto la muerte del camino que estamos siguiendo ahora.

El camino que baja de la carretera de Sant Julià de Cerdanyola al Quiosco

Giramos a la derecha. Es un camino empinado, va enlazando alguna carbonera y luego entra en un ‘clot’ o depresión en el bosque. Aquí el camino desaparece y en el centro del barranco, es un caos de tierra y piedras que han caído desde arriba. Francamente, es un lugar bastante salvaje. Carles quiere seguir arriba para ver si tiene alguna salida. Tendríamos que estar bajo el Forcat, una roca con la senyera (la bandera de Cataluña) que se cambia cada año en la Festa Major de Sant Julià de Cerdanyola.

Pep y yo quedamos esperándole. Pasan los minutos con un silencio total y sin ninguna novedad desde arriba. Pep empieza a preocuparse. “Llámale”, me pide. Le llamo por el móvil. “Estoy bajando”, me dice Carles, “pero voy poco a poco. Aquí hay mucha pendiente”. Entro en el barranco para ver si se le ve. “Mejor que te apartes”, me dice Pep, y un minuto después, baja una piedra grande rodando a gran velocidad, empujada involuntariamente por Carles allí arriba.

Finalmente, llega Carles, visiblemente más pálido. Cuenta que llegó arriba a una especie de meseta donde se congregan los animales pero no vio nada más. Pep y yo creemos que estuvo a cuatro pasos de pasar al otro lado, pero Carles lo vio todo muy cortado y decidió volver en un descenso nada fácil. Pasamos por caminos de animales al pie de la pared de roca pero, finalmente, nos cansamos de tanta precariedad y buscamos la manera de bajar. Encontramos un camino que parece de factura humana, que nos lleva a la última carbonera que encontramos en la subida.

Entramos en una zona de carboneras que conocemos de otras salidas y buscamos la manera de flanquear hacia las supuestas minas de Pep. En todo este rato, Carles está muy callado. Ante mi insistencia, al final confiesa: “No me gustan las obagas (umbrías). Prefiero estar a la luz del sol”. Le hablo de los elfos y otros espíritus benignos que habitan los bosques pero Carles no se deja convencer. “En estos bosques no hay”, sentencia.

Un nuevo 'look' para la Baga de Cal Companyó

Llegamos a un camino para bajar troncos y no hay manera de continuar hacia el este. Tenemos que bajar. Entramos en la zona de explotación forestal, con ramas tiradas por todas partes. Luego, vemos las pistas nuevas, ante la creciente indignación de Pep. Visitamos el Quiosco, visiblemente deteriorado desde la última vez que estuvimos aquí, y comemos en una explanada ante un paisaje desolado. Las minas tendrán que esperar otro día.

El Quiosco, ya en las últimas

Mientras comemos, conversamos sobre temas variados y voy siguiendo con la vista el vuelo de las mariposas de color limón que salen ahora en primavera. De repente, Pep para la conversación y me quita una garrapata que caminaba resolutamente por el hombro de mi chaqueta, rumbo a mi cuello. Eso provoca que nos hacemos un registro general; ahora es la época de esos bichos y con tanto ciervo por aquí …

Volvemos por la pista que ahora ocupa el lugar del camino hasta ver el empalme con el camino de esta mañana, y volvemos al coche.

Nos vamos de aquí con un mal sabor de boca. La abertura de pistas forestales nuevas está pasando aquí, y en los bosques de Guardiola y Bagà donde estuvimos el otoño pasado, y también en Gisclareny. Tenemos una sensación generalizada de destrucción y pérdida de patrimonio en forma de caminos antiguos ante la indiferencia de departamentos gubernamentales, administraciones locales, propietarios y el público en general.

Como en el Señor de los Anillos después de la caída de Sauron, parece que una era de la que nosotros hemos sido testigos está llegando a su fin y los que vendrán después conocerán otro mundo, sin rastro de lo que hemos visto nosotros.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,8 km; 420 metros de desnivel acumulado (100 metros más para Carles).

sábado, 1 de abril de 2017

3/3/2017 – El camino falso de La Clusa

Pep ha vuelto a mirar el camino de la Minuta. Parece que el camino indicado en el mapa subía por la ribera izquierda del Clot de Costa Llitza.

Aparcamos en el mismo sitio, cerca de la casa de Cap del Pla. Subimos por la pista antigua que bajamos la semana pasada. Hasta aquí parece claro.

Restos de una barraca cerca de Cap del Pla

Cruzamos la pista de Fontanals y continuamos por el barranco. El camino está muy marcado hasta llegar a una especie de cisterna de hormigón donde hay una captación de agua. Aunque el camino sigue hacia arriba, al poco rato se difumina. Además, estamos subiendo el valle incorrecto, que nos desvía demasiado hacia el oeste.

Pasamos la cresta y entramos en el valle siguiente hacia el este. Volvemos a encontrar un camino. Lo bajamos hasta la cisterna y luego volvemos a subir por la ribera izquierda. Pero el camino no tarda en difuminarse y se pierde. Cruzamos al otro lado donde encontramos el camino, ahora convertido en su mayor parte en antigua pista. Volvemos a bajar hasta tener la cisterna a la vista.

Damos la vuelta y subimos para arriba. “Desde luego”, pienso, “si seguimos así, vamos a hacer el doble de desnivel”. Llegamos a una curva de la pista de Fontanals pero unos pocos metros más arriba, marcha otra pista paralela y más antigua en la misma dirección. Para romper la monotonía y como no la tenemos en nuestros mapas, decidimos seguir esta pista. Es bastante plana y ancha y da una oportunidad para conversar. Pep y Carles hablan de castillos, feudos, alodios y donaciones a monasterios. Ya llevan semanas así.

La antigua pista de Fontanals

Al llegar a Fontanals, damos la vuelta. A llegar otra vez a la curva de la pista nueva, subimos por el fondo del barranco (Clot de la Costa Llitza). La pendiente es muy fuerte y es evidente que por aquí no hay camino. Pep pasa a la ribera derecha y sube la cuesta, alejándose del barranco. No tarda en encontrar el camino pero esta vez, no lo bajamos sino que guardamos ese descenso para la vuelta.

Seguimos subiendo hacia el Collet Llobató por un camino de pendiente fuerte pero con más categoría que el camino de cazadores de la semana pasada. Finalmente, salimos en el Coll Llobató en la pista y frente al poste del GR4, donde encontramos el camino auténtico en la bajada la semana pasada.

Bajamos la pista hasta la Costa Llitza y buscamos un sitio al sol entre las rocas de la cresta para comer. Delante nuestro, la niebla empieza a llenar el valle de Malanyeu abajo, anunciando la llegada de un frente. Almorzamos tranquilamente, conversando de muchas cosas ajenas a los Archivos. De repente, la niebla empieza a asomarse por el Roc de la Clusa, que tenemos enfrente. Finalmente, la roca ya no la puede contener y, como un tsunami a cámara lenta, baja hacia nosotros. Con el sol tapado, la temperatura baja y es hora de ponernos en marcha.

La niebla invade el valle de Malanyeu

En la bajada, hacemos el camino correcto de un tirón, acabando el descenso en una quinta parte del tiempo que tardamos en subir.

Bajando el camino de la Minuta desde el Collet Llobató

Reflexionando en el coche, Pep concluye que aunque hoy hemos hecho el camino marcado en La Minuta, es un camino para hacer a pie. El camino auténtico, el que se puede hacer con animales, es el que seguimos la semana pasada y que no está marcado en La Minuta.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,3 km; 600 metros de desnivel acumulado.

24/2/2017 – El camino auténtico de La Clusa

Pep y Carles siguen estudiando la Minuta de Sant Julià de Cerdanyola. Desde el Cap del Pla, sube un camino al Collet Llobató, que sería el camino para pasar de Sant Julià de Cerdanyola hacia La Clusa. Yo no lo tenía en mis mapas. “Cuatro años subiendo cada fin de semana a ese pueblo y no sabes nada”, me reprocha Pep en el Mikado. “¿Qué hacías?”. “Nada. Como ahora, todo el día en el bar”, contesto.

Salimos con un día nublado. Caen algunas gotas de fango, pero confiamos en que el día se arreglará. Aparcamos en el cruce de pistas cerca de las ruinas de la casa de Cap del Pla. Una de las pistas marcha hacia Falgars; aún queda un fragmento del camino antiguo pero renunciamos a seguir esa pista. Subimos hacia el sur por un camino despejado perpendicular a la pista pero que no tiene el aspecto de un camino antiguo.

Enseguida empieza a subir con mucha pendiente. Ahora es evidente que es un camino de cazadores pero vemos restos de muros que suben pequeños valles desde abajo, como si hasta aquí llegaban las zonas de cultivo. La subida se hace agotadora y voy unos 30 metros detrás de Pep y Carles, parando para recuperar el aliento.

Hace mucho tiempo, yo había marcado desde la pista de Fontanals un camino que bajaba esta cuesta (Les Estaiades), hasta llegar a una ‘balma’ o pequeña cueva, donde volví a subir. Al principio, parece que el camino que hacemos pasa por el mismo sitio, pero al llegar arriba y pasar al otro lado de la cresta, veo que no puede ser. Cuando llegamos a la pista, llevo a Pep y Carles al arranque de ese camino que seguí hace tantos años. A los pocos metros, se ve que es un camino de categoría que va a buscar el pie de la roca, unos 30 metros por debajo de ese camino tan extenuante que hicimos de subida. 

Llegamos a la ‘balma’ y Pep ve que el camino sigue bajando, con la misma categoría. “¿Por qué no continuaste?”, me pregunta. “Iba solo. Ya sabes que cuando voy solo me asusto con todo. En aquel entonces, me debía parecer muy empinado y pedregoso”, le contesto.

Dejamos este camino para la bajada y volvemos a la pista. Vemos que el camino continúa y entra en la pista de desembosque que pasa por la fuente destrozada de Fontanals. Aquí el camino se pierde y acabamos en el GR4 que viene desde el Camp de l’Ermitá y sube en línea recta hasta el Collet Llobató.

Aires de primavera bajo el Collet Llobató

Aquí no llega el sol y todavía queda bastante nieve. “Esto no es ningún camino”, dice Pep. “Por aquí no subía nadie. Tiene que haber otro camino”. Llegamos al Collet justo cuando el sol consigue traspasar las nubes bajas. Seguimos el PR hacia el Roc de Catllaràs, buscando un lugar seco para comer, hasta llegar a un pequeño lomo donde el sol ha deshecho la nieve.

En el Collet Llobató. Carles y Pep estudian el mapa

La temperatura no invita a quedarse mucho rato y nos levantamos para volver. En el Collet Llobató, volvemos a bajar por el GR pero al poco rato, vemos un camino que marcha hacia la izquierda. Sigue bajando en diagonal y, cruzando las curvas de la pista, nos lleva a la zona de Fontanals, donde lo perdimos en la subida. No hay duda de que hemos encontrado el camino auténtico que subía desde Sant Julià de Cerdanyola.

Cruzamos la pista y volvemos a bajar por el camino de la ‘balma’. Va siguiendo la pared de roca con un descenso constante pero asumible, con algún zigzag en los tramos más empinados. Bajo nuestro, paredes interminables de antiguos cultivos. 

Bajando el camino hacia el Cap del Pla

Llegamos al fondo del valle del Torrente de la Font del Castell. Hasta ahora, a pesar de su categoría indudable, el GPS de Carles nos decía que estábamos lejos del camino de la Minuta. Sin embargo, al llegar al torrente, el GPS nos dice que estamos encima del camino y, efectivamente, hay una especie de pista naturalizada o camino ancho (que viene de más arriba) que va bajando por la ribera izquierda del barranco. El camino ya no lo dejamos hasta llegar al coche.

Al bajar el track de mi GPS al mapa, Pep duda de que lo que seguimos nosotros fuera el camino de la Minuta. ¿Tendrá este último tramo la llave para desentrañar el misterio?

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,3 km; 510 metros de desnivel acumulado.