Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



domingo, 27 de septiembre de 2015

9/8/2015 – Les Gorges de Carança

En realidad, tenía otro motivo para hacer esta ruta: ver si aún era capaz después de cumplir los 60 años. Al final, fueron 21,3 kilómetros y 1.270 metros de desnivel, subiendo por el fondo del valle hasta el refugio de Carança y volviendo por arriba, por Campilles. Mis agradecimientos a Josep Mª; sin él, aún estaría en mi lista de rutas por hacer.

 El punto de inicio. El letrero viene a decir: "Es peligroso; ya te espabilarás".

 El camino cortado en la roca, llamado "La corniche"

 Aquí también

Entramos en la zona de puentes colgantes

 Y pasarelas.

 El paisaje cambia. Ahora son abetos y restos de una intensa actividad de carboneo

 Salimos del barranco

 El pequeño refugio de Carança. Aquí dimos la vuelta.

 Mirando hacia la frontera con Cataluña

 Iniciamos la ruta de retorno por arriba

El complejo pastoril de Campilles

Barraca

El refugio de Dona Pa

A punto de iniciar el descenso

El largo camino de la bajada, interminables zig-zags para bajar 700 metros de desnivel

7/8/2015 – El término municipal de Bagà – 3ª parte (Tosa d’Alp)

El día antes, había quedado para tomar un café con Josep Mª. “¿Estás libre mañana?”, le había preguntado. Resultaba que sí y le apetecía venir, a pesar de advertirle que últimamente sólo buscamos postes.

En el transcurso del café, también le hablé de otro proyecto mío que se iba postergando año tras año, Les Gorges de Carança. Es una excursión larga, exigente y, sobre todo, obliga a madrugar o pasar la noche antes fuera de casa. “Pues el domingo vamos allá”, me dijo. “A las 6 te vengo a buscar”.

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Henos aquí una vez más en el Coll de Pal. Ahora se trata de buscar el límite municipal que sube al lado de la pequeña estación de esquí hasta la cima de Tosa d’Alp. Pep luce un nuevo gorro al estilo de Van Damme en la Legión Extranjera, un regalo de cumpleaños, nos confesará. Caminamos hacia el norte, bajando hacia el fondo del valle. Con nuestra perspectiva, se ve perfectamente su origen glaciar y Pep, al tener a alguien diferente con quien hablar, se prodiga en explicaciones. Desde mi posición habitual detrás, me llegan palabras sueltas, “lago colmatado”, “búnquers”, “derechos de pastura”, “cruces” y “postes”. Pero también tengo los ojos puestos en una pareja de águilas que planean sobre nuestras cabezas. El calor persistente ha cambiado el color de la hierba, un verde amarillo bastante atractivo, diferente del amarillo de la sequía pertinaz.

Aquí se ve perfectamente la forma lacustre del valle

Llegamos abajo a la altura de la estación de esquí y ahora toca subir, porque resulta que el límite sube por la cresta y así lo atestiguan los postes de granito. Es una subida ingrata, con un desvío hacia el corral moderno de Comabella, construido al lado de la pleta antigua, que se ve claramente desde nuestra atalaya. Allí Pep señala las rocas atrás y explica la costumbre de las ovejas de buscar sombra entre las rocas, a veces metiéndose en lugares realmente precarios, donde sólo hay sombra para la cabeza (de allí el nombre de estos lugares en catalán, “amorriador”).

Pep inicia a Josep Mª en los misterios de los postes

De repente, un destello de luz me ciega. Es la cabeza de Josep Mª, que nunca se pone gorro sino que cubre la calva con un protector solar en spray y cuyas gotas reflejan los rayos del sol. La verdad, teniendo tan poco pelo, no entiendo porqué no se pone un gorro. No quiero pensar qué cosas habrá creciendo allí dentro de 30 años.

Finalmente, la pendiente se suaviza y se ven las instalaciones de esquí de La Molina. Subimos a un pequeño cerro para documentar otro poste y allí nos cubre una nube de insectos que se nos meten por todas partes. Son hormigas voladoras que precisamente han escogido ese lugar para concentrarse. En la pista de tierra, se ven familias que pasean, aprovechando la telecabina para subir al refugio.

El refugio a la vista

Un último esfuerzo y llegamos al punto geodésico, con su correspondiente poste al lado. Pep señala una zona de sombra abajo, cerca del camino que va a Coll de Jou. “Ahí está nuestro amorriador para almorzar”, dice. Pero yo he visto que el refugio está en plena actividad. No puedo dejar pasar la oportunidad de reponer cafeína y me separo del grupo para tomar un cortado. La verdad, he probado mejores pero a 2.500 metros, uno hace lo que puede.

La cicatriz de antiguas explotaciones mineras

Cuando llego al lugar del almuerzo, ya están todos instalados. Miro a mi alrededor. “Ahora empezará a dar vueltas como un perro buscando donde sentarse”, dice Pep a los demás. Miro a la izquierda, a la derecha, giro para mirar atrás. “Luego dirá que hemos cogido los mejores sitios”, continúa Pep. “¿Cómo es que nunca quedan sitios para sentarse cuando llego yo”, me quejo. Pep mira a los otros dos. “¿Lo veis? Le conozco mejor que a mi mujer”, dice. Pero por fin encuentro un sitio y me siento, contemplando a los senderistas haciendo la etapa de hoy de los Cavalls del Vent, una ruta de trekking que recorre los refugios del Parque de Cadí-Moixeró.

Después de comer, continuamos hacia la antigua cabaña de los mineros en la cara sur de Tosa d’Alp. El camino parece bastante abandonado desde la última vez que estuvimos aquí. Es un camino bastante precario, igual alguien tuvo un susto o vértigo y corrió la voz. O el libro donde está la ruta cayó en el olvido. De todos modos, me alegro por los rebecos.

Rebecos, madre y cría

Vista de Comafloriu y la cresta de los Rocs de Canells

Llegamos a Comafloriu. Con esta hierba larga y amarillenta, parecen las prairies del Oeste americano, pero con vacas en lugar de bisontes. Bajando hacia el coche, nos asomamos a una cresta. Allí hay un grupo grande de ovejas, algunas en una antigua pleta, otras buscando sombra entre las rocas, tal como explicó Pep esta mañana, y el pastor con dos perros bajo un paraguas enorme a cierta distancia. No parece tan diferente de cuando Pierre Maury, uno de los últimos cátaros, venía de Montaillou a principios del siglo XIV para cuidar ovejas en el Coll de Pal.

Ovejas buscando la sombra

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,8 km; 570 metros de desnivel acumulado.

24/7/2015 – El término municipal de Bagà – 2ª parte (La Serra dels Corts)

Ha pasado más de un mes. Hice un nuevo viaje a Inglaterra y luego, en San Juan, empezó una ola de calor, con temperaturas próximas a los 40 grados, que iba a durar más de un mes, con pequeñas treguas. Pep se había comprometido a colaborar en una excavación en el Castillo de Berga, Carles prefiere estar en la piscina y yo tampoco tengo muchas ganas de exponer el ADN maltrecho de mi piel a este sol abrasador.

Pero precisamente estos días, ha habido una tregua en el calor intenso y Pep está libre. Carles está disfrutando de unas merecidas vacaciones con su familia y yo estoy saliendo de unas anginas que me han dejado casi afónico pero decido salir. “Una excursión para convalecientes”, consigo decir entre sibilancias por teléfono el día anterior. “Descuida”, me asegura Pep. “Haremos la Serra dels Corts; un paseo de abuelos”.

Aparcamos el coche cerca del Xalet de Coll de Pal, un edificio de la Diputación pensado originalmente para colonias que ahora casi siempre está vacío. No tiene conexión a la red eléctrica y todo se tiene que hacer con gasóleo o bombonas de gas butano: una ruina. Aquí mismo empieza la ruta de la Marmota, creada hace poco por el Parque de Cadí-Moixeró, aunque es más fácil verlas desde el coche yendo a Coll de Pal.

Caminamos por la pista hacia el Coll de Pal. La idea es reanudar nuestro seguimiento de los postes del término municipal desde donde los dejamos al otro día, en el Torrente de Coll de Pal. Como el camino es plano, vamos contemplando el paisaje matinal. Al no estar Carles, Pep me cuenta cosas y yo le contesto en susurros.

Vista de Puigllançada con el sol de la mañana

Llegamos debajo del Coll de Pal. Pep no encuentra postes pero no importa. Cruzamos la carretera y subimos por la cresta. Pronto empiezan a aparecer los postes modernos de granito. Entramos en una zona extensa de hierba y aparecen los ‘paravents’. La línea de postes deja de subir y se encamina hacia el suroeste. 

Pep documenta

Pasamos una línea de roca y el paisaje cambia. Estamos en una especie de plataforma amplia con una pared rocosa que cae directamente a la carretera a la izquierda y, a la derecha, más rocas que suben, y una especie de camino que nos va llevando a los postes y cruces, algunos más antiguos que otros. Sorprendemos a un grupo de rebecos, no están acostumbrados a ver gente por aquí.

La plataforma que marca el límite del municipio. Abajo, el Xalet de Coll de Pal

De repente, Pep pierde la línea de postes y decide subir. Sube demasiado pero decidimos asomarnos a un lomo. De repente, surge la vista de Comofloriu, Tosa d’Alp y la sierra hacia Penyes Altes. Es una vista que he visto decenas de veces pero no desde aquí y nos sentamos un rato para contemplarlo.

Comafloriu y el Serrat Gran

Al bajar, entramos en un terreno escabroso y ya no recuperamos ese paseo plácido que me había prometido ayer por el teléfono. Comemos en un collado, cerca del Roc Negre donde por fin recuperamos los postes, y luego buscamos la manera de bajar a la Collada de la Bòfia entre las rocas.

Una vez abajo, Pep quiere seguir la línea un poco más hacia el sur. No tiene pérdida: no sólo hay postes sino también una valla. Tras unos 100 metros damos la vuelta y bajamos al coche. “No creo que salgas en el National Geographic con ese nuevo proyecto tuyo”, le digo a Pep, escéptico. “Sólo hay que seguir el hilo metálico de la valla”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,1 km; 290 metros de desnivel acumulado.

19/6/2015 – El término municipal de Bagà – 1ª parte (Puigllançada)

Pasan las semanas – un parón obligado por la Patum que aproveché para ir a Brighton, una amenaza de tormenta que no se materializó y ya ha pasado medio junio.

En sus investigaciones en el Archivo de la Corona de Aragón, Pep ha encontrado otro documento de gran valor. En el siglo XVIII, una comitiva de autoridades recorrió todo el perímetro municipal con un notario, dejando constancia de todos los ‘pedrons’ o pequeñas torres de piedra seca y cruces grabadas en la piedra que marcan el límite de Bagà.

Todo eso lo quiere recorrer Pep, para ver qué es lo que queda de la descripción tan detallada que hizo el notario en ese documento tan árido que Pep encuentra tan fascinante. Y quiere empezar en el Coll de Pal. “¿Por qué quieres buscar caminos”, me justifica por teléfono, “si los hemos hecho todos?”.

Desde la cima de Tosa d’Alp, el límite municipal baja hacia los dominios de la pequeña estación de esquí de Coll de Pal, cruza la carretera y da la vuelta de Puigllançada, volviendo a cruzar la carretera para subir hacia la Serra dels Corts.

Vista desde la falda de Puigllançada, con el complejo ganadero de Comabella y la pequeña estación de esquí

Desde el Coll de Pal, bajamos siguiendo por el lado derecho del valle hacia el norte, contra un viento que sorprende por lo frío. Vemos un rebeco macho solitario que nos reta con sus soplidos. “¿Por qué nos reta si luego se va?”, me pregunto. No soy experto en psicología rebequiana y no tengo respuesta. Llegamos al fondo del valle, donde hay una especie de pista. Pep busca su primer pedró, con el documento en la mano. No lo encuentra y nos hace subir en línea recta como podemos hasta salir en una cresta. Aquí hay un poste de granito moderno y cerca, una cruz grabada en una piedra, con signos de ser antigua.

Pep ya empieza a encarar el día con optimismo y seguimos subiendo por la cresta, pasando por postes de granito pero ya no hay cruces. En cada poste, Pep se para y lee la descripción de su documento notarial: un pedró de 10 palmos de alto con una cruz grabada en una roca a 3 palmos a sol poniente, o algo así. No es el tipo de excursión que me gusta y además, ahora que hemos salido del viento, hay muchas moscas. Pero al final, me relajo y mientras Pep fotografía los números grabados en los postes, yo fotografío flores y rebecos.

Flores

Y rebecos

Bordeamos uno de los dominios de esquí de La Molina. El límite municipal ya no tiene pérdida; es una valla. Giramos hacia el sur; de vez en cuando, hay una cruz, algunas modernas, otras más antiguas. Nos paramos en una roca con un ‘paravent’ para almorzar y disfrutar de las vistas, sobre todo hacia Puigmal y Montgrony.

Parte de la panorámica desde nuestro comedor

Llegamos a la cresta encima de la Collada de las Tortes. Aquí se pueden ver rebecos con cierta facilidad. Es un lugar tranquilo; no suele venir gente y espero que siga así. Giramos hacia el oeste y pasamos por las Fontetes de la Pardinella, una fuente arreglada, y no tardamos en volver a tener el Coll de Pal a la vista.

En el camino de vuelta, mirando hacia Tosa d'Alp

Y hacia el oeste

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,25 km; 500 metros de desnivel acumulado.