Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



domingo, 27 de septiembre de 2015

7/8/2015 – El término municipal de Bagà – 3ª parte (Tosa d’Alp)

El día antes, había quedado para tomar un café con Josep Mª. “¿Estás libre mañana?”, le había preguntado. Resultaba que sí y le apetecía venir, a pesar de advertirle que últimamente sólo buscamos postes.

En el transcurso del café, también le hablé de otro proyecto mío que se iba postergando año tras año, Les Gorges de Carança. Es una excursión larga, exigente y, sobre todo, obliga a madrugar o pasar la noche antes fuera de casa. “Pues el domingo vamos allá”, me dijo. “A las 6 te vengo a buscar”.

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Henos aquí una vez más en el Coll de Pal. Ahora se trata de buscar el límite municipal que sube al lado de la pequeña estación de esquí hasta la cima de Tosa d’Alp. Pep luce un nuevo gorro al estilo de Van Damme en la Legión Extranjera, un regalo de cumpleaños, nos confesará. Caminamos hacia el norte, bajando hacia el fondo del valle. Con nuestra perspectiva, se ve perfectamente su origen glaciar y Pep, al tener a alguien diferente con quien hablar, se prodiga en explicaciones. Desde mi posición habitual detrás, me llegan palabras sueltas, “lago colmatado”, “búnquers”, “derechos de pastura”, “cruces” y “postes”. Pero también tengo los ojos puestos en una pareja de águilas que planean sobre nuestras cabezas. El calor persistente ha cambiado el color de la hierba, un verde amarillo bastante atractivo, diferente del amarillo de la sequía pertinaz.

Aquí se ve perfectamente la forma lacustre del valle

Llegamos abajo a la altura de la estación de esquí y ahora toca subir, porque resulta que el límite sube por la cresta y así lo atestiguan los postes de granito. Es una subida ingrata, con un desvío hacia el corral moderno de Comabella, construido al lado de la pleta antigua, que se ve claramente desde nuestra atalaya. Allí Pep señala las rocas atrás y explica la costumbre de las ovejas de buscar sombra entre las rocas, a veces metiéndose en lugares realmente precarios, donde sólo hay sombra para la cabeza (de allí el nombre de estos lugares en catalán, “amorriador”).

Pep inicia a Josep Mª en los misterios de los postes

De repente, un destello de luz me ciega. Es la cabeza de Josep Mª, que nunca se pone gorro sino que cubre la calva con un protector solar en spray y cuyas gotas reflejan los rayos del sol. La verdad, teniendo tan poco pelo, no entiendo porqué no se pone un gorro. No quiero pensar qué cosas habrá creciendo allí dentro de 30 años.

Finalmente, la pendiente se suaviza y se ven las instalaciones de esquí de La Molina. Subimos a un pequeño cerro para documentar otro poste y allí nos cubre una nube de insectos que se nos meten por todas partes. Son hormigas voladoras que precisamente han escogido ese lugar para concentrarse. En la pista de tierra, se ven familias que pasean, aprovechando la telecabina para subir al refugio.

El refugio a la vista

Un último esfuerzo y llegamos al punto geodésico, con su correspondiente poste al lado. Pep señala una zona de sombra abajo, cerca del camino que va a Coll de Jou. “Ahí está nuestro amorriador para almorzar”, dice. Pero yo he visto que el refugio está en plena actividad. No puedo dejar pasar la oportunidad de reponer cafeína y me separo del grupo para tomar un cortado. La verdad, he probado mejores pero a 2.500 metros, uno hace lo que puede.

La cicatriz de antiguas explotaciones mineras

Cuando llego al lugar del almuerzo, ya están todos instalados. Miro a mi alrededor. “Ahora empezará a dar vueltas como un perro buscando donde sentarse”, dice Pep a los demás. Miro a la izquierda, a la derecha, giro para mirar atrás. “Luego dirá que hemos cogido los mejores sitios”, continúa Pep. “¿Cómo es que nunca quedan sitios para sentarse cuando llego yo”, me quejo. Pep mira a los otros dos. “¿Lo veis? Le conozco mejor que a mi mujer”, dice. Pero por fin encuentro un sitio y me siento, contemplando a los senderistas haciendo la etapa de hoy de los Cavalls del Vent, una ruta de trekking que recorre los refugios del Parque de Cadí-Moixeró.

Después de comer, continuamos hacia la antigua cabaña de los mineros en la cara sur de Tosa d’Alp. El camino parece bastante abandonado desde la última vez que estuvimos aquí. Es un camino bastante precario, igual alguien tuvo un susto o vértigo y corrió la voz. O el libro donde está la ruta cayó en el olvido. De todos modos, me alegro por los rebecos.

Rebecos, madre y cría

Vista de Comafloriu y la cresta de los Rocs de Canells

Llegamos a Comafloriu. Con esta hierba larga y amarillenta, parecen las prairies del Oeste americano, pero con vacas en lugar de bisontes. Bajando hacia el coche, nos asomamos a una cresta. Allí hay un grupo grande de ovejas, algunas en una antigua pleta, otras buscando sombra entre las rocas, tal como explicó Pep esta mañana, y el pastor con dos perros bajo un paraguas enorme a cierta distancia. No parece tan diferente de cuando Pierre Maury, uno de los últimos cátaros, venía de Montaillou a principios del siglo XIV para cuidar ovejas en el Coll de Pal.

Ovejas buscando la sombra

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,8 km; 570 metros de desnivel acumulado.

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