Pasan las semanas – un parón obligado
por la Patum que aproveché para ir a Brighton, una amenaza de tormenta que no
se materializó y ya ha pasado medio junio.
En sus investigaciones en el Archivo
de la Corona de Aragón, Pep ha encontrado otro documento de gran valor. En el
siglo XVIII, una comitiva de autoridades recorrió todo el perímetro municipal
con un notario, dejando constancia de todos los ‘pedrons’ o pequeñas torres de
piedra seca y cruces grabadas en la piedra que marcan el límite de Bagà.
Todo eso lo quiere recorrer Pep, para
ver qué es lo que queda de la descripción tan detallada que hizo el notario en
ese documento tan árido que Pep encuentra tan fascinante. Y quiere empezar en
el Coll de Pal. “¿Por qué quieres buscar caminos”, me justifica por teléfono,
“si los hemos hecho todos?”.
Desde la cima de Tosa d’Alp, el límite
municipal baja hacia los dominios de la pequeña estación de esquí de Coll de
Pal, cruza la carretera y da la vuelta de Puigllançada, volviendo a cruzar la
carretera para subir hacia la Serra dels Corts.
Vista desde la falda de Puigllançada, con el complejo ganadero de Comabella y la pequeña estación de esquí
Desde el Coll de Pal, bajamos
siguiendo por el lado derecho del valle hacia el norte, contra un viento que
sorprende por lo frío. Vemos un rebeco macho solitario que nos reta con sus
soplidos. “¿Por qué nos reta si luego se va?”, me pregunto. No soy experto en
psicología rebequiana y no tengo respuesta. Llegamos al fondo del valle, donde
hay una especie de pista. Pep busca su primer pedró, con el documento en la
mano. No lo encuentra y nos hace subir en línea recta como podemos hasta salir
en una cresta. Aquí hay un poste de granito moderno y cerca, una cruz grabada
en una piedra, con signos de ser antigua.
Pep ya empieza a encarar el día con
optimismo y seguimos subiendo por la cresta, pasando por postes de granito pero
ya no hay cruces. En cada poste, Pep se para y lee la descripción de su
documento notarial: un pedró de 10 palmos de alto con una cruz grabada en una
roca a 3 palmos a sol poniente, o algo así. No es el tipo de excursión que me
gusta y además, ahora que hemos salido del viento, hay muchas moscas. Pero al
final, me relajo y mientras Pep fotografía los números grabados en los postes,
yo fotografío flores y rebecos.
Flores
Y rebecos
Bordeamos uno de los dominios de esquí
de La Molina. El límite municipal ya no tiene pérdida; es una valla. Giramos
hacia el sur; de vez en cuando, hay una cruz, algunas modernas, otras más
antiguas. Nos paramos en una roca con un ‘paravent’ para almorzar y disfrutar
de las vistas, sobre todo hacia Puigmal y Montgrony.
Parte de la panorámica desde nuestro comedor
Llegamos a la cresta encima de la
Collada de las Tortes. Aquí se pueden ver rebecos con cierta facilidad. Es un
lugar tranquilo; no suele venir gente y espero que siga así. Giramos hacia el
oeste y pasamos por las Fontetes de la Pardinella, una fuente arreglada, y no
tardamos en volver a tener el Coll de Pal a la vista.
En el camino de vuelta, mirando hacia Tosa d'Alp
Y hacia el oeste
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 9,25 km; 500 metros de desnivel acumulado.
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