Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 7 de noviembre de 2020

14/10/2020 – Decepción en Les Platetes

Hoy amanece nublado, con temperaturas más bien frescas, pero no lloverá. Hace muchos años había topado con un camino viniendo hacia Les Platetes desde Terradelles en una salida solitaria. Lo había dejado sin acabar y tenía la esperanza de que fuera un gran camino transversal desde Terradelles hasta la zona de Palmerola. Y ¿quién sabe? Podría enlazar con el camino superior que encontré en la salida del 30 de septiembre y que solo yo creo que realmente existe. Al inspeccionar mi mapa en el Mikado, Pep admite que tiene posibilidades y se convierte en el objetivo de hoy.

Propongo que la mejor manera de llegar a este camino sería subir el pequeño barranco que se deriva del Rec de Puig Miró en dirección este, teniendo como punto de partida el Molino de Terradelles. De este modo, cruzaremos el camino tras superar un desnivel de unos 100 metros.

En la carretera a Borredà, ya notamos que ha bajado la afluencia de cazadores de setas y esta primera impresión se confirma en la carretera a Sant Jaume de Frontanyà. Apenas hay coches aparcados. Aparcamos al inicio de la pista que se hizo sobre el antiguo camí ral de Borredà a Sant Jaume y que pasa por el Molino de Terradelles. Al entrar en el Rec de Puig Miró, Carles detecta un horno de tejas, y es que Carles lo ve todo. Dejamos el barranco y subimos por la cuesta. Solo vemos una pareja de jóvenes marroquíes con las cestas vacías y la razón de tan poca gente se hace obvia: no hay rovellones. De una semana a otra, han desaparecido.


Los árboles empiezan a cambiar de color en la pista al Molino de Terradelles

Tras cruzar unos caminos residuales usados para arrastrar troncos, entramos en el camino que tenía marcado y que marcha hacia una cresta con ligera subida. Aún se ve bastante marcado. Giramos a la izquierda y al llegar a la cresta, vemos que sale otro camino que se marcha hacia atrás en la misma dirección que el nuestro pero con tendencia a subir. Mirando mi mapa, quedo sumido en la perplejidad. Ya no sé cuál seguí hace tantos años, ya que el camino que marqué va de llano. Hay que decir que fueron tiempos previos al GPS y todo se hacía analógicamente.

A partir de la cresta, hay unas marcas rosas en los árboles pero están pintadas en el otro lado del tronco, para guiar a los que vienen desde Sant Jaume. Pero aquí el camino se difumina y lo acabamos perdiendo. Pep me mira extrañado pero de momento calla.

Llegamos a un final de pista que ya tenía marcado y que entra en otra pista más importante que sube el valle hacia Puig Miró. Nosotros vamos en la dirección contraria, que nos lleva a un collado y, desde allí, tras algunos titubeos, encontramos la continuación medio borrada, siguiendo una pista antigua, que nos deja en la pista de Cal Toni, delante del camino que viene de Sant Jaume y que seguimos en una de las primeras salidas tras levantarse las restricciones.

Llegados a este nudo de comunicaciones, damos la vuelta y nos plantamos otra vez en el final de pista donde, ahora sí, las marcas rosas nos guían sin pérdida. Al final, Pep expresa lo que llevaba tiempo pensando: “Viniendo solo y con miedo, parece increíble que Steve se atreviera a seguir este camino tan perdedor. Si incluso nosotros perdimos el rastro en la ida”. “Pero seguirlo en este sentido no es tan difícil”, contesto. “Solo hay que seguir las marcas”. Y en efecto, las marcas acaban en la cresta y su finalidad está clara: llevar a los cazadores donde tienen que esperar a los jabalíes, que también vendrían subiendo el camino perseguidos por los perros.

Carles y Pep se lanzan sobre una presa indefensa

En la bifurcación, decidimos seguir primero el camino superior como más prometedor. Ahora Carles empieza a encontrar setas y saca la bolsa. A lo largo del camino, él y Pep cogen no solo rovellones sino también llanegues negres (el rey de las setas berguedanas) y otras que se llaman agulletes. Mi mujer me había pedido setas para hacer una tortilla así que reclamo mi parte nada más ver cómo se agacha Carles para cogerlas. Debajo, oímos las voces de los marroquíes. Si hubieran subido unos 50 metros más …

El camino continúa con una trayectoria sólida hasta que entra en una zona de cultivo perdida en el bosque, con los campos escalonados hacia arriba y hacia abajo, y allí se muere. Abajo, en línea perpendicular, oímos el gallo de Les Platetes. “Así, cualquiera se orienta”, pienso. Evidentemente, este no es el gran camino transversal con que soñaba. Pero aún queda el camino inferior. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. Volvemos a la cresta y emprendimos el segundo camino pero, como el primero, se muere al cabo de 200 metros en una zona de cultivo.

Volviendo a la cresta tras el fracaso del primer camino


Abatido, sigo a Pep y Carles, que ya están bajando la cuesta en diagonal, hasta entrar en una pequeña pista de desembosque ya cerca del Molino de Terradelles, donde decidimos comer. Ya tengo medio bocadillo engullido cuando consigo dar forma a unos pensamientos que van vagando por mi mente. “Terradelles es una gran casa con unos campos enormes y de buena calidad. ¿Qué necesidad tendrían de venir a cultivar estas laderas?”. “Ellos ninguna”, contesta Pep. “Pero los del pueblo sí. Estos caminos venían directamente desde Sant Jaume de Frontanyà. Con poca tierra propia, ya les valdría la pena venir aquí de vez en cuando”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6 km; 230 metros de desnivel acumulado.