Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 12 de septiembre de 2013

6/9/2013 – Más caminos en Peguera

Hoy Carles no puede venir. Le llegan 60 suecos para una boda en Capolat y tiene que dejar todo a punto en el hotel. Pep opina que Peguera todavía ofrece muchas posibilidades y me propone mirar aquellos caminos que vimos en el bosque la semana pasada cerca del teleférico de Moripol. Pero … primero quiere buscar los caminos de Canals de Catllarí y Castellar de Riu indicados en la Minuta.

Ponemos rumbo al oeste. Pep cree que el camino sube por una línea rocosa al otro lado de la pista (si miráis la penúltima foto de la entrada de la semana pasada, veréis un surco ancho y una línea blanca en el margen izquierdo) pero antes de llegar, se desvía atraído por el color negro de la tierra. Sigue media hora anotando escombreras y galerías hundidas de unas viejas minas.

Cal Agutzil y Cal Bepó

Por fin, entramos en el pequeño barranco y vamos subiendo por un trazado todavía poco definido. Al final de la zona de roca, vemos un camino que marcha hacia la derecha y entra en el boj con un perfil inconfundible. Salimos a los prados con la Collada de Peguera a la vista, que es por donde baja el camino a Canals de Catllarí. Primer objetivo conseguido.

El camino de Castellar de Riu no es tan evidente. En la Minuta, se bifurca del camino de Canals de Catllarí y marcha hacia el norte. Yo había visto lo que podría ser un camino pero a Pep no le gusta y buscamos otras opciones, sin éxito. Finalmente, al no quedar otra opción, probamos mi camino. Parece más un ‘camí ramader’ o camino para subir ganado (lo que también tendría su lógica puesto que sube a los prados) pero cuando salimos del boj, Pep todavía no está convencido. Lo que sí está claro es que ninguno de los caminos está incluido en la Xarxa Lenta, cuyos postes y marcas de pintura vemos proliferar.

Caminando hacia el este, decidimos seguir el camino marcado como parte del PR. Sale del cementerio y hace una diagonal por el bosque hasta salir a la pista de Rasos de Peguera en el Tossal. Empieza muy bien pero pasados los campos y ‘trumferas’, pierde categoría y finalmente desaparece del todo, quedando indicada la ruta por marcas de pintura en los árboles.

Enésima vista de las ruinas de Peguera

Volvemos a bajar hacia el cementerio y, casi abajo, se produce un cambio en el guion. Existe un camino que marcha hacia el norte, marcado con estacas azules. Pep siempre lo había descartado como camino artificial creado para llevar los corredores de la carrera de montaña de Berga-Ensija hasta el punto más alto de Rasos de Peguera pero ahora, al verlo de cerca, la verdad es que tiene muy buena pinta. Decidimos seguirlo y vemos que, en realidad es un camino del todo auténtico, primero por las cicatrices dejadas en los pinos al arrastrar los troncos con mulas y luego por las carboneras que vamos encontrando. En cierto momento, el camino (ahora sí artificial) de los corredores marcha hacia la derecha, hacia el Pedró pero nosotros continuamos hasta la última carbonera, a 1.920 metros, donde el camino muere.

Aquí comemos y como sólo somos dos, he traído mi última botella de cerveza, Poacher’s Choice. Es tan buena que es un crimen compartirla entre tres.

Iniciamos un flanqueo hacia el oeste por el bosque, sin camino. “¿Por qué venimos por aquí?”, pregunto. “Por muchas razones”, contesta Pep. “(i) Para dar un paseo por el bosque, (ii) Para ver si encontramos algún camino nuevo, (iii) Para buscar setas, (iv) Para bajar con menos pendiente y por otro sitio, y (v) Para recordar viejos tiempos”. De setas, encontramos muchas pero no de las buenas. Y encontramos una carbonera antigua perdida en el bosque, sin camino de conexión. Sí que encontramos un camino de vacas más abajo, pero eso no cuenta.

La vista durante el flanqueo, mirando hacia Ferrús

Por fin salimos en el Tossal, cerca del poste del PR. Bajando hacia la Collada de Peguera, Pep me señala el dibujo medio borrado pero innegable de un camino que va descendiendo, llevándonos directamente hacia mi camino que no le convenció. Segundo objetivo conseguido.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,7 km; 590 metros de desnivel acumulado.

P.D. El día siguiente, Pep me llama a casa, eufórico. Ha colocado el track de mi GPS sobre el trazado de los caminos en la Minuta. “Lo hemos clavado”, exclama.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Blog in English

You're interested in walking in the Pyrenees, found this blog, been intrigued by what you saw but couldn't understand a word? Not any more! Translations into English of blog entries from April 2010 onwards are now available.

Whether you want to keep up-to-date on the entries as they are published or are interested in a particular entry, you can now write to vic.pepper@btinternet.com and book your Word file.

P.S. If it's a particular entry you're interested in, please specify the walk date.

30/8/2013 – Los teleféricos de Peguera

Después del corto paréntesis del Catllaràs, Pep quiere volver a Peguera donde hay varios asuntos por resolver. Esta salida ha decidido dedicarla a los teleféricos. Básicamente, había dos teleféricos en Peguera: uno que bajaba carbón desde la Mina de Graell hasta el ferrocarril de Cercs y otro mucho más largo utilizado para el transporte de madera desde los bosques de Moripol hasta el mismo ferrocarril, una parte del cual ya seguimos en la salida del 16 de agosto.

Aparcamos el coche cerca de la mina pero en la corta bajada por la pista, Pep se ha fijado en la tierra negra y algo polvorienta y decide que hay que investigar eso. Por lo tanto, los próximos 30 minutos se dedican a recorrer escombreras y antiguas galerías, ahora hundidas, que indicarían una antigua explotación. Sigo a Pep con un ojo en las mariposas que empiezan a despertarse, pero no puedo compartir su emoción ante esas pilas de tierra negruzca.

El cargador de la mina de Graell

Luego, desde el cargador de la mina, vamos siguiendo la hilera de torres, construidas a media cuesta a la izquierda de la pista que baja a Peguera. Cada torre tenía su camino de acceso, ahora medio borrado. Pero en una llamada urgente de la naturaleza, les pierdo de vista y paso 20 minutos esperándoles en la pista. “¿Por qué me habéis abandonado?”, les reprocho. “No te abandonamos; tú te fuiste. Sólo tenías que seguir el camino”, me replica Pep. “¿Qué camino?”, protesto. “Si casi no se ven”. Pero es una discusión estéril y más vale ahorrar fuerzas para subir y bajar esas cuestas rocosas. La línea de torres continúa paralela a la pista de Col d’Hortons hasta que, en cierto momento, deja las rocas para cruzar los campos hacia el antiguo ferrocarril.

Una de las bases de teleférico, colgada entre las rocas

Antes de cruzar el torrente de Peguera, comemos. Ahora toca buscar las torres del teleférico de Moripol que nos saltamos en la salida de hace dos semanas. Nos plantamos en el descargador al lado del torrente y encaramos la cuesta delante nuestro. Es en este momento que empieza una de esas experiencias especiales, quizás similar, salvando las distancias, a lo que debían sentir los primeros exploradores que descubrieron los templos aztecos perdidos en la selva. En una distancia de unos 180 metros y 50 metros de desnivel, contamos 13 pares de columnas con la parte superior inclinada y un espacio horizontal de unos 5-6 metros entre cada columna, como si encima hubiera unos raíles para bajar los troncos de lado. Y arriba de todo, unos edificios y estructuras donde debía haber toda la maquinaria, y un camino que se aleja de todo eso hacia la derecha y la izquierda. 

 Uno de los pares de columnas

 El edificio principal 

Y este extraño arco en una posición desplazada de las columnas

Giramos hacia la derecha, nuevamente hacia Peguera, anotando otras dos posibles torres. Continúa un camino interesante, con derivaciones también interesantes, que decidimos seguir.

Finalmente, salimos en una antigua pista que acaba en una explanada elevada, desde la cual continúa otra pista antigua que muere en una base de puente frente a la Mina del Gorg, la mina que encontramos cerca del molino. Deducimos que sacaron el carbón con carros, cruzando el torrente por un puente de troncos.

El Gorg; la mina está en las rocas a la izquierda

Pasamos nuevamente por el pueblo. Para los que no lo sabéis, toda la finca de Peguera acabó siendo propiedad del Conde de Figols y, a su muerte, la heredó su familia. Sin duda, fue causa de mil discusiones agrias entre hermanos, primos, tíos y sobrinos que nunca pudieron ponerse de acuerdo sobre qué hacer con ese pueblo. Luego un alemán consiguió convencer a un jeque kuwaití que era una buena inversión y puso tanto dinero sobre la mesa que la familia se avino a vender.

Parece que la primera idea del alemán fue crear un centro de aves rapaces pero hubo problemas burocráticos y no prosperó. Pero luego hubo otra idea aún más ambiciosa: convertir la Cantina en un hotel de 5 estrellas y el pueblo en una urbanización de lujo. En plena crisis, todo el mundo, desde el ayuntamiento de Figols hasta la Generalitat, vio un proyecto que traería ese tan ansiado ‘turismo de calidad’, las trabas burocráticas se desvanecieron y se otorgaron todos los permisos necesarios. Desde entonces, por suerte para este entorno privilegiado, ha vuelto a quedar parado por falta de inversores.

¿No os parece un emplazamiento perfecto para un campo de golf?

Mientras caminamos hacia el Graell, intento ponerme en la piel de un especulador sin escrúpulos que no supiera que aquí es donde hay más días nublados en todo el Berguedà, lo duro y largo que es el invierno y lo corto que es el verano y, la verdad, yo también me lanzaría.

Bajando el grau de Graell

Bajamos el ‘grau’ del Graell, un estrecho y algo resbaladizo descenso por un pliegue en la roca seguido de un camino plano por el bosque que nos deja delante del coche. En el viaje de vuelta, Carles, normalmente tan discreto, no puede reprimir un comentario sobre mi comportamiento. “Desde luego, Steve, las dos primeras horas parece que estás en otra galaxia”. Miro a Pep en busca de apoyo. “Es verdad; eres más raro …”. Está claro que soy un incomprendido.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 340 metros de desnivel acumulado.

viernes, 6 de septiembre de 2013

23/8/2013 – Una nueva mirada a las minas del Catllaràs

El 12 de agosto, Rosa Colomer, una de los responsables de turismo en el Berguedà, me envió un correo, diciéndome que había pasado mis datos a un tal Josep Maria Coll, que había decidido dedicar una parte de su tiempo como jubilado al estudio de las minas del Catllaràs. Unos días después, la persona en cuestión me contactó y hubo un intercambio de correos, cuyo resultado fue acordar una reunión entre todos en el hotel de Carles para el sábado, 24 de agosto.

Allí nos explicó que había veraneado durante muchos años en el Santuario de Falgars y había quedado intrigado por esos agujeros y estructuras que se veían perdidos en el bosque. Al jubilarse hace un año, había decidido esclarecer todo aquello. Ya había leído mi blog y había quedado maravillado por nuestros conocimientos. A medida que proseguía la reunión, fue sacando carpetas llenas de planos, fotos y mapas y explicó todos los archivos que había consultado. Pero todavía no había conseguido encontrar documentos de la propia Asland, propietaria de la fábrica de cemento y de las minas durante su época de máxima actividad.

Mientras Carles servía cafés a los otros huéspedes, Pep y yo nos quedamos mirando atónitos. Con todo este material que ha acumulado, ¿piensa que nosotros le podemos enseñar algo nuevo? Sería más bien al revés. Sin embargo, Josep Maria nos asegura que le podemos enseñar mucho porque, al no tener formación en la investigación arqueológica, tiene problemas para interpretar lo que ve. Al final, acordamos dedicar el próximo viernes a una nueva visita a las minas del Catllaràs.

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Llego medio dormido al Mikado. Allí están Pep y Josep Maria conversando animadamente. Consumo mi café en silencio, rezando para que haga efecto. Durante el viaje al Xalet del Catllaràs, zarandeado de un lado a otro por los baches en la larga pista desde Falgars, apenas abro la boca, pensando en si debía haber pedido un segundo café. Y para colmo, tiene toda la pinta de ser una salida sumamente académica.

La asombrosa carpeta de Josep Mª Coll fue una obra de consulta constante

Aparcamos en el Xalet. En el edificio al lado, que hace de refugio libre, hay unas personas un poco estrafalarias pero por lo demás inofensivas haciendo unas vacaciones ‘low-cost’. Subiendo por la pista al Roc de la Lluna, Josep Maria muestra a Pep una cisterna enterrada que posiblemente suministraba agua al Xalet y Pep muestra a Josep Maria el final de una tolva a la que llegaba una vía de tren y que ya descubrimos en la salida del 29/7/2011. Intento sin éxito reprimir un bostezo. Volvemos a bajar al Xalet y Josep Maria muestra los restos de un edificio rectangular grande para los trabajadores (nos muestra una foto antigua que demuestra su existencia), perdidos en el bosque bajo el Xalet y cerca descubrimos los restos de un teleférico.

Estado actual del Xalet de Catllaràs

Dejamos el Xalet y empezamos a subir hacia el Roc de la Lluna. Pasamos por antiguas escombreras y zanjas amplias que representan pequeñas minas hundidas, explotaciones de afloramientos. Pep corre de un lado a otro, entusiasmado. “Waypoint, please”, me dice desde un pequeño montículo. Sigo su ir y venir con ojos vidriosos. “Quiero ir a casa”, pienso.

Llegamos al Collet Fred, donde hay el camino plano que va al mirador. “Aquí estaba la vía que iba al teleférico del Roc de la Lluna”, informa Pep. “Un momento, un momento”, interrumpo, ahora más despierto. “¿Desde cuándo sabes que fue una vía? Porque de eso nunca me has dicho nada”. “Hace unos días, cuando volví a mirar el libro de Salmerón”, me contesta. Llegamos al pequeño merendero que, ahora me doy cuenta, tiene una estructura extrañamente escalonada. “Y desde aquí arrancaba el teleférico al Cable”. “¿Y tú lo sabías?”, pregunto a Josep Maria. “Sí, siempre”, y abre su carpeta para mostrar el plano de la vía con la trayectoria del teleférico. “¿Y qué pasa con la vía que sigue bajando al descargador de la tolva?”, pregunto perplejo a Pep. “Es de otra época. Luego te lo explico”, me contesta.  

Continuamos hacia la Sala de Máquinas, siguiendo lo que hoy es una pista y antes una vía de tren. Aquí hay una chimenea, unos cimientos sobre los cuales habría una máquina de vapor y un pozo. Al lado de la pista, una explanada que hoy Pep decide que es el perímetro de un edificio. El próximo paso es bajar a la Mina de Font Freda, que nosotros no conocíamos pero Josep María sí.

Las máquinas de vapor usadas en las minas del Catllaràs tendrían un aspecto similar a esta (foto facilitada por Josep Maria Coll)

Bajando la cuesta, se encuentran nuevos montículos y zanjas, correspondiendo a escombreras y antiguas minas. De hecho, siempre había visto este paisaje un poco parecido a las trincheras bombardeadas conservadas de la Primera Guerra Mundial en Francia pero hasta ahora no lo había sabido interpretar.  Pasamos los restos de una barraca y metida en una pequeña hondonada, tapada por los árboles, está la bocamina de la Mina de Font Freda.

La mina de Font Freda

Josep Maria nos había informado que había visto una argolla clavada en una roca al otro lado del torrente de Font Freda, cerca del camino que viene de la Mina de Moreno. Detrás, están los restos de una torre de teleférico y lo que parece ser un pozo, ahora rellenado de tierra.

Seguimos subiendo por el camino de la Pleta de les Vaques. Anotamos los restos de otro teleférico y, debajo de la chimenea y el pozo de la Pleta de les Vaques, otra zanja, una explanada estrecha y alargada que acaba en la cresta, donde hay los restos de otra torre de teleférico y otra argolla.

Estación superior del teleférico de la Pleta de les Vaques

Ahora estoy plenamente despierto y empiezo a hacerme cargo de la magnitud de los descubrimientos que nos ha ido indicando Josep Maria. Aquí comemos y es aquí dónde Pep me desvela los misterios de las minas del Catllaràs y su relación con el plano en el libro de Salmerón. Pido al lector paciencia y al final intentaré explicarlo todo.

Recogemos todo y subimos por la cresta, pasando por el teleférico  que vimos en la salida del 29/07/2011 y llegando a la chimenea. Aquí hubo otra máquina de vapor, alimentada por una cisterna que, se supone, traía agua de alguna fuente.

Bajamos al otro lado, buscando sin éxito una bocamina que muestra el plano de Salmerón, aunque sí encontramos otra cisterna de función desconocida en un camino ya conocido. Emprendemos el camino de vuelta, pasando por la Font Freda y desembocando en la pista del Xalet de Catllaràs, donde subimos al coche. El grupo en la caseta tiene invitados para comer.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 325 metros de desnivel acumulado.

Ahora toca explicar todo lo que he contado en el buen entendido que podrá cambiar si surgen datos nuevos.


El camino seguido por el carbón, tal como se mostró en una proyección vertical y horizontal en el libro de Salmerón, con comentarios y realce del trazado en amarillo por Josep Maria Coll

La imagen arriba está extraída del libro de Salmerón, Els Trens del Berguedà. Josep Maria ha añadido algunos comentarios explicativos en catalán y ha marcado en amarillo el recorrido del carbón. El problema con ese plano es que marca el origen en la mina del Teixó. Con el emplazamiento actual de la mina, hace un dibujo imposible y lo habíamos descartado por inverosímil. Sin embargo, si se omite el nombre de la mina o se cambia a “la mina antigua del Teixó”, todo empieza a encajar.

Empecemos en la zanja debajo del pozo en la Pleta de les Vaques. Esta zanja habría sido una mina. La escombrera fue aplanada y se colocó encima una vía que transportaba el carbón hasta el inicio del teleférico que bajaba hasta el pozo donde había la primera argolla. Desde allí, se bajaba hasta una galería que llevaba el carbón hasta la Mina de Font Freda donde otra galería lo llevaba hasta el pozo de la Sala de Máquinas. Desde allí se elevaba el carbón hasta la superficie, donde había otra vía hasta el cargador del Roc de la Lluna, donde se cargaba en otro teleférico que iba al Cable y de allí al Empalme abajo. Más adelante se construyó el pozo de la Pleta de les Vaques y se alargó el primer teleférico hasta el pozo. Las argollas tendrían tensores para soportar la carga al principio y final del teleférico. En resumen, un recorrido muy complicado forzado por la difícil orografía de la zona.

El teleférico del Roc de la Lluna data de 1912 pero el teleférico del Cable ya existía en 1906. Por lo tanto, en un primer momento, la vía iba desde la Sala de Máquinas hasta el descargador encima del Xalet (juntándose posiblemente con otra vía que venía de la cercana Mina de Arderiu), donde el carbón bajaba por una tolva hasta otra vía (la pista actual) que llevaba el carbón al posible pozo o teleférico que encontramos bajo el Xalet y desde allí al Cable, que está a muy poca distancia en línea recta.

La Mina del Moreno y la mina actual del Teixó probablemente son más modernas y tenían otro método de transporte mucho más eficiente. Desde la Mina del Moreno, el carbón bajaba en teleférico hasta el complejo del Teixó, donde se juntaba con la producción de la Mina del Teixó y, según lo que se cuenta, era transportado por una galería subterránea hasta el Cable.


Las escombreras y restos de minas que encontramos a cada lado del Roc de la Lluna corresponderían a explotaciones más antiguas de afloramientos y vetas más cercanos a la superficie, datando probablemente de finales del siglo XIX.