Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 7 de septiembre de 2013

30/8/2013 – Los teleféricos de Peguera

Después del corto paréntesis del Catllaràs, Pep quiere volver a Peguera donde hay varios asuntos por resolver. Esta salida ha decidido dedicarla a los teleféricos. Básicamente, había dos teleféricos en Peguera: uno que bajaba carbón desde la Mina de Graell hasta el ferrocarril de Cercs y otro mucho más largo utilizado para el transporte de madera desde los bosques de Moripol hasta el mismo ferrocarril, una parte del cual ya seguimos en la salida del 16 de agosto.

Aparcamos el coche cerca de la mina pero en la corta bajada por la pista, Pep se ha fijado en la tierra negra y algo polvorienta y decide que hay que investigar eso. Por lo tanto, los próximos 30 minutos se dedican a recorrer escombreras y antiguas galerías, ahora hundidas, que indicarían una antigua explotación. Sigo a Pep con un ojo en las mariposas que empiezan a despertarse, pero no puedo compartir su emoción ante esas pilas de tierra negruzca.

El cargador de la mina de Graell

Luego, desde el cargador de la mina, vamos siguiendo la hilera de torres, construidas a media cuesta a la izquierda de la pista que baja a Peguera. Cada torre tenía su camino de acceso, ahora medio borrado. Pero en una llamada urgente de la naturaleza, les pierdo de vista y paso 20 minutos esperándoles en la pista. “¿Por qué me habéis abandonado?”, les reprocho. “No te abandonamos; tú te fuiste. Sólo tenías que seguir el camino”, me replica Pep. “¿Qué camino?”, protesto. “Si casi no se ven”. Pero es una discusión estéril y más vale ahorrar fuerzas para subir y bajar esas cuestas rocosas. La línea de torres continúa paralela a la pista de Col d’Hortons hasta que, en cierto momento, deja las rocas para cruzar los campos hacia el antiguo ferrocarril.

Una de las bases de teleférico, colgada entre las rocas

Antes de cruzar el torrente de Peguera, comemos. Ahora toca buscar las torres del teleférico de Moripol que nos saltamos en la salida de hace dos semanas. Nos plantamos en el descargador al lado del torrente y encaramos la cuesta delante nuestro. Es en este momento que empieza una de esas experiencias especiales, quizás similar, salvando las distancias, a lo que debían sentir los primeros exploradores que descubrieron los templos aztecos perdidos en la selva. En una distancia de unos 180 metros y 50 metros de desnivel, contamos 13 pares de columnas con la parte superior inclinada y un espacio horizontal de unos 5-6 metros entre cada columna, como si encima hubiera unos raíles para bajar los troncos de lado. Y arriba de todo, unos edificios y estructuras donde debía haber toda la maquinaria, y un camino que se aleja de todo eso hacia la derecha y la izquierda. 

 Uno de los pares de columnas

 El edificio principal 

Y este extraño arco en una posición desplazada de las columnas

Giramos hacia la derecha, nuevamente hacia Peguera, anotando otras dos posibles torres. Continúa un camino interesante, con derivaciones también interesantes, que decidimos seguir.

Finalmente, salimos en una antigua pista que acaba en una explanada elevada, desde la cual continúa otra pista antigua que muere en una base de puente frente a la Mina del Gorg, la mina que encontramos cerca del molino. Deducimos que sacaron el carbón con carros, cruzando el torrente por un puente de troncos.

El Gorg; la mina está en las rocas a la izquierda

Pasamos nuevamente por el pueblo. Para los que no lo sabéis, toda la finca de Peguera acabó siendo propiedad del Conde de Figols y, a su muerte, la heredó su familia. Sin duda, fue causa de mil discusiones agrias entre hermanos, primos, tíos y sobrinos que nunca pudieron ponerse de acuerdo sobre qué hacer con ese pueblo. Luego un alemán consiguió convencer a un jeque kuwaití que era una buena inversión y puso tanto dinero sobre la mesa que la familia se avino a vender.

Parece que la primera idea del alemán fue crear un centro de aves rapaces pero hubo problemas burocráticos y no prosperó. Pero luego hubo otra idea aún más ambiciosa: convertir la Cantina en un hotel de 5 estrellas y el pueblo en una urbanización de lujo. En plena crisis, todo el mundo, desde el ayuntamiento de Figols hasta la Generalitat, vio un proyecto que traería ese tan ansiado ‘turismo de calidad’, las trabas burocráticas se desvanecieron y se otorgaron todos los permisos necesarios. Desde entonces, por suerte para este entorno privilegiado, ha vuelto a quedar parado por falta de inversores.

¿No os parece un emplazamiento perfecto para un campo de golf?

Mientras caminamos hacia el Graell, intento ponerme en la piel de un especulador sin escrúpulos que no supiera que aquí es donde hay más días nublados en todo el Berguedà, lo duro y largo que es el invierno y lo corto que es el verano y, la verdad, yo también me lanzaría.

Bajando el grau de Graell

Bajamos el ‘grau’ del Graell, un estrecho y algo resbaladizo descenso por un pliegue en la roca seguido de un camino plano por el bosque que nos deja delante del coche. En el viaje de vuelta, Carles, normalmente tan discreto, no puede reprimir un comentario sobre mi comportamiento. “Desde luego, Steve, las dos primeras horas parece que estás en otra galaxia”. Miro a Pep en busca de apoyo. “Es verdad; eres más raro …”. Está claro que soy un incomprendido.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 340 metros de desnivel acumulado.

No hay comentarios: