Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



martes, 23 de noviembre de 2021

1/10/2021 – Els Tossals

Es la segunda salida al municipio de Capolat para nuestros jóvenes investigadores y el 4º aniversario del referéndum del 1 de octubre de 2017. Las escenas de violencia policial dieron la vuelta al mundo pero el gobierno de Rajoy y el ‘deep state’ español consiguieron sus propósitos, ya que hoy Cataluña no es un país independiente.

Mientras se anuncian en la radio algunos actos conmemorativos, nosotros ponemos rumbo a la carretera de Sant Llorenç de Morunys. Hoy viene Pol, ahora con la plaza de máster asegurada, y un compañero de estudios, Joan, que estudia exactamente lo mismo que Pol.

Aparcamos al otro lado del túnel de La Mina y entramos en la pista que lleva al camino de los Matamatxos (o Mataburros). Ya hay una crónica de esta ruta que escribí en mayo de 2015. En esa ocasión, fui acompañado por Carles y mi hijo. Hoy, salimos en otoño, con el cambio de color que justo empieza. En el pequeño aparcamiento, hay un par de coches de boletaires y nos ponemos en guardia.

No tardamos en encontrar las primeras setas y Pep decide dar una clase de historia práctica. Alegando razones de edad y prestigio científico, entrega la bolsa a Pol y nombra a él y Joan recolectores y porteadores oficiales de setas. A cambio de llevar el peso creciente de la bolsa (y de una segunda que llevará Joan), deberán entregar el 50% del botín a nosotros, recreando de este modo el mundo feudal de siervos y señores en el que unos deben compartir el fruto de su labor con otros, basándose en la propiedad autoproclamada de un recurso (las bolsas). Y lo más sorprendente: lo aceptan sin rechistar e incluso lo asumen con entusiasmo. Aquí hay una lección para todos.

El camí dels Matamatxos

A medida que progresamos por los altibajos del camino, Pep va explicando a los dos neófitos los misterios de las umbrías, señalando el rastro dejado por el arrastre de troncos y las carboneras.

La bolsa de Pol se va llenando rápidamente. “¿Cómo es que no está todo arrasado aquí?”, pregunto a Pep. “Este camino no tiene ningún problema”. “Hay que caminar para llegar aquí y con esas subidas, debe dar pereza”, explica Pep. La verdad es que es una ruta encantadora a cualquier estación del año, excepto el invierno, cuando no le toca nunca el sol y es un auténtico congelador.

Salimos de la umbría y giramos hacia el sur. Dejamos la casa de Vilella a la derecha y luego enfilamos el camino que sube al Grau de Vilella. Desde aquí, en mayo de 2015, giré a la derecha para bajar a Travil pero hoy giramos a la izquierda para ganar la cresta de Tossals.

Subiendo al Grau de Vilella

A pesar de tener mejor acceso, seguimos viendo setas y desde hace tiempo, estamos llenando la bolsa de Joan. Al lado de la pista, Pep se agacha para coger un rovellón y una vez extraído, alisa la tierra. “El boletaire auténtico es como un ninja”, dice solemnemente, “una sombra que llega, arranca la seta y desaparece sin dejar rastro”.

La vista hacia el norte desde Els Tossals. Al fondo, la Serra del Verd, Cadí, Pedraforca y Ensija. En el plano medio, la pared de roca al pie de la cual se sitúan las tres balmas de la semana pasada


La vista hacia el sur

Vamos caminando por la cresta, con vistas largas hacia el norte y el sur. Me vienen recuerdos de la Semana Santa de 1999. Mi hermana había venido a quedar unos días y un amigo, que luego sería mi profesor de yoga, nos invitó a una salida para conocer a otros amigos suyos que también caminaban, con sus respectivas familias. Resulta que hicimos Els Tossals, desde el Santuario dels Tossals hasta Travil. Allí fue donde conocí a Pep y me fue explicando todos los secretos de aquel lugar. Supe reconocer a un maestro verdadero de su tema y, desde entonces, no hemos dejado de explorar caminos.

Pido que almorcemos en el mismo lugar donde almorzamos aquel día, un lugar despejado con una vista magnífica hacia el norte, y así hacemos.

Continuamos hacia el Mal Pas, una estrecha repisa sobre una roca lisa de unos 30 metros de alto que bordea el final de un barranco. Me parece más expuesto que la última vez que pasé, hace unos cuantos años, pero Pep me asegura que está igual. Después de pasar el barranco, procurando no mirar hacia la derecha, volvemos a entrar en el bosque y finalmente llegamos al Santuario dels Tossals.


Las ruinas del Santuario dels Tossals

Desde que vine la última vez, se ha excavado y limpiado el interior, dejando a la vista la estructura del edificio. En la excavación, se descubrieron los restos de un castillo anterior. La actual iglesia está en ruinas. La razón es que la gente del lugar solía usar el edificio para fornicar y el capellán, como digno representante de la ira divina, voló el edificio con dinamita una noche para que nunca más se pudiera usar para cometer actos impíos.

Para subir las máquinas para despejar y excavar, se hizo una pista sobre el camino anterior, destruyendo una gran parte del mismo. Ahora se ha pavimentado con hormigón con cierto gusto, respetando el relieve natural, y cerca del santuario, se ha suavizado la pendiente con escalones espaciados, hechos con una piedra de color arena que armoniza con el entorno. La verdad es que ahora no duele tanto a la vista.


Cataluña indómita

Antes de llegar al Coll de Jou, bajamos al camino de Matamatxos y de allí al coche, donde repartimos las setas. Ha sido un día largo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,5 km; 580 metros de desnivel acumulado.

24/9/2021 – La Balma Roja

Hoy es el primer día de nuestro repaso de Capolat. Nos acompañan Pol y Rosa, dos estudiantes brillantes que encaran un futuro incierto. El primero está pendiente de una plaza para hacer un máster en docencia para enseñar historia; la segunda es una antropóloga física (huesos, para entendernos) que está pendiente de una plaza para cursar un doctorado.

Hoy Pep quiere comenzar por el punto más septentrional de Capolat, donde toca el municipio de Castellar de Riu, justo donde yo había anunciado al mundo entero que no volveríamos nunca más.

Aparcamos delante de la casa de Can Blanc y después de bajar del coche, Pep nos explica su programa ambicioso para hoy. Primero, seguir el tramo del camí ral de Berga a Sant Llorenç de Morunys que está dentro del municipio de Capolat, luego visitar el castillo de Terrers y tres casas medievales entre Terrers y Can Blanc, y finalmente subir hasta las rocas encima de Can Blanc, donde hay tres cuevas o abrigos a pie de risco. Miro hacia arriba con recelo; temo lo peor.

Empezamos caminando por la pista hacia la casa de Terrers, marcando los fragmentos del camí ral original que se apartan de la pista y, de este modo, han conseguido sobrevivir. En un punto estratégico, Pep se para y señala con el bastón el cerro de Terça al otro lado del valle. “Más allá de límites municipales, hay que entender esta zona como un punto fronterizo entre casas nobles, con los conflictos que ello provocaba”, dice. “En frente, había el castillo de Terça, donde mandaban los Berga. Y en el pequeño alto detrás de Terrers, había el castillo de Meda, que marcaba el límite de los dominios de los Cardona”.


Pep señala el castillo de Terça

Llegamos a la casa de Terrers. El camí ral continúa hacia el oeste y lo seguimos hasta la casa de La Ribera, situada en el límite con Llinars. Es una zona muy frondosa, con pinos jóvenes y robles, y la mariposa del boj aún no ha llegado aquí. Además, donde ha sobrevivido el camí ral, busca un paso entre rocas cubiertas de musgo y plantas, lo que le añade atractivo estético.


Un tramo del camí ral antes de llegar a La Ribera

Damos la vuelta y subimos al castillo. Queda poca cosa: algunas piedras de los cimientos, algunos dibujos en el suelo que marcarían la silueta de muros y edificios anexos. En su tiempo, habría sido una construcción importante. Señalo hacia Terça. “Hay un cerro entre medio. No tengo claro que se pudieran ver”, observo. Esta imagen que describe Pep una y otra vez de dos torres que se vigilaban con desconfianza empieza a tambalearse. Lo que ambas sí que podían vigilar sin restricciones era el camí ral.

Bajamos a los campos debajo de Can Blanc y recorremos 3 casas medievales casi en línea. Su estado de conservación varía desde una pila desordenada de piedras en el suelo hasta un perímetro rectangular bien delimitado con algunos muros intactos.

Ponemos rumbo hacia el norte. Cruzamos la pista y seguimos una pista de desembosque que va subiendo en zigzag. Hasta aquí bien, pienso. Pero ya me conozco; con el cambio de gradiente, empezaré a sufrir. Pep deja la pista y sube en línea recta, dejando a nuestra izquierda una pared de roca. Con los ojos fijados en el objetivo, Pep ya no para. ¿Para qué?, si para él es lo mismo que caminar sobre plano. Los dos jóvenes sí que se van parando, fingiendo un cansancio que seguro que no sienten y cuya finalidad, sospecho, es evitar que me quede descolgado del todo del grupo. Al final, llegamos a la Balma Roja, donde nos espera Pep. Es una larga pared calcárea con huecos y voladizos que crean lugares de refugio. En algunos puntos, se ven señales de humo y aquí se encontró cerámica prehistórica.

Parte de la Balma Roja

Aquí comemos, con una temperatura muy cálida. Interrogo a Rosa sobre sus antecedentes académicos. Hacer la transición del mundo universitario al profesional ya era una carrera de vallas en mis tiempos. Hoy, hay el doble de vallas, con la perspectiva de pasar años de precariedad.

Iniciamos un flanqueo difícil hacia las otras dos balmas, más pequeñas, superando mil obstáculos. No sería tan malo si no pudiera escuchar el latido de mi corazón en los oídos al pasar la sangre por las carótidas en su camino hacia el cerebro y que se resiste a bajar de 120. Medito dejarlo correr y bajar hacia la pista, pero con la pendiente y la falta de camino, seguro que acabaría abocado al precipicio que bordeamos en la subida, obligándome a realizar un flanqueo igual de precario. Además, ¿qué harían sin mi GPS, que no pierde nunca la señal?

Por fin, llega el momento de bajar. A pesar de la pendiente, los árboles permiten pasar continuamente de un punto de agarre a otro y llegamos sin novedad a otra pista de desembosque, que nos lleva al coche.

“¿Cómo estás?”, me preguntan preocupados los jóvenes desde los asientos de detrás. “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, contesto.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,2 km; 480 metros de desnivel acumulado.