Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



martes, 23 de noviembre de 2021

24/9/2021 – La Balma Roja

Hoy es el primer día de nuestro repaso de Capolat. Nos acompañan Pol y Rosa, dos estudiantes brillantes que encaran un futuro incierto. El primero está pendiente de una plaza para hacer un máster en docencia para enseñar historia; la segunda es una antropóloga física (huesos, para entendernos) que está pendiente de una plaza para cursar un doctorado.

Hoy Pep quiere comenzar por el punto más septentrional de Capolat, donde toca el municipio de Castellar de Riu, justo donde yo había anunciado al mundo entero que no volveríamos nunca más.

Aparcamos delante de la casa de Can Blanc y después de bajar del coche, Pep nos explica su programa ambicioso para hoy. Primero, seguir el tramo del camí ral de Berga a Sant Llorenç de Morunys que está dentro del municipio de Capolat, luego visitar el castillo de Terrers y tres casas medievales entre Terrers y Can Blanc, y finalmente subir hasta las rocas encima de Can Blanc, donde hay tres cuevas o abrigos a pie de risco. Miro hacia arriba con recelo; temo lo peor.

Empezamos caminando por la pista hacia la casa de Terrers, marcando los fragmentos del camí ral original que se apartan de la pista y, de este modo, han conseguido sobrevivir. En un punto estratégico, Pep se para y señala con el bastón el cerro de Terça al otro lado del valle. “Más allá de límites municipales, hay que entender esta zona como un punto fronterizo entre casas nobles, con los conflictos que ello provocaba”, dice. “En frente, había el castillo de Terça, donde mandaban los Berga. Y en el pequeño alto detrás de Terrers, había el castillo de Meda, que marcaba el límite de los dominios de los Cardona”.


Pep señala el castillo de Terça

Llegamos a la casa de Terrers. El camí ral continúa hacia el oeste y lo seguimos hasta la casa de La Ribera, situada en el límite con Llinars. Es una zona muy frondosa, con pinos jóvenes y robles, y la mariposa del boj aún no ha llegado aquí. Además, donde ha sobrevivido el camí ral, busca un paso entre rocas cubiertas de musgo y plantas, lo que le añade atractivo estético.


Un tramo del camí ral antes de llegar a La Ribera

Damos la vuelta y subimos al castillo. Queda poca cosa: algunas piedras de los cimientos, algunos dibujos en el suelo que marcarían la silueta de muros y edificios anexos. En su tiempo, habría sido una construcción importante. Señalo hacia Terça. “Hay un cerro entre medio. No tengo claro que se pudieran ver”, observo. Esta imagen que describe Pep una y otra vez de dos torres que se vigilaban con desconfianza empieza a tambalearse. Lo que ambas sí que podían vigilar sin restricciones era el camí ral.

Bajamos a los campos debajo de Can Blanc y recorremos 3 casas medievales casi en línea. Su estado de conservación varía desde una pila desordenada de piedras en el suelo hasta un perímetro rectangular bien delimitado con algunos muros intactos.

Ponemos rumbo hacia el norte. Cruzamos la pista y seguimos una pista de desembosque que va subiendo en zigzag. Hasta aquí bien, pienso. Pero ya me conozco; con el cambio de gradiente, empezaré a sufrir. Pep deja la pista y sube en línea recta, dejando a nuestra izquierda una pared de roca. Con los ojos fijados en el objetivo, Pep ya no para. ¿Para qué?, si para él es lo mismo que caminar sobre plano. Los dos jóvenes sí que se van parando, fingiendo un cansancio que seguro que no sienten y cuya finalidad, sospecho, es evitar que me quede descolgado del todo del grupo. Al final, llegamos a la Balma Roja, donde nos espera Pep. Es una larga pared calcárea con huecos y voladizos que crean lugares de refugio. En algunos puntos, se ven señales de humo y aquí se encontró cerámica prehistórica.

Parte de la Balma Roja

Aquí comemos, con una temperatura muy cálida. Interrogo a Rosa sobre sus antecedentes académicos. Hacer la transición del mundo universitario al profesional ya era una carrera de vallas en mis tiempos. Hoy, hay el doble de vallas, con la perspectiva de pasar años de precariedad.

Iniciamos un flanqueo difícil hacia las otras dos balmas, más pequeñas, superando mil obstáculos. No sería tan malo si no pudiera escuchar el latido de mi corazón en los oídos al pasar la sangre por las carótidas en su camino hacia el cerebro y que se resiste a bajar de 120. Medito dejarlo correr y bajar hacia la pista, pero con la pendiente y la falta de camino, seguro que acabaría abocado al precipicio que bordeamos en la subida, obligándome a realizar un flanqueo igual de precario. Además, ¿qué harían sin mi GPS, que no pierde nunca la señal?

Por fin, llega el momento de bajar. A pesar de la pendiente, los árboles permiten pasar continuamente de un punto de agarre a otro y llegamos sin novedad a otra pista de desembosque, que nos lleva al coche.

“¿Cómo estás?”, me preguntan preocupados los jóvenes desde los asientos de detrás. “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, contesto.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,2 km; 480 metros de desnivel acumulado.

No hay comentarios: