Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 16 de diciembre de 2021

12/11/2021 – Coforb

Hoy toca Coforb. Es un día gris, húmedo, con un aire de otoño avanzado. Nos acompaña Marta. Aparcamos en la carretera de Coforb, cerca de la Casa del Pla, y caminamos hacia el sur, donde la estrecha meseta de Coforb y Capolat de repente cae en el picado hacia la plana del Berguedà. Con algunos momentos de lluvia fina, bajamos por un camino que nos lleva a una repisa al pie de la primera línea de rocas. El camino se convierte rápidamente en una pista naturalizada que permite disfrutar de las vistas.

Yendo hacia el camino del Molinot

Cuando atrapo a Pep y Marta, están en una balma que había sido habitada en algún momento, discutiendo sobre metodología.

“A ver”, dice Marta, “en la ficha tengo que poner si el acceso es fácil, moderado o difícil”.

Pep levanta los brazos en exasperación: “Esto es históricamente irrelevante. No aporta nada a su valor como patrimonio”.

“Algo tengo que poner”.

“Pues, pon que todos tienen un acceso difícil. Así no vendrá nadie y no lo estropearán”.

“No colará”.

Entroncamos con el camino que sube desde Avià al Molinot, del que hice una crónica en diciembre de 2012. Visitamos el molino viejo, el molino nuevo (restaurado con mucho amor y dinero), la casa medieval de Cal Silvestre, y la presa que desviaba el agua al molino.


El pequeño estanque detrás del Molinot

Y la casa con la balsa del antiguo molino

Seguimos subiendo y visitamos dos hornos de tejas y el antiguo molino de Curtichs (muy perdidos) para luego pasar al lado de La Closa y bajar hacia La Ventaiola, el único lugar donde el municipio deja el llano alto y baja hacia Avià, por un tema de venta de propiedades entre nobles.

Aquí hay una prensa de viña, una casa medieval y una balma. Ya hemos bajado 200 metros, que luego habrá que subir, y es la una y media. Necesito calorías. “¿Cuánto falta para comer?”, pregunto. “Diez minutos”, dice Marta. Y por una vez, padre e hija dejan de discutir, intercambian miradas de complicidad y se ponen a reír. “Aquí hay juego sucio”, pienso. “Ahora hacen piña contra mí”.

Tras pasarlo de largo, retrocedemos y acertamos el camino a la casa de Ventaiola, de la que quedan algunos muros y, tras cruzar la riera de Clarà con dificultad, llegamos a la balma. Aquí hay un camino que continúa y enlaza con el camino del Molinot. Sin embargo, ahora está cubierto de vegetación y completamente intransitable. Damos la vuelta y, por fin, transcurrido más de media hora desde mi pregunta inicial, nos paramos para comer cerca de Ventaiola. 

“¿Qué pasó con los diez minutos?”, pregunto, dolido. “Mi padre me lo decía a mí”, contesta Marta. “Es una buena cifra, ni mucho ni poco; siempre convence”.

Volviendo a subir el camino del Molinot por segunda vez hoy, pero desde más abajo

Al no poder continuar desde la balma, ahora tenemos que dar un largo rodeo por la pista que cruza la riera y finalmente, por caminos secundarios, entramos en el camino del Molinot e iniciamos una larga subida. Por suerte, los colores de las hojas están en su mejor momento y cuando, por fin, salimos en la carretera cerca de la casa de Barons, con las nubes ya disipadas, el sol está en la posición perfecta para dar un tono dorado a todo. Ahora solo queda caminar por la carretera hasta llegar al coche.

La casa de La Coma con la luz de la tarde

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,8 km; 490 metros de desnivel acumulado.

5/11/2021 – Les Fonts

Si la semana pasada hicimos todo lo que era al este del Pantano de Espunyola, esta semana Pep quiere recorrer el lado oeste. El jueves le había explicado mi cansancio existencial de la semana anterior y le pedí que no fuera tan ambicioso.

Hoy parece que hará buen tiempo. Esta vez, nos acompaña Rosa. Aparcamos en el mismo sitio y nada más bajar el coche, Pep sube sin camino, casi en línea recta. Hacemos casi 100 metros de golpe pero, para mi gran sorpresa, me voy encontrando bien.

Llegamos a la casa de Paredada, metida en un hueco entre rocas que la protege del viento. Es de época moderna y miro las ruinas sin interés. Sin embargo, la casa medieval del mismo nombre, que aprovecha una balma unos 100 metros al sur, me parece mucho más interesante y escucho las explicaciones de Pep mientras Rosa toma notas.


La casa medieval de Paredada

De ahí pasamos a la Cingle de Malla, con unas vistas magníficas, los robles que empiezan a cambiar de color y las rocas rojizas del acantilado. Hoy va a ser un buen día. Felicito a Pep por acertar en el ritmo de caminada. “Pero si voy al mismo ritmo que siempre”, me contesta extrañado.

Una pequeña parte de la vista desde la Cingle de Malla 

Pasamos al Salt de Sallent, un precipicio por donde baja agua cuando llueve mucho, y la balma-vivienda detrás, habitada hasta épocas relativamente recientes.

Luego al Mirador del Roc Codós, acondicionado para disfrutar de las vistas. Aquí me quedo mientras Pep y Rosa bajan a anotar un horno de aceite de enebro. Después, los restos de un horno de tejas, la fuente que da nombre a la casa encima, Les Fonts, restaurada con mimo en un emplazamiento envidiable, con todo lo necesario para que las familias estresadas de la vida urbana puedan desconectar unos días y ‘cargar pilas’, como se suele decir.


Montserrat vista desde el Mirador del Roc Codós, a contraluz 

Les Fonts

De aquí a las casas medievales de Carreus, un poco más al norte, donde comemos con vistas despejadas al sur. 

La iglesia de Sant Martí de Capolat y detrás, el Santuario dels Tossals, visto desde las ruinas de Carreus

Desde aquí, es un tiro de piedra a la casa de Comamorera, con su pajar convertido en vivienda, y luego, siguiendo caminos, atravesamos la Serra de la Malla para llegar al Pantano y el coche. En este trayecto final, oímos un ruido como de bellotas que caen al suelo. Resulta ser granizo. “¡Nieve!”, grita Rosa con júbilo.


Bajando por el bosque al coche

En el coche, escuchamos el parte del tiempo. “Chubascos de granizo en el Berguedà”, dice el meteorólogo. Increíble.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,9 km; 350 metros de desnivel acumulado.

sábado, 11 de diciembre de 2021

29/10/2021 – Sant Salvador

El 9 de octubre, tenía un vuelo a Inglaterra y, para el día 8, pedí a Pep una salida sin riesgo de infartos o caídas por precipicios. Y como no venían investigadores, Pep accedió magnánimamente y pasamos un día soleado paseando por campos y bosques entre Avià y Espunyola. A mi vuelta de una estancia algo accidentada en el Reino Unido, el 22 de octubre nos desplazamos un poco más hacia el oeste para adentrarnos más en el municipio de Espunyola. En ambas salidas, uno de los puntos clave fue una pasarela de piedras sobre la Riera de Clarà. El problema era que faltaba una de las piedras, lo que obligaba a dar un pequeño salto y aterrizar sobre la piedra siguiente sin perder el equilibrio y acabar en el agua. En la primera salida, cruzar la pasarela fue opcional pero no así en la segunda, si queríamos volver al coche. Evidentemente, con mi fama de torpe, la expectación fue máxima. Para los amantes de los números: 8/10/2021 – 12,2 km, 200 m; 22/10/2021 – 12,8 km; 240 m.

Reto superado

--------------------------------------------

Pero hoy hay quórum: vienen Rosa y la hija de Pep, Marta, historiadora profesional y quizás la persona que más sabe del linaje de los nobles de Portella. Mientras vamos en el coche hacia Espunyola, Pep me explica el apretado programa de hoy, que incluye varias balmas o pequeñas cuevas que en algún momento estuvieron habitadas. Como sabrán mis lectores, las balmas no son santo de mi devoción, ya que el acceso nunca es fácil. Además, hace un día gris y frío que parece confirmar los malos augurios que presiento.

Mientras tanto, Rosa y Marta hablan entre ellas. De repente, oigo desde atrás un estrépito de palabras malsonantes que me obligan a tapar las orejas. “¿Pero qué educación le has dado a tu hija?”, pregunto atónito a Pep. Pep mira fijamente la carretera sin contestar pero al menos la conversación atrás vuelve a ser más decorosa.

Dejamos la carretera para subir la pista que va al Pantano de Espunyola, donde aparcamos. Cruzamos al otro lado del pantano y tomamos una pista que va hacia Sant Salvador. Antes era un camino entrañable que iba siguiendo la línea de los riscos; ahora es una pista sin alma que ha aniquilado el camino pero en contrapartida ha despejado las vistas. Bajamos momentáneamente a la primera balma. Dejo trabajar a los historiadores.

El Pantano de Espunyola desde una perspectiva que engaña 

Continuamos por la pista. Las vistas serían magníficas si no fuera por las nubes bajas que quitan perspectiva. Bajamos al camino de la Bofia; este camino sí que se ha conservado, al igual que el camino que baja a Espunyola. 

Vistas de la Cingle de Sant Salvador; la pista fea a la izquierda no se ve

El camino de La Bofia

La Bofia es una gruta que normalmente tiene un estanque en su interior pero hoy está seco. Llegamos a Sant Salvador, antigua torre medieval que luego fue convertida en casa de pagès. Se ve claramente la división entre la construcción antigua y la moderna. Dentro de las ruinas, se podía ver un interesante ejemplo de opus spicatum pero ahora la vegetación lo ha tapado todo y además es imposible pasar. Cerca hay un punto geodésico pero con las nubes rozándonos, todo es gris. No hay sol, hace frío, me siento cansado; venir aquí ha sido un terrible error.


Aquí se ve claramente la división entre lo viejo y lo nuevo

Mirando hacia Sant Salvador. El cielo empieza a despejarse. El camino de la Bofia se ve abajo

Damos la vuelta y volvemos por la misma pista para luego desviarnos hacia arriba y entrar en otra pista paralela, de la cual nos volvemos a desviar para ir a dos balmas más. No consigo compartir el entusiasmo de los demás mientras Pep señala algunos indicios de su antigüedad. 

Pep comenta los méritos técnicos de la balma

Volvemos a la pista y seguimos hacia el norte, girando ligeramente hacia el noreste. Se nos aproxima una valla alta, que nos acompañará hasta llegar a un cruce de pistas, donde una verja sólida barre el paso a los vehículos y al lado, una estrecha abertura permite el paso de las personas. Subimos la cuesta hacia la pista principal que da entrada a la finca de Torneula, con la valla a nuestra derecha. En la pista, nuevamente una verja y un paso estrecho para personas. Y además, señales que prohíben la recogida de setas sin autorización y declinando toda responsabilidad en caso de incidentes con el ganado.

Estamos en el Serrat de les Tombes. La gente del lugar hablaba de tumbas excavadas en la roca, de ahí su nombre. Sin embargo, hace unos 20 años se descubrió una que estaba intacta. Pep llevó a Marta cuando aún era niña para ver la excavación (todavía se acuerda, tanto le impresionó ver los huesos). Para evitar el espolio, se volvió a tapar con tierra una vez finalizada la excavación. Ahora marcamos con el GPS su localización y 4 túmulos sospechosos más. 

Volvemos a la valla. La última vez que estuve aquí (mucho antes del blog), no había nada de eso. “¿Qué pasó aquí?”, pregunto a Pep. “Hubo un problema con unos boletaires hace un par de años y el propietario tuvo que matar una vaca”, contesta. Me viene a la memoria el reportaje en la prensa local. Una mujer con un perro suelto se interpuso entre una vaca y su cría. Las vacas son muy protectoras de sus terneras y se puso muy agresiva. Cuando llegaron los agentes rurales, la vaca todavía estaba muy nerviosa. Como todavía había mucha gente urbanita pululando por allí, no vieron posibilidades de garantizar a la vaca la tranquilidad necesaria para serenarse y, temiendo otro incidente, obligaron al propietario a disparar a la vaca, matándola.  


Lo que hace un propietario escarmentado

No sé cuánto le costó al propietario vallar toda su finca pero seguro que no fue barato. Y, pensando mal, no me sorprendería que la persona que protagonizó el incidente volviera a casa convencida de que había tenido la mala suerte de topar con una vaca asesina.

Mientras caminamos de vuelta por la pista hacia el Pantano, me entretengo con pensamientos lúgubres sobre nuestra desconexión de la vida rural. Pep quiere comer en las ruinas de Casanova de Foubes pero sale de la pista demasiado pronto y hacemos un círculo enorme – que seguro que añade un par de kilómetros más a la salida – antes de volver a la pista exactamente en el mismo punto donde lo dejamos.

La segunda vez, lo acierta y llegamos por una pista antigua a la casa. Por fin, parece que el día se va a despejar y se ven pequeños trozos de cielo azul. Mientras comemos, pregunto a Marta porqué, contra todo pronóstico, decidió seguir las huellas de su padre y estudiar historia. “Me gustaban los romanos”, contesta escuetamente. Evidentemente, no ha visto ‘Gladiator’; eran todos unos psicópatas.

Casanova de Foubes

Antes de volver al coche, Pep todavía tiene tiempo para recorrer un fragmento del antiguo camí ral de Espunyola a Capolat que ha sobrevivido. En el coche, me confiesa que no ha podido cubrir todos los objetivos que había previsto; resuelvo hablar con él antes de la próxima salida.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,2 km; 300 metros de desnivel acumulado.


martes, 23 de noviembre de 2021

1/10/2021 – Els Tossals

Es la segunda salida al municipio de Capolat para nuestros jóvenes investigadores y el 4º aniversario del referéndum del 1 de octubre de 2017. Las escenas de violencia policial dieron la vuelta al mundo pero el gobierno de Rajoy y el ‘deep state’ español consiguieron sus propósitos, ya que hoy Cataluña no es un país independiente.

Mientras se anuncian en la radio algunos actos conmemorativos, nosotros ponemos rumbo a la carretera de Sant Llorenç de Morunys. Hoy viene Pol, ahora con la plaza de máster asegurada, y un compañero de estudios, Joan, que estudia exactamente lo mismo que Pol.

Aparcamos al otro lado del túnel de La Mina y entramos en la pista que lleva al camino de los Matamatxos (o Mataburros). Ya hay una crónica de esta ruta que escribí en mayo de 2015. En esa ocasión, fui acompañado por Carles y mi hijo. Hoy, salimos en otoño, con el cambio de color que justo empieza. En el pequeño aparcamiento, hay un par de coches de boletaires y nos ponemos en guardia.

No tardamos en encontrar las primeras setas y Pep decide dar una clase de historia práctica. Alegando razones de edad y prestigio científico, entrega la bolsa a Pol y nombra a él y Joan recolectores y porteadores oficiales de setas. A cambio de llevar el peso creciente de la bolsa (y de una segunda que llevará Joan), deberán entregar el 50% del botín a nosotros, recreando de este modo el mundo feudal de siervos y señores en el que unos deben compartir el fruto de su labor con otros, basándose en la propiedad autoproclamada de un recurso (las bolsas). Y lo más sorprendente: lo aceptan sin rechistar e incluso lo asumen con entusiasmo. Aquí hay una lección para todos.

El camí dels Matamatxos

A medida que progresamos por los altibajos del camino, Pep va explicando a los dos neófitos los misterios de las umbrías, señalando el rastro dejado por el arrastre de troncos y las carboneras.

La bolsa de Pol se va llenando rápidamente. “¿Cómo es que no está todo arrasado aquí?”, pregunto a Pep. “Este camino no tiene ningún problema”. “Hay que caminar para llegar aquí y con esas subidas, debe dar pereza”, explica Pep. La verdad es que es una ruta encantadora a cualquier estación del año, excepto el invierno, cuando no le toca nunca el sol y es un auténtico congelador.

Salimos de la umbría y giramos hacia el sur. Dejamos la casa de Vilella a la derecha y luego enfilamos el camino que sube al Grau de Vilella. Desde aquí, en mayo de 2015, giré a la derecha para bajar a Travil pero hoy giramos a la izquierda para ganar la cresta de Tossals.

Subiendo al Grau de Vilella

A pesar de tener mejor acceso, seguimos viendo setas y desde hace tiempo, estamos llenando la bolsa de Joan. Al lado de la pista, Pep se agacha para coger un rovellón y una vez extraído, alisa la tierra. “El boletaire auténtico es como un ninja”, dice solemnemente, “una sombra que llega, arranca la seta y desaparece sin dejar rastro”.

La vista hacia el norte desde Els Tossals. Al fondo, la Serra del Verd, Cadí, Pedraforca y Ensija. En el plano medio, la pared de roca al pie de la cual se sitúan las tres balmas de la semana pasada


La vista hacia el sur

Vamos caminando por la cresta, con vistas largas hacia el norte y el sur. Me vienen recuerdos de la Semana Santa de 1999. Mi hermana había venido a quedar unos días y un amigo, que luego sería mi profesor de yoga, nos invitó a una salida para conocer a otros amigos suyos que también caminaban, con sus respectivas familias. Resulta que hicimos Els Tossals, desde el Santuario dels Tossals hasta Travil. Allí fue donde conocí a Pep y me fue explicando todos los secretos de aquel lugar. Supe reconocer a un maestro verdadero de su tema y, desde entonces, no hemos dejado de explorar caminos.

Pido que almorcemos en el mismo lugar donde almorzamos aquel día, un lugar despejado con una vista magnífica hacia el norte, y así hacemos.

Continuamos hacia el Mal Pas, una estrecha repisa sobre una roca lisa de unos 30 metros de alto que bordea el final de un barranco. Me parece más expuesto que la última vez que pasé, hace unos cuantos años, pero Pep me asegura que está igual. Después de pasar el barranco, procurando no mirar hacia la derecha, volvemos a entrar en el bosque y finalmente llegamos al Santuario dels Tossals.


Las ruinas del Santuario dels Tossals

Desde que vine la última vez, se ha excavado y limpiado el interior, dejando a la vista la estructura del edificio. En la excavación, se descubrieron los restos de un castillo anterior. La actual iglesia está en ruinas. La razón es que la gente del lugar solía usar el edificio para fornicar y el capellán, como digno representante de la ira divina, voló el edificio con dinamita una noche para que nunca más se pudiera usar para cometer actos impíos.

Para subir las máquinas para despejar y excavar, se hizo una pista sobre el camino anterior, destruyendo una gran parte del mismo. Ahora se ha pavimentado con hormigón con cierto gusto, respetando el relieve natural, y cerca del santuario, se ha suavizado la pendiente con escalones espaciados, hechos con una piedra de color arena que armoniza con el entorno. La verdad es que ahora no duele tanto a la vista.


Cataluña indómita

Antes de llegar al Coll de Jou, bajamos al camino de Matamatxos y de allí al coche, donde repartimos las setas. Ha sido un día largo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,5 km; 580 metros de desnivel acumulado.

24/9/2021 – La Balma Roja

Hoy es el primer día de nuestro repaso de Capolat. Nos acompañan Pol y Rosa, dos estudiantes brillantes que encaran un futuro incierto. El primero está pendiente de una plaza para hacer un máster en docencia para enseñar historia; la segunda es una antropóloga física (huesos, para entendernos) que está pendiente de una plaza para cursar un doctorado.

Hoy Pep quiere comenzar por el punto más septentrional de Capolat, donde toca el municipio de Castellar de Riu, justo donde yo había anunciado al mundo entero que no volveríamos nunca más.

Aparcamos delante de la casa de Can Blanc y después de bajar del coche, Pep nos explica su programa ambicioso para hoy. Primero, seguir el tramo del camí ral de Berga a Sant Llorenç de Morunys que está dentro del municipio de Capolat, luego visitar el castillo de Terrers y tres casas medievales entre Terrers y Can Blanc, y finalmente subir hasta las rocas encima de Can Blanc, donde hay tres cuevas o abrigos a pie de risco. Miro hacia arriba con recelo; temo lo peor.

Empezamos caminando por la pista hacia la casa de Terrers, marcando los fragmentos del camí ral original que se apartan de la pista y, de este modo, han conseguido sobrevivir. En un punto estratégico, Pep se para y señala con el bastón el cerro de Terça al otro lado del valle. “Más allá de límites municipales, hay que entender esta zona como un punto fronterizo entre casas nobles, con los conflictos que ello provocaba”, dice. “En frente, había el castillo de Terça, donde mandaban los Berga. Y en el pequeño alto detrás de Terrers, había el castillo de Meda, que marcaba el límite de los dominios de los Cardona”.


Pep señala el castillo de Terça

Llegamos a la casa de Terrers. El camí ral continúa hacia el oeste y lo seguimos hasta la casa de La Ribera, situada en el límite con Llinars. Es una zona muy frondosa, con pinos jóvenes y robles, y la mariposa del boj aún no ha llegado aquí. Además, donde ha sobrevivido el camí ral, busca un paso entre rocas cubiertas de musgo y plantas, lo que le añade atractivo estético.


Un tramo del camí ral antes de llegar a La Ribera

Damos la vuelta y subimos al castillo. Queda poca cosa: algunas piedras de los cimientos, algunos dibujos en el suelo que marcarían la silueta de muros y edificios anexos. En su tiempo, habría sido una construcción importante. Señalo hacia Terça. “Hay un cerro entre medio. No tengo claro que se pudieran ver”, observo. Esta imagen que describe Pep una y otra vez de dos torres que se vigilaban con desconfianza empieza a tambalearse. Lo que ambas sí que podían vigilar sin restricciones era el camí ral.

Bajamos a los campos debajo de Can Blanc y recorremos 3 casas medievales casi en línea. Su estado de conservación varía desde una pila desordenada de piedras en el suelo hasta un perímetro rectangular bien delimitado con algunos muros intactos.

Ponemos rumbo hacia el norte. Cruzamos la pista y seguimos una pista de desembosque que va subiendo en zigzag. Hasta aquí bien, pienso. Pero ya me conozco; con el cambio de gradiente, empezaré a sufrir. Pep deja la pista y sube en línea recta, dejando a nuestra izquierda una pared de roca. Con los ojos fijados en el objetivo, Pep ya no para. ¿Para qué?, si para él es lo mismo que caminar sobre plano. Los dos jóvenes sí que se van parando, fingiendo un cansancio que seguro que no sienten y cuya finalidad, sospecho, es evitar que me quede descolgado del todo del grupo. Al final, llegamos a la Balma Roja, donde nos espera Pep. Es una larga pared calcárea con huecos y voladizos que crean lugares de refugio. En algunos puntos, se ven señales de humo y aquí se encontró cerámica prehistórica.

Parte de la Balma Roja

Aquí comemos, con una temperatura muy cálida. Interrogo a Rosa sobre sus antecedentes académicos. Hacer la transición del mundo universitario al profesional ya era una carrera de vallas en mis tiempos. Hoy, hay el doble de vallas, con la perspectiva de pasar años de precariedad.

Iniciamos un flanqueo difícil hacia las otras dos balmas, más pequeñas, superando mil obstáculos. No sería tan malo si no pudiera escuchar el latido de mi corazón en los oídos al pasar la sangre por las carótidas en su camino hacia el cerebro y que se resiste a bajar de 120. Medito dejarlo correr y bajar hacia la pista, pero con la pendiente y la falta de camino, seguro que acabaría abocado al precipicio que bordeamos en la subida, obligándome a realizar un flanqueo igual de precario. Además, ¿qué harían sin mi GPS, que no pierde nunca la señal?

Por fin, llega el momento de bajar. A pesar de la pendiente, los árboles permiten pasar continuamente de un punto de agarre a otro y llegamos sin novedad a otra pista de desembosque, que nos lleva al coche.

“¿Cómo estás?”, me preguntan preocupados los jóvenes desde los asientos de detrás. “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, contesto.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,2 km; 480 metros de desnivel acumulado.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

17/9/2021 – Ultima salida a Castellar del Riu

Ha sido un largo paréntesis. Primero un mes de excavaciones, luego agosto, calor, vacaciones, mal tiempo, compromisos, y finalmente hoy, los astros se ponen de acuerdo, hace buen tiempo y estamos libres para salir.

“A partir de la semana que viene, iremos a Capolat”, me dice Pep en el Mikado. “Pol y Rosa serán encargados de catalogar el patrimonio histórico de Capolat y nosotros les acompañaremos”. Pol ya vino con nosotros a Vilosiu en marzo y Rosa es otra investigadora joven.

En realidad, Pep hizo un extenso inventario para el ayuntamiento de Capolat en la era pre-blog y tan saturado quedó de la zona que no hemos vuelto desde entonces, excepto en alguna salida aislada que hice con Carles. Pero esta vez, es un encargo oficial de la Diputación que les tocará a estos jóvenes y, claro, solo nosotros les podemos decir dónde está todo lo que necesitan saber. Hace tiempo que mis lectores reclaman un repaso serio de los caminos de Capolat y parece que, por fin, su ansía de conocimientos podrá ser satisfecha.

Pero queda el problema de la salida de hoy. Tengo marcado un inicio de camino que arranca desde el camí ral encima de Ca l’Ingla y que marcha hacia la zona de Terça. Propongo que lo seguimos, a ver si abre nuevos horizontes. Encima de Ca l’Ingla, el camí ral fue convertido en una pista que discurre un poco más al sur de la carretera asfaltada, uniéndose a la carretera debajo de Can Rabeu.

Pep accede a mi propuesta y ponemos rumbo a Castellar de Riu. Aparcamos en la carretera cerca de Can Rabeu y caminamos por una pista que cruza la cresta y se une a la pista/camí ral. Caminamos hacia el este hasta el punto donde se ensancha el pequeño valle que viene desde Campllong. Es en este punto donde arranca mi camino. Justo allí, Pep ve un camino que sale de la pista hacia el noreste y tiene toda la pinta de ser un vestigio del antiguo camí ral. Lo guardamos para la vuelta.

Cruzamos la riera y entramos en mi camino. Parece muy marcado pero desaparece cuando entra en un gran claro, desde el cual marcha una pista. Entramos en la red de pistas forestales con una tendencia hacia la casa de Terça. Ha llovido mucho en la última semana y, en la zona de umbría, empiezan a salir setas de todo tipo. Finalmente, Pep ve un rovellón del tamaño de una moneda de 1 euro pero lo deja; todavía es pronto, dice. Sin embargo, a medida que proseguimos, empezamos a ver alguno más y Pep se pone más nervioso. “Los cogeré en el camino de vuelta”, dice, aun resistiéndose a sacar la bolsa.


En la larga pista que viene desde Campllong 

Sin embargo, cuando entramos en la pista principal que va de Campllong a la carretera de Sant Llorenç de Morunys, oímos voces de personas que también están buscando setas y Pep ya no puede más. Saca la bolsa. “Nos robarán todo lo que hemos ido encontrando”, justifica. El ritmo de caminada se reduce considerablemente; las prioridades han cambiado y exigen un ritmo más pausado.

Un hombre con cesta sale del bosque y entra en la pista y otro se oye detrás; más adelante, un todoterreno aparcado y luego una señora de nuestra edad con bata de hacer labores y un perrito muy agresivo que no para de acosarnos hasta expulsarnos de sus dominios.

La casa de Terça; los escasos restos del castillo se encuentran sobre un pequeño peñasco detrás

Tomamos la pista que baja hasta la casa de Terça, todavía bastante entera, con una estructura metálica nueva para guardar las balas de forraje. Aquí giramos para ir volviendo al camí ral. Con la lluvia, ha vuelto el verdor y, con el sol, todo es muy acogedor y relajante. “Un baño de bosque”, resume Pep. Busco el término japonés en Google – shinrin-yoku.

Ya cerca del camí ral, paramos para comer en un resto de camino antiguo que debía venir hacia el camí ral desde Terça. Construido sobre una pequeña repisa encima del Torrent del Pla de Campllong, es un lugar que invita a quedarse un rato. Pep repasa su espolio; no está mal, tiene la bolsa media llena. Reclamo mi 20%. Ya no habrá más porque dentro de nada, pasaremos a la solana.

Llegados a la pista, seguimos el trozo de camino. Aún descubrimos un segundo trozo intacto más adelante, cada uno unos 150 m de largo. Ya en la carretera, seguimos un largo trozo del antiguo camino de Ca l’Ingla, que va paralelo a la carretera, unos 2 m a la izquierda.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,7 km; 170 metros de desnivel acumulado.

jueves, 19 de agosto de 2021

16/7/2021 – El camino de Can Blanc a Castellar

“La última vez que fuimos a Castellar, no hicimos lo que pensaba”, me dice Pep, mientras sorbe el café en el Mikado. “Hicimos el camino a Cal l’Ingla y el camino a la iglesia. Según la Minuta, tanto el camí ral como el camino a Castellar tienen otro trazado”.

Aparcamos en el mismo sitio. Va a hacer otro día magnífico, sin un calor excesivo. Tenemos una visión de todo el valle; detrás, Els Portxos y las montañas de Rasos de Peguera, y delante, la salida del valle en la carretera de Sant Llorenç de Morunys y, detrás, la Sierra dels Tossals. “Aquí es donde se encontraban los dominios de los Berga y los Cardona, con el castillo de Terça a la izquierda y el castillo de Terrers a la derecha, ambos dominando el camí ral de Berga”, me explica Pep. “De hecho, había mucha rivalidad entre los dos linajes, que a veces desembocaba en conflictos armados”.

Mirando hacia Rasos, hoy con más calor 

De repente, me encuentro transportado en el tiempo hasta junio de 2016. Mientras yo estaba aquejado de una tos molesta, que luego resultaría ser una bronquitis, Pep fue explicando a Carles la historia de los dos castillos en unas salidas por Llinars, en un bucle reiterativo que se fue repitiendo a lo largo de varias semanas.

Pero enseguida ponemos manos a la obra. Bajamos por la misma pista a Ca l’Ingla pero, en vez de subir por el camino una vez cruzada la riera, continuamos por la pista que desemboca en un campo enorme, recién segado. Caminamos hasta el borde del campo, donde hay un barranco ancho y profundo de roca arenisca blanda y quebradiza. Imposible que haya un camino aquí. Un poco más hacia el este, veo que el terreno se aplana y efectivamente, tras caminar unos 100 metros, vemos un camino que baja hasta el fondo del valle, unos 10 metros abajo, y luego lo cruza y sube hasta enlazar con el camino que viene de Terça hasta Ca l’Ingla. Había otro camino más abajo que marchaba hacia la izquierda pero quedó muerto en las rocas.

El barranco del Torrent de Castellar

Seguimos por el camino de Terça hasta llegar al Torrent del Pla de Campllong. Desde aquí marcha un camino a la izquierda que queda muerto en las rocas otra vez, pero alineado con el camino anterior. “El camí ral venía por aquí pero quedó cortado por un desprendimiento”, concluye Pep. 

Ca l'Ingla desde el camino de Terça

Cruzamos el torrente y vamos a la fuente de Ca l’Ingla, abandonada y muy deteriorada por los animales. “Todos estos lugares se tendrían que restaurar y hacer visitables”, dice Pep, utópicamente. “Forman parte de nuestro patrimonio y no deberían quedar así”.


El camino de la fuente

Y la fuente

Volvemos a la carretera y buscamos por dónde subir. “La última vez, giramos hacia el este desde l’Arbellera pero no teníamos altura suficiente y acabamos en la iglesia. La Minuta marca otro camino que sube más desde l’Arbellera”, explica Pep. Subimos sin camino claro hasta los campos al lado de l’Arbellera. Desde aquí, una pista sube con zigzags, que seguimos. Luego Pep intenta un flanqueo pero sin resultado, y acabamos subiendo por un camino de arrastrar troncos hasta entrar en otra pista. Después, vamos por pistas hacia la casa de Castellar y finalmente, cruzando prados. Muy relajante pero poco concluyente y, con la Casa Gran a la vista, Pep da la vuelta.

Volvemos por la misma pista pero en vez de bajar, continuamos de llano y de repente, se abre un camino delante de nosotros. Donde antes solo había confusión y oscuridad, ahora todo es luz y claridad. “Cuando todo parecía perdido, Dios ha guiado nuestros pasos”, exclamamos. Seguimos el camino hasta entrar en las pistas encima de l’Arbellera y ahora sí, podemos distinguir qué es camino, qué es pista y qué es pista sobre camino.


El camino que baja a l'Arbellera

Para comer, elegimos el mismo punto al pie del cerro de l’Arbellera, con la vista hacia la Cingla de Corba y mientras comemos, miramos los mismos buitres que van y vienen. En el prado delante, las mariposas revolotean entre las flores. Es un lugar muy solitario y bastante intacto. “Si tuviera mucho dinero”, dice Pep, pensando en voz alta, “compraría todo este valle y lo preservaría como reserva natural e histórica. En muy poco espacio, la riqueza histórica aquí es enorme”.

Desde aquí, encontramos el camino que continúa la bajada y, esta vez, seguimos correctamente su trazado hacia el sureste, luego hacia el suroeste, y finalmente hacia el sur por una antigua pista que se habrá hecho sobre el camino, hasta salir en la carretera cerca del coche y con Ca l’Ingla delante nuestro al otro lado del Torrent de Castellar.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,8 km; 290 metros de desnivel acumulado.

9/7/2021 – Torrents

Aparcamos en la pista de La Ribera a medio kilómetro de Torrents, asustados por un tramo con baches y mucha piedra. Caminando hacia la casa, vemos que lo peor ya lo habíamos pasado y, en el patio de Torrents, vemos aparcada una humilde furgoneta encima de una rampa imposible. No hay nada como conocer cada centímetro del camino.

Nos recibe Toni Casassas, miembro de la familia propietaria y cuidador de la casa, al menos cuando hace buen tiempo. Viendo las grietas en la puerta de entrada, admite que hace mucho frío en invierno. Nos hace subir a la sala principal. Una mesa con piedras, estanterías con libros (la mayoría donados, dice), algún cuadro. Fuera, en la terraza, unos bancos de piedra, un pozo y una larga vista hacia el norte.

Nos presenta Bernat, un amigo de la familia, estudioso de lenguas amazónicas e investigador posdoctoral en la Universidad de Gante. Toni es artista, fotógrafo, creador de vídeos, diseñador. Lleva 2 o 3 años escribiendo un libro sobre la historia de Castell de l’Areny, basado sobre todo en las casas y las familias que allí vivían, con muchas fotos antiguas. El primer contacto con Pep se produjo a raíz de este libro, ya que Pep fue recomendado como una persona que le podría ayudar a documentarse. En su ordenador, nos muestra algunas páginas del libro. También hay una entrevista que hizo a Pep y aprovecha la ocasión para sacarle algunas fotos para el libro.

Toni y Bernat

Y nos ponemos en marcha. Toni siempre camina con un largo bastón que le da un aire medieval, como Little John de la banda de Robin Hood. De hecho, a pesar de su cámara y su ordenador, tiene un aire de otro tiempo, mientras Bernat parece el retrato robot de académico, pero con ropa de montaña.

La primera parada son las dos casas de Coma Gran. La de abajo la habíamos encontrado en la era pre-blog pero la de arriba, no la encontramos en el lugar donde la ponía el mapa del Alpina.

En la larga pista que va hacia el Gorg de l’Olla (que luego entraría en el siniestro valle de Cercosa), pregunto a Bernard por la estructura de los idiomas amazónicos. Dice que hay 300 pero el que ha estudiado más construye frases a partir de prefijos añadidos a los verbos. Solo lo hablan 600 personas, pero dice que tiene buena salud porque se transmite íntegramente de una generación a la siguiente. Otros morirán porque solo lo hablan unos pocos ancianos mientras algunos han sido resucitados por generaciones jóvenes a partir de grabaciones y otro material. Un poco como el idioma celta de Cornualles, le propongo.

Cruzamos el Gorg de l’Olla y subimos a la primera casa, Coma Gran de Baix. La segunda, Coma Gran de Dalt, está 50 metros más arriba. ¿Por qué dos casas tan cerca? ¿Eran familia y decidieron partir los campos en dos? ¿O se abandonó una para trasladarse a la otra? Imposible saber.


Coma Gran de Dalt

Como ya he dicho en otras entradas, la mariposa del boj ha destruido todo el boj en esta zona. Sin embargo, ahora vemos que empiezan a brotar hojas nuevas de las ramitas aparentemente muertas. La tozudez de la vida nunca deja de asombrar.

El denso bosque de pinos impide ver el otro lado del valle. Le cuento a Toni mi malestar respecto al valle de Cercosa. “Seguro que algo terrible pasó en aquella casa (la de Cercosa). Siempre me ha dado mal rollo”. “A mí me gustan esos paisajes cerrados”, contesta Toni. “Vengo a menudo aquí, sobre todo en invierno. Me siento más cómodo aquí que ante un panorama abierto”. Hablando con él, intuyo el peso de la creatividad. No siempre es fácil de gestionar.

Retrocedemos por la pista medio kilómetro y bajamos otra pista que cruza la Riera de Cercosa. Cuando acaba la pista, continuamos por lo que parecen ser antiguos campos hasta llegar a unas paredes adosadas contra un talud. Pep las inspecciona y confirma su origen medieval. No tenía constancia de su existencia; solo un topónimo puesto a voleo en el mapa: La Gavarrera.

La posible Gavarrera

Subimos a una cresta y el paisaje cambia abruptamente. Ahora son cuestas erosionadas, sin vegetación, traidoras a las que no conviene acercarse. 

El paisaje al otro lado de la casa medieval

Giramos al suroeste y bajamos al lecho de la riera de Cercosa y seguimos el curso río abajo durante otro medio kilómetro. Es momento de pedir a Bernat que nos explique un poco cómo se organizan los pueblos amazónicos: la estructura de las aldeas, las familias, los jóvenes, la división del trabajo, la caza, la espiritualidad y la muerte.


La riera de Cercosa

Salimos de la riera y cruzamos un largo llano, luego un pequeño barranco y otro llano, mucho más corto. Y, al igual que los postres, cuando se guarda lo mejor para el final, Toni muestra sonriente un pequeño montículo de piedras esparcidas por un pliegue en el terreno, cubierto por arbustos y avellanos. Los ojos de Pep se iluminan. “¿El molino medieval?”, pregunta. Toni asiente. El llano detrás sería la balsa del molino pero no encontramos ningún resto de un canal o una presa. 

Subimos al Pla del Monjo. Es hora de despedirnos. Aún no hemos comido nuestros bocadillos y le propongo a Pep la pequeña ermita de Sant Ramón. Nos sentamos sobre un muro bajo a la sombra de la iglesia. Al lado nuestro, una hilera de hormigas va y viene, trayendo todo lo que encuentran en el bosque y lo suben unos 3 metros verticales hasta donde deben tener su nido, bajo el tejado. Pep pone un trozo de pan en su camino. Enseguida, unos 15 o 20 hormigas se abalanzan sobre el trozo, cortándolo en trocitos más pequeños que luego suben al nido. Prueba con un trozo de embutido; el mismo entusiasmo. Pongo un trozo de pan de centeno. No despierta interés y se convierte en un obstáculo a rodear. Finalmente, 2 o 3 se paran para inspeccionarlo. Como experimento científico, proporciona un buen indicador del índice glucémico de nuestros bocadillos respectivos.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,1 km; 260 metros de desnivel acumulado.

domingo, 15 de agosto de 2021

2/7/2021 – El camino de Can Blanc a Sant Vicenç

“He estado mirando el mapa de la Minuta. Había un camino que iba desde Can Blanc a Castellar sin pasar por Cal l’Ingla. No lo tenemos”, me dice Pep nada más entrar en el Mikado. “Y hay un tramo del camí ral a Berga que tampoco tenemos bien”.

Aparcamos en la carretera, entre Ca l’Ingla y Can Blanc. Hará un día de pleno verano pero sin agobiar. Después de las lluvias de junio, todo está muy verde.

Lo primero es el camí ral. Buscamos la manera de bajar al Torrente de Castellar. Entramos en la pista que va a Ca l’Ingla, que cruza el Torrent de Castellar. Después de cruzar el arroyo, vemos un camino que sube a nuestra izquierda y, después de un par de curvas, ya tenemos Ca l’Ingla a la vista.

Otra vista de Ca l'Ingla con las ruinas de Casa d'en Cots a la izquierda del cobertizo

Damos la vuelta, volvemos a cruzar el torrente en la dirección contraria y seguimos el camí ral hacia Can Blanc, que bordea los campos hasta unirse a la carretera actual. Cerca hay una prensa medieval, y un poco más lejos, la casa medieval de Sarga. Todo este valle está lleno de restos históricos.

Ahora Pep busca un camino que sube hacia Castellar. Vamos siguiendo trazas tenues hacia el noreste. A veces se ven, a veces solo se ven campos y restos de la explotación forestal. Yo creo que Pep se guía más por el mapa de la Minuta que tiene guardado en la cabeza que por las pruebas sobre el terreno. Seguimos subiendo, a veces sobre pistas antiguas, a veces siguiendo un surco tenue.

El nebuloso arranque del camino desde Can Blanc (detrás)

Y la vista hacia el este, con el característico pico de Cim d'Estela

Salimos a una pista que, con poco desnivel más, nos lleva a la iglesia de Sant Vicenç. Inspeccionamos la iglesia. Está en muy mal estado. Una enorme puerta de hierro se abre sobre una pequeña antesala y luego la nave de la iglesia, con el techo en el suelo. Es curioso, pero los restos de la torre que veía desde el otro lado del torrente en la salida anterior, aquí no se ven, a pesar de estar al lado del edificio. Pasamos a la pared norte, hecha con piedras talladas de época medieval y también donde está el antiguo cementerio. Aquí han crecido árboles que dan una sombra muy bienvenida y aprovechamos el momento para hacer un descanso.

La puerta de la iglesia de San Vicenç y el cementerio a la derecha

Pero, a diferencia de la salida anterior, Pep quiere caminar un poco más antes de comer. Volvemos por la misma pista, y continuamos de llano hasta llegar a la casa de l’Arbellera. Aquí, en un llano con el pequeño cerro de la casa detrás nuestro, nos sentamos a comer. Delante, tenemos las rocas de la Cingla de la Corba, con l’Escletxa en frente, donde se encontraron restos neolíticos, ibéricos y medievales y el Grau de l’Olivell más hacia la izquierda.

Miramos el ir y venir de una pareja de buitres que tienen el nido en un lugar inaccesible en las rocas. Estas aves se han ido afianzando en la parte central de la comarca y ahora es relativamente fácil verlas patrullando las sierras. Pregunto a Pep por l’Escletxa, ya que últimamente ha ido allí en un par de ocasiones por distintos motivos. Yo no he estado nunca allí pero Pep me describe una especie de fisura entre las rocas, que luego se amplía para formar una cámara grande. Aquí, en los años 70, se encontró un esqueleto que podría ser de época neolítica, y también herramientas y otros objetos de época tardorromana y medieval.

“Yo no creo que fuera simplemente un refugio de pastores”, aventura Pep. “¿Por qué crees eso?”, le pregunto. “Los objetos son demasiado suntuosos. Me inclino más por algún tipo de santuario. Además, el lugar es muy especial, pero … es solo una opinión mía”.

Es hora de ponerse en marcha. Continuamos hacia el este por una pista y luego, por la izquierda, vemos que se marcha un camino que va trazando una curva amplia hacia el sur. “Cerca de aquí, hay unos restos que podrían ser una casa medieval”, observa Pep. Nos desviamos ligeramente y me muestra una pila de piedras bajo un afloramiento de roca que abriga del viento del norte. Desde aquí, seguimos otro camino bastante tenue que continúa hacia el sur y luego va girando hacia el sureste, hasta dejarnos prácticamente delante del coche.

“Mi contacto en Torrents me dice que tiene cosas nuevas para mostrarme”, me dice Pep, mientras bajamos hacia Berga. “La semana que viene, le haremos una visita”.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,1 km; 225 metros de desnivel acumulado.