Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 24 de diciembre de 2016

11/11/2016 – Regreso al Bac Extremer

Ha cambiado el tiempo y tenemos que bajar de altura. Sin embargo, Pep considera que aún es pronto para bajar al Baix Berguedà. En el Mikado, afrontamos nuevamente la eterna pregunta: ¿Dónde vamos? De repente, me acuerdo de una espina que lleva un año clavado. El 20 de noviembre del año pasado, fuimos al Coll de la Sala, detrás del Monasterio de Sant Llorenç de prop Bagà, y Pep no me dejó subir un camino que seguro que iba a algún sitio. Y arriba, encontramos otro camino que surgió de la nada para pasar el Serrat de les Hores y nunca averiguamos su punto de origen.

“Ha llegado la hora de ver qué pasa en esa cuesta”, les digo con convicción a Pep y Carles. Aparcamos en la pista, encima de la casa del Vilar y nos plantamos nuevamente  en el Coll de la Sala. No parece haber cambiado mucho desde el año pasado. Subimos primero el camino de bajar troncos y luego vemos el otro que marcha a la derecha. Como la idea era mía, Pep me hace pasar delante y él ocupa mi puesto atrás.

El camino sube con pendiente constante en diagonal hacia el noroeste. Parece que lo limpian los cazadores de vez en cuando. Aunque se ven marcas del paso de troncos, hay indicios más que suficientes de que se trata de un camino importante y todo indica que va hacia el Coll de Turbians.

A lo lejos se oye el ruido de una motosierra. Apartando el boj, me siento como un rompehielos que aparta el hielo con una elegancia poderosa para abrir un paso. De repente, se oye una voz desde atrás que rompe la magia del momento: “Ya están cortando arriba y vamos directamente hacia ellos. Suerte si no nos cae un árbol encima. Como mínimo, no podremos pasar por las ramas. Y el resto del camino estará destrozado por una pista asquerosa llena de fango”. Miro hacia atrás extrañado; es como si estuviera oyendo a mí mismo. ¿Qué influencia maléfica tendría eso de ir el último, me pregunto, que lo más natural parece ser quejarse?.

Pero Pep tiene razón. Al final, las ramas nos obstaculizan el camino y, con cierta dificultad, salimos a una pista nueva llena de fango. Imposible continuar: aparte de que el camino ya no se ve, iremos directamente hacia la motosierra y el crujir de los árboles que caen.

La pista nueva

Resbalando en el barro, llegamos a la pista principal y subimos hasta la Collada de la Font de la Paleta. Pep propone seguir la pista hasta Coll de Turbians, a ver si encontramos alguna otra cosa. Estudio mis mapas. Estamos casi a la misma altura que el camino que viene del Serrat de les Hores. Señalo un camino para bajar troncos que sube la cuesta, parte de la Xarxa Lenta y que va al Roc dels Quatre Batlles: “Por aquí se tendría que ver un camino que marcha a la izquierda en algún punto. Probémoslo”.

Subimos una pendiente. Alguna curva que se aparta de la línea recta muestra que se abrió sobre un camino anterior. Pep y Carles ya están unos 20 metros por delante mío, hablando de castillos y dominios y no han visto lo que veo yo: Un sendero tenue que marcha a la izquierda. Les llamo y lo seguimos. Lleva a lo que había sido una fuente importante y ahora es un lodazal. A partir de aquí, el camino dobla su anchura y continúa subiendo con ligera pendiente.

El camino del Serrat de les Hores

A Pep de repente se le hace la luz. “Este camino no viene de abajo sino de arriba; es para bajar. Por aquí traerían los animales desde las pasturas del Tossal para beber agua”. Seguimos subiendo y finalmente enlazamos con el tramo que encontramos el año pasado. Tot aclarit. Y damos la vuelta.

Mirando hacia el norte antes de llegar al Roc de Quatre Batlles. Al fondo, Tosa d'Alp y Puigllançada, abajo, Bagà

Al llegar otra vez al punto de inicio del camino, seguimos subiendo hacia el Roc de Quatre Batlles. 200 metros más de desnivel que había olvidado desde la última vez que subimos. Pasamos la cresta hacia la cara sur y buscamos un sitio para almorzar.

El camino de la solana hacia Rocadecans

Aparte de las fraguas, Pep ha sido requerido en varias ocasiones para dar charlas sobre temas variados. Una vez, habló sobre los maestros de la escuela pública de Gironella en la Segunda República. Otra vez, era sobre la minería del carbón como introducción a una película que se proyectaba en Gironella. Está claro que Pep ha adquirido un bagaje de conocimientos muy amplio en los últimos años y, mientras comemos con vistas a todo el municipio de Vallcebre, nos entretenemos a enumerar todos los temas sobre los que Pep podría hablar. “¿La neolítica del Berguedà?”. “Evidentemente”, dice Pep. “¿Las carboneras del Catllaràs?”. “Una por una”. “¿Las baumas (o cuevas)?” “¿Cuántas quieres?”. “¿Los puentes del Llobregat?” “En 30 minutos, tengo el Powerpoint a punto”. “¿Los castillos?”. “Con sus términos”. Y así seguimos durante unos cuantos minutos.

 Vista hacia el sur, con una panorámica de Vallcebre

Y hacia el oeste, con Pedraforca

Pero por fin es hora de ponernos en marcha otra vez. Bajamos un camino que va hacia El Quer. Hace unos cuantos años (igual unos 10 años), habíamos hecho una salida con mi hermana por ambos caras de esta sierra y habíamos encontrado este camino, tapado pero auténtico. Ya casi abajo, habíamos dejado un camino que iba hacia la derecha y, ya que estamos por aquí, sería interesante saber adónde iba. 

Para asegurarse de no equivocarse, Pep me coge los mapas. El camino cruza la pista que va al Coll de Turbians y continúa al otro lado. Pero aquí Pep y Carles, enfrascados en una nueva discusión sobre castillos, se equivocan y van hacia la derecha en vez de hacia la izquierda y acabamos en una ‘artiga’ (ver Glosario) que ya conocíamos y sin camino. Cuando nos damos cuenta, es demasiado tarde para volver atrás. “Ahora no lo sabremos nunca”, pienso con tristeza. “No creo que volvamos por aquí nunca más”.

La casa de Quer. A la izquierda, Roca Tiraval

Bajamos como podemos hasta la pista, la misma que va al Coll de Turbians pero más abajo. De camino hacia el coche, Pep ve más caminos que pueden llevar a lugares interesantes. “Aquí hay para un par de salidas más”, concluye.

En la Font de la Vinya Vella, una cesta llena de ‘fredolics’ yace abandonada sobre una de las mesas de piedra. El lugar está totalmente desierto. Nos miramos: ¿nos la llevamos o no? Con cierto esfuerzo, resistimos la tentación y seguimos por la pista. Y menos mal: no pasan dos minutos que vemos a dos hombres de mediana edad que vienen caminando a toda prisa hacia nosotros con expresiones visibles de ansiedad en los rostros, seguramente para recuperar el tesoro que habían olvidado. 

El valle del Llobregat con el sol de la tarde. Se ve la casa del Vilar

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,4 km; 620 metros de desnivel acumulado.

4/11/2016 – El camino de l’Espà

Tal como estaba programado, la semana después, Pep y Carles hicieron la ruta de Ferrús. No encontraron afloramientos de mineral pero sí kilos y kilos de setas. Los buscadores de setas, tanto los jubilados como los de fin de semana, prefieren no afrontar el desnivel, y se salva del expolio general.

Pep cree que aún puede exprimir un poco más del Pla de l’Espinal. Propone subir por la ruta que bajamos el 30 de septiembre, a ver si se puede subir un poco más arriba, y luego buscar el camino antiguo de l’Espà desde el Coll de la Trapa. Será la última vez que venimos aquí este año ya que está inminente la llegada de un frente frío que traerá la nieve y el invierno.

Como novedad, quiere hacer toda la ruta señalizada desde Saldes y por eso aparcamos en la entrada de la carretera que va al refugio de Lluis Estasen. Hace un día espléndido, sin nubes y nada de frío. Caminamos por la carretera hasta llegar al desvío señalizado a Palomera.

Bajamos por campos siguiendo lo que era un camino antiguo, cruzamos la riera y subimos hasta el Mas del Fred. Aquí nos apartamos del guion: en vez de continuar por el camino señalizado, seguimos otro camino que marcha a la izquierda y, de paso, nos permite aclarar definitivamente una red que tenía marcada parcialmente en mis mapas alrededor de Cal Pujol, identificando caminos de comunicación y otros puramente forestales.

Bajando hacia el Riu Saldes

Salimos nuevamente a la línea de alta tensión y el cortafuegos que recorre todo el valle. Saliendo del bosque, vemos que el tiempo ha cambiado. Empiezan a llegar nubes cada vez más espesas desde el oeste y a nuestra izquierda, todavía en el bosque, oímos el mugir de las vacas y los gritos de los vaqueros, que vienen bajando desde los prados de Palomera, escapando del frío que va a desplomarse sobre toda la comarca.

Caminamos hacia el oeste para reunirnos con el camino señalizado. Anotamos un corral que no habíamos visto hasta ahora, escondido entre las rocas e invisible desde el camino señalizado. A diferencia de hace dos semanas, caminamos por un desierto sin buscadores de setas, dominado por el silencio ahora que se han ido las vacas. Llegamos al Pla de l’Espinal y nuevamente, vemos que el camino se esfuma.

En el Pla d'Espinal, ahora todo para nosotros

Bajo un cielo amenazador, nos sentamos en unos troncos para comer pero enseguida, empiezan a caer gotas e iniciamos la bajada sin camino hacia el Coll de la Trapa. Llegamos a la Carretera de l’Obaga bajo una lluvia fina. La pista da un enorme rodeo para pasar el Riu de Saldes pero justo aquí, el GPS de Carles vuelve a mostrar señales de vida y nos indica un camino a la derecha que habría sido el camino antiguo de Coll de la Trapa y Gòsol.

Llegando al camino de l'Espà

Entramos en un pequeño cañón de arenisca desnuda, salvo en el lecho del río, donde crece la vegetación, como esas películas del Oeste. El contraste con los bosques de pinos y los prados que lo rodean es total. Cruzamos la riera y allí, el GPS de Carles marca otro camino que va hacia Saldes, el camino de l’Espà. Ahora forma parte de la Xarxa Lenta y vemos la pintura amarilla. Para de llover. Pasamos debajo de una casa nueva y de repente, el camino se corta. Ha habido un desprendimiento de tierra y la Xarxa marca un desvío para superarlo. Pep y Carles continúan por el tramo hundido, ahora convertido en una repisa inclinada a 45 grados, pero yo, mirando la caída a mi derecha y considerando mi fama de torpe y sabiendo cómo está la huella de mis botas, opto por la prudencia. “Además, no está de más tener el desvío en el GPS”, me digo a modo de justificación.

Por aquí ya no se pasa

Al otro lado, el camino continúa pero alguien se ha cuidado de borrar las marcas amarillas. Cuando llegamos al coche, empieza a llover con ganas.


Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,8 km; 360 metros de desnivel acumulado.

viernes, 23 de diciembre de 2016

21/10/2016 – Grau dels Rucs y Grau de la Bonica

Pep quería ir a Ferrús a repetir una ruta que ya fue documentado aquí el 13/9/2013 pero esta vez para buscar más afloramientos de mineral de hierro. Sin embargo, para que no salga repetida una ruta en el blog y teniendo en cuenta que la próxima semana, me voy a Inglaterra, magnánimamente decide aplazarla y propone que volvamos a los bosques de Palomera. Concretamente, una ruta circular que uniría dos ‘graus’ para llegar a la Collada dels Prats y que se me encargó describir hace unos cuantos años.

Desde la Carretera de l’Obaga, la ruta señalizada sube por el camino asfaltado desde el cruce. Aquí, hay una casa que ahora se ha convertido en bar y pequeño restaurante. Un día tendré que volver para probar el café. Esta carretera hace unas cuantas curvas para ir enlazando casas, algunas nuevas con todas las comodidades, y el camino antiguo debía seguir un trazado mucho más recto.


Pedraforca emerge de la niebla

Aparcamos encima de la casa de Cal Pere Esclops para buscar el camino auténtico. A esta hora de la mañana, hay mucha niebla pero ya se ve que la fiebre de la seta está en su punto álgido. Por todos partes, hay coches aparcados y más que suben y en el bosque se oyen voces. Hoy, al ser día laborable para la mayoría de mortales, son mayormente matrimonios u hombres solos, todos de unos 60 años para arriba.

Cal Pere Esclops

Pero nosotros a lo nuestro. No tardamos en ver el rastro del antiguo camino, que pasa delante de la casa en ruinas, y lo vamos siguiendo hasta tener el cruce a la vista. ¿Por qué no se recuperó este camino?, nos preguntamos. Es perfectamente aprovechable. Aquí no vamos a encontrar la respuesta, aunque se podría sospechar la negativa del propietario a permitir el paso, y damos la vuelta y volvemos al coche.

Ya en el coche otra vez, dos hombres vuelven al coche aparcado delante nuestro. Tienen la cesta media llena. “Todo está muy removido aquí”, nos explican. “Poca cosa se va a encontrar ya”.

Mientras la niebla se levanta, seguimos subiendo por la pista rumbo al Grau dels Rucs. Sin embargo, al llegar a la Font dels Gavaits, nos desviamos por el camino de Maçaners a Coll de Pradell. Ya lo conocíamos pero lo seguimos para marcarlo en el GPS. Es un camino muy agradable, que va pasando por el bosque entre antiguos campos. Empezamos a ver las primeras setas, básicamente ‘fredolics’.

Campos abandonados en el camino de Maçaners

Con Cal Guineu a la vista, damos la vuelta y dejamos el camino para subir por el bosque. Entramos en un cortafuegos bajo una línea de media tensión y aquí empezamos a encontrar ‘fredolics’ en cantidades industriales. Se ve que a nadie se le ha ocurrido venir aquí. A Pep y Carles no les queda más remedio que sacar las bolsas y empezar a cogerlos. “Nosotros no buscamos setas, las encontramos”, dirá Carles después, con cierta soberbia.

Fredolics (foto sacada de Wikipedia)

Volvemos a la Font dels Gavaits y entramos en una pista de fuerte pendiente que pasa bajo la línea de alta tensión que recorre todo el valle. Aquí ha habido una explotación intensa del bosque y se han abierto pistas nuevas. Tememos lo peor, sobre todo al ver que las señales de la ruta marchan por una pista de nueva abertura. Pero unos 30 metros después, vemos que la pista se desvía a la izquierda y el camino sigue intacto por una estrecha lengua de bosque sin tocar, mientras otra pista siembra la destrucción a la derecha.

El camino (a la derecha) se salva de ser engullido por la pista (a la izquierda)

Caminamos por este pasillo verde hasta llegar a la entrada del grau. Me pongo a pensar qué podría haber pasado para que se conservara este camino y me imagino una reunión tensa, seguramente totalmente ficticia, en el Ayuntamiento de Saldes entre los cargos electos y el ingeniero forestal. “Tenemos la deuda municipal por las nubes”, dirá el Alcalde. “La construcción es historia. Sólo nos queda el bosque”. “Para sacar esos pinos, habrá que abrir pistas nuevas”, dirá otro concejal y todos mirarán al ingeniero forestal. “Sé exactamente dónde abrirlas”, contestará, pensando en esos senderos que marcan una línea perfecta.  “Pero ojo”, dirá el Alcalde. “Esas rutas señalizadas, ni tocarlas. Que luego saldrá en Facebook que hemos machacado todas las rutas de senderismo”.

Con esos pensamientos, llegamos al Grau dels Rucs. Aún se ve el empedrado. Era la ruta clásica para ir desde Maçaners y Saldes al Coll de Pradell y, desde allí, a Vallcebre y hacia el sur. En septiembre, intentamos con un éxito desigual recuperar una parte superior de la ruta.

Tramo empedrado entrando en el Grau dels Rucs

Con un cielo bastante más nublado, seguimos subiendo hacia la Collada dels Prats. Ya no hace el calor de la mañana y nos paramos lo justo para comer. Siguiendo la pista hacia el Portell Solà, pronto vemos el poste que nos indica hacia el Grau de la Bonica. Primero marcha llano hacia el norte, esquivando por escasos metros pistas nuevas abiertas para cortar el bosque. Se empieza a intuir el caos de bloques a nuestra derecha y luego estamos en el ‘grau’, un estrecho pasillo entre dos rocas y realmente digno de ver.

 El camino al Grau de la Bonica

Entrando en el 'grau'

A partir de aquí se inicia un descenso resbaladizo con fuerte pendiente. Sería un atajo para hacer de pie y de bajada y también aprovechado para bajar troncos. Más abajo, el camino es cortado tres veces por el zigzagueo de una pista transversal nueva. Vuelve a salir el sol y sube la temperatura.

Salimos nuevamente a la línea de alta tensión y giramos a la derecha para ir hacia el coche. Entramos en una pista que va a Cal Cisco. Vemos los muros de un huerto y un camino que baja. Poco después, un prado con una barraca todavía intacta en una esquina. Después, pequeños campos amurallados perdidos en el bosque, con un aire algo fantasmagórico que no deja de tener su encanto, como esos templos aztecos perdidos en la selva. Todo esto habría tenido un aspecto muy diferente hace 100 años.

La barraca, aún en perfecto estado

Seguimos hacia el coche. Hay más pendiente y los campos son más espaciados y rudimentarios. Ya se ha roto el hechizo. En su lugar, vemos residuos que han dejado los buscadores de setas, algunos orgánicos y biodegradables; otros de metal y plástico que durarán mucho más. Recojo alguna lata y pienso en el poco servicio que ha hecho TV3 al país. 

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 520 metros de desnivel acumulado.