Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



lunes, 13 de marzo de 2017

17/2/2017 – La vía de Sant Julià de Cerdanyola

Tras la salida de la semana pasada, Pep quería repasar toda la vía de tren. “La vía no puede bajar ese valle, hay demasiada pendiente. El teleférico tiene que empezar antes”. En los años 20, el Conde Olano compró los derechos de tala de todo el bosque del valle de Cerdanyola para sus minas y, para sacar los troncos, se construyó una vía de tren que fue recorriendo toda la umbría. Ahora es una pista y parte de la Xarxa Lenta.

Había venido por aquí con Pep antes de empezar el blog y también la había recorrido en bici cuando subía los fines de semana desde Barcelona.

Aparcamos en el centro del pueblo. Lo primero que Pep quiere hacer es acabar de enlazar el camino de la semana pasada con el pueblo. “Fácil”, digo. “Esto lo conozco como la palma de la mano”. Les llevo a la ‘creu de terme’, una cruz de hierro que marca el límite del pueblo y ahora convertida en una placita con bancos. Aquí en Sant Julià de Cerdanyola se ve que hay mucha afición por los bancos. Desde aquí marcha el camino, ahora pista, y en 15 minutos, estamos en el Cap dels Roquets.

Retrocedemos y subimos el camino que sigue la acequia que baja desde el Cap del Grau. Aún no ha salido el sol con potencia y hay un ambiente gélido. En el Grau, al igual que la semana anterior, vemos espirales de procesionarias medio congeladas que todavía se mueven débilmente al tocarlas con las botas. Son realmente repugnantes.

El sol todavía no ha tocado este camino que sube al Cap del Grau

Pep empieza a buscar restos del teleférico detrás de los bancos del Grau. “Aquí no está la vía”, digo con impaciencia, y por pistas sorprendentemente planas, ahora que lo pienso, damos la vuelta del Puig hasta llegar al poste de la Xarxa Lenta donde pone “Camí de la Via”. “Aquí llega la vía”, digo con cierta prepotencia y señalo el poste indicador, dando a entender que la vía hace un giro en U para encarar el Valle de l’Albiol.

Pep me mira como si esperara algo mejor de mí después de tantos años. “Este giro es imposible. La vía es lo que hemos hecho desde el Grau y allí estaba el teleférico. Así lo pone en el libro de Salmerón pero evidentemente no te has molestado a consultarlo. Y para colmo no me dejaste buscar el teleférico”, se queja. De repente, el velo del urbanita que venía aquí en los años 90 a hacer bici cae de mis ojos. Veo lo cerrado de la curva en U de la pista al Valle de l’Albiol y me doy cuenta de la pendiente suave y las curvas amplias de las pistas que hemos seguido hasta aquí. “Bueno, a la vuelta lo buscamos bien, ¿no?”, aventuro débilmente.

Caminamos por la larga pista que va siguiendo la umbría. Es suficientemente ancha y buena para que no me quede atrás y puedo caminar al lado de Pep y Carles. Escucho su conversación, llena de apellidos de personas muertas hace siglos y topónimos. Así podrían continuar durante semanas.

La cuadra de la vía

Llegamos a la cuadra; un edificio muy similar al de abajo, encima del Collet, pero en mucho mejor estado. La vía continúa durante otro medio kilómetro y se acaba. Sigue un camino que va enlazando los ‘clots’ o pequeños valles, aterrazados hasta arriba y cada uno con su barraca.

El final de la vía

Paredes interminables

Salimos cerca del Coll de Subirana y volvemos por la carretera asfaltada. Nos acompañan interminables paredes de antiguos campos, un trabajo de muchas generaciones. Todo este valle, ahora cubierto de bosque hasta la zona llana en el fondo, habría tenido un aspecto muy diferente hace un siglo o dos.

Por un camino, subimos a la cuadra y luego a las ruinas de la casa del Cap del Pla. Desde allí, seguimos el camino antiguo de mulas de Malanyeu a Sant Julià de Cerdanyola, hasta llegar al Coll de Bassotes, donde comemos al sol.

Desde aquí, baja una pista más bien fea que va por la umbría. Sin embargo, en la ribera derecha del Torrent de Lavalol, hay un camino que va siguiendo el límite de los campos. De nuevo, nos quedamos maravillados ante las interminables hileras de muros que nos van siguiendo en el largo descenso.

Más paredes que separan zonas de cultivo en el torrente que baja desde el Coll de Bassotes

Hace 15 años, había cartografiado un camino que se bifurcaba hacia la derecha, cerca de una barraca, y que nos llevaría rápidamente al Cap del Grau y al pueblo. Pasaba al lado de un pequeño risco. Había propuesto seguir este camino pero lo que encontramos es el canal que lleva el agua a los huertos del pueblo y no hay ninguna barraca. Sospecho que hemos bajado demasiado pero Pep no quiere volver a subir y seguimos ese estrecho camino con el sonido del agua que corre por el tubo enterrado bajo nuestros pies.

Entramos en la zona de riscos pero no recuerdo que el camino fuera tan colgado. De repente, Pep y Carles se paran. “¿Pasaste por aquí?”, me pregunta, entre admirado y escéptico. Comparto mis dudas. “O eras muy temerario hace 15 años o fuiste por otro sitio. Ha habido un desprendimiento y ahora no hay sitio para pasar”, continúa Pep. Hacemos un descenso precario hasta la pista debajo que seguimos hasta la Collada del Puig, donde recuperamos el canal, que seguimos hasta el Cap del Grau.

Con el calor del sol, se han animado las procesionarias. En la pista, vemos múltiples filas encaminándose con decisión hacia todos los puntos cardinales, sin que les parezca importar que algunas filas vayan hacia desde donde vienen otras filas. En el Cap del Grau, es un auténtico festival de orugas, atraídas por el agua. Volvemos a buscar el teleférico pero no queda rastro.

Escultura viva en la pequeña pasarela que cruza la acequia del Cap del Grau

Seguimos por el canal de la acequia, caminando sobre filas de procesionaria que también siguen el reborde de hormigón, hasta salir nuevamente en la plaza de la cruz. Durante unos minutos, nos sentamos al sol, imaginándonos dentro de 20 años, si la salud nos acompaña, sentados en los bancos apoyando el mentón sobre nuestros bastones, contando batallitas sobre todos los caminos que hemos seguido por aquí.

La 'placeta de la creu', con Pedraforca de fondo

Pero al cabo de 10 minutos, Pep se acuerda de todos los documentos que le esperan en casa para transcribir y nos levantamos para volver al coche.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 14,6 km; 420 metros de desnivel acumulado.

10/2/2017 – El camino antiguo de Sant Julià de Cerdanyola a Berga

Ha pasado un mes. La semana anterior, Pep y Carles exploraron caminos del entorno de Casserres entre chubascos.

Desde que lo contemplamos desde el túnel del teleférico, Pep quería volver al camino que sube el Valle de l’Albiol hasta el Cap dels Roquets para luego entrar en el pueblo de Sant Julià de Cerdanyola. El 7 de octubre de 2012, hice una salida con Josep María que incluyó la parte superior de ese camino.

La Minuta de Sant Julià de Cerdanyola muestra un camino que sube desde el puente medieval debajo del castillo de Guardiola y, en el Archivo de la Corona de Aragón, Pep ha encontrado un documento en el que también se hace mención de ese camino. Pero, tomando café en el Mikado, yo eso aún no lo sabía.

Aparcamos en los pisos del Collet. El puente que cruza el río está un poco más dilapidado que cuando lo cruzamos por última vez, en septiembre de 2014. Vamos pasando uno a uno, intentado caminar sobre las vigas de hierro, ya que las tablas de madera no parecen muy de fiar.

Yo pensaba que seguiríamos recto por el camino señalizado pero veo que Pep gira a la derecha, hacia el puente medieval. Llegamos al canal que lleva agua del Llobregat a la pequeña central eléctrica. Cuando el canal entra en un túnel, pasamos al otro lado y bordeamos la roca por un estrecho camino de mantenimiento con una caída de unos 10 metros a mi derecha. Pep y Carles se adelantan y cuando por fin llego al otro lado de la roca, ya están volviendo. Está claro que Pep no ha encontrado lo que busca. Volvemos al paso estrecho, ahora con una caída de 10 metros a mi izquierda.

El camino de mantenimiento del canal

“Como lo que busca no está aquí, ahora sí que subiremos por el camino normal”, pienso. Pero no, sube por el bosque sin camino hasta que de repente entramos en un camino muy marcado que parece viene del puente. “¿Cómo sabías que había un camino aquí?”, pregunto a Pep, asombrado. “Por intuición. Los documentos me lo decían, así que tenía que estar”, contesta.

Seguimos el camino hasta una especie de ‘grau’. Al llegar arriba, vemos delante nuestro el puente medieval de Guardiola. “Desde el año mil y poco se habla de este camino”, dice Pep, exultante. “Es el camino de Berga. Ahora lo corta el canal”.

En el 'grau' del camino de Berga

Damos la vuelta pero al otro lado, el camino se pierde en senderos de arrastre de troncos y pistas. Finalmente, llegamos a un camino muy marcado que cruza el lecho del torrente y luego sube en diagonal, empalmando con el camino señalizado. Concluimos que podría ser la continuación del camino antiguo y que la parte intermedia ahora son pistas forestales.

Bajamos el camino señalizado hacia el puente de los pisos del Collet. Otro camino marcha a la izquierda, muy tapado y afectado por un hundimiento de tierra. Sin embargo, se ve que continúa al otro lado del torrente. A partir de esta bifurcación, el camino señalizado tiene una categoría menor, bajando con una pendiente demasiado fuerte. Más adelante, Pep me dirá que el camino que marcha a la izquierda podría ser el camino original que se abrió cuando se construyó el puente nuevo en el siglo XIX y el camino señalizado vendría a ser el nuevo camino que se hizo al hundirse el original.

 Subiendo al Cap dels Roquets, la vista se amplía

Un camino de solera, entre antiguos viñedos

Damos la vuelta y volvemos a subir, disfrutando del dibujo que hace el camino entre los antiguos viñedos. Salimos a la pista en el Cap dels Roquets y continuamos subiendo por el pequeño camino que bordea el precipicio, con la valla de una finca a nuestra izquierda, hasta llegar al Cap del Grau. Durante toda la subida, tenemos vistas amplias del valle, con Pedraforca a nuestras espaldas. En el suelo, incontables espirales de procesionarias medio muertas que toparon con la roca al intentar enterrarse y quedaron congeladas al caer la noche.

Comemos en los mismos bancos donde comí con Josep Mª hace más de 4 años. La pista que se abrió para llegar a la acequia se ha ido naturalizando y ya no duele tanto a la vista. Mientras comemos, Pep y yo ensayamos una charla que tenemos que dar el día siguiente. Mientras tanto, Carles se entretiene tirando orugas de procesionaria al agua de la acequia. Pero el sol se esconde y empieza a hacer más frío. Carles camina de un lado a otro a paso vivo, intentando entrar en calor, y luego, en desesperación, empieza a hacer flexiones con las manos apoyadas en uno de los bancos.

Así es imposible continuar y desistimos de nuestro ensayo. “Qué se haga lo que Dios quiera”, decimos, y nos ponemos nuevamente en marcha por el camino que baja al fondo del valle de l’Albiol. Es un camino con mucho encanto y muy recomendable. 

El camino que baja desde el Cap del Grau, siempre recomendable

Abajo, tomamos la pista que nos llevará al Collet. A nuestra derecha, un muro marca el límite de los campos que se extienden hacia arriba en interminables estratos. Ese muro nos acompañará de forma ininterrumpida durante casi un kilómetro. Una obra inmensa.

Un segmento del muro que separa las zonas de cultivo

Llegamos a la cuadra donde se guardaban los animales que arrastraban los troncos, con una pequeña estancia para los trabajadores. Continuamos por la pista, ahora con más pendiente, hasta llegar al puente del Collet.

Lo que queda de la cuadra

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,4 km; 490 metros de desnivel acumulado.

PD. Dimos la charla en una sala anexa del Pabellón de Suecia. Es una sala pequeña pero conseguimos un lleno total, unas 40 personas. Con más publicidad, creo que habrían venido más. Algún día, volveremos a contar nuestra historia.