La semana pasada, bajando la carretera
desde el Mirador de Gresolet, habíamos visto un camino marcado con los trazos
amarillos de la Xarxa Lenta que marchaba hacia el Coll de Jou. Pep dijo que
formaba parte del antiguo camino de Saldes a Gòsol. Se notaba que era un camino
importante y además no lo teníamos en nuestros mapas.
Hoy, vuelve a hacer unas temperaturas
inusualmente suaves por la época. Aparcamos en la carretera del Mirador, cerca
de donde vimos ese camino. Primero marcamos en el GPS el tramo que baja hasta
el pueblo. En algunos puntos, el camino marcado se desvía del camino auténtico
para aprovechar pistas despejadas. Lo recorrimos todo, lo nuevo y lo viejo.
Bajando a Saldes por el camino antiguo de Gòsol
Y volviendo hacia arriba
Volvemos al punto de partida e
iniciamos la subida. Tras un corto tramo de camino, entra en una pista que
forma parte de la antigua explotación a cielo abierto. Si hubiera más caminos,
han quedado borrados. Llegamos a las ruinas de una casa. Sería Cal Ninot. Pep
mira hacia Pedraforca.
Las ruinas de Cal Ninot
“En el libro de Jolís (un
excursionista que escribió libros de itinerarios en los años 50 y 60), dice que
hay un camino que subía por el Torrente de Cal Ninot”, y señala un valle amplio
que sube al lado de la pared de roca que es la cara sur de Pedraforca, encima
de las terrazas semi-desérticas de la explotación minera. Lo miro con un ojo
crítico. “Desde aquí, no parece tan mal”, pienso.
El valle del Torrente de Cal Ninot. Su aparente asequibilidad resultó ser un engaño
Vamos subiendo las terrazas excavadas
por la minería hasta plantarnos en la entrada del valle. Ahora, visto de más
cerca, ya no es tan amable. Por el centro sube una ‘tartera’ empinada con un
caos de bloques a cada lado. Vemos un camino claro con marcas pintadas de color
rojo oscuro que busca un paso entre los bloques de piedra.
Entramos en el valle. “Esto es un
camino de escaladores”, dice Pep. “Morirá delante de una pared”, y se desvía
hacia la izquierda, siguiendo lo que él cree es el camino auténtico. Sigue una
subida ardua por la ‘tartera’ en el lado izquierdo del valle, evidentemente sin
camino. Al final, se rinde a la evidencia y busca la manera de volver al centro
del valle. Yo sigo a Carles un rato más por el lado izquierdo antes de buscar también
una manera de pasar al centro. Los huecos entre las rocas amenazan con romper
mis tobillos en cada paso. Miro hacia arriba; de repente, los buitres
circulando arriba parecen seguir nuestros movimientos con más interés.
Subiendo la 'tartera'
Por fin, en medio de una ‘tartera’ de
piedra fina y resbaladiza, se ve un trazado zigzigueante con pequeños
montículos de piedras o ‘fites’ en catalán y, de nuevo, la pintura roja. “¿Por
qué nos hiciste dejar este camino?”, reprocho a Pep. “¿Esto lo llamas camino?”,
me replica. “Esto no es nada”. “No subestimes el efecto psicológico que produce
ver esas piedrecillas”, digo. “Tonterías”, refunfuña y señala una roca más
arriba. “Por ahí pasa el camino que baja desde el Prat de Reu”.
Por fin, tras más de 300 metros de
desnivel, otro camino hecho por los escaladores y pintado con marcas azules
marcha hacia la izquierda y poco después, empalma con el camino de Prat de Reu,
con las marcas de la Xarxa Lenta. Vuelvo a respirar, aliviado.
Por fin, llegamos a un lugar donde podemos descansar
Giramos a la izquierda para iniciar el
descenso. Comemos en un pequeño promontorio con vistas a la cara sur de
Pedraforca, mirando el vuelo de un quebrantahuesos que va pasando una y otra
vez delante de la roca lisa. Últimamente, es cada vez más fácil ver estos
pájaros enormes.
Aquí hay un quebrantahuesos. ¿Lo podéis ver?
“No sé por qué vienes con nosotros”,
me dice Pep de repente. “No te interesan los archivos. Siempre te estás
quejando. No participas en nuestro proyecto. Y además, para ver pájaros, no
hace falta venir con nosotros”. Mientras vamos bajando por el bosque de pinos,
voy reflexionando sobre lo que me ha dicho Pep.
El camino que baja desde el Prat de Reu
Salimos en el Coll de Jou, donde la
excavación minera ha creado un pequeño lago. Toda esa explotación a cielo
abierto se hizo para hacer más rentable la minería en el Berguedà, como también
en Vallcebre y Figols. Pero el sector ya estaba tocado de muerte. Para tener 5
o 10 años más de trabajo, como mucho, se destrozó un paisaje y, a pesar de los
intentos de restauración, sus efectos se van a notar durante unas cuantas
décadas más.
Llegamos al coche y, como aún queda
tiempo antes de la clase de canto, Pep y Carles deciden ir a Cal Bardines,
cerca de Sorribes, donde hay un tramo recién recuperado del camino de Saldes a
Gòsol que pasa por debajo de la carretera actual.
El tramo restaurado del camino de Gòsol bajo la carretera actual
Vista desde Cal Bardines. En el fondo, el pueblo medieval de Gòsol y, al lado de la bandera, el Coll del Cap de la Creu. Viniendo por el camino antiguo, sería la primera vista que un viajante medieval tendría del pueblo.
Aparcamos el coche y lo seguimos hasta
el Coll del Cap de la Creu, pasando entre antiguos campos. Tiene gracia. Luego
volvemos al coche y subimos a Cal Bardines, donde el camino continúa subiendo
hasta una pista, desde la cual arranca el camino al Col de Jou. Veo que ese
último trozo está marcado en nuestros mapas pero no recuerdo haberlo hecho.
En el viaje de vuelta en el coche,
paso revista a 15 años saliendo juntos. “Nunca hemos tenido un proyecto común”,
le digo a Pep finalmente. “Tenemos intereses comunes. Otra cosa es la amistad y
eso no tiene explicación”. En casa, leo en la web de la BBC que, según un
estudio, una amistad que haya durado más de 8 años probablemente durará toda la
vida. ¡Pobre Pep!
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 10,6 km; 630 metros de desnivel acumulado.
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