Hubo el parón obligado por las fiestas
navideñas. A estas alturas del invierno, aunque no hace un frío especial,
conviene cambiar de escenario y para eso está el Baix Berguedà, que en realidad
conozco muy poco. Hace tiempo, propuse a Pep que fuéramos al tramo inferior de
la Riera de Merlès, en el municipio de Puig-reig, y que desconozco totalmente.
Pep ha preparado diligentemente una
serie de itinerarios, empezando por el conjunto medieval de Cal Pallot. Hoy nos
acompaña mi hijo, Anthony, que ha subido a pasar un par de días desde la gran
urbe al sur.
Tras recorrer una larga pista forestal
en el coche, aparcamos cerca de Cal Pallot. Esta casa tiene algunos restos
medievales pero a cuatro pasos, hay más de 1.000 años de historia escritos en
las piedras. Primero, la iglesia de Sant Andreu y, al lado, unas tinas
medievales y una prensa y luego unas tumbas antropomórficas excavadas en la
roca, con distintos tamaños para distintas edades, y, evidentemente, muy
anteriores a las tinas.
La prensa de vino cerca de la iglesia de Sant Andreu de Cal Pallot
Una de las tumbas y detrás, la iglesia
Bajamos por un camino que ahora es GR
y un pequeño desvío nos lleva al molino medieval, totalmente tapado por la
vegetación. Remontamos la riera para buscar la presa del molino, finalmente
encontrando los agujeros delatadores en un tramo en el que sobresalen estratos
de roca.
Aquí estaba la prensa del molino de Cal Pallot
Cruzamos la riera y subimos por la
pista, pasando por la casa de La Molina, para buscar el camino antiguo que
subía hasta la Torre de Ginebret y que, Pep cree, forma parte del antiguo
camino de Cardona a Vic. Toda esta zona se quemó en los grandes incendios de
1994 pero, dice Pep, el fuego debía haber llegado aquí por la noche, cuando
quemaba con menos intensidad. Aunque los troncos todavía se ven chamuscados,
los árboles están vivos.
Subimos por la umbría. Algún resto del
antiguo camino aún se puede ver pero se construyó una multitud de pistas
después de los incendios para sacar la madera y han borrado muchos caminos.
Mientras subimos, el viento hace crujir los pinos de manera inquietante. Al
otro lado del valle, vemos la iglesia de La Guardia y debajo, terrazas
inacabables de antiguos viñedos.
El Santuario de La Guàrdia
Llegamos a donde estaba la torre
medieval de Ginebret, que controlaba el tránsito por el valle y el antiguo
camino que ahora estamos siguiendo y estaba conectado visualmente con La
Guardia. Sin embargo, de la torre, sólo quedan algunas piedras esparcidas por
el suelo. El resto, reciclado hace tiempo para reparar casas.
Continuamos por la pista. Salimos del
bosque y entramos en campos y no tardamos en ver la iglesia románica de la Mare
de Deu de Pinós. En la Edad Media, Dios estaba en todas partes. Era imposible
viajar sin tener siempre cerca una prueba de su presencia. Al lado, la casa de
Ginebret y una gran tina en un campo.
La iglesia de la Mare de Deu de Pinós
Y la tina
Damos la vuelta y volvemos a bajar la
pista. Pep quiere visitar dos casas en ruinas, Cal Tomás y Els Canals, al otro lado de la riera y se
desvía para cruzar la riera corriente arriba del puente de La Molina. Acabamos
bajando sin camino y llegamos a la ribera, buscando un cruce entre la vegetación.
Con tantos días sin llover, el agua ha bajado mucho pero no encontramos un
punto con piedras suficientes para cruzar sin descalzarnos.
Pep pasa primero. “Cuidado que
resbala”, nos advierte. Mientras Carles cruza, Pep va buscando lugares mejores para
cruzar. “Aquí, Steve”, me dice. “Un poco más arriba, al lado del pino”. Cuando
consigo llegar al pino, ha desaparecido y además, todos han cruzado excepto yo.
Tampoco veo que sea mejor sitio aquí. “Siempre pasa lo mismo”, pienso mientras
quito las botas. “Me mete en el berenjenal y luego, en el momento más crítico,
desaparece”. Donde el agua pasa encima de los estratos de roca, es poco
profunda pero la piedra resbala mucho al estar recubierta por una fina capa de
vegetación y fango.
Pisando con mucho cuidado, llego al
otro lado sin caer al agua. Los demás ya están buscando lugar para comer. “Desapareciste”,
le digo a Pep. “Tenía otras prioridades”, me contesta y luego me explica que mi
hijo eligió un paso temerario sobre un tronco y decidió que era más importante
vigilarle a él que a mí.
Dejando bien alto el pabellón británico
Después de comer, continuamos a las
casas, las dos muy cerca la una de la otra. Como muchas casas por aquí, se
dedicaban a la viña y, en vez de era para batir del trigo, tenían una tina al
lado de la casa donde cabían varios miles de litros. “Aquí, todo el mundo
alcohólico”, observo a Pep. “Antes, quien bebía vino vivía más tiempo que el
que bebía agua”, contesta Pep, refiriéndose a la poca salubridad del agua en
aquel tiempo.
Cal Tomás. A la derecha, donde se guardaban los cerdos y adosada a la pared de la casa, la tina
El camino a La Molina, que tiene continuación hasta Puig-reig
Subimos a un camino marcado como GR y
que sigue el valle a media altura. Ponemos rumbo a Cal Pallot. Es un camino muy
atractivo y apenas tiene desnivel. Sin embargo, continúa hacia Puig-reig, sin
bajar al coche y, al final, Pep nos hace bajar la cuesta a la brava.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 13,3 km; 450 metros de desnivel acumulado.
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