Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



domingo, 16 de noviembre de 2025

31/10/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (6ª parte) o Carles bajo presión

La semana anterior, nos desplazamos un poco más hacia el este, buscando barracas en una zona de bosque entre La Pomera y Les Esparets. Pol no vino; está preparando unas oposiciones.

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Hoy por fin viene Pol. Pero nos advierte que no volverá hasta que hayan pasado los exámenes, que son a finales de noviembre. Tiene que memorizar la Constitución Española, el Estatut de Catalunya y unas cuantas leyes más. Yo hice una carrera que era imposible empollar; o lo sabías o no lo sabías. No era cuestión de memorizar diccionarios, así que, por curiosidad, le pregunto cómo lo hace. 30 minutos estudiando y 10 minutos de descanso, me dice.

En el coche, se produce una conversación a tres bandas sobre apellidos, linajes y posesiones. Evidentemente, la cuarta banda soy yo pero me pierden enseguida y me limito a contestar correos. Se ve que Carles tiene mucho que aportar, porque de repente Pep exclama: “Lo tuyo es la pequeña nobleza del Berguedà. Con lo que sabes, podrías escribir algo. No entiendo cómo es que no has empezado ya”. Carles se mueve incómodamente en su asiento. “Tengo mucho trabajo”, justifica.

Aparcamos en la carretera de Falgars, cerca de la salida a La Pomera. Bajamos al Torrent de la Font del Castell por un camino que vimos la semana pasada. En la subida hacia la Solana Gran, Pep hace un pequeño tour a Pol de lo más destacable que hemos descubierto: los bancales cultivados en los barrancos con su canal para desviar el agua, las posibles casas medievales, las paredes de piedra seca de 3 metros de altura y las barracas metidas dentro de las paredes. De paso, le comenta a Pol mi reciente rebeldía: “De repente, se planta y no hay manera. Francamente, estoy preocupado; antes no era así”.


Pequeños campos de cultivo que aprovechan un torrente, y el canal de desagüe a la izquierda

En eso, llegamos al inicio del Comellar Gran. La semana pasada, nos habíamos quedado abocados al lado oeste de esta enorme hendidura que divide la cuesta de norte a sur. Hoy, lo cruzamos y vamos subiendo en zigzag, buscando barracas. Algunas encontramos donde indica el mapa de Carles pero para muchas nos tenemos que espabilar. Desde el bosque, salimos al terreno despejado de los antiguos campos de la Solana Gran y luego giramos otra vez hacia el oeste y volvemos a entrar en el bosque. Una vez dentro del bosque, todo son obstáculos: zarzas y boj seco (aunque ahora empieza a brotar otra vez) y barrancos fáciles de entrar y difíciles de salir, abriendo paso entre la vegetación con pendientes de 60 grados.


Otra barraca más

Cuando hemos hecho 300 metros de desnivel y faltan menos de 100 metros para llegar al Cap dels Banyadors, Pep hace un alto. “No creo que haya más barracas, pero nos hemos saltado esta”, y señala las ruinas de una barraca unos 300 metros hacia abajo. “Si vais a bajar y volver a subir, me quedo aquí”, digo. “Lo ves”, dice Pep a Pol. “Se ha vuelto intratable”. Pero opta por un tono conciliador. “Tú bajarás a la barraca y nos esperas; nosotros cogemos tu GPS y daremos una última batida dentro del bosque al lado y luego bajaremos. Nos veremos en la barraca”, dice Pep.


Un terreno no apto para jubilados

Y así se hace. Al cabo de unos 10 minutos, llego a la barraca y me acomodo. Van pasando los minutos. Miro el reloj; están tardando en llegar. Mando una foto del paisaje al grupo de WhatsApp de la familia. Mi mujer me contesta: “Mándanos una foto con gente”. “No puedo”, contesto. “¿Por qué?”, me pregunta. “No hay nadie. Me han abandonado”. “¿¡Otra vez!?”, contesta con 5 emoticones. En eso, suena el móvil. Es Pol. “¿Dónde estás?”, pregunta. Detrás de él, oigo la voz de Pep: “Siempre hace lo mismo. Se marcha sin decir nada”. “Estoy en la barraca como habíamos quedado”, contesto extrañado. “Nosotros también estamos en una barraca. Pero debe ser otra”. Evidentemente, pienso. Entre silbidos y gritos, nos localizamos y al cabo de un par de minutos, les veo bajar por la cuesta.

Pero las vistas compensan

Resulta que aún queda un par de barracas en el bosque. Así que, después de comer, se repiten los zigzags, con sus zarzas y barrancos, hasta que las tengamos localizadas. Llegamos al fondo del Torrent de la Font del Castell, pero un poco más corriente arriba. Arriba, se ve el depósito de agua que está al lado de la carretera de Falgars, con un camino que sube en diagonal. Pero Pep quiere seguir bajando un rato más por el lecho y cuando decide subir, es otra trepada imposible por cuestas resbaladizas, agarrándonos a ramas y arbustos. Suerte del gimnasio.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,3 km; 380 metros de desnivel acumulado.


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