Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



martes, 23 de septiembre de 2025

19/9/2025 – Regreso a Sant Julià de Cerdanyola (2ª parte)

La semana siguiente, no salimos. El hombre del tiempo nos había advertido de tormentas durante el día. De hecho, no llovió hasta última hora de la tarde y podríamos haber salido, pero creo que también hubo algo de pereza colectiva entre los miembros más sénior del grupo.

Pero hoy no hay excusas que valgan. De hecho, hoy será el penúltimo día de temperaturas de verano. Carles ha encontrado una web en la que se han recogido todas las barracas de Sant Julià de Cerdanyola, con nombre, descripción, y ubicación. La pega es que solo ha podido bajarlas a Google Maps, que es prácticamente inútil cuando se trata de caminar por la montaña.

Por otra parte, resulta que Pep no ha leído la última entrada del blog, así que le doy mi teléfono en el Mikado para que vea que nos hemos reconciliado y que ha aceptado mis disculpas. “Lo ha inventado todo”, advierte Carles antes de que empiece a leer, como si no lo supiéramos. Pero en un universo paralelo, podría haber pasado perfectamente.

Aparcamos en el nuevo aparcamiento cerca de la Font del Castell. Para empezar a buscar cabañas, hay que subir hacia Els Banyadors. Pasamos por la urbanización y entramos en el camino que sube directamente hacia el noreste. Carles está atento a su teléfono, ya que puede ver nuestra ubicación respecto a las barracas. “Hemos subido demasiado”, dice de repente. Abandona el camino por la derecha y empieza a bajar. No tarda en encontrarla, una 'barraca margera' (construida dentro de la pared del bancal), en una zona de cultivo ahora convertida en bosque de robles.

Para la siguiente, tenemos que subir 40 metros hasta justo por debajo de la pista, que también llega a Els Banyadors después de interminables curvas. También la encontramos sin problemas. “Esto va a ser coser y cantar”, dice Pep.

Para llegar al siguiente grupo de barracas, debemos ir hacia el norte en una especie de flanqueo. No tardamos en entrar en un bosque con antiguos campos de cultivo, marcado en el mapa como Artiga de la Doneta. También descubrimos caminos que suben hacia Els Banyadors o van flanqueando hacia la Coma del Forn. No nos constan y vemos que eso será más complejo de lo que pensábamos. Además, surge un imprevisto: rovellones, muchos, que han salido con las lluvias recientes. Pep saca su bolsa, una sostenible, y empieza a cogerlos. Muchos están ‘curcats’, horadados por gusanos que convierten la carne de la seta en una pasta podrida, pero aun así, no tarda en empezar a llenar la bolsa. Ante la falta de manos, guarda mis mapas en su mochila (“No nos harán falta, gracias a los waypoints de Carles”, justifica).


Pep estrena bolsa sostenible

Llegamos al lecho seco de un torrente que marca la transición de la umbría a la solana. Carles mira su teléfono. “Está muy cerca de aquí”. Bajamos un poco. Como en otros sitios, se ha cavado una zanja que desvía el agua de escorrentía y el fondo del torrente se ha convertido en pequeños campos, y allí delante un pequeño puente o acueducto. “¡Una maravilla!”, exclama Pep. “¡Incluso mejor que una barraca!”, y se apresura a documentarlo. Pero las barracas que nos ha prometido Carles no aparecen. Cuando parece que llegamos, la señal en su móvil cambia y le manda a otro sitio, y así varias veces.


El puente

“Quizás no será tan fácil”, observo. La siguiente está en el Coll del Roc, debajo dels Banyadors. Tras un desnivel de 150 metros, llegamos al collado. Al lado del camino, hay una enorme roca pero de la barraca ni rastro. Dando vueltas a la roca, al final vemos una construcción minúscula, poco más que un abrigo para guardar herramientas, o contrabando.

Volvemos a la pista y luego seguimos el PR que recorre la cresta de l’Alzinet. Ahora que hemos salido del bosque, se nota el calor y, caminando a cierta distancia de Pep y Carles, me entretengo con la multitud de mariposas que me rodean. Justo pasado el Coll de Jou, veo que Pep y Carles han parado, miran brevemente el teléfono de Carles y luego se sientan y sacan los bocadillos. Cuando llego, miro a mi alrededor. “¿Por qué habéis parado aquí?”, pregunto. “Apenas hay sombra ni sitio para sentarse”. “Hay tres barracas abajo”, contesta Pep. “Por aquí vamos a bajar después de comer”.


El camino de la cresta

Me asomo. “¿Dónde está el camino?”, pregunto. “No hay”, contesta Pep. “¿Y mis rodillas?”. “Ya encontrarás la manera”. Y se centra en su bocadillo.

Después de comer, iniciamos la bajada. Es un terreno áspero, de antiguos viñedos erosionados, con las paredes caídas, piedras sueltas y arbustos espinosos que esconden agujeros que rompen tobillos y un gradiente que quiere precipitarme hacia abajo con cada paso. Pep y Carles bajan con una soltura que ya me gustaría para mí. Voy buscando los pasos, intentando mantener las rodillas perpendiculares sobre los pies, sin ángulos raros o giros forzados, ni resbalones o tropiezos, desconfiando de cada piedra.

Después de bajar 100 metros de desnivel, veo que han llegado a la primera barraca. Ahora siguen 400 metros de flanqueo, salvando todo tipo de obstáculos hasta llegar a unas marcas azules desteñidas que señalan un camino erosionado. Y al lado, la segunda barraca. A nadie nos suena este camino pero es evidente que se marcó hace tiempo. Mientras Pep y Carles suben a buscar la tercera barraca, me quedo a la espera. Al cabo de 5 minutos, Pep me grita: “Sube a marcar el punto”. Empiezo a subir pero mi rodilla me advierte que, al igual que en el Everest, hay que saber cuándo renunciar a la cima y dar la vuelta. “Haz una triangulación”, le contesto y me planto.


Un terreno lleno de trampas pero buenas vistas

Siguen 70 metros de desnivel negativo por este camino precario hasta el Torrent de Coma Verde y 50 metros más hasta la pista que nos llevará de vuelta al coche. Paro un momento para llenar mi botella con agua de la Font del Castell. ¡Deliciosa!

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,2 km; 390 metros de desnivel acumulado.

PD. Una vez en casa, bajo el track al ordenador y veo que tanto los caminos en la Artiga de la Doneta como el camino medio borrado de las marcas azules salen en mis mapas. No recuerdo ni cuándo ni cómo pero allí están. Debía ser alguna salida con Pep en la era pre-blog, cuando éramos jóvenes y guapos y aún teníamos memoria.

 

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