Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 20 de marzo de 2020

13-3-2020 – Coronavirus


La semana siguiente, fui a Inglaterra y Carles y Pep no salieron por previsión de mal tiempo, que se cumplió, pero con unas horas de retraso. Cuando vuelvo el día 9, las infecciones por coronavirus están aumentando rápidamente, incluido a mi hijo, confinado en Igualada.

Por lo tanto, el viernes decidimos dar ejemplo y quedarnos en casa. El día después, el presidente del gobierno español declara el Estado de Alarma y el confinamiento de todo el país y, mientras dure, una de las actividades prohibidas son los paseos, solo o en grupo.

28-2-2020 – Desorientados en Vila-rasa

Hoy cambiaremos de zona pero no iremos muy lejos, ya que nos mantendremos dentro del municipio de Sant Jaume de Frontanyà. Concretamente, volveremos a la casa de Vila-rasa, al este del núcleo del pueblo.

Aparcamos en el parking del pueblo y cruzamos la carretera, mirando cuidadosamente a cada lado (con el tráfico que hay …) y, dejando Casa Blanca a la derecha, bajamos por un pequeño camino que desemboca en la pista que va a Vila-rasa. Sin embargo, en vez de seguir la pista, Pep quiere buscar un camino que siga una trayectoria más directa. Acabamos subiendo demasiado hacia el norte y ya estamos llegando a Cal Cintet cuando Pep decide finalmente girar hacia el sur.

Carles, que hace de explorador unos 50 metros por delante nuestro, ve las ruinas de una casa. “¿Será una casa que no conocemos?”, se pregunta Pep. “Si hay una pista detrás, es Cal Crispi”, contesto. “No puede ser”, afirma Pep. “Esa casa está más hacia el oeste”. Cuando tenemos la casa delante, vemos que a unos 200 metros de distancia, hay la pista de Vila-rasa y, efectivamente, es Cal Crispi. Sigue una breve discusión sobre la falta de infalibilidad de Pep.

Lo que queda de Cal Crispi

Seguimos los restos de un antiguo camino que baja hasta la pista. Podríamos haber seguido recto por la pista y acabaríamos llegando a Vila-rasa pero ahora Pep nos propone buscar otro camino debajo de Cal Cintet que encontramos el otoño pasado pero no pudimos seguir porque estaban cortando en el bosque. Giramos por otra pista que sube hacia el norte pero subimos demasiado, pasamos el camino de largo y cuando nos damos cuenta, casi estamos en la pista de Cal Cintet a Les Planes.

Hacemos un flanqueo hasta el Coll de Pal, bajo Els Prats, y bajamos por otra pista. De repente, en una abertura en la línea de árboles, vemos la casa de Vila-rasa muy abajo, a la derecha, y bajamos pasando por la antigua mina de lignito.
Durante los años 40, se hicieron prospecciones en distintos puntos de la comarca en busca de yacimientos nuevos de carbón e incluso se abrió alguna mina. Su producción siempre fue marginal y su finalidad principal fue librar a los jóvenes de los pueblos de ser llamados a filas. En plena autarquía, la minería se consideraba un sector estratégico y se aceptaba trabajar en las minas como sustitutivo del servicio militar. La mina de Vila-rasa fue explotada con más o menos intensidad durante una existencia efímera.

Llegamos a la casa. Con solo los restos de su estructura central en pie, parece un castillo del que solo ha sobrevivido una parte de la torre de homenaje, pero es una casa. Pep y Carles la inspeccionan con esmero pero es imposible decir si tiene un origen más antiguo. Lo que se ve actualmente es del siglo XVII, como mucho.

Vila-rasa

Aquí decidimos comer, en medio de una soledad inmensa, con las ruinas de la casa-que-parece-un-castillo delante. Mirando mis mapas, vemos que tengo un arranque de camino más hacia el sur que que parece ser el camino al Molino del Quirze y decidimos seguirlo en la ruta de vuelta a Sant Jaume de Frontanyà.

Efectivamente, lleva al molino, que dejamos a nuestra izquierda. Todavía está en buen estado y es habitada, al menos de vez en cuando. Llegamos a un poste indicador que indica Sant Jaume de Frontanyà en una dirección y el Molino de Moreta en la otra. Sin embargo, hacia el norte, nos deja en la pista delante de la casa de Cal Crispi, lejos del núcleo del pueblo, y Pep empieza a cuestionar que sea el camino de Sant Jaume. Tampoco le parece acertado, desde el punto de vista histórico aunque justificado desde el punto de vista excursionista y turístico, llamarlo el camino del Molino de Moreta. “A mí me parece el camino de Ripoll”, afirma ambiciosamente.

Sea como sea, seguimos la pista en su largo rodeo hacia Sant Jaume de Frontanyà y estamos casi en Casa Blanca cuando Pep pide los mapas a Carles. Últimamente, Carles es el porteador de los mapas. En realidad, los mapas son míos pero los cedo a él para no llevar tanto trasto. Solo hay un pequeño problema, y es que Carles no sabe orientarse con un mapa y cuando Pep o yo decidimos consultar los mapas, es demasiado tarde.

Este es el caso de hoy. Pep está convencido de que tiene que haber un camino más directo al molino (y a Ripoll) y, mirando mi mapa, vemos que yo había trazado en lápiz la trayectoria de un camino de la Minuta Municipal de los años 20 que va directamente de Casa Blanca al molino. Incluso tenía un tramo marcado en rojo, como si lo hubiera hecho físicamente, pero si lo hice, no me ha quedado ningún recuerdo. Pep es partidario de deshacer el largo camino hecho hasta el molino pero le convenzo para que haga un flanqueo hacia el sur ya que así cruzaremos el trazado del camino que tengo en lápiz.

Así hacemos y vemos signos sospechosos. Bajamos por una línea de postes hasta llegar al molino otra vez y luego recorrimos en el sentido inverso, marcando bien la trayectoria del camino, que ahora es clara. Así llegamos a Casa Blanca. Dejamos para otro día la decisión de si realmente es aconsejable dejar los mapas en manos de Carles. La casa ha puesto un cartel anunciando habitaciones, menú diario y de fin de semana. “Un día habrá que probarlo”, pienso. Además, como la Fonda de Cal Marxandó está cerrada por jubilación y el antiguo hostal hace muchos años que es una casa particular, tienen todo el mercado para ellos solos.


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Descansamos en la pequeña plaza al lado de la iglesia, donde hay una rueda de molino que hace de fuente, unos bancos y un viejo fresno. “Tú que eres el más espiritual de nosotros, ¿por qué no te conectas con el árbol, a ver qué te dice sobre la historia de este lugar?”, me propone Pep. Me apoyo contra el árbol y lo escucho durante un par de minutos. “¿Qué te ha dicho?”, me pregunta cuando vuelvo al banco. “Me ha dicho que uno de nosotros es un impostor”, contesto.

Segmento del antiguo mapa del Ejército. Se ve el camino que baja al Molino de Quirze desde Sant Jaume de Frontanyà y el camino de Vila-rasa, hoy pista forestal

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,1 km; 340 metros de desnivel acumulado.

La imponente iglesia de Sant Jaume de Frontanyà

miércoles, 11 de marzo de 2020

21-2-2020 – La Paiola

Hoy Pep quiere ir un poco más al sur. Ya en tierras de Montclús, hay las ruinas de una casa que se llamaba La Paiola. Por un lado, Pep sospecha que la casa tiene un origen medieval y, por otro lado, quedan bastantes interrogantes respecto a los caminos que conectaban las distintas casas y el paso a Sant Jaume de Frontanyà.

El problema es la aproximación. Inicialmente, Pep se inclina dejar el coche en Sant Jaume de Frontanyà y pasar por el Coll de la Creu de Melosa, pero le hago ver que es mucho más fácil llegar desde Sellers y al final Pep accede, a pesar de su juramento de no volver nunca más a esa casa.

Aparcamos en el mismo sitio de siempre y empezamos a caminar por la pista que va desde Sellers a la pista de Montclús, pero esta vez, en el cruce, seguimos rectos hacia el sur por una pista más precaria y acabamos subiendo a un collado que haría de límite entre los terrenos de La Qüestió y La Paiola. Aquí, hace mucho tiempo, Pep y Carles habían visto un camino que entraba en el hayedo y tenían la esperanza de que pudiera ofrecer información sobre las comunicaciones hacia Sant Jaume de Frontanyà.

El camino empieza muy prometedor y va ganando altura poco a poco. En un barranco, vemos la primera carbonera y luego otros caminos que salían en distintas direcciones, incluyendo hacia abajo, hacia La Paiola. Pero una vez abandonada la zona de carboneras, los caminos pierden categoría rápidamente, se vuelven mucho más empinados y se acaban difuminando para convertirse en caminos de ciervos.

Este camino tan prometedor acabaría muriendo en un grupo de carboneras

La vista desde arriba, con Puigmal al fondo

Después de subir una cuesta ingrata y luego bajarla por enésima vez, Carles comparte un momento de lucidez con nosotros: “Esto es de friquis. Nadie normal hace esto”. Pep y yo asentimos. Nadie normal hace esto y la prueba es que, tras tantos años, seguimos siendo solo nosotros tres.

Al final, solo nos queda seguir el camino de bajada a La Paiola. Nos lleva directamente a una pista y de allí a la casa. Seguramente, la pista se hizo sobre el camino. Hace sol y la temperatura es suave. Decidimos comer aquí, sentados sobre el muro de la era. Pep y Carles hacen una inspección de la casa pero no hay ningún rastro de nada que pudiera ser medieval. Intento imaginar cuando había gente viviendo aquí y trabajando la tierra. ¿Nos dejarían sentarnos sobre su muro para comer nuestros bocadillos? Imposible saberlo. Nuestro primer mentor, Cesar August Torras, como buen burgués, siempre describía las casas de payès desde la distancia.

Lo que queda de La Paiola

Después de comer, miramos algunos esbozos de camino que tenía marcados en mi mapa, pero todos se acaban muriendo en el bosque o en campos abandonados. Decidimos que es hora de volver a casa. Bajamos a la pista principal que recorre todo el valle, desde La Qüestió hasta Ardericó. Pep se desvía para mostrarme el camino antiguo a Montclús, que discurre paralelo a la pista y acaba perdiéndose en el bosque también. Recuperamos la pista y llegamos sin novedad al coche.


 Las casas de Montclús, en la cara soleada


Y la casa-refugio de Ardericó, mucho más lejos

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 440 metros de desnivel acumulado.