Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 22 de mayo de 2021

23/4/2021 – Las Casas del Raval (2ª parte)

Hoy es Sant Jordi. Es costumbre en Cataluña que los caballeros regalen una rosa a las damas y las damas un libro a los caballeros. A mí me parece un poco machista, como si las mujeres no supieran leer. Pero la bronca que tendrás en casa si no traes la rosa impide desmarcarse de la tradición. Este año, por cosas de la pandemia, las rosas solo se pueden adquirir en floristerías, y en Berga solo hay dos. De momento, no se permiten los múltiples puestos callejeros que normalmente venden rosas en cada esquina.

Pero hoy, hay cosas más importantes. Después de tantos días de lluvia de este abril atípicamente frío, por fin parece que hoy hará un tiempo primaveral. Pep ha ido al traumatólogo. Le ha diagnosticado una hiperpronación. Si es así, se solucionaría con plantillas. Sea como sea, últimamente no tiene molestias.

Aparcamos en el mismo sitio que la última vez. Pep quiere conocer las casas de la famosa tercera cresta y de paso encontrar el camino a Vilada, que sale en el mapa de la Minuta. Le indico a Pep que ya tengo un camino marcado en el mapa que arranca desde las casas cerca de la carretera de Castell de l’Areny y pasa por el Coll Jovell. “No puede ser”, me contesta. “En la Minuta, el camino pasa más abajo”.

Volvemos a bajar a Cal Miralles y encaramos la tercera cresta. Encontramos las dos casas: Cal l’Espanya y Cal Cisquet, y caminos transversales que las unen con las casas en la segunda cresta y desde allí, con los caminos que van hacia Castell de l’Areny. 

Cal l'Espanya con la estructura del horno

Caminamos por un bosque áspero, poco amigable, con zarzas que cuelgan de los árboles y se enganchan a mi ropa, mi mochila, mi sombrero y mis brazos. Alrededor nuestro, es un estruendo de pájaros. Desde todos los rincones, nos insultan y nos vapulean sonoramente. “Tampoco nos quieren aquí”, pienso abatido.

Seguimos una pista nueva desde Cal Cisquet que nos deja cerca de una fuente y un camino muy marcado, precisamente el camino que tengo marcado en mi mapa. Tras una exploración infructuosa, Pep tiene que admitir que es el camino de la Minuta, que descubrí yo hace más de 15 años, y ponemos rumbo al Coll Jovell. Aquí acaba una pista que viene desde la carretera de Sant Romà de la Clusa y pasa debajo de Comellas. No se ve ningún camino que continúe hacia el sur y además, hay demasiado pendiente.


El camino de la Minuta que sube hacia Coll Jovell, con el árbol viejo de rigor

Propongo caminar por la pista hasta una cresta de pendiente suave donde había marcado un camino. Encontramos el camino, aunque Pep duda de su antigüedad, pero lo bajamos de todos modos. Tras aguantar la furia pajaril debajo del Coll Jovell, entramos en un mundo lleno de amabilidad: árboles espaciados, hierba ordenada y cortada por las vacas, sol y luz, un camino nítido y sin obstáculos, y pájaros que nos piulan amistosamente, como si nos invitaran a quedarnos y disfrutar de la temperatura cálida y las buenas vistas.

Salimos en otra pista transversal. El camino no tiene continuidad hacia abajo y quedamos aquí a comer. Pep me cuenta que, con su asociada de estudios, Roser, están trabajando en un libro sobre las fraguas del Berguedà. Ya tienen editorial, el Museo de la Industria de Terrassa, y todo parece indicar que será la bomba de ventas de no ficción en catalán de Sant Jordi de 2022. “Pero voy a hacer muchos enemigos”, reconoce Pep, con aire preocupado. “Echa por tierra todo lo que se ha escrito hasta ahora sobre las fraguas berguedanas. Pero mis manos están atadas; la documentación es irrefutable. No es culpa mía si solo nosotros hayamos tenido la paciencia de leerla toda”.

Para volver, propongo continuar por esta pista. Desde aquí, arranca una pista secundaria que se convierte en un camino, según mi mapa, que va al Coll Jovell. Pero tengo mis dudas, basadas en mi falta de experiencia en aquel tiempo, de si realmente vi un camino. De todos modos, no me ha quedado ningún recuerdo de aquella salida. Y así hacemos. Y efectivamente, no hay ningún camino.


Cal Comellas

Volvemos a salir al Coll Jovell y deshacemos la pista hasta llegar al coche. De vuelta en Berga, mi próxima misión es encontrar una rosa. “Y no traigas esas rosas que regalan en el supermercado”, me advierte mi mujer. “Son de mala calidad y se marchitan enseguida”. Pero resulta misión imposible. Hace horas que las dos floristerías vendieron todas sus rosas. Tras recorrer toda la ciudad, llevo un punto de libro con una acuarela pintada a mano de una rosa. Por suerte, es aceptada.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,85 km; 340 metros de desnivel acumulado.

9/4/2021 – Las casas del Raval (1ª parte)

Hoy amanece nublado y parece que en algún momento del día, lloverá. Cuando entra Pep en el Mikado, a pesar de tener la cara media tapada con la mascarilla, tengo la sensación que algo no va bien. “Las rodillas”, me dice. “Ya llevo un año con molestias, a ratos sí, a ratos no, y hoy me molestan bastante”.

En mis mapas, tengo dos líneas de casas que bajan dos lomos desde Comellas hasta la carretera de Castell de l’Areny, entre Cal Marc y Cal Ballester. Son casas que salen en el mapa del Alpina y las había buscado, una vez solo y otra vez con Carles, pero Pep no las conocía. De todos modos, todo esto se hizo en la era pre-GPS y es muy posible que no estén en el lugar correcto.

En el coche, reina el pesimismo. “Bueno, en algún momento, las salidas se tendrán que parar. Al menos, para leer documentos antiguos, no hace falta tener rodillas buenas”, dice Pep, intentando ver el lado positivo. Aparcamos en la pista que va a Sant Romà de la Clusa, encima de la casa de Comellas. Las nubes cubren las cimas de las montañas y parece que va a llover en cualquier momento. Tras inspeccionar mis mapas, Pep propone buscar una casa que nunca conseguí encontrar y cuyo nombre está escrito en letra grande en el mapa, aunque sin indicar dónde está, Cal Sord.

“Dejemos los mapas aquí. Total, será un paseo corto antes de que se ponga a llover y así no se mojarán”, propone Pep. Salimos del coche. Hace frío. La verdad es que los dos tenemos ganas de dejarlo correr y buscar un bar para contar batallitas. Bajamos por una cresta hacia el noreste, más o menos por donde ponía el nombre en el mapa. Vemos campos pero sin rastro de la casa. El tenue camino de bajada se convierte en una pista y de repente vemos un camino transversal. Lo seguimos a la izquierda; sale del bosque y acaba entrando en una de las curvas de la pista que sube de la carretera de Castell de l’Areny a la pista de Sant Romà de la Clusa. Allí vemos una fuente y un coche abandonado, acribillado de balas. 

Blanco del aburrimiento de los cazadores 

Las nubes empiezan a levantarse, con Castell de l'Areny en el fondo

“Parece un camino hacia Castell de l’Areny”, dice Pep. Mira el cielo. “¿No te parece que hace menos frío?”, me pregunta. En efecto, la temperatura ha subido unos grados y las nubes no parecen tan compactas.

Volvemos a la cresta y seguimos el camino en la otra dirección. Poco a poco se van abriendo claros en las nubes y el sol empieza a imponerse. Vuelven a aparecer campos y llegamos a una segunda cresta. “Ya no me duelen las rodillas”, dice Pep. “Me encuentro perfectamente”. Aparecen las ruinas de la primera casa. Al haber dejado los mapas en el coche, no tenemos ninguna referencia y mis recuerdos de aquella salida con Carles hace más de 10 años son muy nebulosos. Pero nada de eso perturba el buen humor de Pep mientras explora el entorno de la casa. 

La primera casa, que todavía no tiene nombre

La propia cresta se compone de una doble hilera de rocas que van bajando y el pequeño espacio entre las dos hileras ha sido escalonado para crear una larga escalera de pequeños campos. El efecto estético es muy atractivo. “Para que ir a Babilonia”, dice Pep, “si aquí también tenemos nuestros jardines colgantes”, con un estado de ánimo que ya roza la euforia.


Los campos escalonados entre rocas

Seguimos bajando la cresta hasta tener la piscina de Cal Marc a la vista y volvemos a subir por la ladera este. En total contamos 5 casas, formando una especie de barrio. Cuando bajo el track y miro el mapa del Alpina, veo que la primera casa – y la más grande – ni está marcada ni tiene nombre. Toda la cuesta lleva el nombre de Raval, que es el nombre que se suele dar a los barrios extramuros de las ciudades medievales. ¿A quién pertenecía esta tierra? ¿Quién decidió construir todas estas casas? ¿Y por qué? La respuesta tendrá que esperar las pesquisas de Pep en los archivos históricos.

Cal Roget


Seguimos subiendo hasta llegar a un camino transversal muy marcado y, muy cerca, Cal Miralles, la única casa arreglada de la cuesta. Aquí había llegado poco después de explorar infructuosamente la zona donde pondría esas palabras “Sin interés” que tendrían unas consecuencias nefastas que en aquel momento ni sospechaba. Subía la tercera cresta, siguiendo una línea de casas que estaban marcadas en el flamante y renovado mapa Alpina. E irrumpí, sudado y rodeado de moscas, en la pista frente a Cal Miralles, delante de una mesa donde una pareja se disponía a disfrutar de un almuerzo íntimo, sin más compañía que el canto de los pájaros como orquesta privada. Parece que tengo un don para presentarme en los momentos más inoportunos pero fueron muy amables y me indicaron por dónde tomar el camino para seguir subiendo hacia la pista de Sant Romà de la Clusa.


Castell de l'Areny, ahora con el cielo despejado

Este es el camino que ahora subimos, buscando algún indicio que nos pudiera indicar la ubicación de Cal Sord, hasta salir en el gran prado encima de Cal Comellas. Buscamos las ruinas de unas estructuras que llevan el nombre de l’Era Vella. Aquí comemos y, tras una breve tertulia, Pep propone un último intento de encontrar Cal Sord. Volvemos a bajar a Cal Miralles y seguimos el camino transversal en la otra dirección. No tarda en convertirse en una pista que cruza la primera cresta y entra en un pequeño valle sin árboles. Y allí vemos la casa, orientada al sur, plenamente visible ahora que hemos dejado atrás el bosque y muy cerca de la pista de Sant Romà de la Clusa.


Cal Sord

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6 km; 315 metros de desnivel acumulado.

miércoles, 12 de mayo de 2021

26/3/2021 – Castillo de Blancafort y Vilosiu

Hoy tenemos una novedad. Resulta que el Ayuntamiento de Cercs ha retomado el proyecto de consolidar las ruinas del castillo de Blancafort y las dos casas medievales de Vilosiu, la primera excavada por el Profesor Manuel Riu en los años 60 y la segunda por el Profesor Jordi Bolós en los años 80. Como experto en el tema, Pep aportará sus conocimientos en una reunión que se celebrará el próximo lunes y tendrá como acompañante un joven estudiante de historia, Pol, hijo de Cercs, y postulado por Pep como un posible sucesor para culminar nuestra obra magna.

Para poder asistir a la reunión con conocimiento de causa, Pep propone realizar un recorrido por la presencia medieval en estos llanos y valles al este de los Rasos de Peguera. Hace tiempo que mis lectores me reclaman una entrada sobre esta zona y hoy ha llegado el día.

Pol parece un chico muy serio y subimos en su coche hacia el castillo de Blancafort. Llama la atención su manera de conducir: segura pero prudente, lejos de los acelerones y frenazos a que me tiene acostumbrado Pep. Aparcamos en la pista que va a La Figuerassa, frente al castillo. Parece que hará un día estupendo.


Hay que estar loco para hacer lo que hacemos nosotros, advierte Pep

En el castillo, Pep dedica unos cuantos minutos a explicar sus características. Domina todo el entorno. En otros tiempos, habría pequeños grupos de casas esparcidas por los llanos abajo, todas vigiladas por el ojo atento del castillo. Pep señala una grieta que va subiendo desde el hueco que era la puerta de entrada y cuyas piedras probablemente forman parte de alguna de las casas de los alrededores. Cuando esta grieta llegue arriba, toda la pared caerá al suelo, dice.

La torre de Blancafort con el hueco que era la entrada

Propone bajar por el camino antiguo, usado por animales de carga, ya que el actual es uno moderno que se utiliza para subir a pie desde que las murallas desaparecieron. El único problema es que el camino antiguo no lo usa nadie y enseguida lo perdemos en la vegetación. Sin poder ver más lejos que el próximo arbusto, Pep baja en busca del camino. “¿No será a la derecha?”, aventuro, ya que me parece más despejado en esa dirección. “No, en todo caso hacia la izquierda”, grita desde abajo. Pasan los minutos y al final le oímos. “Ya estoy en el camino otra vez. Iros hacia la derecha y lo encontraréis”.

El camino nos deja en la Collada Baixa y empezamos a dar la vuelta por la pista hacia el noroeste. Un camino que iba a un grupo de barracas ha sido convertido en una pista de 4 metros de ancho. Suerte que no arrasaron las barracas.


Una de las barracas


Y como quedó el camino


Continuamos dando la vuelta de la montaña. Entramos en antiguos campos que tienen un aire de llevar siglos allí. Detecto un olor a purinas (“Eau de cochon”, como lo llamamos jocosamente). “Pero si aquí no cultivan”, pienso, extrañado. “Es para que crezca la hierba para el ganado”, explica Pep.


Cruzando los campos olorosos

Pasamos por debajo de la casa de Santa Maria de les Garrigues, cruzamos la pista de acceso a las casas y tenemos la primera de las casas excavadas, Vilosiu A. Un poco más arriba, la segunda, Vilosiu B. Todavía se ven las divisiones en distintos habitáculos pero están en un estado bastante precario. Si no se pone remedio, acabarán como pilas de piedras en un hueco en el suelo.

Vilosiu A

Vilosiu B

Cruzamos la pista de Casanova y continuamos hacia el norte para pasar Els Esquers de Santa Maria, un muro de roca llena de fisuras. Ya en el camino con las marcas del Camí dels Bons Homes, pasamos por un amplio collado y descendemos hacia la casa de Casanova. Al lado del camino, hay otra casa y una más un poco más abajo. Aquí el boj se ve intacto, exuberante. La mariposa no consiguió cruzar el Llobregat. “Este año le tocará”, pronostica Pep.

Pasamos al lado de la Casanova, una masía propiedad del Ayuntamiento de Cercs que se ha ido ampliando con los años. Ahora se parece más a un hotel rural, pero Pol dice que la carretera asfaltada de acceso desde Cercs está destrozada por los camiones forestales.


Subiendo hacia La Jaça, con la silueta de Blancafort al fondo

Vamos pasando por restos de casas medievales. Aquí vivía mucha gente, pero Pep nos tiene reservada la joya de la corona, La Jaça, un pequeño grupo de casas resguardadas bajo una pared rocosa de difícil acceso. Y aquí, mientras comemos, explicamos a Pol todas las crisis existenciales que le esperan: la de los 30, los 40, los 50 y los 60.


Cazador y cazado comparten el mismo árbol, cerca de La Jaça

Uno de los espacios de La Jaça

Ya casi en la entrada a Les Nous Comes, Pep muestra una última casa, casi colgada sobre un precipicio. Y de paso, descubre dos estructuras nuevas, una de ellas con una puerta gruesa encarada al norte: ¿una iglesia? En todo el camino de vuelta, siguiendo la pista desde Casanova, no conseguimos sacar nada en claro.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,8 km; 420 metros de desnivel acumulado.