Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 22 de mayo de 2021

9/4/2021 – Las casas del Raval (1ª parte)

Hoy amanece nublado y parece que en algún momento del día, lloverá. Cuando entra Pep en el Mikado, a pesar de tener la cara media tapada con la mascarilla, tengo la sensación que algo no va bien. “Las rodillas”, me dice. “Ya llevo un año con molestias, a ratos sí, a ratos no, y hoy me molestan bastante”.

En mis mapas, tengo dos líneas de casas que bajan dos lomos desde Comellas hasta la carretera de Castell de l’Areny, entre Cal Marc y Cal Ballester. Son casas que salen en el mapa del Alpina y las había buscado, una vez solo y otra vez con Carles, pero Pep no las conocía. De todos modos, todo esto se hizo en la era pre-GPS y es muy posible que no estén en el lugar correcto.

En el coche, reina el pesimismo. “Bueno, en algún momento, las salidas se tendrán que parar. Al menos, para leer documentos antiguos, no hace falta tener rodillas buenas”, dice Pep, intentando ver el lado positivo. Aparcamos en la pista que va a Sant Romà de la Clusa, encima de la casa de Comellas. Las nubes cubren las cimas de las montañas y parece que va a llover en cualquier momento. Tras inspeccionar mis mapas, Pep propone buscar una casa que nunca conseguí encontrar y cuyo nombre está escrito en letra grande en el mapa, aunque sin indicar dónde está, Cal Sord.

“Dejemos los mapas aquí. Total, será un paseo corto antes de que se ponga a llover y así no se mojarán”, propone Pep. Salimos del coche. Hace frío. La verdad es que los dos tenemos ganas de dejarlo correr y buscar un bar para contar batallitas. Bajamos por una cresta hacia el noreste, más o menos por donde ponía el nombre en el mapa. Vemos campos pero sin rastro de la casa. El tenue camino de bajada se convierte en una pista y de repente vemos un camino transversal. Lo seguimos a la izquierda; sale del bosque y acaba entrando en una de las curvas de la pista que sube de la carretera de Castell de l’Areny a la pista de Sant Romà de la Clusa. Allí vemos una fuente y un coche abandonado, acribillado de balas. 

Blanco del aburrimiento de los cazadores 

Las nubes empiezan a levantarse, con Castell de l'Areny en el fondo

“Parece un camino hacia Castell de l’Areny”, dice Pep. Mira el cielo. “¿No te parece que hace menos frío?”, me pregunta. En efecto, la temperatura ha subido unos grados y las nubes no parecen tan compactas.

Volvemos a la cresta y seguimos el camino en la otra dirección. Poco a poco se van abriendo claros en las nubes y el sol empieza a imponerse. Vuelven a aparecer campos y llegamos a una segunda cresta. “Ya no me duelen las rodillas”, dice Pep. “Me encuentro perfectamente”. Aparecen las ruinas de la primera casa. Al haber dejado los mapas en el coche, no tenemos ninguna referencia y mis recuerdos de aquella salida con Carles hace más de 10 años son muy nebulosos. Pero nada de eso perturba el buen humor de Pep mientras explora el entorno de la casa. 

La primera casa, que todavía no tiene nombre

La propia cresta se compone de una doble hilera de rocas que van bajando y el pequeño espacio entre las dos hileras ha sido escalonado para crear una larga escalera de pequeños campos. El efecto estético es muy atractivo. “Para que ir a Babilonia”, dice Pep, “si aquí también tenemos nuestros jardines colgantes”, con un estado de ánimo que ya roza la euforia.


Los campos escalonados entre rocas

Seguimos bajando la cresta hasta tener la piscina de Cal Marc a la vista y volvemos a subir por la ladera este. En total contamos 5 casas, formando una especie de barrio. Cuando bajo el track y miro el mapa del Alpina, veo que la primera casa – y la más grande – ni está marcada ni tiene nombre. Toda la cuesta lleva el nombre de Raval, que es el nombre que se suele dar a los barrios extramuros de las ciudades medievales. ¿A quién pertenecía esta tierra? ¿Quién decidió construir todas estas casas? ¿Y por qué? La respuesta tendrá que esperar las pesquisas de Pep en los archivos históricos.

Cal Roget


Seguimos subiendo hasta llegar a un camino transversal muy marcado y, muy cerca, Cal Miralles, la única casa arreglada de la cuesta. Aquí había llegado poco después de explorar infructuosamente la zona donde pondría esas palabras “Sin interés” que tendrían unas consecuencias nefastas que en aquel momento ni sospechaba. Subía la tercera cresta, siguiendo una línea de casas que estaban marcadas en el flamante y renovado mapa Alpina. E irrumpí, sudado y rodeado de moscas, en la pista frente a Cal Miralles, delante de una mesa donde una pareja se disponía a disfrutar de un almuerzo íntimo, sin más compañía que el canto de los pájaros como orquesta privada. Parece que tengo un don para presentarme en los momentos más inoportunos pero fueron muy amables y me indicaron por dónde tomar el camino para seguir subiendo hacia la pista de Sant Romà de la Clusa.


Castell de l'Areny, ahora con el cielo despejado

Este es el camino que ahora subimos, buscando algún indicio que nos pudiera indicar la ubicación de Cal Sord, hasta salir en el gran prado encima de Cal Comellas. Buscamos las ruinas de unas estructuras que llevan el nombre de l’Era Vella. Aquí comemos y, tras una breve tertulia, Pep propone un último intento de encontrar Cal Sord. Volvemos a bajar a Cal Miralles y seguimos el camino transversal en la otra dirección. No tarda en convertirse en una pista que cruza la primera cresta y entra en un pequeño valle sin árboles. Y allí vemos la casa, orientada al sur, plenamente visible ahora que hemos dejado atrás el bosque y muy cerca de la pista de Sant Romà de la Clusa.


Cal Sord

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6 km; 315 metros de desnivel acumulado.

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