Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



viernes, 10 de julio de 2015

29/5/2015 – La Cambra dels Bocs

El 24 de mayo, hubo elecciones municipales y algunas elecciones autonómicas. El resultado fue la pérdida de mayorías absolutas por los partidos tradicionales en prácticamente todos sus feudos, sobre todo el Partido Popular, y un voto masivo por agrupaciones surgidas de movimientos ciudadanos.

Hoy Pep tiene que estar en Berga a las 5 pero aun así propongo probar de llegar a la Cambra dels Bocs. Tengo la sensación de que es ahora o nunca y así vamos liquidando el tema de las cruces. Una persona mayor con quien contactamos hace bastantes años y que había vivido en Gisclareny nos contó que su nombre era porque allí se encerraban los carneros para que no molestaran a las ovejas después de fecundarlas.

Nada más bajar del coche en la Font de l’Adou, me doy cuenta que Pep imprime un ritmo más fuerte de lo habitual. Debe querer buscar todas las cruces en un solo día, pienso. Sus ojos tienen el brillo de un hombre centrado en el cumplimiento de una misión.

Probamos el camino de subida desde la pista que dejamos pendiente en la salida del día 15 pero no tarda en volverse intransitable, perdido en la vegetación del barranco y damos la vuelta. Optamos por subir por el camino de La Muga para buscar aquel camino de cazadores que seguimos hace ya 16 años. Pero debe hacer muchos años que ya no viene ningún cazador por allí y ese camino ha desaparecido. Pep señala una cresta despejada más hacia Oreis: “Subiremos por allí. Es lo más directo”.

El muro del corral de La Muga

Llegamos a la cresta y empezamos a subir. “Mientras puedas ver por dónde deshacer el camino, si hace falta, no hay problema”, me dice Pep. Poco sospechaba que sus palabras iban a ser proféticas. Con el ritmo de la subida, no tardo en quedar unos 50 metros atrás. Siguiendo el rastro lejano de Carles, supero un afloramiento de roca y entro en un pequeño llano cubierto de robles. Veo un camino que viene desde la izquierda, desde La Muga, y gira para encarar la Cambra. Quiero avisar a Pep y Carles pero ya están bajando a la derecha para entrar en una pequeña hondonada entre esta cresta y la siguiente hacia Oreis y no me oirán ni me harán caso.

La entrada de la Cambra dels Bocs

Vista impresionante de la cara norte de Pedraforca hacia el sur

Bajo una cuesta asquerosa, llena de piedras traidoras por lo sueltas y, cuando llego abajo, veo que han girado y vuelven a subir a la cresta de antes. Pero veo que la siguiente está más despejada y, mirando hacia arriba, parece que se juntan justo debajo de la Cambra. Así que emprendo una subida penosa hacia el lomo, con la vista de Carles y Pep que siguen subiendo por el bosque de robles en el otro lomo a mi izquierda.

Llego a la cuesta despejada. Por fin puedo caminar sin obstáculos. Pero ya no está tan claro que los dos lomos se vayan a juntar bajo la Cambra. Al final, me doy cuenta que tendré que hacer un flanqueo. Pep y Carles ya han llegado a la entrada y justo antes de desaparecer, Pep se para para saludarme. Encaro mi reto particular: tengo que cruzar una pequeña ‘tartera’ o cuesta de piedras sueltas que marca la cabecera de la hondonada y luego flanquear hacia la entrada. Veo una hilera de árboles grandes que parece que me llevarán directamente a la entrada. Por allí, tiene que estar más despejado, pienso.

Con cierta dificultad, llego a la tartera y la cruzo. Pero el camino de los árboles grandes es un espejismo. Un muro de vegetación me barra el paso al primer árbol y una vez superada esa barrera, veo que la cuesta es en realidad un campo de minas, llena de grandes rocas caídas desde arriba, con el boj que tapa los agujeros y las fisuras. Voy superando los obstáculos pero con cada paso que me acerco a la boca de la Cambra, más difícil se hace. Al final, recordando las palabras de Pep al inicio de la subida, me doy cuenta que pronto se me va a hacer muy difícil volver a bajar y necesito a alguien que me guíe para continuar. Llamo a Pep pero hay un muro de roca entre nosotros y no me oye. El móvil … hace mucho tiempo que no tenemos cobertura.

Hasta las rocas blancas a la derecha del árbol muerto llegué. La pared rocosa encima marca la entrada de la Cambra

Aquí se ve mejor el árbol muerto

Doy la vuelta y miro hacia el primer árbol grande, la ‘tartera’ y el lomo, donde estaría seguro, todos engañosamente cerca. ¿Me voy a quedar colgado aquí?, me pregunto. ¿Se va a repetir la historia de 20 años atrás? Analizo mi situación: bajar no es lo mismo que subir pero sólo me separan 200 metros y tengo muchísimo tiempo. Bajo poco a poco, buscando un paso por las rocas e intentando no caer por los numerosos agujeros que me acechan. Por fin, llego a la ‘tartera’, la cruzo y vuelvo a subir al lomo.

Aquí, ya en un lugar seguro y con una vista despejada de la boca de la Cambra, me premio con el bocadillo del almuerzo. Termino de comer y todavía no han aparecido; decido ir bajando poco a poco hacia el camino de La Muga. Si Pep tiene que estar en Berga a las 5, supongo que dará la salida por acabada y hará lo mismo. En eso, salen Pep y Carles de la Cambra y Pep me grita: “Ya venimos. No te pongas nervioso”. “Los nervios ya los pasé”, pienso. “Ahora estoy tranquilo”. Pero me paro y les espero. Después de haberme dejado tirado en la subida, ahora debe querer acompañarme hasta el camino para asegurarse de que no me pase ningún percance. 

“No vimos ninguna cruz”, me dice Pep cuando me alcanza. También pone en duda lo de guardar los carneros: hay una pendiente muy fuerte allí dentro, no tendrían comida y la entrada es demasiado ancha para cerrarla. Tampoco vieron ningún camino que entrara en la Cambra y descarta el camino que yo vi como camino de jabalís. “Bueno, ¿qué se le va a hacer?”, le contesto y vuelvo a emprender el descenso. “¿Dónde vas?”, me dice. “Hay que mirar en las rocas allí arriba para ver si hay cruces”, y señala la línea de roca que marcha hacia el Clot de Vimboca y marca el final de la cuesta transitable.

Cuando le entra la fiebre del descubridor, es imposible razonar con Pep y resignado, doy la vuelta y subimos en diagonal hacia la roca. Luego seguimos hacia el este por un camino de rebecos, pero no hay cruces. Hay que pasar una línea de roca; el camino se acaba abruptamente, volver atrás es complicadísimo y la única salida es una especie de cornisa escalonada. Pep y Carles pasan sin problemas y ahora me toca a mí. De repente, parece que el bastón se me va a enredar en mis piernas, la mochila choca con la roca a mi izquierda y parece que quiere tirarme al vacío, la cámara estorba y no sé dónde poner las manos. Pero, evitando mirar hacia la derecha, franqueo el paso y al otro lado, ya es una cuesta sin obstáculos hacia Oreis.

El Grau

Pep se para para comer y con Carles, intenta sacar conclusiones respecto a la falta de cruces. ¿No buscó en los lugares adecuados? ¿O fueron borrados deliberadamente en algún momento? Yo ya he comido y me entretengo a mirar desde una nueva perspectiva el Clot de la Vimboca y el Cap de la Boixassa, donde estuvimos la semana pasada, mientras un quebrantahuesos patrulla la sierra encima nuestro.

El Cap de la Boixassa desde donde comimos

Reemprendemos la marcha. Primero por tierra blanda, con boj y rocas sueltas. Más abajo, empieza el bosque, con robles bajos y boj alto. El bosque se va espesando y finalmente entramos en un llano colgado sobre el barranco de Vimboca que antiguamente fue cultivado y de donde sale un camino hacia Oreis. Entramos en el camino. A pesar de tenerlo en nuestros mapas, yo nunca lo había hecho. Llegamos a una fuente, ya estropeada por los animales y aquí se bifurca el camino. Un ramal continúa hacia Oreis y el otro gira hacia Vimboca y ése es el que seguimos. Resulta ser el camino que Pep nos mostró desde el Clot de Vimboca la semana pasada. Sólo nos queda bajar la riera hasta la pista de Monnell que, ahora que estamos cansados y queremos llegar al coche, nos parece interminable tanto a mí como a Carles.

La Judith Mascó dice que, para mantener la piel joven y tersa, hay que beber 2 litros de agua diarios y yo le hago caso. Traje 2 litros y me los he bebido todos, y aún tengo ganas de beber más. Cuando llegamos al coche, pido permiso a Pep para ir al nacimiento del río Bastareny, justo detrás de la cascada, para buscar más agua. Magnánimo, me lo concede. Está fresquísima.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,3 km; 710 metros de desnivel acumulado.