Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 11 de mayo de 2023

28/4/2023 – El molino de Vallfogona (2)

La semana siguiente, fui a Bélgica para hacer unos días de turismo con mi hermana y su compañero. Pep y compañía fueron a la zona de Capdevila. Descubrieron un camino nuevo desde el Collet dels Parenostres pero el track que me envió Pep, con las pérdidas continuas de señal, era prácticamente inservible. “No te preocupes”, me asegura Pep por teléfono. “Lo podremos repetir con tu GPS que nunca pierde la señal”.

Carles se excusa; está constipado. En el Mikado, desplegamos el mapa de Falgars, vigilando las tazas de café. Nos afirmamos en la idea de que Els Rentadors es el único sitio factible para instalar un molino y decidimos ir una última vez para ver si sacamos algún dato nuevo.

Aparcamos otra vez al lado de la pista en el cruce de Falgars y volvemos a bajar a Els Rentadors, esta vez desde un camino que arranca desde la pista. Ha llovido un poco y los colores y olores han cambiado. Además, alguien se está dedicando a limpiar los caminos más importantes de esta parte del Catllaràs y, a primera hora de la mañana, resulta un auténtico baño de bosque. Otra vez en Els Rentadors, lo exploramos minuciosamente. Pep ve que una parte del lecho es de roca expuesta, idónea para hacer una presa, pero no hay agujeros. “Este molino fue abandonado hace 7 siglos”, aclara. “Es normal que no quede nada”.



Bajando hacia Els Rentadors

Vamos subiendo, primero sin camino. Ya me he acostumbrado a ver cómo el perro de Jaume va corriendo adelante y atrás y, con su amabilidad y buen humor, se ha convertido en un miembro más del equipo. Cruzamos la pista que va a La Pobla y nos adentramos en otra pista. Pasamos al lado del mismo 600 que vimos en mayo de 2012. No ha cambiado mucho. Esta vez Pep me deja terminar el camino que vi hace dos semanas; baja en línea recta hasta unirse a la misma pista. En la mente de Pep, se va formando un dibujo de caminos que van subiendo a los distintos puntos de minería desde La Pobla.

El famoso 600

Llegamos a la pista que va al Xalet de Catllaràs. Bajamos la pista que va al Collet dels Parenostres y seguimos bajando un poco más. En un claro aplanado, vemos una especie de estructura derrumbada que después, en casa, veo que el mapa del ICC marca como mina. ¿Podría ser una bocamina hundida? La pista se convierte en un camino que nos lleva directamente al segundo collado, donde no hay nada. Un intento de buscar un camino que continúa hacia Capdevila al otro lado del collado fracasa ante la constatación de una cuesta imposible.

De vuelta en el collado, bajamos una pista de desembosque de fuerte pendiente hacia el oeste, hasta llegar nuevamente a la pista de La Pobla. “¿No íbamos a repasar ese camino a Capdevila?”, pregunto a Pep. “En realidad, quería bajar por este lado”, me contesta. “Te tendrás que espabilar con el track que te mandé”.

Pedraforca con el Santuario de Falgars en medio plano

Buscamos el camino de Les Marrades. Como su nombre indica, es un camino que baja haciendo eses, pero desde la última vez que lo hicimos, otra parte ha quedado destruida por una pista fea de desembosque. Seguimos el fragmento que ha quedado hasta llegar al Rec de la Font de la Llosa. Desde aquí, continúa como pista naturalizada que ya no duele a la vista, y algún fragmento residual del antiguo camino. 

Almorzamos en un prado frente al camino que cruza el Regatell y sube al Primer Grau del camino de Falgars. Todo esto ha sido integrado en la Xarxa Lenta y se ha acondicionado una pasarela precaria con tablas de madera para cruzar El Regatell.

En la jerga nuestra, esto se llama "poses heróicos", o al menos eso es lo que yo había pedido

Estoy guardando la cámara después de sacar la foto de Pep y Jaume sobre la pasarela cuando oigo un estrépito y el ruido de una piedra que cae. Alzo la vista para ver a Jaume tambaleando sobre el barranco de la riera con un ángulo muy forzado y Pep que le agarra por el brazo para que no caiga. Una piedra en el borde del camino se desprendió al pisarla. Por lo visto, Pep ha salvado a Jaume de una caída muy fea.


Subiendo al Primer Grau

Al otro lado del Regatell, el camino va subiendo con pendiente constante, a veces bordeando precipicios que procuro no mirar. Las vistas son muy bonitas y el camino está muy intacto. No creo que haya cambiado mucho en siglos. En el Primer Grau, giramos a la izquierda y hacemos la larga subida hacia Falgars. También sería un camino bonito si no fuera por la subida constante. Con las fuerzas ya gastadas, se convierte en un ejercicio de resistencia y solo quiero que acabe pronto.

El camino de La Pobla a Falgars

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,7 km; 390 metros de desnivel acumulado.

 

sábado, 6 de mayo de 2023

14/4/2023 – El molino de Vallfogona (1)

Después de un parón obligado para Semana Santa, volvemos a Vallfogona para buscar un molino medieval que sale en los documentos de Jaume. Mientras Carles va en el coche de Jaume, yo voy con Pep y aprovecho la oportunidad para reprocharle su permisividad con Jaume hace 2 semanas. Pep admite el descontrol pero argumenta que Jaume es muy tozudo y no le hace caso.

Aparcamos en el pequeño llano, ahora oficialmente un aparcamiento, donde la pista desde Vallfogona se une a la pista que baja a La Pobla de Lillet. Delante, está el camino que va a la Mina de Moreno, ahora superseñalizado y una de las rutas estrellas del Catllaràs. “Iremos primero a la mina de Teixó. ¿Cómo queréis llegar? ¿Por arriba o por abajo?”, nos pregunta Pep. Ante nuestras miradas de indecisión, Pep decide: “Será por arriba”, con una satisfacción evidente.

El camino a la Mina de Moreno

Subimos por el camino a la Mina de Moreno. Desde la última vez, se ha clareado mucho el bosque, ofreciendo perspectivas que antes no existían. Antes de llegar, bajamos por un camino medio borrado y ya conocido que nos hace pasar por la caseta del polvorín y la torre de un teleférico, antes de llegar a los edificios de la mina, que lentamente se van desmoronando. Solo la bocamina, a unos 200 m de distancia, se ve igual de robusto. Pep, Carles y Jaume se adentran y yo miro desde fuera cómo se van alejando las linternas de sus móviles. No tengo ningún problema para viajar con Metro pero prefiero no entrar en estos túneles abandonados.

El polvorín. La gravedad ha partido el edificio en dos y la parte delantera va bajando la cuesta poco a poco.

El edificio principal del complejo minero del Teixó

El siguiente paso es la casa medieval de Teixó. Lo conocía porque Pep me lo había dicho, pero personalmente nunca había estado. Es un cuadrado hueco de 2 o 3 filas de piedras situado a unos 300 m al norte de la mina, resguardada del viento del norte al pie de un pequeño cerro. Pero Jaume había visto unas piedras en la cima del cerro y subimos para investigar. Antes de llegar arriba, la roca forma un abrigo natural con un trozo de tierra aplanada delante, y arriba, un hueco circular poco profundo y una línea de piedras que marca un perímetro justo por debajo del borde.

Pep le da el visto bueno. La tentación de proponerlo como torre es muy grande, ya que tiene buenas vistas de San Cristòfol arriba y de La Pobla abajo, pero al final Pep le atribuye la ubicación del Mas del Far, por su situación de atalaya.

La primavera da sus primeros pasos en el Catllaràs

Bajamos a buscar el molino. Dejando a la derecha un camino nuevo que Pep no me deja seguir, llegamos a Els Rentadors y buscamos la unión de los dos torrentes, el Regatell y el Torrent de Vallfogona como punto más probable. No se ve nada. Jaume se marcha por el lecho seco del torrente, a pesar de las advertencias de Pep de que no encontrará ningún molino en el lecho. No tarda en convertirse en un desfiladero estrecho, confinado entre unas paredes de roca de unos 20 metros de alto. Carles, Pep y yo subimos a la pista; no tenemos ganas de meternos en un sitio del que no sabemos si podremos salir.

Desde la pista, intentamos mantener el contacto con Jaume a través de gritos pero no hay respuesta. Un poco más adelante, una pista deshecha baja hacia el torrente y le localizamos muy abajo. Le guiamos hasta un punto donde podrá salir con cierta dificultad, primero el perro y luego él. Jaume quiere seguir buscando en unos llanos encima del torrente. “Aquí solo hay carboneras”, dice Pep, tajante, y por fin conseguimos convencerle para que salga.

Comemos al lado de una pista secundaria. Para volver al coche, Pep vuelve a bajar a Els Rentadors y sigue el lecho del torrente corriente arriba. Ante mi estupefacción, me contesta escuetamente “quiero buscar el molino”. De un torrente que antes bajaba lleno de agua, solo quedan unos charcos estancados. Vamos subiendo en una especie de barranquismo inverso sin agua y de salida muy difícil por los lados, hasta que llegamos a una pared de roca que en otros tiempos habría sido una cascada. No nos queda otro remedio que salir como podemos por una pendiente fuerte y tierra inestable, agarrándonos a troncos y ramas. “Suerte de las planchas”, pienso, mientras lucho contra la gravedad y la tierra suelta que me quieren echar para abajo otra vez.


Pep sube el lecho del Torrent de Vallfogona

Y aquí tuvimos que salir por la derecha

Llegamos a un camino conocido pero muy tapado que sube paralelo al torrente y que, en otros tiempos, sin duda era usado por los de la casa de Vallfogona para bajar a Els Rentadors. Con dificultad y una subida penosa, por fin llegamos a la pista donde está el coche. Hemos tenido suerte.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,5 km; 380 metros de desnivel acumulado.

 

31/3/23 – Frustración en Falgars

Volvemos al Alt Berguedà con un fondo inquietante de una primavera sin lluvia. De momento, la Naturaleza quema sus últimos cartuchos con un verdor engañoso que puede quedar en nada si no llueve.

En el Mikado, se nos unen dos integrantes nuevos: Jaume, residente en Navàs pero hijo de La Pobla de Lillet, lector ávido de documentos notariales e historiador amateur, y su perro Moixeró, cuya misión será aportar una visión canina a la investigación histórica.

Resulta que en sus lecturas, han aparecido los nombres de una serie de casas medievales y, habiendo conocido a Pep en el Archivo de la Corona de Aragón y leído mi blog, no se le ocurre a nadie mejor para ayudarle a localizarlas.

Desplegamos mi mapa sobre la mesa para intentar organizar el día. Señalando algunos puntos clave, Carles mueve la mano con tan mala suerte que tira el café sobre la mesa. Un charco se expande rápidamente ante nuestra mirada horrorizada. En menos de 1 segundo, ya ha alcanzado el mapa, un documento único de valor incalculable, y todos nuestros esfuerzos no consiguen impedir que quede manchado. El expediente impoluto de Carles ahora también tiene una mancha marrón que recordaremos cada vez que miramos el mapa de Falgars.

El santuario de Falgars

Guardo los mapas con un silencio reprobatorio y ponemos rumbo al Santuario de Falgars. Aparcamos delante de la fuente seca de la Collada de Falgars y empezamos buscando en los campos debajo del camino (ahora GR4) que baja a La Pobla. Hace tiempo, Jaume había visto unas piedras sospechosas pero ahora no encuentra nada y nosotros tampoco, así que renunciamos y vamos al siguiente punto: el Camp de l’Empriu. Aquí, buscando entre el boj, veo una alineación sospechosa de piedras y llamo a los demás. Pep considera que el hallazgo es prometedor y lo da como provisionalmente bueno.

El siguiente paso es ir al poblado medieval de San Cristòfol, encima de la casa de Vallfogona. Jaume tiene el topónimo del Far y sospecha que podría estar al final de una especie de promontorio hacia el noreste. Entramos en el Pla de Sant Cristòfol y buscamos en el boj que va bordeando el llano. El perro va corriendo de un lado para otro, triplicando los kilómetros que hacemos nosotros. De tanto en tanto, vuelve a nosotros, supongo para informarnos de sus hallazgos, pero nuestras frecuencias no son compatibles y solo captamos una impresión general. 

Ante la falta de resultados en el llano arriba, se inicia un flanqueo caótico por las cuestas empinadas, pasando por campos aterrazados con saltos de hasta 2 metros entre cada campo. Intentando seguirlos desde atrás, me da la impresión que es el perro que está imponiendo un criterio basado en el olfato, sin tener en cuenta los aspectos orográficos; aquí es imposible que hubiera una casa. Para colmo, me entra en el teléfono una propuesta de traducción con un montón de instrucciones y abundante material de referencia que me acaba de agobiar y decido rechazarla. “¿Por qué no me dejan hacerlo a mi manera?”, pienso irritado, mientras intento salir de esta trampa vertical sin romper una pierna. Por suerte, entramos en un camino ya conocido que nos lleva directamente a la casa de Vallfogona.

En Vallfogona, Carles explica las normas para buscar casas a Jaume. El perro mira para otro lado.

Mientras reponemos fuerzas, pregunto a Pep si comeremos aquí. “Más arriba”, me contesta crípticamente. Tras mostrar la fuente al perro para que pueda beber, giramos a la izquierda para bajar por un camino que descubrimos durante la pandemia. Baja al Torrent de l’Ermità y luego sube al otro lado hacia la Baga de Fontanals.

Jaume sube a un tronco colgado sobre el profundo barranco marcado por el Torrente. “Sácame una foto para el blog”, me dice. “Porfa, porfa”, insiste. “Tú lo has querido”, pienso, mientras le enfoco.

Jaume posa sobre el abismo. Solo tiene 45 años.

Dejamos el camino para hacer una subida penosa por una antigua pista de desembosque hasta salir al Camp de l’Ermità, donde Pep muestra a Jaume una casa medieval que encontramos en otra salida durante la pandemia. Este fue el objetivo de Pep al venir aquí pero que no me quiso decir en Vallfogona.


Almuerzo y debate en el Camp de l'Ermità

Comemos en el Camp de l’Ermità y luego Jaume se lanza a buscar casas en lugares improbables en los alrededores de Fontanals, ante la permisividad de Pep y mi asombro. “A mí no me dejaría nunca hacer esto”, pienso, dolido. Por fin conseguimos convencer a Jaume de que aquí no hay nada e iniciamos el largo descenso hacia Falgars. Ha sido un día largo y caluroso y estoy cansado.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,2 km; 400 metros de desnivel acumulado.

 

domingo, 16 de abril de 2023

Invierno 2023

Ha cambiado el año. Mostré mis resonancias al traumatólogo y, resumiendo, me dijo que mi columna era la normal para mi edad y, además, como no tenía dolor, tampoco hacía falta recuperación. Me recetó caminar y yo me receté condroitina. Gracias al Feldenkrais, mi postura fue mejorando y empecé a salir de una sensación debilitante de fragilidad. Más adelante, unas cuantas sesiones de fisioterapia y aprender a hacer planchas me volvieron a conciliar con mi cuerpo y me di cuenta de que no estaba acabado ni mucho menos.

Durante los meses de invierno, hicimos seis salidas, 4 en el municipio de Montclar en una progresión muy metódica desde cerca de Montmajor y bajando en dirección sureste hasta casi tocar la iglesia de Sant Joan de Montderm, y 2 contiguas en Espunyola-Caserres, también en dirección sureste.

Guiados en parte por las excursiones solitarias de Carles en bici durante la pandemia, fuimos buscando restos históricos y explorando territorio, en una sucesión de pequeñas sierras y vaguadas, todas ellas muy parecidas, con un fondo preocupante de una sequía creciente.

Empezamos conociendo a una abuela diminuta vestida con múltiples capas como una babushka rusa y muchas ganas de conversar que nos habló del amor entre gatos y concluimos la temporada de invierno en el Bosque Encantado de Casserres.

El Bosc Encantat

Con el comienzo de la primavera, toca volver al Catllaràs.


23/12/2022 – Hipocondría en Espunyola

Ya falta poco para Navidad y vengo al Mikado con una novedad. Desde el verano, noto que mi postura ha empeorado y, para corregirla, empecé Feldenkrais (buscadlo en Wikipedia). Efectivamente, me está ayudando a mejorar la postura y los músculos, al cambiar de posición, producen molestias y decido hacerme unas resonancias de la columna, para ver cómo está la cosa ya que tengo cierta edad.

El día antes, recogí los resultados y, una vez descifrado el lenguaje médico, me pintaron un cuadro mucho peor de lo que me imaginaba en base a las sensaciones que tenía. El día 2 de enero, tengo hora con el traumatólogo para que me lo ponga todo dentro de un contexto y proponga un tratamiento. Pero, mientras tanto, me siento delante de mi café con una sensación de gran fragilidad. Lo explico a Pep y le pido una salida sin sobresaltos, ya que una de las cosas en que hicieron hincapié mis lecturas es que se debe evitar caminar sobre terreno irregular.

Aparcamos en el mismo sitio, encima del Molí de Traserra. Nada más bajar del coche, Carles nos informa que renuncia al mando, que es muy estresante y, con su carácter tan conciliador, dar órdenes se le da fatal.

Hoy hará mejor día que la semana pasada y dedicamos la primera parte a seguir un camino marcado que parece buscar las casas agrupadas alrededor de Cal Majoral. Luego bajamos hacia la Rasa de Traserra, que cruzamos debajo del molino. Seguimos bajando y entramos en el camino que dejamos sin explorar el otro día. Con tanta explotación forestal antigua, el camino se acaba perdiendo pero no sin antes haber descubierto las ruinas de una casa a media cuesta, de nombre desconocido.


Bajando a la riera desde el molino

Seguimos bajando por un terreno muy irregular. Tengo la sensación que mi cuello bambolea  como esos perros que antes se ponían en los coches, y que puede separarse de mis hombros en cualquier momento.

Llegamos a la casa de Taupera, un paraíso de fin de semana, y allí vemos un posible camino que baja a la Riera de l’Hospital, la misma que fluye debajo de Torrents. Sin embargo, el camino desparece al poco rato para convertirse en una pista abandonada invadida por las zarzas. Pep va abriendo camino delante y yo sigo en la última posición; es un progreso lento pero bastante cómodo para mí.


Cal Taupera

Sin embargo, nos va alejando del objetivo que Pep ha elegido para hoy, que es la casa de Cervins. Baja a la pequeña riera y sube por el otro lado, agarrándose a troncos y rocas para superar la fuerte pendiente inicial, seguido de Carles. “¿No tenemos otra opción?”, pregunto desde el otro lado. “No tengo problemas para seguir bajando esta pista”. “No hay elección”, contesta Pep. Me pongo en manos de Dios y cruzo la riera, intentando no hacer caso a la ansiedad creciente.

Nos alejamos de la riera y entramos en una pista que nos lleva a Cervins, una casa en buen estado pero no habitada de forma permanente. Aquí damos la vuelta y seguimos una pista que va hacia el norte, pero resulta que la pista no nos va a llevar a buen puerto porque gira hacia la izquierda, alejándonos del coche. Subimos una cuesta sin camino, con fuerte pendiente. Ni siquiera encontrar los restos de un camino aligera la subida y vuelvo a oír las pulsaciones en los oídos.

Entramos en otra pista que, esta vez sí, va hacia el norte y pronto vemos una casa y ruidos de gente trabajando. “La carretera no estará lejos”, pienso. “Estamos salvados”. Pep consulta el mapa que tiene Carles en su teléfono. “Nos hemos equivocado de valle”, me dice. “Es el siguiente”. “O sea, ¿todo esto lo hemos hecho para nada?”, pregunto. “Así es”, contesta. Y me señala la cresta al otro lado del valle. “Si dependiera de mí, subiría hasta arriba de esa sierra y luego iría de llano hasta la carretera. Pero te dejo elegir. Podemos hacer esto o rodear la sierra por abajo por la pista y luego subir el valle hasta el molino”. “Te lo digo cuando estemos abajo”, le contesto. “Pero que sepáis que no estoy en mi mejor momento”.

Giramos casi 180 grados y tomamos una pista para bajar el valle, que resulta ser la Rasa de la Boixadera en lugar de la Rasa de Traserra. Cuando llegamos abajo, miro hacia arriba la cuesta que nos tocaría subir según el plan de Pep, otra vez sin camino. Repaso mi estado mental, que no está para tirar cohetes, y tomo mi decisión. “Volvamos por las pistas”, le digo. Y así hacemos.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9 km; 310 metros de desnivel acumulado.



16/12/2022 – Carles toma el mando

De momento, dejamos La Pobla de Lillet y el Alt Berguedà en general. Buscaremos zonas más cálidas y precisamente, Carles ha visto una estructura en Espunyola en sus salidas solitarias que ha atraído el interés de Pep.

“Hoy manda Carles”, me dice Pep nada más entrar en el Mikado. “Ya hace tiempo que tenía ganas de ver su nuevo hallazgo”.

Es un día de mucha niebla. La visibilidad queda limitada a unos 100 metros. Aparcamos en la carretera que sale de Cal Majoral para subir a Capolat, donde empieza el camino para bajar a la fuente del Molino de Traserra. El camino está muy bien conservado y debe ser de uso frecuente. Coincidimos con un vecino que está bajando para llenar unas cuantas garrafas. La fuente está metida en el fondo de una fisura horizontal estrecha, como una enorme sonrisa desdentada, por encima de la cual cae un pequeño hilo de agua que es todo lo que permite la actual sequía. Y al otro lado de la riera, la casa del molino, a medio arreglar.

El camino que baja a la fuente del Molino de Traserra

Pep conversa con el hombre, que entra con una garrafa y al cabo de unos segundos, vuelve a salir. “Prefiero esperar afuera mientras se llena”, explica. “Si cae aquella losa, quedaré aplastado como una cucaracha”.

La bauma de la fuente, que está al fondo de todo

Nos despedimos y seguimos el valle hacia abajo, pero manteniendo la altura. Carles nos guía con paso certero. Entramos en una pista, que seguimos, dejando un camino que baja a la derecha. Aquí hubo una explotación forestal intensa hace unas décadas y por todas partes hay pistas. Subimos el cortafuegos de una línea eléctrica hasta llegar a un llano. Allí, dentro de una zona arbolada, se ve una línea de piedras formando dos costados de un cuadrado. Es antiguo y Pep lo anota como una posible torre medieval. Exploramos un poco pero sin ver nada más destacable.

“Vamos a la casa de La Serra y luego buscamos el camino que dejamos, a ver dónde va”, dice Pep.

“¿Pero no estaba Carles al mando hoy?”, pregunto extrañado. “Es verdad, lo siento. Es la costumbre”, contesta Pep. Gira hacia Carles. “Disculpe, don Carles. ¿Dónde quiere que vayamos?”.

Carles mira hasta donde le permite la niebla y tras unos momentos de reflexión, dice con voz firme: “Vamos a la casa de La Serra y luego buscamos el camino que dejamos, a ver dónde va”. “Así se habla”, digo con fervor.

Caminamos por la niebla hacia La Serra, dejando un camino a la izquierda que probablemente enlaza con el otro camino más abajo. La Serra no tiene nada destacable y damos la vuelta. Bajamos por el camino, que se pierde en la cuesta pero enlaza con el otro, que seguimos. Nos lleva a una pequeña estructura hundida en el suelo, de función desconocida, y poco después, llegamos a una casa en ruinas, que no conocíamos pero resulta ser Cal Rofa, según el ICC. Y detrás de la casa, otra sorpresa. Un rectángulo cavado en el suelo y forrado de mortero que habría sido una cisterna en otros tiempos.

Cal Rofa

Volvemos a la casa. “¿Dónde vamos ahora?”, preguntamos a Carles. Carles vuelve a mirar alrededor suyo, preso de la duda. “Parece que un camino baja desde la casa”, sugiero. “Bajemos el camino”, ordena Carles. Y así hacemos, pero desaparece al poco rato y tenemos que volver a subir. “Ríñele”, dice Pep, señalándome. “Es por su culpa que hemos bajado”.

“Muy mal”, me dice Carles, y como castigo, me envía en una misión fútil a buscar cosas en los campos que suben desde la pista, más hacia el sur. Evidentemente, no hay nada y así le informo a la vuelta. El cielo empieza a despejarse y de repente vemos todo el paisaje que nos rodea.

Bajamos la cuesta, siguiendo lo que a ratos parece un camino, hasta salir a la pista que nos lleva a Els Torrents y la iglesia anexa. Pep y yo habíamos venido aquí en nuestras salidas en febrero pero volvemos para que Carles vea los restos de muros medievales que esconde la casa. La iglesia es moderna pero se construyó sobre algo más antiguo.

La casa y la iglesia de Torrents

Es hora de volver y buscamos una pista que sube el valle de la Rasa de Traserra pero más cerca del fondo. Tras medio kilómetro, vemos un camino muy marcado que baja y, al otro lado, lo que parece ser un camino que marcha hacia el suroeste. Bajamos y cruzamos la riera pero el camino nos aleja del coche y lo dejamos para la próxima salida. Seguimos subiendo la riera por la otra ribera y, en poco rato, estamos otra vez en el molino.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,3 km; 170 metros de desnivel acumulado.


domingo, 11 de diciembre de 2022

2/12/2022 – La Balma de Florí

Resulta que en el éxito de aquella salida del 18 de noviembre, donde Pep y Carles descubrieron el castillo del Puig, también se escondió un fracaso. La primera parte de la salida se dedicó a vagabundear por una zona a la derecha de la carretera que va de La Pobla a Castellar de n’Hug, cerca del Clot del Moro, sin rumbo y sin resultados concretos, o así me pareció a mí cuando recibí el track.

Nada más lejos de la verdad. Pep estaba buscando una cueva. Desde entonces, ha preguntado a todos sus contactos en La Pobla y ahora tiene un waypoint que marca el lugar exacto donde está.

Hoy será un día muy frío, y además iremos a uno de los lugares más fríos de la comarca. Me he preparado a conciencia: Dos pares de calcetines, pantalón forrado, 2 camisetas (una térmica), un jersey térmico, un forro, un buff, guantes y gorro de lana.

Aparcamos al lado de la carretera, encima de la fábrica papelera. El termómetro marca 5 grados bajo cero. “Ven, te quiero mostrar algo”, me dice Pep. Cruzamos la carretera y empezamos a subir la cuesta. Casi enseguida, veo una estructura en muy buen estado que, evidentemente, es un horno de cal. “¿Qué te parece?”, me pregunta Pep. Muestro todo el entusiasmo que me permite la temperatura gélida.

El horno de cal

Seguimos subiendo. Aunque ahora está poblada de pinos y arbustos espinosos, toda esta zona había estado cultivada y se suceden muros de piedra seca y campos minúsculos. Me viene a la mente una imagen de las trincheras que subían desde la playa Anzac en Gallipoli. Casi enseguida, vemos un camino que, a pesar de su poca definición, parece tener cierto recorrido. Cuando me envió el track del 18 de noviembre, había preguntado expresamente a Pep si habían seguido caminos y me dijo que no. Le recuerdo a Pep su negativa ante mi pregunta. “No vimos nada de eso aquel día”, me contesta. “Tu presencia los hace aflorar”, me dice el lisonjeador Carles.

El laberinto de terrazas dentro del bosque

Aquella semana, Pep y Carles habían girado hacia el este demasiado pronto y nunca llegaron a donde estaba la balma. Hoy continuamos en ligero ascenso hacia el norte. Superamos un pequeño esperón rocoso y la tenemos allí delante nuestro. Es grande, bien orientada hacia el oeste. Hoy, los árboles la invisibilizan pero cuando todo esto eran bancales, habría sido visible plenamente desde el camí ral al otro lado del río.

Una foto espectacular de Carles de la Balma de Florí

Tras documentarla y enviar las fotos a Pol para hacerle rabiar, volvemos al coche para iniciar la segunda parte de la salida de hoy. Esta segunda parte es mucho más modesta y consiste en subir el último cerro que quedaba por mirar entre El Puig y el río Arija. Evidentemente, no hay nada, aparte de un posible camino a El Puig, que no seguimos. Luego, cruzamos la carretera y continuamos hacia el norte, “para ver si hay algo”, dice Pep con una inconcreción poco habitual en él.

Lo mejor de esta parte: las vistas del monasterio y el valle de Junyent al otro lado del valle, con los colores de otoño avanzado y la débil luz del sol. Con tanta ropa, no he pasado frío.

El Monasterio de Santa María de Lillet

El Valle de Junyent

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,8 km; 260 metros de desnivel acumulado.

domingo, 4 de diciembre de 2022

25/11/2022 – El Bac de Montverdor

Al volver a casa de la salida a Muntanyetes, sucumbí a un resfriado raro, con afonía, tos, muchos mocos y debilidad muscular. A pesar de dar negativo en tres tests, sospecho que fue la nueva Covid omicron. Esa semana, Pep y Carles descubrieron el castillo del Puig, totalmente desconocido para la ciencia. Al saber la noticia, Pol se quejó amargamente en el WhatsApp del grupo de que guardaban lo mejor para cuando él ya no estuviera. “¿Qué esperabas?”, pensé desde mi lecho de convalecencia.

Hoy, amanece un día gris. El hombre del tiempo había advertido que vendría un frente atlántico durante el día que traería un poco de lluvia. Aparcamos delante del área recreativa de La Pineda, en la carretera de La Pobla a Sant Jaume de Frontanyà. Pep me señala el cerro sobre el cual encontraron los restos del castillo. “Había muchas casas al lado del río. A ver si encontramos alguna antes de subir a los otros picos alrededor”.


El castillo del Puig está en la cima de este cerro

Miro con desánimo el pequeño anillo de cerros que nos rodea. Nos espera una salida de subidas y bajadas sin sentido y sin resultados. Entramos en un prado muy amplio y caminamos paralelos al río, Carles más arriba, cerca de la carretera, Pep en el límite con el prado y yo, entre medio, donde la vegetación es más espesa. De repente, veo unas piedras que hacen una esquina. Pep viene a inspeccionar. Es una casa medieval, posiblemente una que se llamaba Baladosa en la documentación. Es evidente que mi descubrimiento le ha sorprendido, ya que siempre es Carles que lo descubre todo.

Caminamos un poco más pero no aparecen más casas. Cruzamos el río y pasamos por las ruinas del Hostal de l’Argelaga, a pie del camí ral. A partir de aquí, iniciamos un ascenso hasta llegar al pico entre el Cap de la Questió (toponimia del Alpina), donde está el castillo, y la carretera de La Pobla a Campdevanol. Aquí no hay nada. Bajamos al Clot del Matxo Mort (también según la toponimia del Alpina) y giramos hacia el sur. Vamos cruzando fragmentos de caminos que forman un pequeño laberinto debajo de Montverdor y que algún día habría que aclarar, si nos da tiempo.

Mientras tanto, el cielo se ha despejado, sale el sol, pero al norte, se ven masas de nubes. Pep mira el teléfono: “La lluvia todavía no ha llegado a Andorra. Tenemos mucho tiempo”. Tras una subida ardua, llegamos arriba del Serrat de la Teulería (según el Alpina), al suroeste de Montverdor. Evidentemente, aquí tampoco hay nada, pero es un buen lugar para comer y paramos. Debajo se ve la Teuleria de Montverdor y tenemos largas vistas en todas las direcciones. Sería un buen lugar si no fuera por las nubes que se ven al noroeste. Pep vuelve a mirar al teléfono. “Empieza a entrar en Andorra. Podemos estar tranquilos”.


Mirando hacia Montverdor

Empiezo a comer mi bocadillo pero no puedo estar quieto. Me pongo de pie y empiezo a caminar agitadamente por el reducido espacio de la cima. Miro con inquietud a Pep. Todavía está comiendo el bocadillo con toda la calma del mundo, y sobre la rodilla derecha, esperando su turno, tiene una manzana. “Seguro que vendrá otra banda de lluvia desde el norte. Siempre pasa”, pienso. Carles, viendo con impotencia la parsimonia de Pep, saca un plátano. “Deberíamos darnos prisa”, digo a Pep. “Estamos en el punto más alejado del coche”. “Tenemos al menos una hora”, dice Pep, mientras saborea la manzana. “Relájate y disfruta del momento”. “¿Cómo voy a disfrutar del momento si mi instinto me está diciendo que nos tenemos que marchar?”, pienso.

Empiezan a caer gotas. “Ya sabes que solo caen cuatro gotas con los frentes atlánticos”, dice Pep, y vuelve a su manzana. No han pasado ni 30 segundos que de repente nos cae encima una cortina de granizo que ha venido directo del norte, tal como yo había presentido.

Guardo la electrónica y bajamos a toda prisa por los pinos, perseguidos por el granizo que rebota sobre nuestros anoraks. Entroncamos con el camí ral de Ripoll que viene desde Montverdor. Afortunadamente, cuando llegamos a los prados abajo, ya ha dejado de granizar y podemos vadear el Arija con la calma necesaria. En el coche, ya entrando en La Pobla, topamos con la lluvia que viene desde Andorra. Es torrencial.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,5 km; 370 metros de desnivel acumulado.

11/11/2022 – Muntanyetes

Pol entra en el Mikado con una cara larga. “Os tengo que comunicar una mala noticia”, advierte. Ante nuestra consternación, continúa: “Tengo un empleo y ya no podré venir. Me han llamado para hacer una sustitución en una escuela en Tarragona”. “¿Pero no es lo que querías?”, pregunto sorprendido. “Pensaba que estabas deseando contribuir a la sociedad”. “Sí”, admite, “pero no tan pronto”.

“Bueno, en un mes o dos, volverás a estar en el paro”, dice Carles, intentando ser optimista. “¡Qué va!”, responde Pol, cada vez más desolado. “Si no me echan por mal profesor, tengo para el resto del año escolar”. Volvemos a mirar nuestros cafés con cara de circunstancias; eso de tener trabajo tan rápido es una mala suerte, sin duda.

Pep vuelve a centrar la atención en los objetivos de hoy: “Hoy vamos a Muntanyetes, también tenemos el molino de Solls, la casa medieval, la iglesia de Santa Eugènia y unas cuantas cosas más. No perdamos más tiempo”.

Aparcamos cerca de la pista que va a Sellers. Volverá a ser un día soleado con temperaturas suaves, pero de momento hace frío. Nos dirigimos al molino medieval de Solls, a pie de pista debajo de Sellers. En realidad, no queda nada excepto el dibujo de lo que podría haber sido la balsa del molino y los restos de un muro. De allí, cruzamos la carretera de Sant Jaume de Frontanyà y seguimos un camino transversal que nos lleva a la casa medieval al que Pep atribuye también el nombre de Solls: un cuadrado anónimo.

Para ir a Muntanyetes, Pep propone una ruta directa hacia el oeste, pasando el collado tras una subida con bastante pendiente. Propongo seguir la pista que pasa encima de Cal Font y que da la vuelta de la sierra. Tendrá una pendiente más suave y además vistas bonitas hacia el norte.

“Steve me ha convencido que tomemos la ruta más larga”, Pep proclama a los demás, y nos ponemos en marcha. La pendiente favorece la conversación, que Pep, Carles y Pol dedican a hablar de documentos, masos (casas), familias y linajes. Cinco metros detrás, me viene el recuerdo de estos tests en Internet para confirmar que eres un ser humano antes de acceder a una página web y que consisten en poner imágenes de medios de transporte y tienes que decir cuáles no son trenes. Pues entre los tres trenes que conversan en clave delante mío, yo soy el barco. Pero generosamente, Pep me dedica unos minutos para hablar del coche eléctrico que ha encargado.


Vista hacia el norte

Vamos dando la vuelta con la pista en un inmenso rodeo con la casa de Muntanyetes en el epicentro. Finalmente, tenemos la Cingle de les Baumes delante, por donde discurre el mítico camino del Pas de les Baumes.


La Cingle de les Baumes

Desde aquí subimos al Coll de la Creu d’en Soler y, aunque estamos en el municipio de Sant Jaume de Frontanyà y, para el estudio de Pol, no toca, Pep le muestra una casa medieval a tocar de la pista que sube al Coll desde la carretera. Esta casa la había descubierto yo al poco de tener los mapas, sin saber qué era, como tampoco lo sabía Pep, cuando se la mostré unos meses después. Pero ha llovido mucho entonces y ahora salta a la vista que es una casa.


El Coll de la Creu d'en Soler, mirando hacia el sur

Buscamos el camino medio borrado que nos lleva a la casa de Muntanyetes, interrumpidos brevemente por el hallazgo de una veta de fredolics, seguida de otra un poco más adelante. Pero finalmente, llegamos a la casa, donde comemos.


Muntanyetes

Iniciamos el largo descenso por los campos de Muntanyetes hacia la carretera, arrastrados irremediablemente por el rastro de las setas. En un momento de lucidez, Pep se para. Estamos yendo en la dirección equivocada y nos impone un giro de casi 180 grados para volver hacia la pista del Coll de la Creu d’en Soler. Luego giramos al sur para visitar unas losas que marcan una posible tumba neolítica y luego una casa medieval que también había descubierto yo en una salida solitaria, sin saber qué era. Cuando la vio unos meses después, Pep incluso llegó a insinuar que era un afloramiento rocoso natural, pero, donde antes todo eran dudas y misterios, hoy es certeza y luz.

Yo me estoy empezando a cansar. Hace tiempo que quería estar de vuelta ya en el coche. Pero el programa se tiene que cumplir a rajatabla y pasamos por la iglesia de Santa Eugènia y los restos del molino moderno, justo debajo de la carretera. Me siento cada vez más apático y ya no respondo con el mismo entusiasmo a los comentarios de los demás.

Suerte que solo quedan 200 metros para acabar el calvario. El día después, me levanto con síntomas de un resfriado extraño que me impide salir la semana siguiente, ya sin Pol, que se une llorando a las filas de la población activa.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,2 km; 400 metros de desnivel acumulado.

4/11/2022 – El Boix, Rovires y Les Fontetes

En el Mikado, le advierto a Pep que la salida de la semana pasada me dejó KO durante dos días. “No te preocupes, Steve”, me dice, mientras esperamos a Carles y Pol, “hoy te encantará”.

Aparcamos en la entrada de la pista que va a El Boix. La idea es ir repasando casas y restos hasta la Font del Bisbe. Gran parte de esto ya lo hicimos en el invierno de 2020, antes de que la pandemia cambiara nuestro mundo para siempre. El día empieza frío pero no hay nubes y las temperaturas volverán a ser suaves. Subiendo la pista hacia la casa de El Boix, notamos un cambio desde que estuvimos la última vez. En el cruce de pistas, había un misterioso dibujo de piedras en el suelo formando un círculo o semi-círculo. ¿Una iglesia, una torre, una rotonda?, habíamos especulado. Pero desde 2020, han arreglado la pista y las piedras ya no están.


Los prados debajo de El Boix a primera hora

Repasamos con Pol el posible emplazamiento de una iglesia y una especie de muro detrás de la casa donde se había encontrado cerámica ibérica. Imposible saber más; según la ley catalana, no se puede tocar ni un fragmento sin autorización oficial. Y ya que estamos, hay que subir a la cima del cerro detrás de la casa, porque las vistas son muy bonitas.

Deshacemos el camino, cruzamos la carretera y subimos hacia Les Rovires. Debajo de la casa, hay un labirinto de caminos que no está aclarado del todo. Incluso hoy, subimos por un camino nuevo que no conocíamos. La entrada hacia la casa está flanqueada por un muro rocoso y encima hay indicios de que hay algo más de lo que se ve.


Les Rovires

Fui por primera vez a esta casa hace muchos años, solo, antes del blog, cuando nuestros mapas estaban prácticamente en blanco. Detrás de la casa, descubrí otro laberinto de caminos, algunos de los cuales han sido convertidos en pistas de desembosque. Para llegar a Les Fontetes, propongo subir un poco más y probar una conexión entre dos pistas/caminos, pero el destino nos tiene guardado una ruta mucho mejor. Vemos un camino que sale con una subida muy leve, encima de un gran prado. No tardamos en darnos cuenta de que es otro camino nuevo, amplio y lleno de encantos. Y además, nos llevará directamente a Les Fontetes. Le deseamos una larga vida y que los ingenieros forestales no se fijen en él.


El camino nuevo

Salimos en la pista que sube la ribera izquierda del Torrent de les Solls y empalmamos con otro camino nuevo que nos deja en los pocos restos de Les Fontetes. Pero Pep aún tiene dos puntos más: primero, la Font del Bisbe, ya que hace unos años vio el agujero de una posible presa en la roca encima de la cascada. Se vuelve a localizar y documentar. Y segundo, una casa medieval que ha llamado provisionalmente Solls. Pero se equivoca de pista y acabamos en Cal Font, donde comemos al sol bajo unos árboles.


Pep, Carles y Pol consultan mis mapas. Valen su peso en oro.

Desde aquí, bajamos a la carretera donde está el coche por un camino que descubrimos en esas salidas en 2020, dejando a la derecha un camino muy tentador que podría ir directamente a El Boix. Hoy, me he encontrado bien.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,9 km; 375 metros de desnivel acumulado.