Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 14 de septiembre de 2023

8/9/2023 – Engañado en Puigventós

Nosotros también somos víctimas del cambio climático y durante dos meses, nos hemos quedado encerrados en casa, esperando temperaturas más frescas. Cuando por fin nos vemos otra vez en el Mikado, Jaume ya no puede venir ya que sus clientes están empezando a reclamar sus luces navideñas. Por su parte, Pol ha cambiado de colegio y por fin, podrá disfrutar de un día libre durante la semana, el lunes.

Reunidos los tres para iniciar el curso escolar, surge la pregunta eterna: ¿Dónde vamos? Tras algunos titubeos, Carles menciona que fue a la zona de Puigventós en una salida familiar y vio algunas cosas curiosas. “Que no se hable más”, dice Pep. Vuelvo a casa a buscar los mapas y ponemos rumbo a los Rasos de Peguera.

Aparcamos en la carretera debajo de la casa de Puigventós, dedicada al turismo rural. Su dueño también ha señalado algunas rutas de senderismo, con el Cim d’Estela como destino estrella. Al lado de un campo, hay una trumfera restaurada y señalada y otra no señalada, que es solo un hueco en la tierra. Subimos por los campos y entramos en el bosque, donde se ha habilitado una zona de juegos para niños en un claro, con casa de Ricitos de Oro incluida.

La trumfera

Y la casa en el bosque

Aquí, Carles nos muestra un camino que siguió de bajada con su familia (la subida la hizo por la pista) y que era el camino antiguo para subir al Col d’Estela. Está marcado con pintura verde y naranja, seguramente mucho antes de que el senderismo fuera un tema de interés institucional. Pep abre mi mapa y ¡oh sorpresa!, el inicio está marcado. No tengo recuerdos claros pero debe datar de alguna salida solitaria y temerosa que hice cuando aún era joven y guapo. “Steve venía con miedo pero hizo cosas”, concede Pep, disimulando su admiración.

Subimos con un gradiente constante. El camino es claro y está bien cuidado. Salimos a la pista delante de un bebedero seco para ganado, identificado como Font de la Balma de Puigventós. Por un camino menos claro, seguimos subiendo, pasando por la Balma y el origen del bebedero, también seco. Luego una carbonera en la pista y la Font del Pastor Sebastià, también seca. Subiendo con Pep le ha dado una nueva visión de esta cuesta, confiesa Carles, ya que hemos seguido un trayecto que no pudo con su familia.

Una de las fuentes secas

Llegamos al Coll d’Estela. Van pasando parejas rumbo al Cim d’Estela desde el otro lado, desde Corbera. Pero lo que Carles quería mostrar a Pep era un pequeño túmulo. Veo una pequeña elevación de hierba con piedras semi-enterradas que parecen dibujar un círculo. “No sabremos si hay algo debajo hasta que se haya hecho una excavación”, dice Pep. Dudo que lo lleguemos a ver nosotros.

Aún es pronto y Pep propone mirar de enlazar con el camino del Grau del Casalot que bajamos hace unos cuantos años, en 2016. Mirando el mapa, hay una pista que sale de la zona de juego y se acerca bastante a un camino que dejamos a la izquierda en aquella bajada. La pista acaba en un depósito de agua y continúa un camino que nos deja precisamente en el punto de subida.

Vista del Cim d'Estela

“¿Qué os parece si comemos arriba?”, propone Pep. “¿Cuánto desnivel hay?”, pregunto, desconfiado. Carles abre su teléfono donde tiene un mapa bastante bueno del ICC (que ya no se puede bajar) y allí tiene marcado dónde estamos y dónde está el grau. Las curvas de nivel están en color marrón, muchas finas y de color claro y unas pocas más gordas. “A ver, las de 25 metros”, dice, y empieza a contar. “Uno, dos, tres, cuatro, … hay bastantes …cinco, seis …”. “No lo estás haciendo bien”, interrumpe Pep. “Las de 25 metros son las gordas, no las finas”. Y las cuenta. “Mira, no llegan a tres”. Y me mira fijamente como Lord Kitchener a los pobres jóvenes ingleses en la Primera Guerra Mundial. “Tú puedes subir 75 metros, ¿verdad?”, me reta. “Por supuesto”, contesto, al igual que los entusiastas reclutas de 1914, y nos ponemos en marcha hacia arriba.

Unos quince minutos después, todavía no hemos salido del bosque y no se ven por ningún sitio las rocas del grau. “Me parece que los 75 metros los hicimos hace rato”, protesto. “¿Seguro que las líneas gordas no son de 100 metros?”. “Debe quedar poco”, contesta Pep, tirando pelotas fuera, y aprieta el ritmo. La pendiente es cada vez más empinada. Lo que es una maravilla bajando es una tortura subiendo. Unos 10 minutos después, veo las rocas del grau, pero todavía hay que negociar el pasillo de roca antes de salir arriba al prado.

Mientras comemos, pido a Carles que me muestre el mapa y lo estudio con detalle. Las curvas de nivel no tienen número pero todo parece indicar que las líneas finas son de 20 metros, con 5 líneas finas entre cada línea gorda, que serían de 100 metros. “Esto no va a quedar así”, pienso, rencoroso. “Cuando llegue a casa y baje el track, veremos quién ha engañado a quién”.

Después de comer, bajamos por el prado hacia la carretera de Rasos de Peguera, “para que sea más suave”, dice Pep, conciliador. La pista que tanto le indignó en 2016 ya está medio borrada. En la carretera, sale en la primera curva por un camino que desconocía y que baja por de la ribera izquierda del Torrent dels Porxos.

Antes de salir otra vez en la carretera, el camino se bifurca. Hacia la izquierda, parece ir hacia nuestro camino del grau. Nosotros giramos a la derecha y salimos a la carretera encima de la casa dels Porxos. Seguramente, era el camino que usaban desde esa casa para subir a los Rasos. A partir de aquí, queda un largo trecho de carretera hasta llegar al coche.


La vista hacia el suroeste desde cerca del Coll d'Estela

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,2 km; 525 metros de desnivel acumulado.

PD. Cuando bajé el track al ordenador, medí con precisión el desnivel de la subida al grau. 220 metros.

 



lunes, 10 de julio de 2023

23/6/2023 – Falcús

Ha pasado una semana y Jaume viene al Mikado con un nuevo encargo derivado de sus lecturas notariales: buscar la casa medieval de Falcús. Ya existen los topónimos de Serra de Falcus y Bac de Falcús, que separan la casa de Arderiu y el valle de Junyent de la zona del Xalet del Catllaràs.

Aparcamos cerca de la pista que sube del barrio de Corominas hacia el Catllaràs, encima de la casa de El Prat, y continuamos a pie, subiendo un valle estrecho en la próxima curva. El camino va pasando al costado de antiguos huertos y luego se abre para mostrar pequeños campos. Giramos a la izquierda para tomar una especie de pista naturalizada, que sigue subiendo con fuerte pendiente. De repente, me viene a la memoria una subida que hicimos Pep y yo en julio de 2017 en busca de la Mina de Montraveta.

“Llegaremos a una fuente, allí te saqué una foto que está en el blog, y más arriba encontramos la mina”, digo. Al principio, Pep me mira con escepticismo pero después él también lo recuerda. “Claro que sí … y también había un pequeño teleférico para bajar el carbón a La Pobla”.

Llegamos a la fuente, que es más bien una especie de surgencia que sale de la roca porosa. Encima de la fuente, ya llegando a la mina, sale un camino a la izquierda. Nosotros no lo seguimos ya que fue la ruta que tomamos después de llegar a la mina aquel día de 2017. Nos llevó a unos campos y luego al camino que sube al Xalet desde el barrio de Corominas. Pero eso no lo sabe Jaume y lo empieza a seguir. Intentamos decirle que allí no hay nada pero es tozudo y no queda más remedio que espera a que vuelva.


Decidiendo el próximo paso en la Mina de Montraveta

En la mina, Pep muestra a Carles y Jaume la pequeña vía, que acaba en un esperón rocoso donde estaría el teleférico. Detrás, hay una fuerte subida de unos 200 metros de desnivel hasta llegar a un collado (Collada Cerdana) donde Pep y yo comimos aquel día en 2017, después de llegar desde el camino del Xalet. Después, bajamos por el otro lado para entrar en la zona de Capdevila.

Pero hoy Pep tiene otros planes. “Steve me ha dicho que quiere subir esta cuesta”, dice. “Siempre disfruta con los retos”, añade. Todos – excepto quizás el perro – sabemos que es mentira, pero la lógica se impone e iniciamos la subida. La dureza de la subida se rompe con el descubrimiento de más cerezos, con el mismo efecto sobre Pep que la semana pasada.


La trampa de las cerezas

Como es habitual, soy el último en llegar al collado. Veo dos mochilas y un bastón, Carles y Jaume que suben el pequeño cerro atrás por el lado izquierdo y Pep que va hacia la derecha por el final de la pista, ahora totalmente naturalizada. Me asigno la misión de proteger las mochilas contra los maleantes del lugar y me siento en la hierba y contesto correos. Al cabo de unos 10 minutos, oigo a Pep que grita atrás, al lado opuesto del cerro, es decir, el lado izquierdo. “Estará intentando encontrar a los demás”, pienso, y continúo disfrutando del sol y las temperaturas suaves. Los gritos se vuelven más insistentes y al final, oigo “¡¡Steve!!”. Giro la cabeza. Resulta que han encontrado una casa medieval y tengo que marcar el punto con mi GPS. “¿Por qué no me llamaste por teléfono?”, pregunto cuando le alcanzo. “¿Yo? ¿Por teléfono?”, me contesta, sorprendido.


Tiempo de orquídeas

Me guía hasta donde están los demás mientras me explica la operativa. “Fue una maniobra de pinza perfectamente organizada con tres puntos de ataque, yo por el noreste y los otros dos por el noroeste, a diferentes alturas. Bajo mi liderazgo, el éxito estaba asegurado”.

Llego a la casa, rocas apiladas con una forma vagamente rectangular con la espalda protegida por el cerro, perdida entre el boj. “Podría ser la casa de Falcús”, aclara Pep. “Entonces, ¿podemos ir a casa ahora?”, pregunto. “No, primero hay que ir a la serra de Falcús y comprobar si hay alguna estructura allí”.

Llegar allí implica otros ciento y pico metros más de desnivel y, evidentemente, no hay nada allí. Un bosque tallado, ramas tiradas en el suelo, un camino que han hecho las vacas. Aquí comemos y después continuamos por el lomo hasta llegar a la pista que baja a Arderiu, que seguimos.

Bajando hacia Arderiu

A la altura de la casa, nos desviamos por un camino que tenía empezado en mi mapa pero no acabado. Pensaba que había quedado destruido por una pista de desembosque que se había abierto al lado, pero no, siguen trayectorias diferentes. Tras constatar una especie de pleta bajo una bauma, continuamos y volvemos al lomo de la serra de Falcús.

Hemos cubierto todos los objetivos. Bajamos la cuesta empinada hasta llegar al camino señalizado que lleva al monasterio de Santa María. Jaume se aparta, ahora a la izquierda, luego a la derecha, en busca de casas en lugares imposibles. Pep y yo tenemos una edad y no estamos dispuestos a seguirle en estas misiones condenadas al fracaso. Ante la imposibilidad de imponer una disciplina, la nueva estrategia ahora parece consistir en convenir un punto de reencuentro y que “vagi fent”. La última espera se hizo en el punto de desvío del camino que baja al Gorg de la Lleona, unos minutos que dieron pie a una conversación tranquila.

Tomamos el desvío que va hacia Corominas, que pierde casi toda su categoría en la cuesta empinada de la Costa de l’Agoit, convirtiéndose en un camino estrecho que va enlazando pequeños campos excavados en la pendiente, hasta llegar a una pista que nos acaba llevando a los coches. Ha sido un día largo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,5 km; 660 metros de desnivel acumulado.


16/6/2023 – El molino de Vallfogona (último intento)

¡Cuántos contratiempos! Mal tiempo, gripes, compromisos, conferencias, viajes. Todo esto y más nos han impedido reunirnos los viernes para salir. Jaume ha encontrado unas piedras sospechosas en el curso inferior del Regatell y, a pesar de la sequía, ¡agua! y nos lo propone como posible emplazamiento del molino.

Hoy, Pep, Carles y yo nos reunimos en el Mikado, tras casi dos meses de ausencia. Llego con un cuadro agudo de síndrome del impostor. A principios de junio, fui a Miravet para recorrer el entorno de la Batalla del Ebro. Nos guió una pareja que se dedica profesionalmente a la Guerra Civil Española y son auténticos referentes. Luego en el Zoom semanal con unos amigos ingleses del cole, escucho a mis compañeros diseñar un complejo proyecto medioambiental con la misma facilidad que yo haría la lista de la compra, y además te identificarán cualquier pájaro con solo escuchar un par de notas. Y para colmo, Pep y Carles recorren en sus conversaciones casas, linajes y pergaminos con un nivel de detalle deprimente. “Nadie aquí sabe inglés mejor que tú”, me dice Carles, siempre intentando animar. “No me consuela”, contesto.

Nos encontramos con Jaume en el barrio de Corominas en La Pobla de Lillet. Subimos la pista que va hacia el Xalet del Catllaràs y al cabo de unos 400 metros, salimos a la derecha por un camino que ninguno de nosotros, excepto Jaume, habíamos recorrido. Tantas veces subiendo y bajando esta pista y nadie se había fijado en el camino. Baja hacia el Regatell, aquí con agua, y nos lleva por antiguos huertos, algunos abandonados no hace tanto tiempo. Vamos subiendo el curso de la riera; todos los amontonamientos de piedras que muestra Jaume son descartados uno por uno por Pep. Por más que lo quisiera Jaume, aquí no había molinos.


Entrando en los huertos del Regatell

Pasamos por las nuevas instalaciones de captación de agua, seguimos subiendo hasta llegar a la surgencia, donde cruzamos la riera y vamos subiendo por los campos en la ribera derecha. Aquí tampoco las propuestas de Jaume prosperan. La falta de resultados se compensa con la abundancia de cerezas, pequeñas y dulces, una fruta por la cual Pep siente una especial debilidad. “Si fuera Eva, no me dejaría tentar por una mera manzana”, me confiesa entre bocados de cerezas. “Pero si la serpiente me ofreciera cerezas, no resistiría ni un minuto”.

¿Natural o hecho por el hombre?

Dejamos los campos y volvemos a la pista. En una cresta, Jaume me señala dos caminos de jabalí que bajan con fuerte pendiente, uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda. Me apoyo contra un pino, esperando la llegada de Pep, que no para de comer cerezas. “Mira estos dos caminos”, le dice Jaume cuando llega. Pep les echa una ojeada y da media vuelta sin decir nada. “Cuando profundizas, siempre acaban saliendo cosas”, dice Carles, conciliador.


Orella d'os, una flor cada vez más común, a pesar del cambio climático

Ponemos rumbo al mismo campo donde comimos hace dos meses, en la entrada al camino que sube al Primer Grau. Paso el trayecto quitando las hormigas que recogí cuando me apoyé en el pino.

La bajada al puente crea una especie de montaña rusa peatonal e igual de emocionante

Después de comer, subimos al Primer Grau y luego bajamos hacia La Pobla. Entramos en el Bosque de Ventaiola, hasta tener la casa delante, donde alguien está trabajando en una de las casetas adyacentes. A poca distancia, hay una pequeña placa de madera clavada en la tierra, donde pone que es propiedad privada y el paso está prohibido. Jaume pasa al lado izquierdo de la casa, con la intención seguir bajando en línea recta por el jardín de la casa. “¿Dónde vais?”, se oye desde la caseta y sale un hombre de unos 40 y pocos años. “A La Pobla”, contesta Jaume. “Veréis la pista un poco más a la izquierda. Aquí es propiedad privada”, dice el nuevo propietario, de momento de buen rollo.

Las sequoias del Bosque de Ventaiola

Vista de La Pobla, y detrás, Clot del Moro

Le hacemos caso. En la bajada hacia la pista, Jaume comenta que la casa lleva años vacía y todo el mundo bajaba por donde él quería bajar. Pasamos por la Font del Roure y seguimos bajando, desviándonos para cruzar un pequeño puente que conectaba el barrio de Corominas con la otra ribera del Regatell, sin tener que bajar al pueblo. Otra pequeña joya que desconocíamos.

El puente hacia Corominas

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,4 km; 365 metros de desnivel acumulado.

 

jueves, 11 de mayo de 2023

28/4/2023 – El molino de Vallfogona (2)

La semana siguiente, fui a Bélgica para hacer unos días de turismo con mi hermana y su compañero. Pep y compañía fueron a la zona de Capdevila. Descubrieron un camino nuevo desde el Collet dels Parenostres pero el track que me envió Pep, con las pérdidas continuas de señal, era prácticamente inservible. “No te preocupes”, me asegura Pep por teléfono. “Lo podremos repetir con tu GPS que nunca pierde la señal”.

Carles se excusa; está constipado. En el Mikado, desplegamos el mapa de Falgars, vigilando las tazas de café. Nos afirmamos en la idea de que Els Rentadors es el único sitio factible para instalar un molino y decidimos ir una última vez para ver si sacamos algún dato nuevo.

Aparcamos otra vez al lado de la pista en el cruce de Falgars y volvemos a bajar a Els Rentadors, esta vez desde un camino que arranca desde la pista. Ha llovido un poco y los colores y olores han cambiado. Además, alguien se está dedicando a limpiar los caminos más importantes de esta parte del Catllaràs y, a primera hora de la mañana, resulta un auténtico baño de bosque. Otra vez en Els Rentadors, lo exploramos minuciosamente. Pep ve que una parte del lecho es de roca expuesta, idónea para hacer una presa, pero no hay agujeros. “Este molino fue abandonado hace 7 siglos”, aclara. “Es normal que no quede nada”.



Bajando hacia Els Rentadors

Vamos subiendo, primero sin camino. Ya me he acostumbrado a ver cómo el perro de Jaume va corriendo adelante y atrás y, con su amabilidad y buen humor, se ha convertido en un miembro más del equipo. Cruzamos la pista que va a La Pobla y nos adentramos en otra pista. Pasamos al lado del mismo 600 que vimos en mayo de 2012. No ha cambiado mucho. Esta vez Pep me deja terminar el camino que vi hace dos semanas; baja en línea recta hasta unirse a la misma pista. En la mente de Pep, se va formando un dibujo de caminos que van subiendo a los distintos puntos de minería desde La Pobla.

El famoso 600

Llegamos a la pista que va al Xalet de Catllaràs. Bajamos la pista que va al Collet dels Parenostres y seguimos bajando un poco más. En un claro aplanado, vemos una especie de estructura derrumbada que después, en casa, veo que el mapa del ICC marca como mina. ¿Podría ser una bocamina hundida? La pista se convierte en un camino que nos lleva directamente al segundo collado, donde no hay nada. Un intento de buscar un camino que continúa hacia Capdevila al otro lado del collado fracasa ante la constatación de una cuesta imposible.

De vuelta en el collado, bajamos una pista de desembosque de fuerte pendiente hacia el oeste, hasta llegar nuevamente a la pista de La Pobla. “¿No íbamos a repasar ese camino a Capdevila?”, pregunto a Pep. “En realidad, quería bajar por este lado”, me contesta. “Te tendrás que espabilar con el track que te mandé”.

Pedraforca con el Santuario de Falgars en medio plano

Buscamos el camino de Les Marrades. Como su nombre indica, es un camino que baja haciendo eses, pero desde la última vez que lo hicimos, otra parte ha quedado destruida por una pista fea de desembosque. Seguimos el fragmento que ha quedado hasta llegar al Rec de la Font de la Llosa. Desde aquí, continúa como pista naturalizada que ya no duele a la vista, y algún fragmento residual del antiguo camino. 

Almorzamos en un prado frente al camino que cruza el Regatell y sube al Primer Grau del camino de Falgars. Todo esto ha sido integrado en la Xarxa Lenta y se ha acondicionado una pasarela precaria con tablas de madera para cruzar El Regatell.

En la jerga nuestra, esto se llama "poses heróicos", o al menos eso es lo que yo había pedido

Estoy guardando la cámara después de sacar la foto de Pep y Jaume sobre la pasarela cuando oigo un estrépito y el ruido de una piedra que cae. Alzo la vista para ver a Jaume tambaleando sobre el barranco de la riera con un ángulo muy forzado y Pep que le agarra por el brazo para que no caiga. Una piedra en el borde del camino se desprendió al pisarla. Por lo visto, Pep ha salvado a Jaume de una caída muy fea.


Subiendo al Primer Grau

Al otro lado del Regatell, el camino va subiendo con pendiente constante, a veces bordeando precipicios que procuro no mirar. Las vistas son muy bonitas y el camino está muy intacto. No creo que haya cambiado mucho en siglos. En el Primer Grau, giramos a la izquierda y hacemos la larga subida hacia Falgars. También sería un camino bonito si no fuera por la subida constante. Con las fuerzas ya gastadas, se convierte en un ejercicio de resistencia y solo quiero que acabe pronto.

El camino de La Pobla a Falgars

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,7 km; 390 metros de desnivel acumulado.

 

sábado, 6 de mayo de 2023

14/4/2023 – El molino de Vallfogona (1)

Después de un parón obligado para Semana Santa, volvemos a Vallfogona para buscar un molino medieval que sale en los documentos de Jaume. Mientras Carles va en el coche de Jaume, yo voy con Pep y aprovecho la oportunidad para reprocharle su permisividad con Jaume hace 2 semanas. Pep admite el descontrol pero argumenta que Jaume es muy tozudo y no le hace caso.

Aparcamos en el pequeño llano, ahora oficialmente un aparcamiento, donde la pista desde Vallfogona se une a la pista que baja a La Pobla de Lillet. Delante, está el camino que va a la Mina de Moreno, ahora superseñalizado y una de las rutas estrellas del Catllaràs. “Iremos primero a la mina de Teixó. ¿Cómo queréis llegar? ¿Por arriba o por abajo?”, nos pregunta Pep. Ante nuestras miradas de indecisión, Pep decide: “Será por arriba”, con una satisfacción evidente.

El camino a la Mina de Moreno

Subimos por el camino a la Mina de Moreno. Desde la última vez, se ha clareado mucho el bosque, ofreciendo perspectivas que antes no existían. Antes de llegar, bajamos por un camino medio borrado y ya conocido que nos hace pasar por la caseta del polvorín y la torre de un teleférico, antes de llegar a los edificios de la mina, que lentamente se van desmoronando. Solo la bocamina, a unos 200 m de distancia, se ve igual de robusto. Pep, Carles y Jaume se adentran y yo miro desde fuera cómo se van alejando las linternas de sus móviles. No tengo ningún problema para viajar con Metro pero prefiero no entrar en estos túneles abandonados.

El polvorín. La gravedad ha partido el edificio en dos y la parte delantera va bajando la cuesta poco a poco.

El edificio principal del complejo minero del Teixó

El siguiente paso es la casa medieval de Teixó. Lo conocía porque Pep me lo había dicho, pero personalmente nunca había estado. Es un cuadrado hueco de 2 o 3 filas de piedras situado a unos 300 m al norte de la mina, resguardada del viento del norte al pie de un pequeño cerro. Pero Jaume había visto unas piedras en la cima del cerro y subimos para investigar. Antes de llegar arriba, la roca forma un abrigo natural con un trozo de tierra aplanada delante, y arriba, un hueco circular poco profundo y una línea de piedras que marca un perímetro justo por debajo del borde.

Pep le da el visto bueno. La tentación de proponerlo como torre es muy grande, ya que tiene buenas vistas de San Cristòfol arriba y de La Pobla abajo, pero al final Pep le atribuye la ubicación del Mas del Far, por su situación de atalaya.

La primavera da sus primeros pasos en el Catllaràs

Bajamos a buscar el molino. Dejando a la derecha un camino nuevo que Pep no me deja seguir, llegamos a Els Rentadors y buscamos la unión de los dos torrentes, el Regatell y el Torrent de Vallfogona como punto más probable. No se ve nada. Jaume se marcha por el lecho seco del torrente, a pesar de las advertencias de Pep de que no encontrará ningún molino en el lecho. No tarda en convertirse en un desfiladero estrecho, confinado entre unas paredes de roca de unos 20 metros de alto. Carles, Pep y yo subimos a la pista; no tenemos ganas de meternos en un sitio del que no sabemos si podremos salir.

Desde la pista, intentamos mantener el contacto con Jaume a través de gritos pero no hay respuesta. Un poco más adelante, una pista deshecha baja hacia el torrente y le localizamos muy abajo. Le guiamos hasta un punto donde podrá salir con cierta dificultad, primero el perro y luego él. Jaume quiere seguir buscando en unos llanos encima del torrente. “Aquí solo hay carboneras”, dice Pep, tajante, y por fin conseguimos convencerle para que salga.

Comemos al lado de una pista secundaria. Para volver al coche, Pep vuelve a bajar a Els Rentadors y sigue el lecho del torrente corriente arriba. Ante mi estupefacción, me contesta escuetamente “quiero buscar el molino”. De un torrente que antes bajaba lleno de agua, solo quedan unos charcos estancados. Vamos subiendo en una especie de barranquismo inverso sin agua y de salida muy difícil por los lados, hasta que llegamos a una pared de roca que en otros tiempos habría sido una cascada. No nos queda otro remedio que salir como podemos por una pendiente fuerte y tierra inestable, agarrándonos a troncos y ramas. “Suerte de las planchas”, pienso, mientras lucho contra la gravedad y la tierra suelta que me quieren echar para abajo otra vez.


Pep sube el lecho del Torrent de Vallfogona

Y aquí tuvimos que salir por la derecha

Llegamos a un camino conocido pero muy tapado que sube paralelo al torrente y que, en otros tiempos, sin duda era usado por los de la casa de Vallfogona para bajar a Els Rentadors. Con dificultad y una subida penosa, por fin llegamos a la pista donde está el coche. Hemos tenido suerte.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,5 km; 380 metros de desnivel acumulado.

 

31/3/23 – Frustración en Falgars

Volvemos al Alt Berguedà con un fondo inquietante de una primavera sin lluvia. De momento, la Naturaleza quema sus últimos cartuchos con un verdor engañoso que puede quedar en nada si no llueve.

En el Mikado, se nos unen dos integrantes nuevos: Jaume, residente en Navàs pero hijo de La Pobla de Lillet, lector ávido de documentos notariales e historiador amateur, y su perro Moixeró, cuya misión será aportar una visión canina a la investigación histórica.

Resulta que en sus lecturas, han aparecido los nombres de una serie de casas medievales y, habiendo conocido a Pep en el Archivo de la Corona de Aragón y leído mi blog, no se le ocurre a nadie mejor para ayudarle a localizarlas.

Desplegamos mi mapa sobre la mesa para intentar organizar el día. Señalando algunos puntos clave, Carles mueve la mano con tan mala suerte que tira el café sobre la mesa. Un charco se expande rápidamente ante nuestra mirada horrorizada. En menos de 1 segundo, ya ha alcanzado el mapa, un documento único de valor incalculable, y todos nuestros esfuerzos no consiguen impedir que quede manchado. El expediente impoluto de Carles ahora también tiene una mancha marrón que recordaremos cada vez que miramos el mapa de Falgars.

El santuario de Falgars

Guardo los mapas con un silencio reprobatorio y ponemos rumbo al Santuario de Falgars. Aparcamos delante de la fuente seca de la Collada de Falgars y empezamos buscando en los campos debajo del camino (ahora GR4) que baja a La Pobla. Hace tiempo, Jaume había visto unas piedras sospechosas pero ahora no encuentra nada y nosotros tampoco, así que renunciamos y vamos al siguiente punto: el Camp de l’Empriu. Aquí, buscando entre el boj, veo una alineación sospechosa de piedras y llamo a los demás. Pep considera que el hallazgo es prometedor y lo da como provisionalmente bueno.

El siguiente paso es ir al poblado medieval de San Cristòfol, encima de la casa de Vallfogona. Jaume tiene el topónimo del Far y sospecha que podría estar al final de una especie de promontorio hacia el noreste. Entramos en el Pla de Sant Cristòfol y buscamos en el boj que va bordeando el llano. El perro va corriendo de un lado para otro, triplicando los kilómetros que hacemos nosotros. De tanto en tanto, vuelve a nosotros, supongo para informarnos de sus hallazgos, pero nuestras frecuencias no son compatibles y solo captamos una impresión general. 

Ante la falta de resultados en el llano arriba, se inicia un flanqueo caótico por las cuestas empinadas, pasando por campos aterrazados con saltos de hasta 2 metros entre cada campo. Intentando seguirlos desde atrás, me da la impresión que es el perro que está imponiendo un criterio basado en el olfato, sin tener en cuenta los aspectos orográficos; aquí es imposible que hubiera una casa. Para colmo, me entra en el teléfono una propuesta de traducción con un montón de instrucciones y abundante material de referencia que me acaba de agobiar y decido rechazarla. “¿Por qué no me dejan hacerlo a mi manera?”, pienso irritado, mientras intento salir de esta trampa vertical sin romper una pierna. Por suerte, entramos en un camino ya conocido que nos lleva directamente a la casa de Vallfogona.

En Vallfogona, Carles explica las normas para buscar casas a Jaume. El perro mira para otro lado.

Mientras reponemos fuerzas, pregunto a Pep si comeremos aquí. “Más arriba”, me contesta crípticamente. Tras mostrar la fuente al perro para que pueda beber, giramos a la izquierda para bajar por un camino que descubrimos durante la pandemia. Baja al Torrent de l’Ermità y luego sube al otro lado hacia la Baga de Fontanals.

Jaume sube a un tronco colgado sobre el profundo barranco marcado por el Torrente. “Sácame una foto para el blog”, me dice. “Porfa, porfa”, insiste. “Tú lo has querido”, pienso, mientras le enfoco.

Jaume posa sobre el abismo. Solo tiene 45 años.

Dejamos el camino para hacer una subida penosa por una antigua pista de desembosque hasta salir al Camp de l’Ermità, donde Pep muestra a Jaume una casa medieval que encontramos en otra salida durante la pandemia. Este fue el objetivo de Pep al venir aquí pero que no me quiso decir en Vallfogona.


Almuerzo y debate en el Camp de l'Ermità

Comemos en el Camp de l’Ermità y luego Jaume se lanza a buscar casas en lugares improbables en los alrededores de Fontanals, ante la permisividad de Pep y mi asombro. “A mí no me dejaría nunca hacer esto”, pienso, dolido. Por fin conseguimos convencer a Jaume de que aquí no hay nada e iniciamos el largo descenso hacia Falgars. Ha sido un día largo y caluroso y estoy cansado.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 11,2 km; 400 metros de desnivel acumulado.

 

domingo, 16 de abril de 2023

Invierno 2023

Ha cambiado el año. Mostré mis resonancias al traumatólogo y, resumiendo, me dijo que mi columna era la normal para mi edad y, además, como no tenía dolor, tampoco hacía falta recuperación. Me recetó caminar y yo me receté condroitina. Gracias al Feldenkrais, mi postura fue mejorando y empecé a salir de una sensación debilitante de fragilidad. Más adelante, unas cuantas sesiones de fisioterapia y aprender a hacer planchas me volvieron a conciliar con mi cuerpo y me di cuenta de que no estaba acabado ni mucho menos.

Durante los meses de invierno, hicimos seis salidas, 4 en el municipio de Montclar en una progresión muy metódica desde cerca de Montmajor y bajando en dirección sureste hasta casi tocar la iglesia de Sant Joan de Montderm, y 2 contiguas en Espunyola-Caserres, también en dirección sureste.

Guiados en parte por las excursiones solitarias de Carles en bici durante la pandemia, fuimos buscando restos históricos y explorando territorio, en una sucesión de pequeñas sierras y vaguadas, todas ellas muy parecidas, con un fondo preocupante de una sequía creciente.

Empezamos conociendo a una abuela diminuta vestida con múltiples capas como una babushka rusa y muchas ganas de conversar que nos habló del amor entre gatos y concluimos la temporada de invierno en el Bosque Encantado de Casserres.

El Bosc Encantat

Con el comienzo de la primavera, toca volver al Catllaràs.


23/12/2022 – Hipocondría en Espunyola

Ya falta poco para Navidad y vengo al Mikado con una novedad. Desde el verano, noto que mi postura ha empeorado y, para corregirla, empecé Feldenkrais (buscadlo en Wikipedia). Efectivamente, me está ayudando a mejorar la postura y los músculos, al cambiar de posición, producen molestias y decido hacerme unas resonancias de la columna, para ver cómo está la cosa ya que tengo cierta edad.

El día antes, recogí los resultados y, una vez descifrado el lenguaje médico, me pintaron un cuadro mucho peor de lo que me imaginaba en base a las sensaciones que tenía. El día 2 de enero, tengo hora con el traumatólogo para que me lo ponga todo dentro de un contexto y proponga un tratamiento. Pero, mientras tanto, me siento delante de mi café con una sensación de gran fragilidad. Lo explico a Pep y le pido una salida sin sobresaltos, ya que una de las cosas en que hicieron hincapié mis lecturas es que se debe evitar caminar sobre terreno irregular.

Aparcamos en el mismo sitio, encima del Molí de Traserra. Nada más bajar del coche, Carles nos informa que renuncia al mando, que es muy estresante y, con su carácter tan conciliador, dar órdenes se le da fatal.

Hoy hará mejor día que la semana pasada y dedicamos la primera parte a seguir un camino marcado que parece buscar las casas agrupadas alrededor de Cal Majoral. Luego bajamos hacia la Rasa de Traserra, que cruzamos debajo del molino. Seguimos bajando y entramos en el camino que dejamos sin explorar el otro día. Con tanta explotación forestal antigua, el camino se acaba perdiendo pero no sin antes haber descubierto las ruinas de una casa a media cuesta, de nombre desconocido.


Bajando a la riera desde el molino

Seguimos bajando por un terreno muy irregular. Tengo la sensación que mi cuello bambolea  como esos perros que antes se ponían en los coches, y que puede separarse de mis hombros en cualquier momento.

Llegamos a la casa de Taupera, un paraíso de fin de semana, y allí vemos un posible camino que baja a la Riera de l’Hospital, la misma que fluye debajo de Torrents. Sin embargo, el camino desparece al poco rato para convertirse en una pista abandonada invadida por las zarzas. Pep va abriendo camino delante y yo sigo en la última posición; es un progreso lento pero bastante cómodo para mí.


Cal Taupera

Sin embargo, nos va alejando del objetivo que Pep ha elegido para hoy, que es la casa de Cervins. Baja a la pequeña riera y sube por el otro lado, agarrándose a troncos y rocas para superar la fuerte pendiente inicial, seguido de Carles. “¿No tenemos otra opción?”, pregunto desde el otro lado. “No tengo problemas para seguir bajando esta pista”. “No hay elección”, contesta Pep. Me pongo en manos de Dios y cruzo la riera, intentando no hacer caso a la ansiedad creciente.

Nos alejamos de la riera y entramos en una pista que nos lleva a Cervins, una casa en buen estado pero no habitada de forma permanente. Aquí damos la vuelta y seguimos una pista que va hacia el norte, pero resulta que la pista no nos va a llevar a buen puerto porque gira hacia la izquierda, alejándonos del coche. Subimos una cuesta sin camino, con fuerte pendiente. Ni siquiera encontrar los restos de un camino aligera la subida y vuelvo a oír las pulsaciones en los oídos.

Entramos en otra pista que, esta vez sí, va hacia el norte y pronto vemos una casa y ruidos de gente trabajando. “La carretera no estará lejos”, pienso. “Estamos salvados”. Pep consulta el mapa que tiene Carles en su teléfono. “Nos hemos equivocado de valle”, me dice. “Es el siguiente”. “O sea, ¿todo esto lo hemos hecho para nada?”, pregunto. “Así es”, contesta. Y me señala la cresta al otro lado del valle. “Si dependiera de mí, subiría hasta arriba de esa sierra y luego iría de llano hasta la carretera. Pero te dejo elegir. Podemos hacer esto o rodear la sierra por abajo por la pista y luego subir el valle hasta el molino”. “Te lo digo cuando estemos abajo”, le contesto. “Pero que sepáis que no estoy en mi mejor momento”.

Giramos casi 180 grados y tomamos una pista para bajar el valle, que resulta ser la Rasa de la Boixadera en lugar de la Rasa de Traserra. Cuando llegamos abajo, miro hacia arriba la cuesta que nos tocaría subir según el plan de Pep, otra vez sin camino. Repaso mi estado mental, que no está para tirar cohetes, y tomo mi decisión. “Volvamos por las pistas”, le digo. Y así hacemos.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9 km; 310 metros de desnivel acumulado.



16/12/2022 – Carles toma el mando

De momento, dejamos La Pobla de Lillet y el Alt Berguedà en general. Buscaremos zonas más cálidas y precisamente, Carles ha visto una estructura en Espunyola en sus salidas solitarias que ha atraído el interés de Pep.

“Hoy manda Carles”, me dice Pep nada más entrar en el Mikado. “Ya hace tiempo que tenía ganas de ver su nuevo hallazgo”.

Es un día de mucha niebla. La visibilidad queda limitada a unos 100 metros. Aparcamos en la carretera que sale de Cal Majoral para subir a Capolat, donde empieza el camino para bajar a la fuente del Molino de Traserra. El camino está muy bien conservado y debe ser de uso frecuente. Coincidimos con un vecino que está bajando para llenar unas cuantas garrafas. La fuente está metida en el fondo de una fisura horizontal estrecha, como una enorme sonrisa desdentada, por encima de la cual cae un pequeño hilo de agua que es todo lo que permite la actual sequía. Y al otro lado de la riera, la casa del molino, a medio arreglar.

El camino que baja a la fuente del Molino de Traserra

Pep conversa con el hombre, que entra con una garrafa y al cabo de unos segundos, vuelve a salir. “Prefiero esperar afuera mientras se llena”, explica. “Si cae aquella losa, quedaré aplastado como una cucaracha”.

La bauma de la fuente, que está al fondo de todo

Nos despedimos y seguimos el valle hacia abajo, pero manteniendo la altura. Carles nos guía con paso certero. Entramos en una pista, que seguimos, dejando un camino que baja a la derecha. Aquí hubo una explotación forestal intensa hace unas décadas y por todas partes hay pistas. Subimos el cortafuegos de una línea eléctrica hasta llegar a un llano. Allí, dentro de una zona arbolada, se ve una línea de piedras formando dos costados de un cuadrado. Es antiguo y Pep lo anota como una posible torre medieval. Exploramos un poco pero sin ver nada más destacable.

“Vamos a la casa de La Serra y luego buscamos el camino que dejamos, a ver dónde va”, dice Pep.

“¿Pero no estaba Carles al mando hoy?”, pregunto extrañado. “Es verdad, lo siento. Es la costumbre”, contesta Pep. Gira hacia Carles. “Disculpe, don Carles. ¿Dónde quiere que vayamos?”.

Carles mira hasta donde le permite la niebla y tras unos momentos de reflexión, dice con voz firme: “Vamos a la casa de La Serra y luego buscamos el camino que dejamos, a ver dónde va”. “Así se habla”, digo con fervor.

Caminamos por la niebla hacia La Serra, dejando un camino a la izquierda que probablemente enlaza con el otro camino más abajo. La Serra no tiene nada destacable y damos la vuelta. Bajamos por el camino, que se pierde en la cuesta pero enlaza con el otro, que seguimos. Nos lleva a una pequeña estructura hundida en el suelo, de función desconocida, y poco después, llegamos a una casa en ruinas, que no conocíamos pero resulta ser Cal Rofa, según el ICC. Y detrás de la casa, otra sorpresa. Un rectángulo cavado en el suelo y forrado de mortero que habría sido una cisterna en otros tiempos.

Cal Rofa

Volvemos a la casa. “¿Dónde vamos ahora?”, preguntamos a Carles. Carles vuelve a mirar alrededor suyo, preso de la duda. “Parece que un camino baja desde la casa”, sugiero. “Bajemos el camino”, ordena Carles. Y así hacemos, pero desaparece al poco rato y tenemos que volver a subir. “Ríñele”, dice Pep, señalándome. “Es por su culpa que hemos bajado”.

“Muy mal”, me dice Carles, y como castigo, me envía en una misión fútil a buscar cosas en los campos que suben desde la pista, más hacia el sur. Evidentemente, no hay nada y así le informo a la vuelta. El cielo empieza a despejarse y de repente vemos todo el paisaje que nos rodea.

Bajamos la cuesta, siguiendo lo que a ratos parece un camino, hasta salir a la pista que nos lleva a Els Torrents y la iglesia anexa. Pep y yo habíamos venido aquí en nuestras salidas en febrero pero volvemos para que Carles vea los restos de muros medievales que esconde la casa. La iglesia es moderna pero se construyó sobre algo más antiguo.

La casa y la iglesia de Torrents

Es hora de volver y buscamos una pista que sube el valle de la Rasa de Traserra pero más cerca del fondo. Tras medio kilómetro, vemos un camino muy marcado que baja y, al otro lado, lo que parece ser un camino que marcha hacia el suroeste. Bajamos y cruzamos la riera pero el camino nos aleja del coche y lo dejamos para la próxima salida. Seguimos subiendo la riera por la otra ribera y, en poco rato, estamos otra vez en el molino.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,3 km; 170 metros de desnivel acumulado.