Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 24 de junio de 2010

18/6/2010 – Bajo el Coll de Pal

La nueva política de explorar sistemáticamente cada zona tiene la pega de hablar durante varias semanas del mismo sitio. Pero la verdad es que cada vez que habíamos entrado en el valle de Gavarrós, nos había costado mucho sacar algo en claro y todavía quedaban muchas incógnitas. Sin embargo, gracias a la posibilidad de acceder a mapas antiguos en el ICC, hemos ido llenando todos los espacios en blanco y nuestros mapas ahora tienen un aspecto muy distinto.
Esta vez Pep quería dejar atada la zona más alta bajo el Coll de Pal. Aparcamos el coche en la carretera de Coll de Pal en el Coll del Forn. Eso significaba que acabaríamos muy lejos del coche pero Pep rechazaba todas mis propuestas alternativas. Aseguraba que era la única manera de hacer todo lo que quería hacer y quien pone el coche manda.
Primera parada, marcar en el GPS la casa de Coll del Forn, cerca de la carretera. Ya estaba abandonada hace más de un siglo y queda muy poca cosa, pero aún se ve. Próxima tarea: identificar el último tramo del camino de Bagá a Coll de Pal, descrito por César August Torras en su guía de itinerarios de 1904. El camino se ve muy claro, además está pintado. Cuando llegamos cerca del Chalet de Coll de Pal, damos la vuelta.

El Chalet de Coll de Pal sale de la niebla

Rodeados por la niebla perdemos altura, cruzando territorio conocido hasta salir encima de los campos de La Marge. ¿Dónde está la casa de La Marge? Es la eterna pregunta. Buscamos el último tramo del camino de Gavarrós a Coll de Pal. Desde la cabaña bajo la línea de alta tensión, se ve una sugerencia de camino y lo damos por bueno. Otra vez estamos perdidos en la niebla y decidimos bajar.

Otra vista del valle de Gavarrós mirando hacia el sur. A la derecha, los primeros campos de Casa Freda


Volvemos a la colita de la semana pasada. Cruzamos el torrente, esta vez sin vacas que estorban, y el camino continúa en ligera ascensión. Salimos a un pequeño prado y Pep encuentra una pleta al lado, perdida en el bosque. Está eufórico. El camino sigue subiendo y salimos en una cresta a un tiro de piedra del gran complejo pastoral bajo Puigllançada. Bajan caminos a unos pequeños prados pero, aparentemente, sin más continuidad. Volvemos a subir a la cresta para comer. Por fin se parten las nubes y parece que saldrá el sol.

Iniciamos el camino de regreso bajo un cielo cada vez más amenazador. En el prado de la pleta escondida, empieza a llover. Pep me entrega un asta de ciervo. “Para tu madre”, me dice. Quedan aún unos cinco kilómetros hasta el coche, está lloviendo y debe pesar unos 3 kilos. Pero de madre sólo hay una y la cojo. Llueve con insistencia y buscamos la ruta más despejada. Ir por el boj sería como ponernos bajo una manguera. La sensación de caminar con los calcetines empapados cuando el Gore-Tex tira la toalla es indescriptible, hay que experimentarlo. Mi hermana, veterana de mil caminadas bajo la lluvia inglesa, estaría orgullosa de mí.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 14,25 km; 750 metros de desnivel acumulado.

miércoles, 16 de junio de 2010

11/06/10 – Rain stopped play

El hombre del tiempo dijo que el sol se impondría a medida que avanzaba el día, así que decidimos probar suerte. Esta vez, queríamos mirar los caminos entre Gavarrós y Coll de Pal. Llegamos a Gavarrós. Sale el sol; la cosa pinta bien.
La primera tarea es identificar el camino antiguo que iba a Coll de Pal. Tomamos el que creíamos que era pero se acaba difuminando en los campos. Flanqueamos hasta otro camino marcado en el mapa que va a la Casa Freda pero se parece muchísimo a un camino para arrastrar troncos: demasiado rectilíneo. Quizás desconcertados por este primer fracaso, Josep Maria y Pep se enzarzan una acalorada discusión sobre los filósofos griegos. Yo me callo, éstas son cosas serias. Al final, continuamos por el camino y Pep acaba dándolo por bueno.
Salimos en los campos debajo de la Casa Freda. Josep Maria mira con recelo a las vacas, desconfiando de su engañosa docilidad.
Yo hacía muchos años había marcado unas colitas que marchaban hacia el este y tenía la esperanza de que hoy, por fin, sería el día que se sabría adónde iban. También hacía muchos años, cuando aún tenía poca experiencia, yo había marcado una estructura encima de los últimos campos como La Marge, una casa pobre mencionada por Cesar August Torras como la última casa en el camino al Coll de Pal. Evidentemente, Pep no se fía de mi criterio – con razón – y decide confirmarlo ya que él no la ha visto. Llegamos allí; resulta que es una ‘pleta’ o cercado de piedra donde se guardan los animales de noche, con una pequeña barraca al lado. Hemos ganado una pleta pero hemos perdido una casa. Subimos hacía una cabaña en buen estado debajo de la línea de alta tensión. ¿Se habrá construido sobre el emplazamiento de la casa?
Pep inicia un flanqueo hacia el oeste en busca de más pruebas. “¿Y mis colitas?” protesto. “Luego”. Llegamos a una curva y Pep decide continuar por un camino que continúa hacia el oeste. Llegamos a un prado y Pep encuentra otra pleta. Está de buen humor; con poca cosa se contenta. Miramos hacia el sur; el cielo está empezando a taparse. “No será nada”, digo. “El Molina dijo que mejoraría por la tarde”.
Bajamos hacia los campos de la Casa Freda por un camino nuevo que permite matar una colita que tenía por allí y buscamos un sitio para comer. Hacía el sur, vemos una especie de niebla; es una cortina de lluvia. Estamos muy cerca de una de mis colitas así que nos damos prisa para verla. Llegamos al inicio, pasando por un grupo de vacas. Josep María no está cómodo. Empiezan a chispear las primeras gotas de lluvia y a un grupo de vacas no se les ocurre otra cosa que meterse por el camino delante nuestro. El camino es bonito, seductor, despejado, con buenas vistas y se dirige directamente hacía el Torrente de Coll de Pal, que baja caudaloso por un fuerte pendiente con pequeñas cascadas. Allí encontramos apiñadas a las vacas; ellas no pueden continuar y nosotros tampoco. Ya está lloviendo y baja demasiada agua por el torrente para cruzarlo. Damos la vuelta, con las vacas detrás. No para de llover en todo el camino de bajada al coche.

Vista del Torrente de Coll de Pal justo antes de dar la vuelta

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 535 metros de desnivel acumulado.

domingo, 6 de junio de 2010

28/5/2010 – En el Clot del Forn

Amanece tapado pero confiamos en que el día aún puede aguantar. Dejamos el coche en el mismo cruce de pistas y ponemos rumbo a Cal Muntaner. Pep quiere atar el camino de Cal Muntaner a Coll de Forn mientras Carles y yo tomamos otro camino muy prometedor que se dirige hacia el Clot del Forn. Nuestro camino tan prometedor muere en unos campos. Nos plantamos otra vez en la pista y seguimos otro camino que nos lleva a una fuente y se muere. Acabamos cruzando el torrente y nos plantamos en un laberinto de caminos de carbonero que yo tenía parcialmente visto por salidas hechos hace unos años. Vemos una bifurcación tras otra y cuando nos damos cuenta de lo complicado que es todo aquello, sentimos las primeras gotas de lluvia.

Carles explorando el laberinto en el Clot del Forn

Oímos los gritos de Pep, que viene bajando. Aquí no hay cobertura de móvil y nos comunicamos como en la era preinalámbrica, a grito pelado. Cruzamos la riera por donde podemos y nos lo ingeniamos para volver a subir a la pista. Se produce el reencuentro de exploradores y continuamos subiendo por el camino que empezó Pep. Las gotas de lluvia me obligan a guardar los mapas; con el agua, corre la tinta roja utilizada para marcar los caminos. Sin embargo, de vez en cuando es imprescindible consultarlos; Pep y Carles hacen un enorme paraguas con sus chubasqueros y todos nos metemos debajo. Faltaba Josep Maria para sacarnos la foto, tenía que ser de lo más cómico.
Seguimos el camino hasta que las zarzas nos impiden avanzar, ya cerca de los restos de la casa de Coll de Forn. Ahora estamos fuera del guión y empezamos a improvisar. Seguimos una pista hasta la Serra de Colobre y luego bajamos hacia la casa de Pla de l’Arca. Nos volvemos a dividir para seguir dos caminos distintos: uno, el camino para bajar con animales y el otro, un atajo para ir a pie.
Llegamos cerca de la casa y buscamos un sitio para cobijarnos de los pequeños chubascos y comer. El tema de la conversación: uno recurrente, el enorme potencial patrimonial de la comarca y la aparente incapacidad para hacerlo valer. Hoy, tampoco encontramos la solución; haría falta un millonario excéntrico.

Otra vista de Gavarrós con el Coll de Vent en el primer plano

Después de comer, bajamos por un camino conocido encima de Coll de Vent que nos llevará al laberinto que dejamos Carles y yo esta mañana. Pasamos una hora agradable yendo arriba y abajo hasta dejar aclarada la red. Conclusión: hubo una explotación importante de carboneras en las hondonadas cerca del torrente con pequeños caminos que iban enlazando las distintas explotaciones. Más adelante se hizo un solo camino para bajar troncos desde arriba que iba bisecando toda esta red anterior.
Llegamos otra vez al coche y paramos en el Camp de Pujol para marcar con el GPS una casa medieval que Pep había visto en una ocasión anterior y luego en el puente de Espelt para buscar el camí ral (camino real), que encontramos encima del actual horno de piedra.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,9 km; 720 metros de desnivel acumulado.