Hoy Pep
quiere ir un poco más al sur. Ya en tierras de Montclús, hay las ruinas de una
casa que se llamaba La Paiola. Por un lado, Pep sospecha que la casa tiene un
origen medieval y, por otro lado, quedan bastantes interrogantes respecto a los
caminos que conectaban las distintas casas y el paso a Sant Jaume de Frontanyà.
El problema
es la aproximación. Inicialmente, Pep se inclina dejar el coche en Sant Jaume
de Frontanyà y pasar por el Coll de la Creu de Melosa, pero le hago ver que es
mucho más fácil llegar desde Sellers y al final Pep accede, a pesar de su
juramento de no volver nunca más a esa casa.
Aparcamos en
el mismo sitio de siempre y empezamos a caminar por la pista que va desde
Sellers a la pista de Montclús, pero esta vez, en el cruce, seguimos rectos
hacia el sur por una pista más precaria y acabamos subiendo a un collado que
haría de límite entre los terrenos de La Qüestió y La Paiola. Aquí, hace mucho
tiempo, Pep y Carles habían visto un camino que entraba en el hayedo y tenían
la esperanza de que pudiera ofrecer información sobre las comunicaciones hacia
Sant Jaume de Frontanyà.
El camino
empieza muy prometedor y va ganando altura poco a poco. En un barranco, vemos
la primera carbonera y luego otros caminos que salían en distintas direcciones,
incluyendo hacia abajo, hacia La Paiola. Pero una vez abandonada la zona de
carboneras, los caminos pierden categoría rápidamente, se vuelven mucho más
empinados y se acaban difuminando para convertirse en caminos de ciervos.
Este camino tan prometedor acabaría muriendo en un grupo de carboneras
Después de
subir una cuesta ingrata y luego bajarla por enésima vez, Carles comparte un
momento de lucidez con nosotros: “Esto es de friquis. Nadie normal hace esto”.
Pep y yo asentimos. Nadie normal hace esto y la prueba es que, tras tantos
años, seguimos siendo solo nosotros tres.
Al final,
solo nos queda seguir el camino de bajada a La Paiola. Nos lleva directamente a
una pista y de allí a la casa. Seguramente, la pista se hizo sobre el camino.
Hace sol y la temperatura es suave. Decidimos comer aquí, sentados sobre el
muro de la era. Pep y Carles hacen una inspección de la casa pero no hay ningún
rastro de nada que pudiera ser medieval. Intento imaginar cuando había gente
viviendo aquí y trabajando la tierra. ¿Nos dejarían sentarnos sobre su muro
para comer nuestros bocadillos? Imposible saberlo. Nuestro primer mentor, Cesar
August Torras, como buen burgués, siempre describía las casas de payès desde la
distancia.
Lo que queda de La Paiola
Después de
comer, miramos algunos esbozos de camino que tenía marcados en mi mapa, pero
todos se acaban muriendo en el bosque o en campos abandonados. Decidimos que es
hora de volver a casa. Bajamos a la pista principal que recorre todo el valle,
desde La Qüestió hasta Ardericó. Pep se desvía para mostrarme el camino antiguo
a Montclús, que discurre paralelo a la pista y acaba perdiéndose en el bosque
también. Recuperamos la pista y llegamos sin novedad al coche.
Las casas de Montclús, en la cara soleada
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