Está claro que no nos marcharemos de aquí hasta que Pep haya visto y documentado todas las barracas dispersadas por la cuesta que se extiende desde El Forcat hasta el Coll de Sobirana. Quiere dar una última oportunidad a este catálogo plagado de errores y omisiones que ha descubierto Carles y nos plantamos delante de la sección más occidental, que lleva el nombre de Les Deveses.
Subimos por el camino, ahora con las marcas de un PR, que sube desde el antiguo molino, más tarde, antigua panadería. Anotamos la primera barraca. Pero en vez de seguir subiendo por el lomo, las marcas del PR se desvían hacia la izquierda y bajan hasta el Torrent de Coma Verda, donde hay dos barracas más y un camino que baja a la carretera.
Viñedos y una barraca |
El PR salva pequeños riscos a base de múltiples curvas, pasando por los bancales, algunos con viñas. Pep y Carles hablan de un grupo de 4 barracas pero no se ven por ningún lado. Me paro un momento para quitar el jersey y beber agua y cuando levanto la vista, veo que estoy solo. Subo hasta la cresta, donde el PR pasa a la cara norte, y allí les veo parados. “Hemos subido demasiado”, me dice Carles. “Tenemos que volver a bajar hasta donde paraste”.
Bajamos unos 70 m. “Hagamos un flanqueo, a ver si las
encontramos”, propone Pep. Miro el terreno abrupto que habría que cruzar. “Os
espero aquí”, les digo, y le doy el GPS que nunca pierde la señal a Carles.
Paso media hora mirando las mariposas y escuchando a los niños jugar en el
patio de la pequeña escuela. En los últimos 15 años, ha venido gente nueva a
vivir en el pueblo y quizás sea gracias a ellos que todavía hay escuela.
Vistas imponentes con la cima de Pedraforca tapada por las nubes |
Me llaman desde 20 metros más arriba. “De las 4 barracas que se supone que hay aquí, solo hemos encontrado una”, me explica Carles cuando llego a donde están ellos. Subimos un poco más, hasta encarar un bancal largo, amplio y llano. “Tú, Steve, sigue el bancal. Carles, un poco más arriba, y yo seguiré el siguiente bancal, encima del risco, a ver si encontramos esas barracas”. Nos ponemos en marcha. Voy caminando en línea recta hasta el final del bancal, donde hay encinas y boj muerto, comido por la mariposa del boj. Aunque parece que vuelven a brotar desde las raíces, las ramas están secas y rascan al pasar. El terreno me obliga a subir, pero muy poco, y cuando salgo del bosque, veo que Carles está debajo mío, y Pep está aún más abajo. “¿Qué haces allí arriba?”, me pregunta Pep. No tengo explicación.
Nadie ha encontrado nada y volvemos a subir hasta la cresta. Giramos a la izquierda por el PR y, en un punto soleado, comemos. “No sé qué le pasa a Steve”, confiesa Pep a Carles. “Últimamente, se me está volviendo contestatario. Es la segunda vez que se niega a seguir mis indicaciones”. “Lo hago por ti”, contesto. “No querrás bajarme a cuestas si me lesiono”.
Continuamos por la cresta hasta enlazar con el mismo camino que ya hemos subido y bajado y lo volvemos a bajar hasta la carretera. En cierto momento, Pep se para y mira hacia El Forcat. “Tendremos que hacerlo a la manera antigua”, dice. “A base de zigzags. Esta fuente de Carles no es de fiar”.
El PR que baja a Sant Julià de Cerdanyola |
Mientras caminamos hacia el coche, Carles me pregunta: “¿Cómo les cuentas a tus lectores estas salidas tan técnicas?”. “Es un problema”, admito. “Suerte de Pep, que siempre me da material”.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 5,8 km; 380 metros de desnivel acumulado.
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