Por fin, tenemos gobierno. En el
último minuto de la onceava hora, los dos partidos se pusieron de acuerdo sobre
un presidente. Por el bien del país, el Presidente Mas dio un paso al lado pero
creo que la próxima vez que la CUP se presente a unas elecciones, van a ver que
han perdido muchos votantes.
A las puertas de descenso importante
de las temperaturas, seguimos el programa de Pep y esta vez nos adentramos en
los cerros pelados que se ven al lado de la autovía, justo después de pasar el
viaducto en dirección a Barcelona.
Cal Periques, antigua comandancia templaria, y la iglesia del Roser del Carme, a las afueras de Puig-reig
Aparcamos el coche cerca del horno de
tejas que se ve desde la autovía y empezamos a subir hacia el noreste,
siguiendo un camino señalado por un piste que indica Valdoriola. Como en tantos
otros sitios del Baix Berguedà, estas cuestas se quemaron en los incendios de
1994 y los pinos no han vuelto a crecer pero es una tierra muy pobre. Antes de
los pinos, todo eran viñedos.
Vemos huellas de motos y las zanjas
que han excavado con los neumáticos. Los motoristas dirán que gracias a ellos,
los caminos no se pierden. Pep tampoco ha seguido este camino, aunque lo ha
visto miles de veces.
Llegamos a una pista transversal. Pep
cree que el camino continúa por la derecha y seguimos por la pista hacia el
este sin rastro de la continuación. Finalmente subimos por un camino de motos
que nos lleva hacia el norte. A la derecha, vemos a lo lejos las casas de Cal
Pallot y la Caseta Negra donde estuvimos la semana anterior. “Lo veis”, dice
Pep. “Todo forma parte del plan. Os he traído aquí a propósito para que os
pudierais situar en el territorio”.
Reina el escepticismo respecto al plan
maestro de Pep. Llegamos a otra pista transversal y giramos a la izquierda.
Tras 200 metros, recuperamos las marcas amarillas y volvemos a girar a la
izquierda, bajando hacia el punto donde se produjo nuestro giro erróneo. El
camino pasa por las ruinas de la Casa dels Canyers, una casa pequeña con su
tina. Seguimos bajando por los campos de la casa, ya sin camino hasta tener la
conexión a la vista y damos la vuelta. Entramos nuevamente en la pista, que nos
lleva al pequeño núcleo de Valdoriola: dos casas y una iglesia de origen
románico. Aquí es un gran llano de tierra fértil, muy diferente de las ásperas
cuestas por donde hemos pasado, donde sólo crecía la viña.
El pequeño núcleo de Valdoriola; detrás, el Santuario de La Guàrdia
Pasamos por la casa de Casaponça y
continuamos por la pista hasta llegar a la cresta del Serrat de la Cua de la
Guilla, donde marcha un camino que sigue la línea de la cresta. Va de llano y
antes de que empiece a bajar, paramos para comer. La temperatura es muy
agradable y las vistas relajantes.
El camino de la cresta
Un pino con el tronco chamuscado, superviviente de los incendios de 1994
Después de comer, acabamos de bajar la
cresta y empalmamos con el GR que tuvimos que dejar la semana pasada, para
bajar al coche. Giramos a la izquierda para marcar el track del tramo que no
pudimos hacer. Con este tiempo tan benigno, este camino representa la
quintaesencia del Baix Berguedà: muy poco desnivel, siguiendo un estrato de
roca, rodeado de arbustos y plantas aromáticos, y el bosque de pino blanco que
ya se ha recuperado bastante del incendio. El color verde de las hojas combina
con el gris claro de la roca, el beige oscuro de la tierra arenosa del camino,
el gris oscuro de los troncos y, con el calorcito del sol de enero, perfecto.
Es muy recomendable y está señalizado desde Puig-reig.
Un tramo del camino de Puig-reig a La Molina; una pequeña maravilla
Aquí todavía se ve el empedrado
Otro tramo, más ancho
Llegamos al punto donde bajamos a la
brava la semana pasada y damos la vuelta. Seguimos el camino en el otro sentido
hasta donde empieza a bajar con pendiente hasta Les Comes. Para no dar tanto
vuelta, tomamos otro camino que sigue la curva de nivel con ligero descenso hacia
el noroeste y, en poco más de media hora, estamos de vuelta al coche.
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