La semana siguiente, no pude salir a
caminar pero sí fui a Puigcerdà con Josep Mª por la tarde para escuchar una
ponencia que dio Pep y su coinvestigadora en el Archivo Comarcal sobre las
fraguas de La Cerdanya. Muy interesante.
Este jueves, Pep me llama. “Como
todavía hará buen tiempo, porque no bajamos del Coll de la Bauma a Gresolet por
el camino antiguo, subimos al Collell y luego volvemos al Coll de la Bauma por
la pista del Coll de Torn”, propone. “Podríamos acabar ese camino de las Costes
de Roset”, añade para endulzar la píldora.
Pero a mí me parece una salida más
bien árida. El camino del Collell fue desgraciado por una pista de desembosque
hace 10 años o más. Hago una contrapropuesta: “¿Por qué no hacemos el camino de
la Costa desde Saldes, subimos a la pista bajo el refugio por el camino de Els
Cavalls del Vent y luego miramos el camino antiguo desde la Jaça dels Prats,
que leí que había sido recuperado? Además, sé que Carles no conoce ese camino y
si se lo muestras tú, quedarás muy bien”, añado con mala intención.
Tras unas reticencias, Pep acepta y el
día siguiente, aparcamos el coche en el pueblo de Saldes y seguimos los postes
indicadores hacia La Costa. Subimos al castillo con la pequeña iglesia de Santa
María.
Llegando al castillo de Saldes desde el pueblo
Pep hace un repaso a fondo, explicándolo a Carles, que nunca había
estado aquí. “Siempre he querido venir aquí para conocer el castillo y el
camino de la Costa”, exclama Carles. “Gracias, Pep”.
Pep y Carles meditan en la sala gótica, como antiguos caballeros custodiando la reliquia de un santo
La iglesia de Santa María
“Ah, pero Pep no quería venir aquí”,
digo, interrumpiendo esta efusión de agradecimiento. “Quería hacer una ruta muy
aburrida por Gresolet y el Collell”. “Es que por allí pasaban los límites de
las propiedades del antiguo castillo de Gresolet”, confiesa Pep por fin. “Ya
estamos otra vez con la agenda oculta”, pienso, pero ya hemos dejado el
castillo de Saldes y entramos en una antigua zona de cultivo, ahora conquistada
por robles y pinos, que tiene un aire de gran antigüedad, con pequeños campos
delimitados por grandes bloques de piedra.
Campos antiguos con el Pedraforca de fondo
Pero aquí precisamente, parece que el
camino está inventado, cruzando los campos de cualquier manera. El camino
auténtico, lo encontramos al otro lado de los campos, y lleva directamente al
pueblo. Desde aquí entramos en el camino de La Costa propiamente dicho.
Es una ruta muy recomendable. El
camino tiene mucho encanto, las vistas son espectaculares en algunos puntos y
hay el premio al final del Santuario de Gresolet. Van marchando caminos a la
izquierda y la derecha. Algunos no los habíamos visto la última vez que venimos
por aquí y se apuntan para seguir en otro momento.
El camino de La Costa
Llegamos a la casa de Cal Costa. Con
el sol y el calor, los campos lisos y suaves como un césped y unos chopos a
poco distancia, todo invita a quedarse un rato. Nos sentamos sobre la hierba
para tomar un tentempié. Vemos que marcha un camino desde la casa que parece
que baja hacia el fondo del valle.
La casa de Cal Costa
Y el camino que tendrá que esperar a otro día
Pero aún es muy pronto para hacer picnic y volvemos a ponernos en marcha. Llegamos a la cresta detrás, llamada la Feixetella. Aquí otro poste indica hacia arriba, hacia el mirador. Pep se para. “Si seguimos hasta el camino que tú decías, se nos hará muy tarde. Propongo que subamos este camino. Así, acortamos la ruta y además, es un camino que no hemos hecho”. “Vale”, accedo entusiasmado.
Pep mira a Carles. “¿Ves que fácil es convencer
a Steve? Sólo hay que decir tres palabras mágicas: nuevo, corto y plano. Bueno,
aquí plano no es pero ya ves que surte efecto”. Iniciamos la subida. El camino
va en línea recta hacia arriba. Mala señal, será un camino para bajar troncos.
Me arrepiento de mi ingenuidad. Pero vemos alguna curva que se desvía, como si
fueran zigzags de un camino anterior. Marcha otro camino hacia la derecha que
parece más para ir a pie. Empieza bien pero se muere al acercarnos al
precipicio de les Cingles de Moronta. Esta caída vertical de 100 metros me pone
nervioso y me alejo del borde. Sigue una penosa subida de más de 100 metros
hasta el mirador de Gresolet.
Carles contempla el abismo desde Les Cingles de Moronta
Aquí comemos con la vista delante de
gran parte de lo que hicimos este verano y otoño. Viendo abajo el Santuario de
Gresolet y la casa de pagès, actualmente refugio de la ruta de Els Cavalls del
Vent, Pep explica cómo descubrió dónde estaba el castillo de Gresolet. Recuerdo
que hace muchos años dedicó unas cuantas salidas – a veces conmigo, otras veces
solo – a buscarlo en los lugares más inverosímiles . Y resulta que lo tenía
debajo de las narices; un día estuvo leyendo un documento del siglo XVIII que
explicaba que la casa de Gresolet (lo que hoy es el refugio) se construyó sobre
los restos del antiguo castillo.
Iniciamos el descenso por la
carretera, buscando ese camino recuperado. Al lado de una balsa
contraincendios, vemos un poste que dice “Camino antiguo de Saldes al Mirador
de Gresolet”. Nos miramos perplejos. Aquí hay algo que no cuadra. ¿Cómo puede
un camino ser antiguo si el Mirador es de los años 70 como mucho? “Igual fue el
camino al Mirador antes de hacer la carretera”, aventura Carles, dudoso.
Bajamos unos 75 metros de desnivel por
un camino inventado hasta entroncar con otro camino más claro que hace un
flanqueo, que por la izquierda sale al mismo precipicio que subimos esta
mañana. Por la derecha, va enlazando un par de fuentes. De hecho, Pep y yo lo
habíamos hecho antes de que se nos uniera Carles. “Este camino es más bien
forestal”, concluye Pep. Llegamos a una bifurcación; un camino sube a la
derecha hacia la Font Seca. “Este sería el camino antiguo de verdad a la Jaça
dels Prats”.
El camino que baja a Saldes. El poste advierte que el agua no está clorada pero seguro que es buenísima
Pero aunque cuestionamos su categoría,
su atractivo queda fuera de toda duda, pasando por un bonito bosque de pinos. Dejamos
caminos que bajan y que algún día habrá que seguir. Seguimos bajando. Entramos
en una zona de cultivo con muros hechos con grandes bloques, entre los cuales
el camino forma un pasillo. Salimos en las primeras casas encima del pueblo y
bajamos al coche.
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