Ha pasado un mes. La semana anterior, Pep y
Carles exploraron caminos del entorno de Casserres entre chubascos.
Desde que lo contemplamos desde el túnel del
teleférico, Pep quería volver al camino que sube el Valle de l’Albiol hasta el
Cap dels Roquets para luego entrar en el pueblo de Sant Julià de Cerdanyola. El
7 de octubre de 2012, hice una salida con Josep María que incluyó la parte
superior de ese camino.
La Minuta de Sant Julià de Cerdanyola muestra un camino que
sube desde el puente medieval debajo del castillo de Guardiola y, en el Archivo
de la Corona de Aragón, Pep ha encontrado un documento en el que también se
hace mención de ese camino. Pero, tomando café en el Mikado, yo eso aún no lo
sabía.
Aparcamos en los pisos del Collet. El puente
que cruza el río está un poco más dilapidado que cuando lo cruzamos por última
vez, en septiembre de 2014. Vamos pasando uno a uno, intentado caminar sobre
las vigas de hierro, ya que las tablas de madera no parecen muy de fiar.
Yo pensaba que seguiríamos recto por el camino
señalizado pero veo que Pep gira a la derecha, hacia el puente medieval.
Llegamos al canal que lleva agua del Llobregat a la pequeña central eléctrica. Cuando
el canal entra en un túnel, pasamos al otro lado y bordeamos la roca por un
estrecho camino de mantenimiento con una caída de unos 10 metros a mi derecha.
Pep y Carles se adelantan y cuando por fin llego al otro lado de la roca, ya
están volviendo. Está claro que Pep no ha encontrado lo que busca. Volvemos al
paso estrecho, ahora con una caída de 10 metros a mi izquierda.
El camino de mantenimiento del canal
“Como lo que busca no está aquí, ahora sí que
subiremos por el camino normal”, pienso. Pero no, sube por el bosque sin camino
hasta que de repente entramos en un camino muy marcado que parece viene del
puente. “¿Cómo sabías que había un camino aquí?”, pregunto a Pep, asombrado.
“Por intuición. Los documentos me lo decían, así que tenía que estar”,
contesta.
Seguimos el camino hasta una especie de ‘grau’.
Al llegar arriba, vemos delante nuestro el puente medieval de Guardiola. “Desde
el año mil y poco se habla de este camino”, dice Pep, exultante. “Es el camino
de Berga. Ahora lo corta el canal”.
En el 'grau' del camino de Berga
Damos la vuelta pero al otro lado, el camino se
pierde en senderos de arrastre de troncos y pistas. Finalmente, llegamos a un
camino muy marcado que cruza el lecho del torrente y luego sube en diagonal,
empalmando con el camino señalizado. Concluimos que podría ser la continuación
del camino antiguo y que la parte intermedia ahora son pistas forestales.
Bajamos el camino señalizado hacia el puente de
los pisos del Collet. Otro camino marcha a la izquierda, muy tapado y afectado
por un hundimiento de tierra. Sin embargo, se ve que continúa al otro lado del
torrente. A partir de esta bifurcación, el camino señalizado tiene una
categoría menor, bajando con una pendiente demasiado fuerte. Más adelante, Pep
me dirá que el camino que marcha a la izquierda podría ser el camino original
que se abrió cuando se construyó el puente nuevo en el siglo XIX y el camino
señalizado vendría a ser el nuevo camino que se hizo al hundirse el original.
Subiendo al Cap dels Roquets, la vista se amplía
Un camino de solera, entre antiguos viñedos
Damos la vuelta y volvemos a subir, disfrutando
del dibujo que hace el camino entre los antiguos viñedos. Salimos a la pista en
el Cap dels Roquets y continuamos subiendo por el pequeño camino que bordea el
precipicio, con la valla de una finca a nuestra izquierda, hasta llegar al Cap
del Grau. Durante toda la subida, tenemos vistas amplias del valle, con
Pedraforca a nuestras espaldas. En el suelo, incontables espirales de
procesionarias medio muertas que toparon con la roca al intentar enterrarse y
quedaron congeladas al caer la noche.
Comemos en los mismos bancos donde comí con
Josep Mª hace más de 4 años. La pista que se abrió para llegar a la acequia se
ha ido naturalizando y ya no duele tanto a la vista. Mientras comemos, Pep y yo
ensayamos una charla que tenemos que dar el día siguiente. Mientras tanto,
Carles se entretiene tirando orugas de procesionaria al agua de la acequia.
Pero el sol se esconde y empieza a hacer más frío. Carles camina de un lado a
otro a paso vivo, intentando entrar en calor, y luego, en desesperación,
empieza a hacer flexiones con las manos apoyadas en uno de los bancos.
Así es imposible continuar y desistimos de
nuestro ensayo. “Qué se haga lo que Dios quiera”, decimos, y nos ponemos
nuevamente en marcha por el camino que baja al fondo del valle de l’Albiol. Es
un camino con mucho encanto y muy recomendable.
El camino que baja desde el Cap del Grau, siempre recomendable
Abajo, tomamos la pista que nos
llevará al Collet. A nuestra derecha, un muro marca el límite de los campos que
se extienden hacia arriba en interminables estratos. Ese muro nos acompañará de
forma ininterrumpida durante casi un kilómetro. Una obra inmensa.
Un segmento del muro que separa las zonas de cultivo
Llegamos a la cuadra donde se guardaban los
animales que arrastraban los troncos, con una pequeña estancia para los
trabajadores. Continuamos por la pista, ahora con más pendiente, hasta llegar
al puente del Collet.
Lo que queda de la cuadra
Con eso,
damos por concluida la salida de hoy. 9,4 km; 490 metros de desnivel acumulado.
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