Ya estamos en 2017, el año de Donald
Trump y, se supone, el referéndum de Cataluña.
Carles no puede venir y ante la
llegada inminente de una ola de frío siberiano, propongo a Pep que demos una
vuelta por los alrededores de Montclar, ya que desconozco totalmente la zona.
Aparcamos en el pequeño parking bajo
el pueblo y entramos. Tiene una explanada alargada cercada por las casas, con
la iglesia y el ayuntamiento en un extremo y el hostal en el centro. No creo
que este dibujo haya cambiado mucho desde la Edad Media, aunque el castillo ha
desparecido.
Siguiendo las marcas amarillas de la Xarxa
Lenta, pasamos por un arco que divide dos casas y bajamos a la Riera de
Montclar, una profunda hendidura que desemboca en la Riera de Navel, donde
estuvimos hace un par de años y que se ve a lo lejos desde el pueblo.
Pasamos por la casa de Riu, una casa
grande en ruinas con una pared gótica y una tina de vino excavada en la roca.
La casa de Riu
Y la pared gótica
De allí a la riera y el Molino de Sant Ponç. Tiene una balsa muy grande, casi
como un campo de fútbol, con paredes en perfecto estado de conservación pero
totalmente tapada por la vegetación, al igual que la casa y lo que parece ser
unos corrales metidos en huecos de la roca.
Avanzando las fronteras de la ciencia cerca del Molino de Sant Ponç
Agujeros para los postes de la presa del molino
Desde allí, seguimos la riera hacia
arriba por la pista, pasando por la casa de Verdaguer y volviendo a la
carretera cerca de Cal Nosa. Una salida plácida, resguardada del viento del
norte, que nos dio tiempo para hablar un poco de todo.
Vista de Montclar desde la carretera
La iglesia
Y el hostal
Otra vista desde el interior del pueblo
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