Ha pasado más de un mes. Hice un nuevo
viaje a Inglaterra y luego, en San Juan, empezó una ola de calor, con
temperaturas próximas a los 40 grados, que iba a durar más de un mes, con
pequeñas treguas. Pep se había comprometido a colaborar en una excavación en el
Castillo de Berga, Carles prefiere estar en la piscina y yo tampoco tengo
muchas ganas de exponer el ADN maltrecho de mi piel a este sol abrasador.
Pero precisamente estos días, ha
habido una tregua en el calor intenso y Pep está libre. Carles está disfrutando
de unas merecidas vacaciones con su familia y yo estoy saliendo de unas anginas
que me han dejado casi afónico pero decido salir. “Una excursión para
convalecientes”, consigo decir entre sibilancias por teléfono el día anterior. “Descuida”,
me asegura Pep. “Haremos la Serra dels Corts; un paseo de abuelos”.
Aparcamos el coche cerca del Xalet de
Coll de Pal, un edificio de la Diputación pensado originalmente para colonias
que ahora casi siempre está vacío. No tiene conexión a la red eléctrica y todo se
tiene que hacer con gasóleo o bombonas de gas butano: una ruina. Aquí mismo
empieza la ruta de la Marmota, creada hace poco por el Parque de Cadí-Moixeró,
aunque es más fácil verlas desde el coche yendo a Coll de Pal.
Caminamos por la pista hacia el Coll
de Pal. La idea es reanudar nuestro seguimiento de los postes del término
municipal desde donde los dejamos al otro día, en el Torrente de Coll de Pal.
Como el camino es plano, vamos contemplando el paisaje matinal. Al no estar
Carles, Pep me cuenta cosas y yo le contesto en susurros.
Vista de Puigllançada con el sol de la mañana
Llegamos debajo del
Coll de Pal. Pep no encuentra postes pero no importa. Cruzamos la carretera y
subimos por la cresta. Pronto empiezan a aparecer los postes modernos de
granito. Entramos en una zona extensa de hierba y aparecen los ‘paravents’. La
línea de postes deja de subir y se encamina hacia el suroeste.
Pep documenta
Pasamos una
línea de roca y el paisaje cambia. Estamos en una especie de plataforma amplia
con una pared rocosa que cae directamente a la carretera a la izquierda y, a la
derecha, más rocas que suben, y una especie de camino que nos va llevando a los
postes y cruces, algunos más antiguos que otros. Sorprendemos a un grupo de
rebecos, no están acostumbrados a ver gente por aquí.
La plataforma que marca el límite del municipio. Abajo, el Xalet de Coll de Pal
De repente, Pep pierde la línea de
postes y decide subir. Sube demasiado pero decidimos asomarnos a un lomo. De
repente, surge la vista de Comofloriu, Tosa d’Alp y la sierra hacia Penyes
Altes. Es una vista que he visto decenas de veces pero no desde aquí y nos
sentamos un rato para contemplarlo.
Comafloriu y el Serrat Gran
Al bajar, entramos en un terreno
escabroso y ya no recuperamos ese paseo plácido que me había prometido ayer por
el teléfono. Comemos en un collado, cerca del Roc Negre donde por fin
recuperamos los postes, y luego buscamos la manera de bajar a la Collada de la
Bòfia entre las rocas.
Una vez abajo, Pep quiere seguir la
línea un poco más hacia el sur. No tiene pérdida: no sólo hay postes sino
también una valla. Tras unos 100 metros damos la vuelta y bajamos al coche. “No
creo que salgas en el National Geographic con ese nuevo proyecto tuyo”, le digo
a Pep, escéptico. “Sólo hay que seguir el hilo metálico de la valla”.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 7,1 km; 290 metros de desnivel acumulado.
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