Pasan
las semanas y por una razón u otra, no podemos salir. Pero esta semana, sí.
“¿Dónde vamos?”, pregunto a Pep por teléfono el día antes. “Aún nos queda por
aclarar los caminos de la Minuta desde el pueblo de Figols y la conexión con el
Grau de la Mola”, contesta Pep. Se produce una pausa mientras ordeno mis argumentos.
“No me lo han dicho directamente, pero detecto cierto malestar entre mis
lectores; ya llevamos mucho tiempo yendo al mismo sitio”. “No te escudes detrás
de tus lectores”, me replica Pep. “Siempre pasa lo mismo. Cuando estoy a punto
de acabar un sitio, te empiezas a aburrir y quieres cambiar. Mañana lo hablamos
en el Mikado”.
Llego
al Mikado sin mapas y sin ideas. Pep me llama al móvil, tiene que hacer
trámites bancarios y nos verá directamente en el parking. Viene Carles. “¿Dónde
vamos?”, pregunta. “Ni idea”, contesto, “pero no quiero volver a Figols”.
Tomamos el café en silencio.
Vamos
al parking. Al poco rato, llega Pep. “Subiros al coche”, dice. “¿No deberíamos
hablar primero sobre dónde ir?”, pregunto. Pero Pep ya ha arrancado el coche y
estamos saliendo de Berga. “Tienes cinco minutos para proponer una alternativa
o vamos a Figols”, me dice. Desesperado, recorro mentalmente la comarca a gran
velocidad en busca de un sitio nuevo. Pero la verdad es que hemos estado en
todas partes. Se me enciende una luz: “Vamos a la batería antiaérea encima de
La Nou. Además, allí tenemos una colita” (ver Glosario). Pep accede de mala
gana. “Pero con el resto del cotilleo que escribes en tu blog, cuéntales
también a tus lectores que no me dejas acabar los sitios”.
Aparcamos
el coche en el pueblo de La Nou. Desde la última vez que estuvimos aquí, se han
hecho unos cuantos arreglos. Ahora hay un mirador construido sobre un pequeño
cerro, se han creado plazas nuevas con bancos, se han arreglado casas e incluso
se ha asfaltado algún camino.
Caminamos hacia el oeste pero, con tanta novedad, hemos perdido nuestras referencias y además vamos sin mapas. Entramos en la hondonada por donde sube el camino antiguo de La Nou desde el sur. Aquí hay un pequeño laberinto de caminos de carboneros que ya desentrañamos hace bastantes años, aunque siempre queda alguna cosa por mirar.
El mirador del Tossal. ¿Un buen emplazamiento para una torre medieval?
Caminamos hacia el oeste pero, con tanta novedad, hemos perdido nuestras referencias y además vamos sin mapas. Entramos en la hondonada por donde sube el camino antiguo de La Nou desde el sur. Aquí hay un pequeño laberinto de caminos de carboneros que ya desentrañamos hace bastantes años, aunque siempre queda alguna cosa por mirar.
A
la salida de la hondonada, nos equivocamos de camino y no ganamos la altura
necesaria. El camino está despejado; los cazadores lo han limpiado. Pep mira
alrededor suyo. “Tenemos que repasarlo todo. Aquí no tenemos tracks”, dice. Vamos
enlazando carboneras pero llega un momento que tenemos que subir, primero sin
camino, luego encontramos un camino muy tenue en una carbonera, que finalmente
enlaza con el que queríamos. Giramos a la izquierda. Es un camino muy
interesante, con buenas vistas sobre el pantano y las montañas de Figols
delante y también ha estado limpiado por los cazadores.
El
camino va subiendo con una pendiente suave. Vamos anotando carboneras y más
carboneras. Llegamos a un collado amplio, precisamente la Collada Ampla, y aquí
el camino baja hacia un promontorio. En otro pequeño collado, hay los restos de
una barraca donde dormían los artilleros y mi colita, antes tapado y ahora
limpio y despejado. Seguimos por la arista, un poco aérea, hasta un pequeño
círculo de rocas, que es donde estaba la ametralladora antiaérea. Hace casi 15
años, el dueño de la casa de Cuirols nos había contado que, de niño, había
acompañado a su padre a llevar provisiones a lomo de mulo al pequeño
destacamento de soldados cuya misión era proteger la antigua central térmica contra
los aviones de Franco. El emplazamiento es perfecto, con una vista despejada
hacia el sur, siguiendo el valle del río Llobregat y con la central térmica abajo.
En el emplazamiento de la batería, mirando hacia el sur
El Monasterio de Sant Salvador de Vedella
Pep posa para la cámara. Detrás, la Garganta, las Cingles de Vallcebre y Ensija
Tras
tomar vistas, volvemos a la colita y la bajamos. Va hacia el norte, entrando en
el bosque, hacia la zona llamada el Reu. El camino no para de bajar. Como si no
lo supiera ya, Carles me recuerda que todo lo que se baja, se tiene que volver
a subir después. Finalmente llegamos a un cruce de caminos, donde habíamos
llegado Pep y yo hace más de 10 años desde la mina del Far, buscando el Grau de
la Llet, un paso desde la Collada de Sant Isidre. Lo habíamos encontrado pero
estaba muy tapado y lo sigue estando hoy.
Para
no volver por el mismo sitio, sugiero volver por este ‘grau’ pero Pep tiene que
volver pronto a Gironella y tiene que ser puntual y no puede perder tiempo
buscando un camino incierto. Así que lo descarta y opta por seguir el otro
camino del cruce, que sube con fuerte pendiente pero con un trazado
aparentemente más amplio. Sin embargo, muere en la última carbonera y tenemos
que hacer 50 metros de desnivel sin camino, abriendo paso por las zarzas.
“Tendría que estar Josep Mª aquí para echarnos una mano”, pienso, recordando su
miedo atávico a todo lo que tenga espinos.
Pero
conseguimos llegar arriba. Comemos en la Collada Ampla y luego bajamos por el
mismo camino hasta el coche. Hoy no vamos a batir ningún record.
Con eso, damos por concluida la salida
de hoy. 5,9 km; 425 metros de desnivel acumulado.
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