El
11 de septiembre, se formó una cadena humana que cruzó todo el país, 400
kilómetros desde la frontera con Francia hasta la entrada en la provincia de
Castellón. Toda una hazaña organizativa; impresionó hasta al gobierno español.
Yo no fui, ni Pep, ni Josep Maria, aunque Carles sí con su familia. Formamos
parte de la “mayoría silenciosa” de la Soraya que votaría “Sí” en esa consulta
que tanto miedo da a los de Madrid.
Ese
día, salí con Josep Mª e hicimos el camino, incluido en la Xarxa Lenta, de
Castell de l’Areny hasta Sant Julià de Cosp. Es una ruta muy recomendable pero
caminamos en una espesa niebla y, como era de prever, el sol sólo salió cuando
volvimos al coche.
Dos
días después, Pep y yo nos vemos en el Mikado e intercambiamos impresiones
sobre la Diada. Una vez más, Carles no puede venir. Es una lástima, porque se
va a perder una excursión excepcional.
Al
acercarnos a Peguera, vemos coches aparcados en todos los sitios posibles. La
fiebre de las setas ha entrado en una fase aguda. Dejamos aparcado el coche en
la entrada de la pista de Campdevidre. Algunos coches ya se marchan; no han
encontrado nada y se van en busca de tierras más fértiles. “Con tanta sobrepoblación
‘boletaire’, el que no quiera caminar no encontrará nada”, dice Pep.
Pasamos
la casa de Ferrús y nos encaminamos hacia l’Estret. Para hacer más llevaderos
los 300 metros de desnivel, Pep me consulta sobre una charla que le han pedido
dar en la asociación de pensionistas sobre la historia reciente de Gironella.
Intento recordar algunos apuntes sobre el curso de hablar en público que hice
el año pasado. La conversación se va interrumpiendo para recoger setas. Está
claro que aquí los jubilados no llegan con sus 4x4.
Subiendo hacia l'Estret
La pared vertical de la Roca de Ferrús
Casi en l'Estret
Salimos
del desfiladero y entramos en un collado. Es el Estret y aquí hay que tomar una
decisión. En el Mikado, Pep había propuesto subir Les Llosanques y buscar un
flanqueo a media altura hasta llegar a una canal que él había bajado muchas
veces de joven y que nos dejaría cerca del coche. Si me parecía demasiado
fuerte, me daba la opción de ir en la dirección opuesta y buscar más caminos que subían desde la Font
del Pi.
Pero
una vez llegado al Estret, camino en círculos, hecho un mar de dudas. La
primera opción sería inédita para nosotros pero había el riesgo de quedar
cortados en el flanqueo y tener que subir hasta los prados superiores. La
segunda opción sería más segura pero sin duda no tan interesante y con una
larga subida hasta el coche desde la Font del Pi.
Acónito azul o 'tora' en catalán. Una infusión de esta planta cura todos los males, para siempre.
Al
final, me decido por la primera opción y subimos la arista hasta Les
Llosanques. Les Llosanques es una especie de ‘grau’ prolongado. No plantea
ninguna dificultad técnica y está marcado con pintura pero produce cierta
impresión psicológica ya que, mientras se cruza, se ve una pendiente de roca
lisa con nada para frenar un posible resbalón.
Pero
lo cruzamos sin novedad e iniciamos el flanqueo por el bosque. Pep baja para
buscar setas y recoge un ejemplar magnífico de ‘cep’. Sin embargo, ha bajado
mucho y, al continuar el flanqueo, me hubiera gustado estar un poco más lejos
del precipicio que se intuye a unos escasos 30 metros.
El codiciado 'cep'
Llegamos
a otro lomo y se abre una perspectiva muy extensa de prados, con unas vacas
pastando en un pequeño llano abajo. Aquí nos separamos; yo continuo el flanqueo
por el bosque de pino negro mientras Pep va a la punta de la roca para tomar
vistas y luego baja al último prado.
Pep toma vistas sobre el abismo.
Mirando hacia atrás, el trocito de verde al fondo marca la salida del Pas de les Llosanques
El camino que queda por recorrer. La canal que quiere bajar Pep está al otro lado de la montaña al final.
Contemplo las vacas mientras espero a Pep. Abajo, la Font del Pi
Al
salir al otro lado del barranco, tenemos delante una cuesta de rocas donde se
intuye un paso. Mientras estudiamos las posibilidades, bajan a toda prisa tres
grupos de rebecos y todos pasan por el mismo sitio, precisamente el paso que
habíamos visto.
La línea de rocas a la derecha marca el paso de los rebecos
Mirando el camino ya recorrido
Lo cruzamos y al otro
lado, hay una pequeña cuesta cubierta de hierba y un pequeño collado. Pep sube
al collado y me señala con las manos que el camino está despejado. Continuamos
flanqueando hasta un amplio lomo y allí delante, tenemos la tan ansiada canal.
La última subida
Aquí
comemos, con una vista que abarca toda la cara sur de Ensija, el valle de
Peguera abajo y Rasos de Peguera en frente.
Aquí comimos. Abajo, el valle de Peguera
Después de descansar, iniciamos el
descenso, ahora marcado con hitos de piedras y, más abajo, en el bosque, con
marcas de pintura. Me pregunto si estas marcas serán de los años 70, cuando la
Cantina todavía era usada como casa de colonias. Es un descenso largo y algo
incómodo, primero por una cuesta de hierba y piedras y luego por el límite del
bosque, bordeando la tartera. Por fin llegamos a la pista que va de Fumanya a
la Font del Pi. La cruzamos y continuamos por un lomo con barrancos erosionados
a cada lado, hasta llegar al coche.
La
próxima semana, estaré en Inglaterra. Magnánimo, doy mi visto bueno a Pep para que
lleve a Carles a buscar todas las escombreras y galerías hundidas que quiera.
Con
eso, damos por concluida la salida de hoy. 10 km; 655 metros de desnivel
acumulado.
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