En el Mikado, antes de que llegue Carles y después de los saludos de rigor, Pep se encara conmigo: “Tú siempre quieres hacer cosas nuevas pero tienes que asumir que las cosas nuevas ya nos quedan muy lejos. En invierno, debemos aprovechar el tiempo para repasar lugares más próximos, reestudiarlos y reinterpretarlos”. Después de la negativa del Sr. Cameron a someterse a las presiones del Sr. Sarkozy y la Sra. Merkel y prácticamente de Europa entera, no me apetece someterme a los dictados de Pep. “Por esta vez, vale”, prosigue Pep, “pero hazme caso; es tiempo de hacer repaso”.
Llega Carles y nos ponemos en marcha. Pep tiene la cara que pone cuando hace algo a disgusto. A medida que pasamos por las interminables curvas de La Pobla al Coll de Merolla y la interminable pista hasta Coll de l’Arç, noto una reprobación creciente que viene desde mi izquierda. Carles intenta hacer conversación para aligerar el ambiente. Pero yo también tengo mis preocupaciones: el termómetro del coche marca -3ºC.
Aparcamos en el Coll de l’Arç en medio de la escarcha. “¿Cuál es tu plan?”, me pregunta Pep. Lo que se dice plan, no lo tengo pero hay muchas casas y caminos por allí. Propongo tomar el ‘camí ramader’ o cañada que marcha hacia la casa de Palomera y buscar las casas de Pomanell y Cal Xela, marcadas en el mapa del Alpina. Encontramos las casas. Hacia el norte, vemos la gran casa de Solanllong. Tiene una pinta interesante. Por primera vez, Pep me coge los mapas. “Bueno, podemos ir a Solanllong, luego a Puigbó y volver por Palomera, buscando la casa de Ternadella”. Accedo con mucho gusto.
Nuestra primera vista de Solanllong, con la capilla delante
De la casa de Solanllong, vemos la fachada sur, con grandes arcadas típicas del siglo XIX, y la típica capilla de las grandes casas, pero lo realmente interesante está detrás y no lo vemos hasta que hayamos dado la vuelta a la casa. Allí, ante nuestro asombro, se ve la estructura inconfundible de una gran torre medieval, a partir de la cual se hicieron sucesivas ampliaciones hasta llegar a la casa actual.
Otra foto de Solanllong. Aquí se ven claramente la estructura medieval cuadrada y las adiciones posteriores
Bajamos por el camino antiguo hasta la riera o Rec de Solanllong pero al otro lado, no vemos camino para subir hacia Puigbó. Hay una pista abajo y además se ha cortado el bosque y las dos cosas pueden haber borrado el camino. Al final, no queda más remedio que subir sin camino. “Ya no vas tan deprisa”, me dice Carles, mientras me adelanta. Yo lo atribuyo al no tener que hacer de líder; me relajo.
Ahora más relajado, Pep toma el mando de las operaciones
Por fin, encontramos un camino claro que nos lleva a los Colls de Dalt. Dejamos atrás el bosque y se nos abre un paisaje bucólico, con campos y caballos, abajo la casa de la Canal dedicada al turismo rural y en el fondo, la montaña de La Taga.
Seguimos subiendo hacia la casa de Puigbó. Allí está la pequeña iglesia de Sant Martí y el castillo. Aunque gran parte del castillo seguramente se desmontó para construir la casa del siglo XVI al lado, aun queda una torre, restos de la iglesia y de las casas donde vivían los campesinos que trabajaban las tierras del señor y el perfil de la muralla. En total, son unos cuantos cientos de metros cuadrados de estructuras medievales. Pep está encantado.
Torre del castillo de Puigbó
Otros restos del castillo y la casa de Puigbó detrás. En el fondo, las Cingleras de Tubau
Comemos en la Collada de Puigbó con un buen sol y Pep me da las gracias por haberle traído aquí, ya que hace años que quería venir pero nunca encontraba el momento. Finjo que se me ha entrado algo en los ojos para disimular mi emoción. “Olvídalo, Pep, te mereces esto y más”, digo.
Vamos hacia la Collada de Palomera. La Xarxa Lenta (ver Glosario) va por las pistas pero yo veo un camino atractivo debajo y conmino a los demás a seguirlo conmigo. Pep se empeña en creer que es camino de animales hasta que la evidencia le demuestra lo contrario. Hacemos un desvío para buscar la casa de Ternadella, que encontramos con alguna dificultad, y continuamos a la Collada. Al cabo de poco rato, vemos la casa de Palomera, una estructura bastante extraña, con ventanas muy pequeñas y cierto aire de casa fortificada.
Los campos de Palomera, mirando hacia el oeste
Me voy de esa zona con una impresión grata. Hay pistas forestales pero se han naturalizado y quedan suficientes caminos para formar un entramado de cierta densidad. “Ya harás tú las colitas”, me dice Pep. “Quedan muy lejos del Berguedà”. “Iré con Josep Mª”, contesto. “Mientras no haya zarzas, éste se apunta a un bombardeo”.
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 13,3 km; 440 metros de desnivel acumulado.
1 comentario:
Yes, indeed!!! Per poc que pugui, m'hi apunto!
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