Hoy es el día que entramos por fin en
el Cadí. Pep lo tiene todo organizado y ha dividido la sierra en secciones que
se irán recorriendo una por una. Hoy toca la parte más oriental, desde Prat
Llong hasta Comabona. Nos había citado a las 6 de la mañana delante de la
puerta de mi casa. Tengo sentimientos encontrados respecto a estas salidas: por
un lado, tengo ganas de volver al Cadí porque aún hay zonas extensas donde no
he estado, pero también soy consciente que es un terreno difícil.
A las 6 en punto, salgo a la calle y
veo a Carles sentado en los peldaños de la Óptica al lado. Tengo los biorritmos
revueltos y ni siquiera puedo tomar un miserable café, ya que Pep llega
enseguida. “Haberlo tomado en casa”, me dirá después en respuesta a mis quejas,
pero todos sabemos que en casa no es lo mismo.
Aparcamos el coche cerca de la Barraca
de l’Andal, en la pista del Coll de Bauma al Coll de Torn. Aquí en teoría es
donde tendríamos que llegar a la vuelta y empezamos a andar por la pista hacia
el Collell. Es una pista muy larga y ni siquiera ver cómo los primeros rayos
del sol tocan la cara norte de Pedraforca consigue cambiar mis pocas ganas de
estar aquí a estas horas.
La cara norte de Pedraforca con los primeros rayos del sol
Pasado el Coll de Torn, dejamos la
pista y vamos sin camino hacia la pista que sube al Prat Socarrat y Prat Llong.
La pendiente se hace más fuerte, ya no es la suave subida de la pista. Me
siento muy cansado, realmente no quiero estar aquí. En el Prat Socarrat, se ven
esqueletos de pinos negros de grandes dimensiones, los restos de un incendio
que ocurrió aquí hace más de 100 años.
Otra vista, cerca del Coll de Torn
Son las 10. De repente, es la hora
punta. Nos encontramos con otros dos de Berga que quieren subir hacia la Font
Tordera, luego nos adelantan 3 ciclistas (¡con la pendiente que tiene la
pista!) y nos cruzamos con dos senderistas que bajan. Se nota que estamos en la
ruta de los Cavalls del Vent. Entrando en el Prat Llong, Pep se aleja, buscando
cruces de término y sube a las rocas que dan al valle del Torrente de Cortils
abajo. Al otro lado, señala una muesca en la Costa Cabirolera. Aquí es donde
quiere ir la semana que viene ya que piensa que por allí pasaba el antiguo
límite sur del término de Bagà.
Aquí, en la muesca, se ve el paso donde Pep quiere ir la semana que viene: el Portell del Mig de la Costa Cabirolera
Continuamos por el Prat Llong,
buscando señales de antiguas ‘fites’ o ‘pedrons’. Pasa un grupo de buitres,
bordeando el prado en dirección oeste. Unos quince minutos después, pasa otro
grupo. “¿Serán los mismos?”, me pregunto. Como esos ciclistas que dan vueltas
sobre una pista de madera inclinada en los velódromos, esos buitres parecen
hacer una carrera a cámara lenta, primero pasando por la cara sur de Cadí y
luego girando para recorrer la cara norte y así vuelto a empezar.
Subiendo hacia la Serra Pedregosa
Y, al otro lado, siempre la silueta
inconfundible de la cara norte de Pedraforca, con el agujero del valle de
Gresolet entre medio. Dejamos la hierba para subir el camino de la Serra
Pedregosa ya que, según Pep, el límite municipal pasaba por la cresta. La
última subida es empinada, polvorienta, pedregosa, dura. Tras un descanso en el
pequeño paso, Pep y Carles continúan por la cresta y yo por el camino a Font
Tordera.
Una pila de piedras de antigüedad
desconocida y finalidad incierta es el único resultado de tanto esfuerzo.
Cuando el camino gira a la izquierda para ir a la Font Tordera, dejamos a los
senderistas y seguimos rectos, debajo del camino que va de la Font Tordera
hacia Tancalaporta, pasando debajo de Comabona. Aquí, al pasar menos gente, se
ven grupos de rebecos.
El 'pedró'. ¿Tanto esfuerzo para esto?
Iniciamos un largo flanqueo por un
terreno áspero, desagradable. Al final, me canso y subo hacia el camino. Por lo
menos, no habrá tantas piedras. Poco después, Pep y Carles se unen a mí. Ya
hemos salido del municipio de Bagà y entrado en el de Gisclareny.
En el camino hacia el Coll del Puig Terrers
En el Coll del Puig Terrers, giramos a la
derecha y bajamos el Clot de Comabona. Poco después, marcha un camino a la
izquierda, que luego se difumina. Pep duda un poco, y luego sube unos 30 metros
antes de seguir llaneando. Al doblar una esquina, nos encontramos delante de la
fuente. La orientación de Pep vuelve a demostrar su infalibilidad. Rellenamos
las cantimploras y continuamos hasta la Pleta de la Guilla, destruida hace
mucho tiempo por un desprendimiento de rocas desde la pared detrás. Aquí
comemos.
Vista del valle de Bastareny desde la Pleta e la Guilla, con el pueblo de Bagà al fondo
El camino, marcado como sendero local,
continúa. Pep se desvía para mostrarnos el Pas de la Cabra. Hace 10 años o más,
Pep y yo subimos al Pas de la Cabra desde Cortalets, donde llegamos después de
pasar por el infame Pas de la Solana. Recuerdo una subida dura y, cuando
llegamos al Pas de la Cabra, cuando pensaba que la subida había acabado, Pep me
llevó a la misma fuente que hoy, lo que supuso unos 100 metros más de desnivel.
La entrada al Pas de la Cabra, con la Serra de Moixa al fondo
Pero esta
vez, es todo bajada. Antes de dejar esta zona, hay una cosa más que Pep quiere
mostrarnos. Una cueva que había sido habitada por algún pastor o carbonero,
colgada sobre el precipicio detrás de la Solana de Murcarols. Aquí, el
sonambulismo puede tener consecuencias nefastas. Seguimos bajando. Conocía la existencia de este camino pero no
lo había hecho. Un camino auténtico para llegar a esta zona desde el Coll de
Bauma, está marcado con el verde y blanco del sendero local.
La cueva, a dos pasos del abismo, con signos evidentes de haber sido habitada
Si no
estuviera tan cansado y no me dolieran los pies y las rodillas, disfrutaría con
este camino; tiene una sinuosidad muy atractiva pero tanta pendiente ya no me
va bien. Cuando por fin llego abajo, tengo la sensación de que la interminable
bajada por este terreno exigente me pasará factura.
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