Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



sábado, 26 de diciembre de 2020

26/11/2020 – Espinagalls y el Castillo de Roset

Toca cambiar de zona y resulta que Carles tiene inquietudes por conocer la zona detrás de Vilada. Concretamente, nunca ha estado en la casa de Espinagalls. Por lo tanto, Pep propone una ruta que incluya esta casa y el cercano castillo de Roset. Cuando añade que no tiene fotos de la casa, no puedo ocultar un pequeño gesto de sorpresa.

Aparcamos el coche en una pequeña explanada delante de la iglesia. Hace un día nublado pero no especialmente frío. Ha cambiado el viento y trae agua desde el Mediterráneo, pero aquí no lloverá, al menos hoy.

Ponemos rumbo al camino del agua. Es un camino que marca por donde se ha pasado un tubo desde la Font de l’Arç gasta un depósito encima del pueblo. Nos desviamos para visitar la casa de Cap de la Vinya. Con las vistas que tiene del pueblo y de la sierra de Picancel, cuesta entender porqué no hay un chalet o un bloque de apartamentos aquí en lugar de esta casa abandonada y tapiada. Pero una explicación, seguro que la hay. 


Vista de Vilada y Picancel desde Cap de la Vinya

Continuamos hacia el norte. Este camino, ahora señalizado, se ha ido transformando desde que lo descubrí por primera vez hace más de 20 años. Ahora hay más secciones de pista y también se ha cambiado el tubo, con la consiguiente excavación y relleno.

Con la mirada científica de Pep, ahora resulta que esos caminos que parecen marcharse al bosque y que yo nunca había intentado explicar, en realidad son las eses del antiguo canal al aire libre que se hicieron para frenar la velocidad de descenso del agua y así evitar que llegara descontrolada al pueblo.


La Creu de Roset 

En la división de caminos pasada la Creu de Roset, ponemos rumbo a la casa de Espinagalls. Al cruzar la pista que va a Cal Llebre, Pep sube por el camino central que va a la casa, mientras Carles y yo subimos por otro menos marcado que está situado más hacia el oeste. Yo pensaba que los dos caminos llevarían a la casa, pero resulta que el nuestro sale a una especie de promontorio con vistas al castillo de Roset y la Gotzera y, en medio de un pequeño llano, un cuadrado inconfundible identifica un edificio antiguo y que yo desconocía por completo.

Carles llama a Pep para comunicarle este extraordinario hallazgo. Pep está esperándonos en la casa para mostrar a Carles todas sus características, pero accede a reunirse con nosotros. “Es la casa antigua”, dice unos minutos después. Y empieza a sacar fotos, ya que ésta era la casa de la que no tenía fotos.


Espinagalls Vell

Ahora es tarde para volver a la casa nueva y ponemos rumbo al castillo. Tras explorar algunos caminos menores, llegamos a la Font de l’Arç, de la que nunca sale agua a no ser que haya llovido muchísimo, porque está canalizado hacia Vilada. Aquí decidimos comer. 


La Font de l'Arç

Juego de reflejos en el arroyo al lado de la fuente 

Pep explica que una vez, un compañero suyo tuvo que volver rápido a casa y, bajando el barranco desde la fuente, encontraron un camino que les llevó directamente a la casa de Roset. Yo tampoco había bajado por ese barranco, aunque sí había oído algo de un camino, y accedemos a probarlo.

Nos desplazamos un poco más hacia el castillo para bajar por algunos antiguos campos. Aquí todo tiene un aire fantasmagórico, con altas paredes de piedra seca cubiertas de musgo. Cuando acaban los campos, nos vemos obligados a bajar por la pendiente suave del lecho de la riera, actualmente seca. 


Campos abandonados hace muchas décadas bajo la Font de l'Arç

El lecho de la riera en el punto donde lo cruza el camino

Tras unas curvas, vemos el camino de Pep que marcha hacia la izquierda. Unos troncos cruzados sobre el lecho nos avisan del peligro de seguir bajando por la riera. Sin embargo, mirando hacia la derecha, vemos que el camino tiene continuidad y Pep propone subirlo, para avanzar la ciencia un paso más. El camino asciende con fuerte pendiente, con eses muy cerradas. Pep y Carles aprietan el ritmo y subimos rápido. De hecho, estamos subiendo el cerro del castillo. Hacemos una pausa en un pequeño claro, donde se ve otro camino que seguramente bajaba al pueblo medieval de Echilans, al pie del cerro.


El arranque del camino hacia el Castillo de Roset desde la riera

Con la pendiente y la velocidad de subida, noto que me estoy acercando a mi límite. Pero aún quedan 30 metros de subida, bordeando el precipicio, hasta llegar al castillo. Mientras Pep comenta tranquilamente algunos detalles arquitectónicos del castillo con Carles, aprovecho para comprobar mis constantes vitales. Podría ser peor pero la musculatura de las piernas acusa el esfuerzo y han perdido fuerza.


Vista de Picancel desde el Castillo bajo un cielo amenazador

Detalle del castillo

Para la bajada, pido colocarme entre Pep y Carles. Así, si tambaleo al borde del precipicio, Carles me podría sujetar por la mochila. Tomo la precaución de abrochar la correa de la cintura, no fuera que Carles se quedara con la mochila en la mano y yo cayendo por el abismo (“Al menos salvamos el track”, habría dicho Pep). Pero una vez pasado el tramo más expuesto, mis piernas recuperan su fuerza y vuelvo a mi posición habitual detrás.


Durante la bajada desde el Castillo

En bajada, puedo apreciar el interés del camino. No hay duda de su antigüedad, ya que va directamente al castillo. Llegamos otra vez a la riera y continuamos hacia Roset. Sigue bajando, aunque de forma mucho más suave. Pasamos por delante de una pared de roca, donde se han clavado enganches para hacer escalada. Poco después, estamos en la casa de Roset, y media hora más tarde, en el coche.


La pared de escalada, con columpio para relajarse entre vía y vía

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8 km; 530 metros de desnivel acumulado.

PD. Al mirar el track el día siguiente, veo que en el camino del castillo, subimos 100 metros de desnivel en 9 minutos. A diferencia de Pep y Carles, no soy un atleta. Ahora entiendo por qué llegué tan apurado arriba.

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