Hoy, retomamos el plan frustrado de la
semana anterior. Y el éxito parece asegurado porque Carles trae un mapa antiguo
del Ejército donde se ven claramente los caminos que queremos seguir. Aparcamos
nuevamente en el Coll de Merolla. Hoy es el primer día que pongo crema solar y
nada más bajar del coche, constato que este año será un buen año para las
orquídeas; se ven por todas partes.
El mapa del Ejército. La tres estrellas marcan puntos clave: Coll de l'Arç, Solanllong y la unión de los caminos de Gombrèn y Solanllong
Nos plantamos nuevamente en el Coll de
l’Arç. En la salida del 11 de mayo, mientras yo seguía el camino a la ‘artiga’,
Pep y Carles continuaron por la pista hacia Solanllong, hasta unas ruinas que
identificaron como Casanova. En el mapa antiguo, un poco después de Casanova,
el camino se bifurca; el ramal derecho enlaza con Solanllong y el izquierdo es
el camino a Gombrèn.
Hoy, caminamos por esta pista. Pep me
muestra unos escasos restos de una casa, borrada por la pista. “Casanova”, me
informa, y continuamos. Constatamos dos casas más, seguramente medievales,
cerca de la pista pero la bifurcación, no la acabamos de ver. “Igual nos
despistamos mientras anotábamos las casas y no vimos la bifurcación”, aventura
Carles. Bajamos hacia la derecha con la idea de cruzar en ángulo recto el
camino de Solanllong, pero solo vemos campos, bosque y caminos de animales.
Subimos otra vez hasta la pista y
llegamos hasta el final. Continúa un camino señalizado con marcas amarillas que
baja con cierta pendiente hacia la casa de Solanllong, que se ve abajo. Los
restos del camino antiguo pasan por un ‘grau’ encima nuestro, así que su
autenticidad está fuera de duda.
Pep pone en palabras lo que todos
estamos empezando a sospechar: que hemos seguido desde el primer momento el
camino de abajo y lo que no hemos visto es el camino que cruza la sierra hacia
Gombrèn. Giramos hacia la izquierda con
la misma idea pero al revés: cortar en ángulo recto el camino de Gombrèn.
Pasando por antiguos campos, llegamos hasta la cresta y caminamos hacia el
oeste, nuevamente hacia el Coll de l’Arç. Con el surco profundo de un collado a
la vista, damos la vuelta, sin haber visto nada convincente y caminamos otra
vez hacia el este por la cresta, a ver si vemos por donde cruza el camino hacia
el noreste.
Finalmente, la cresta inicia el
descenso hacia Can Vilar. Aún no hemos encontrado nada. A la izquierda, se ve
la explanada de carga de una pista. Me paro un momento para fotografiar unas
orquídeas y cuando me reúno con Pep y Carles, están sentados bajo la sombra, estudiando
el mapa. “Quizás mejor haber empezado por allí”, pienso. “Aquí se han dado
demasiadas cosas por supuesto”.
“Con la hora que es, tenemos que
elegir”, dice Pep. “O intentamos buscar este camino de Aranyonet o tiramos la
toalla y vamos al camí ral de Gombrèn al Col de Merolla”. “El camí ral lo
podemos hacer cualquier día. Ahora forma parte del GR”, argumento, mientras
estudio el mapa. “La clave está en ese collado”, y señalo el punto. “A partir
de aquí, siempre cara norte. Y nosotros hemos estado por la cara sur. Yendo
hacia Can Vilar, tenemos que cruzarlo”.
Can Vilar
“Así es”, admite Pep. “Es la prueba de
que no se pueden mirar los mapas antiguos de prisa y de pie”. Bajamos hasta la
pista que lleva a Solanllong y giramos al norte. Con Can Vilar a la vista
delante nuestro, al otro lado del valle, vemos un camino que ha sido cortado por
la pista. Bajamos a la derecha y poco después, vemos que este camino entronca
con otro que va paralelo a la pista. Hemos encontrado la unión de los dos
caminos. Damos la vuelta y subimos hacia arriba. Cruzado la pista, el camino
sube con zigzags amplios y aunque está cortado por mil sitios por los surcos
creados al arrastrar troncos, no hay duda de que, ahora sí, es nuestro camino.
Llegamos a la explanada de carga que
vimos en el descenso, sin darnos cuenta de su importancia. A partir de aquí,
una pista antigua en línea recta sube por la trayectoria del camino hacia la
cresta, donde se divisa un collado amplio. En cierto momento, el camino deja la
pista y, ahora más perdedor, sube con más pendiente hacia el collado. Aquí
comemos.
Miro el track marcado en el GPS. Cuando
estábamos caminando por la cresta sin rumbo, nos quedamos a 60 metros del collado.
“Si hubiéramos caminado 30 metros más hasta ver el fondo del collado, habríamos
visto el camino”, anuncio. Pep y Carles me miran en silencio. A veces es mejor
pasar página.
Continuamos por el camino, ahora muy
tapado, que sigue la línea superior de los campos hacia el Coll de l’Arç. Otro
camino que sería magnífico si se limpiara. Salimos de las zarzas y allí delante
nuestro, vemos las ruinas de una casa más moderna. ¡Es la Casanova auténtica! Y
muy cerca, encontramos la bifurcación hacia Solanllong, 20 metros encima de la
pista. ¡Íbamos engañados desde el primer momento!
“Seguir caminos es muy fácil cuando
sabes dónde están”, resume Carles. Volvemos al Coll de Merolla por la pista. El
bosque es un festival de orquídeas.
Diferentes especies de orquídea
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,7 km;
470 metros de desnivel acumulado.
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