El día 18 de mayo, hicimos una salida
más bien académica detrás de la casa de Merolla. Pep tenía unos topónimos en
documentos antiguos y una casa llamada Bruc entre Merolla y Comas. Una casa,
seguramente medieval, sí la encontramos prácticamente en la valla que marca el
linde entre las dos propiedades.
Ahora a Pep solo le queda una salida
más a esta zona: seguir el camino de Aranyonet a Gombrén y volver por el camí
ral que sube el valle hasta el Coll de Merolla. Y eso precisamente es la tarea
que nos disponemos a hacer hoy, después de la parada obligada por la Patum,
indudablemente la más amarilla de su historia. Y con el telón de fondo de la
caída inesperada del gobierno de Rajoy, impulsada por la sentencia del Gürtel,
a pesar de los intentos peperos de dejarla en “unos casos aislados de
corrupción”.
Pero la carretera a La Pobla de Lillet
está cerrada, con una excavadora trabajando en la talud. “Hay unas piedras que
amenazan por caerse”, nos explica el operario. “Igual tenemos para media hora o
más”.
“No podemos estar aquí esperando”,
dice Pep, exasperado. “Tengo una charla en Berga a las 7 sobre un trozo de
cerámica”. “Seguro que será fascinante”, pienso, mientras busco en mi cabeza un
lugar dónde ir. De repente, se me enciende una luz. “¿Os acordáis de ese camino
que nos quedó por ver en Cal Costa? Hoy lo podemos hacer”. El lector
seguramente aún tendrá fresca en la memoria la salida que hicimos a finales de
2015 por el camino de Cal Costa y luego subimos por una pendiente infernal
hasta el mirador de Gresolet. Mientras hacíamos un descanso en la casa de Cal
Costa, vimos un camino que iba claramente hacia abajo y que no teníamos en
nuestros mapas.
Aparcamos en la pista que va a
Gresolet, cerca del molino de Cal Ferrer. Subimos el camino señalizado hacia
Saldes, en una línea casi recta y con pendiente constante. No es la primera vez
que subo este camino pero no lo recordaba ni tan largo ni tan empinado, ya que
nos hace subir 150 metros de desnivel de golpe. Como siempre, Pep y Carles van
5 pasos por delante, repasando detalles históricos.
Salimos en la pista debajo del
castillo. “Tiene que haber un camino que sube directamente al castillo, sin dar
esos rodeos que hace la pista”, musita Pep. Sin demasiadas dificultades, Carles
la encuentra, abandonado, olvidado, subiendo la cresta hasta el castillo.
Pep y Carles vuelven a repasar el
recinto fortificado. Si se calcula a partir de los restos de la muralla, tenía
un tamaño considerable; toda una ostentación de poder terrenal. Una casa del
siglo XVIII o XIX construida dentro del recinto crea la ilusión de que es más
pequeño.
Subiendo hacia el castillo
Pasamos detrás, entrando en esos
campos de aspecto tan antiguo. En un rincón, Pep encuentra los restos de una
casa medieval. Ahora sabemos que la antigüedad es algo más que una impresión
estética.
Entramos en el camino de Cal Costa.
Tiene todo el encanto de siempre pero a medida que nos acercamos a la casa, nos
damos cuenta de que algo ha cambiado desde 2015. La larga pista que llegaba a
la casa desde Saldes ha sido alargada un poco más, por lo menos hasta el
collado que marca la larga cresta que se llama Feixatella. En el proceso, ha
destruido el camino. Yo aún recordaba ese camino, siguiendo una estrecha repisa
en el límite de los campos. Al ser un camino rocoso expuesto al sol, crecían
muchas flores entre las rocas y era curiosa ver cómo el camino iba buscando el
mejor sitio por donde pasar. Ahora es una pista homogénea y aburrida; tierra y
piedra excavada por una máquina y aplanada para que puedan pasar 4 ruedas o 2
orugas.
El nuevo tramo de pista detrás de Cal Costa. Debajo, se ve lo que queda del camino, sepultado por la pista
Y mientras comemos al lado de la casa,
me pongo a pensar. Este camino forma parte de las rutas de senderismo que
promociona el Ayuntamiento de Saldes. Y esos “Planes de Mejora Forestal”
también son responsabilidad del Ayuntamiento, ya que afectan los bosques de
propiedad municipal, aunque el dinero venga de otro lugar. Y me pregunto: “¿Qué
es lo prioritario? ¿Promover el turismo de naturaleza o explotar el bosque por
su biomasa? Porque, mecanizando la explotación de esta manera, las dos cosas no
se pueden hacer al mismo tiempo. ¿No se hablan el Concejal de Caminos Bonitos y
el Concejal de Cortar Árboles y Abrir Pistas?”. Sospecho que, en esos pueblos
pequeños, son la misma persona.
Iniciamos el descenso por el camino
desconocido. Tiene unas marcas medio borradas de color verde y blanco de
sendero local. Empieza a zigzaguear, pasando por antiguos campos perdidos en el
bosque, con las paredes de piedra seca aún intactas.
Los campos debajo de Cal Costa
Cruza una pista antigua y
sigue bajando, ahora en línea recta. Pasamos por una tejería, delatada por las
tejas rotas en el suelo. Las vacas también usan el camino y, con esta tierra
arcillosa, ahora es fangosa y resbaladiza. Finalmente, se convierte en pista,
con bastante pendiente. Va siguiendo el torrente en su descenso. Relaja oír el
sonido del agua y las pequeñas cascadas. Y debajo de algunas de las cascaditas,
hay una pequeña charca, donde el torrente se ensancha y el agua pierde su
fuerza. Y aquí, se han hecho pequeños ramales de la pista, que cruzan el agua y
entran de lleno en la cuesta al otro lado, dejando un caos de árboles tumbados
y ramas rotas.
“¿Por qué ese afán de los humanos de estropear
las cosas bonitas?”, me pregunto. “¿Qué ganan con empujar una máquina 5 metros
sobre el agua?”. Dejo sin resolver estos misterios de la ingeniería forestal. A
Pep y Carles ya les he perdido de vista, intentando bajar sin caerme en ese
fango resbaladizo. Y cuando llego a la pista de Gresolet, tampoco les veo. Giro
a la derecha hacia el coche y camino a ritmo vivo. Sigo sin verlos y me entran
visiones de aquel día de junio del año pasado en Meranges, cuando me dejaron
tirado en medio de la nada en plena tormenta.
En las rocas más húmedas y frías al
lado de la pista, hay auténticas alfombras de oreja de oso. Esta flor, antes
tan escasa, ahora se encuentra en casi cualquier roca que mire hacia el norte
y, en esta época del año, produce una flor muy bonita de color amarillo y lila.
Llego al coche.
Oreja de oso
Esta vez, no se han marchado y yo tampoco me alejo del coche.
Al cabo de 10 minutos, llegan. En vez de girar a la derecha en la pista de
Gresolet, giraron a la izquierda: Carlos quería ver cómo corría el agua del
torrente de Gresolet.
Con eso, damos por concluida la
salida de hoy. 8 km; 370 metros de desnivel acumulado.
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