Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



lunes, 14 de mayo de 2018

4/5/2018 – Merolla

Carles ha entrado en contacto con el dueño de la casa de Merolla, actualmente dedicada al turismo rural. Acuerda una visita, ya que Pep y Carles tienen noticias de un castillo y dos iglesias (Sant Miquel y Sant Serni) y siempre va bien consultar a gente del país, a ver si pueden aportar alguna pista.

La casa restaurada de Merolla

Aunque actualmente forma parte de la comarca del Ripollès, antiguamente todo este valle, hasta el Coll de Merolla, estaba adscrito a La Pobla de Lillet y por eso, Pep considera justificado incluirlo en nuestro ámbito de actuación.

Nos reciben los padres, quienes nos presentan al hijo, que lleva el negocio, y muy amablemente nos muestran la casa, restaurada con esmero y todo lujo de detalles, y unas vistas y un verdor que deben ser un imán para los pobres barceloneses, sedientos de verde, paz y contacto con el medio natural. Nos cuentan que hay un historiador local de Campdevanol que también va detrás de las iglesias, de momento sin éxito. Pero me estoy adelantando. Volvamos al principio.

Aparcamos en una entrada de pista en la carretera, debajo de la casa. Al bajar del coche, noto que la calzada tiene una gruesa capa de asfalto que la eleva al menos 25 centímetros por encima del borde. Y luego dedico mi atención al cielo, a ver qué día hará hoy. El próximo paso, mi pie derecho pisa aire y voy de bruces al suelo. El trompazo ha sido de primera categoría, sobre todo en la rodilla. De niño, hice judo y aprendí a caer. En mi juventud, saberlo me ha salvado de lesiones graves más de una vez en accidentes de bici, pero a partir de los 60, me parece que uno cae como un saco de patatas con la misma contundencia que una persona que nunca ha hecho judo.

Cuando puedo incorporarme, me siento al borde de la carretera, esperando que pase el dolor. “Tantos años caminando por los lugares más escabrosos y te tienes que caer en el sitio más tonto”, me dice Pep para consolarme. “¿Estás bien?”, me pregunta Carles, siempre con la frase correcta. Me palpo con cuidado la rodilla. No parece que haya nada roto. La muevo; tendones y ligamentos funcionan. Me pongo de pie y constato que la pierna aguanta mi peso y volvemos a ponernos en marcha.

Tras esta visita tan cordial de la casa de Merolla, nos disponemos a visitar los mismos cerros que el historiador local, con el mismo resultado. En un descanso, vuelvo a inspeccionar la rodilla, saco mi botiquín y la limpio, la desinfecto y pongo una gasa. Ya va mejor.

Mirando hacia el norte, vemos una especie de brecha en una pequeña sierra que se llama L’Esgarrapall y para ocupar el día, decidimos seguir una pista forestal hasta allí para ver qué hay detrás. La pista acaba en la cresta y sigue un camino que nos baja hasta la pista que va al Coll del Pla de L’Espluga.

La vista desde el final de la pista con Ca l'Escolà abajo y las montañas de Meranges al fondo

Caminamos por la pista bajo un cielo cada vez más amenazador y un viento que arrecia, haciendo crujir los pinos. Nos desviamos por un camino que lleva a L’Empriuet, una casa en ruinas en la solana del valle que habíamos visitado a finales del verano del año pasado. El camino está muy limpio; lo deben mantener las vacas. 

 El camino de L'Empriuet

Y lo que queda de la casa

Recuperamos la pista y, en la curva donde se une a la carretera de Gombrén a Castellar de n’Hug, tomamos el camí ramader (camino pecuario) señalizado que pasa por el Coll de l’Espluga y luego al Coll de Merolla. Lo había hecho al revés hace unos cuantos años con Carles, antes de empezar el blog.

En la cresta, paramos para comer y repasar el estado lamentable del mundo, bajo un cielo tapado que no llega a llover. Fortificados por este desahogo colectivo, continuamos por el camí ramader, que tiene unos tramos muy atractivos. Nos desviamos para visitar Cal Cots, una casa todavía en pie pero no modernizada. Desde un núcleo antiguo, ha experimentado múltiples adiciones y reformas que le han dado un aspecto muy original. Además, su emplazamiento es muy llamativo, encaramado sobre un peñasco en un pequeño llano.

El camí ramader que baja al Coll de Merolla

La casa de Cots

Aquí nos dividimos, yo sigo bajando por el camí ramader para dejar constancia en el GPS mientras Pep y Carles visitan dos pequeños cerros contiguos, por si tuvieran algún resto de edificio. Yo llego primero al refugio del Coll de Merolla. No puedo tomar un café porque está cerrado pero tengo tiempo suficiente para estrechar lazos interespecie con una perra poco guardiana pero muy simpática que tiene ganas de jugar.

 El refugio del Coll de Merolla

Y mirando hacia las montañas del Ripollès desde el Coll de Merolla

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,6 km; 550 metros de desnivel acumulado.

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