Hoy estamos solos Pep y yo. Carles
está en la playa, cumpliendo con su deber de padre de familia. Ya le
imaginamos, el cuerpo pringoso de crema solar y helado derretido y la arena que
se pega a los sitios más molestos. Niños gritando, pelotas aterrizando encima
tuyo mientras intentas leer; la verdad es que ni a mí ni a Pep nos gusta la
playa.
Pep lleva tiempo hablando de ir a la
zona de Arderiu y Ardericó. Sus documentos hablan de una lista de casas que hoy
están desaparecidas y quiere encontrarlas. La última vez que estuve por allí
fue en una salida en octubre de 2014 con Carles. Había un camino que, desde la
casa del Castell, pasaba por los campos debajo de Serra Pigota y acababa en la
casa de Arderiu. Sin duda sería el camino que usaba la gente de esa casa para
ir a La Pobla de Lillet. De este camino, salía un ramal que había quedado
pendiente y que parecía dirigirse a la casa de Serra Pigota, que está más
elevada.
Propongo que busquemos este ramal ya
desde Serra Pigota. Aparcamos en el monasterio de Santa María y empezamos a
caminar por la pista hacia la casa de Junyent. Charlando tranquilamente,
dejamos la pista de Junyent para subir a la casa del Castell y luego a Serra
Pigota, que parece más bien un cobertizo hecho con bloques de hormigón. La casa
original ha desaparecido.
Subimos el Clot de Serra Pigota hacia
el Gorg de la Lleona por una pista antigua. Pistas de nueva factura atraviesan
la nuestra y una la seguimos pero queda muerta cuando la pendiente no le permite
continuar. Bajamos por un caos de ramas y troncos hacia otra pista, que luego
subimos. En alguna parte de esta destrucción estará el ramal que seguí con
Carles a Serra Pigota pero hoy no lo encontramos. Seguramente ha desaparecido.
Subimos a una cresta para empalmar con el camino principal de Arderiu a La
Pobla de Lillet pero en su lugar hay una pista de 6 metros de ancho que va
siguiendo el trazado del camino.
En un claro del bosque, miramos hacia
el norte y vemos que también se ha hecho una pista que baja desde la Collada de
Tortas hacia el Pla d’Erols, debajo de Puigllançada, y todo nos indica que ha
obliterado al menos parte del antiguo camí ramader. Mientras caminamos hacia el
Arderiu, el mal humor de Pep va en aumento ante esta destrucción gratuita. ¿Por
qué tienen que abrir la pista forestal justo encima del camino?, me pregunta.
Pero la respuesta ya la sabe: es el trazado más fácil y más lógico.
Como aspecto positivo, el desbroce ha
creado zonas abiertas donde crecen cardos y, entre los cardos, revolotea una
multitud de mariposas de distintas especies. En las zonas llanas con señales de
antiguos cultivos, Pep se aparta de la pista en busca de casas pero, con todo
lo que se ha removido, no consigue sacar nada en claro.
Iberian marbled white (Melanargia lachesis)
Comemos bajo un árbol en los campos debajo
de la casa de Arderiu. Es una casa arreglada, cuidada, con un jardín que
claramente recibe los mimos de algún jardinero, y está celosamente protegida
con vallas altas para que no entre ningún animal o humano. Pero con tanta pista
nueva que le rodea, seguro que habrá perdido algo de su encanto.
Bajamos hacia Junyent. Allí también se
ha creado una pista nueva que ha aprovechado parte de una pista antigua, pero
con ramales nuevos. Con tanta rama en el suelo, es inútil intentar buscar
caminos antiguos. Después de sorprender a una cierva con su cría, llegamos a la
casa de Junyent. Es una casa grande, con al menos dos ampliaciones. Hace
bastantes años, hice una de las caminadas populares de La Pobla, que pasó por
Junyent. En aquel tiempo, el pajar aún estaba en buen estado y allí se hizo el
pan con butifarra para los caminantes. Hoy, parece que hace años que no viene
nadie.
Solo nos queda seguir la pista al
monasterio. Nos vamos de aquí con un mal sabor de boca. ¿Quién sabe cuándo
volveremos?
Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 12,5
km; 480 metros de desnivel acumulado.
PD. El día después, noto que me pica la espalda.
Algunas horas después, tengo la espalda y los hombros llenos de granos y
ronchas urticariantes que tardan una semana en marcharse. Como causa, la única
hipótesis que se me ocurre es que cuando bajamos sin camino por el bosque
cortado, Pep, que iba primero, levantó pelos de procesionaria que luego cayeron
hacia atrás sobre mí. Cosas del karma …
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