Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



lunes, 13 de noviembre de 2023

10/11/2023 – El Cable

Hoy será nuestra última salida al Catllaràs. “¿Pasaremos frío?”, pregunto a Pep por WhatsApp la noche anterior. “No”, contesta, sin atisbo de duda. Pero yo no comparto su confianza y me preparo a conciencia: forro polar, gorro de lana, buff, guantes, jersey, camiseta térmica de manga larga, pantalón forrado y calcetines gordos. En nuestro aparcamiento en la Canalassa, el termómetro marca 3,5ºC y pasaremos gran parte del día lejos del sol, en los bosques de la cara norte. Los colores son de otoño avanzado, las hojas no tardarán en caer.

Hoy, Pep quiere volver a la zona del Xalet del Catllaràs y acabar en El Cable. Una vez más, emprendemos el camino de la Mina del Moreno y en el segundo collado, bajamos al complejo del Teixó. Han pasado unos cinco meses desde que estuvimos aquí la última vez y sin sol y con tanta hoja muerta, parece más lúgubre que nunca. Desde la bocamina, entramos otra vez en el laberinto de caminos entre las minas e iniciamos el último camino que nos queda, subiendo un barranco hacia el Collet Fred. Queda muerto en la última carbonera pero también descubrimos una mina hundida lejos de las demás y desconocida para la ciencia.


El Teixó

El camino al Cable

Ahora con el calor suave del sol, desde la pista (antigua vía) que baja del Collet Fred hacia el Xalet del Catllarás, subimos y bajamos la cuesta que bordea las Roques d'Arderiu y contamos diez bocaminas, todas hundidas (incluyendo dos debajo del Xalet), y todas formando una línea recta, además de estar alineadas con las minas que suben desde Font Freda.


Oreja de oso en las Roques d'Arderiu

Pasamos por el Xalet del Catllarás, recién restaurado pero en desuso, y seguimos bajando hacia El Cable. Otro lugar fantasmagórico lleno de estructuras que poco a poco van desmoronándose. Aunque de aspecto similar, es más grande que el Teixó, ya que concentraba la producción de las distintas zonas de producción antes de enviarla a la Estación del Empalme abajo. A eso también había que añadir la producción de una mina anexa, ahora hundida.




Distintos ámbitos del Cable

Y el túnel para salir hacia El Teixó

Aquí nos despedimos de Domenec hasta una próxima ocasión y comemos una vez más en el Coll de Paternoster, disfrutando del sol de noviembre hasta que un descenso repentino de la temperatura nos obliga a marcharnos.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,3 km; 400 metros de desnivel acumulado.

PD. Me voy de aquí con una impresión de enorme complejidad. En un espacio corto de tiempo, durante el primer cuarto del siglo XX, se fueron superponiendo distintas soluciones tecnológicas para sacar el carbón de una zona que presentaba múltiples retos orográficos. La dificultad para comprender las distintas etapas de esta explotación viene agravada por la falta de documentación, sobre todo del primer periodo. Toda la producción fue a la fábrica de cemento en el Clot de Moro. Aun así, fue insuficiente y tuvo que proveerse, primero de Inglaterra y, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, de las minas de Figols, a precios más altos. Finalmente, las minas fueron abandonadas en los años 20 por falta de rentabilidad, reactivándose a pequeña escala en los años 40 durante el periodo de autarquía.

Las minas del Catllaràs son un museo al aire libre y merecen una rehabilitación en profundidad, con centro de interpretación (en el Xalet?) y paneles explicativos. Por desgracia, hoy por hoy, las posibilidades son remotas, por no decir nulas.

 

domingo, 12 de noviembre de 2023

27/10/2023 – Las minas de Font Freda y la Sala de Máquinas

Han pasado tres semanas – un congreso arqueológico y una noche lluviosa han obligado a aplazar las salidas. Pero aquí estamos otra vez en el Mikado. Pep quiere volver a Font Freda. A mano izquierda de la pequeña riera subiendo hacia la Sala de Máquinas, encontramos hace unos cuantos años una serie de excavaciones y pequeñas escombreras que ahora Pep quiere cartografiar con precisión.

El día empieza frío, 5ºC, y de hecho no quitaré la chaqueta en todo el día. Aparcamos otra vez en La Canalassa y volvemos a subir el camino de la Mina del Moreno. En el primer collado, bajamos por el camino que Pep renunció a subir el 15 de septiembre. Parece que en algunos puntos se ha ensanchado pero a pica y pala, no con una máquina. Con los colores de otoño, tiene mucho encanto.

En la pista debajo de la mina de Teixó

En la pista del Xalet subimos hacia la zona de Teixó y luego cogemos otro camino que nos lleva a un laberinto que conectaba las minas de Teixó, el Cable y Font Freda y que exploré en parte con Josep Mª Companyó. En una intersección, hacemos un giro de 180º y salimos a la mina de Font Freda. Desde aquí, subimos la cuesta que lleva a la Sala de Máquinas. Cuando primero bajamos esta cuesta, Pep había situado las pequeñas excavaciones como intentos en el siglo XIX. Ahora vemos que siguen una línea recta hasta la Sala de Máquinas y ahora Pep las hace contemporáneas con la Mina de Font Freda, siguiendo la veta para encontrar el mejor punto de entrada hasta llegar al punto definitivo abajo en la Font Freda. En total, contamos 9 excavaciones con sus escombreras, algunas con una disposición en abanico que entraban con diferentes ángulos.

Llegamos a la Sala de Máquinas donde se subía el carbón por un pozo desde la galería subterránea y se colocaba en vagonetas para bajarlo al teleférico al Empalme desde la Roca de la Lluna. Desde el emplazamiento de la primera torre debajo del mirador, miramos el mapa: falta una torre intermedia y allí abajo, hay un pequeño alto que podría ser un buen sitio.


La chimenea de la Sala de Máquinas

Y los soportes de la máquina

Bajamos por el camino al Xalet y nos desviamos por una pista de hace unos años que está empezando a naturalizarse. Al final de la pista, empieza un camino marcado. En el punto más cercano al pequeño cerro, Pep y Carles bajan a investigar pero no hay nada. Sigue un debate sobre si debemos mirar el camino o no. “A nuestra edad, ya no se pueden dejar caminos sin mirar”, digo y se decide seguirlo. Tras unos 100 m, el camino se pierde en la cuesta debajo de la Roca de la Lluna. “Piensa que debajo de los riscos, siempre habrá un camino de animales. Aquí aprovechan la pista, luego hacen su propio camino por la zona de paso obligado y luego se dispersan”, dice Pep. No es la primera vez que caigo en el engaño, pero parecen tan auténticos …

Bajamos a la siguiente pista transversal y, encima de la pista, Carles encuentra la torre que nos falta. Bajamos por una zona con unas carboneras inmensas, que en la era pre-blog protagonizaron una foto antigua que una joven investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona estaba intentando situar. En la pista del Xalet, buscamos un sitio para comer mientras Domenec se marcha. Finalmente vamos al Coll de Paternoster, sentado en la pendiente mirando hacia el sur. Al principio, es muy acogedor pero se levanta un viento frío del noreste que nos obliga a marcharnos antes de llegar a los cafés.


La pista del Xalet del Catllaràs con los colores de otoño 

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9 km; 440 metros de desnivel acumulado.

 

6/10/2023 – La Mina Concepción y la Mina de Font Freda

Hoy viene Domenec y estreno botas de marca buena. Será otro día de sol. Los pocos boletaires que venían a buscar setas han tirado la toalla y tendremos toda la montaña para nosotros. Hoy Pep tiene planeado un día muy completo: otra vez a la Mina Concepción puesto que Domenec no la conocía, luego al Prat Gespador, y a partir de aquí, seguir el recorrido que hicimos hace 10 años con Josep Mª Coll y que cambió nuestra visión de estas minas. Y finalmente a la Mina de Font Freda.

Pido a Pep una salida sin descensos vertiginosos para no castigar mis rodillas. “Descuida Steve”, me dice. “Solo iremos por caminos”. Y el hecho es que esta vez, Pep quiere llegar a la Mina Concepción desde abajo, siguiendo el mismo camino donde Jaume posó sobre un árbol colgado sobre el vacío. Este camino acaba en una carbonera al lado de una pista y no hemos podido ver la continuación hasta ahora.

Aparcamos en La Canalassa y subimos a la casa de Vallfogona, esta vez a un ritmo mucho más vivo que no tarda en dejarme sin aliento. “Que se jodan”, pienso, pero en inglés y aflojo el ritmo. “Ya me esperarán”. Pasamos por la casa y subimos la pista al Camp de l’Ermità, donde salimos por la izquierda para seguir el camino.

Hubo una tala no hace tanto tiempo y las ramas están tiradas en el suelo, dificultando el paso. Esto da pie a una discusión sobre el tema, que más o menos viene así. Antiguamente, los propietarios tenían que retirar las ramas cortadas tras una tala pero, como no lo hacían, se cambió el relato y ahora las ramas se dejan in situ, para hacer de compost, según la nueva doctrina. Tardan muchos años en deshacerse y, aparte de suponer un riesgo claro de incendio, dificultan el crecimiento del sotobosque y distorsionan el ecosistema.

Llegamos a la carbonera y la pista, sin rastro de la continuación del camino. Hacemos una diagonal hacia la pista de la Mina de Rotllan y de repente, Carles, que lo ve todo, ve un perfil y, efectivamente, es el camino. Lo seguimos hacía abajo hasta el enlace con la pista y luego damos la vuelta y hacemos la ruta hasta la Mina Concepción. Todos tuvimos la impresión de que cortamos el camino en el único punto donde era visible como un trazado hecho por el hombre.

El camino que bordea la roca antes de llegar a la mina ya no parece tan vertiginoso como la semana pasada y, al costado de la barraca, se inicia otra conversación sobre la preservación de la historia. Aquí, en esta mina de vida efímera y acceso difícil, se podrían contar muchas historias, de los trabajadores y de los propietarios, pero, ¿cómo hacerlas llegar a la gente? Domenec nos explica que la única persona viva que recuerda estas minas de la posguerra solo las vio de niño, cuando acompañaba alguien que llevaba provisiones. Por lo tanto, sus recuerdos son parciales y selectivos; básicamente, son los de un niño. En España, recuperar la memoria histórica a través de los testimonios de sus protagonistas ha tenido que esperar unas cuantas décadas después de la instauración de la democracia.

Entramos en el Prat Gespador desde la pista del Coll de la Ceba, cambiando las pendientes abruptas y resbaladizas por este remanso de tranquilidad y verdor. Pep busca otra barraca de aquella salida de 2011 en otro punto y, tras cierta insistencia, la encuentra. Solo se ve una línea parcial de piedras pero ahora le aventura una antigüedad mayor, incluso quizás medieval.


Otra vez en el Prat Gespador

Bajando por el hayedo a la Pleta de les Vaques

Bajamos por el hayedo, siguiendo las marcas del PR, hasta la Pleta de les Vaques y repetimos la salida con Josep Mª Coll: la chimenea, la máquina de vapor, el pozo que conectaba con la galería de la Mina del Moreno, la línea de teleféricos, la vía que salía desde una mina hundida al pie de la pequeña sierra y conectaba con la última torre del teleférico antes de lanzarse al vacío hacia Font Freda; estructuras superpuestas que marcan distintas fases de industrialización.


La chimenea asociada a la máquina de vapor que extraía el material del pozo

El pozo de la Mina del Moreno y la primera torre del teleférico

El teleférico marca una línea recta hasta la Mina de Font Freda. Desde aquí, había una galería que subía hasta la Sala de Máquinas. Bajamos hasta la bocamina, cada vez más tapada por la vegetación y ahora casi inaccesible. Y a poca distancia, un hueco rectangular, postulado hace años por nosotros como un establo pero ahora como la entrada del teleférico para entrar en la galería.

Domenec vuelve a casa y nosotros nos quedamos a comer en la cuesta soleada encima de la mina. Resisto el canto de sirena de Pep para bajar a Teixó sin camino y volvemos por el camino del PR por la Mina del Moreno. Una delicia.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 7,5 km; 310 metros de desnivel acumulado.

 

29/9/2023 – La Mina Concepción

Hoy, Domenec no puede venir y volvemos a ser los 3 de siempre. Pep propone buscar la Mina Concepción, pasando por Vallfogona para seguir un camino que vimos la semana pasada en la bajada de la pista del Camp de l’Ermità a la casa de Vallfogona.

Aparcamos en el cruce de pistas con el camino de la Mina del Moreno delante, que según Domenec se llama La Canalassa. Será otro día caluroso. Subimos a Vallfogona por el mismo camino que bajamos la semana pasada pero con un ritmo más pausado que me permite mantenerme dentro de mi zona de confort. Cogemos el camino, que nos lleva a una bauma larga con marcas de humo en las paredes. En el pasado, debía utilizarse como abrigo, al menos esporádicamente. En distintos puntos, también vemos aros que marcan vías de escalada.


La bauma

El camino va bordeando los campos hasta empalmar otra vez con la pista, cerca del Camp de l’Ermità. Después de proveernos de manzanas, ponemos rumbo al Coll de la Ceba. Según el mapa que le pasó Domenec a Pep, la Mina Concepción estaba justo por debajo del Coll, y aquí iniciamos la búsqueda, sin éxito. Bajamos por la ribera derecha de un pequeño torrente metido en un barranco profundo, siguiendo una pista antigua. De repente, Pep ve el color inconfundible de una escombrera y Pep y Carles cruzan el barranco. Yo me quedo al otro lado, no sea que no haya nada y hay que volver. “Ven Steve”, me grita Pep al cabo de un rato. “Hay un camino que te encantará”.

El camino de la Mina Concepción

Con cierta dificultad, bajo la pendiente y llego al otro lado. Hay las ruinas de una barraca donde habrían dormido los trabajadores, y la escombrera, pero la mina ha desaparecido. Desde aquí sale un camino que aprovecha una repisa en la roca, que sigo intentando no mirar demasiado a la derecha, y luego baja a una antigua pista. Esta pista acaba delante del mismo barranco, pero más abajo, donde hay una pequeña explanada donde los camiones habrían dado la vuelta. Esta pista a su vez baja a la pista principal que cruzaba el barranco por el puente que ya no existe. Pero nosotros lo cruzamos por un camino precario utilizado por los animales, que son mucho más ágiles que yo.

Pasamos por la mina de Rotllan y seguimos bajando. Pep nos dice que quiere volver a un llano entre el Serrat del Mig y la Serra del Llamp, por si hubiera algo que en la primera visita no viera (que hicimos antes de iniciar el blog). Tiene el topónimo del Cort dels Porcs en el mapa del ICC pero, si hubiera un corral, tengo mis dudas de que fuera allí. Yo recuerdo un llano alargado conquistado por el bosque, entre líneas paralelas de roca, y además la entrada está en la dirección contraria. Al final, Pep no tiene más remedio que hacer un giro de 180 grados y subir sin camino. Pasamos por la pendiente más empinada para cruzar por el punto más alto y con una trepada final que pone a prueba mi elasticidad mermada. Bajamos al otro lado y allí está el llano, tal como lo recordé. Aquí comemos, con los árboles delante.

Saliendo del Cort dels Porcs


Después, recorremos el llano. No hay novedades. Salimos al Prat Gespador por un paso al lado de la pared de la Serra del Llamp. “Por fin, un lugar amable”, pienso. Y saboreo la luz, la hierba y la expansión abierta y llana mientras Pep y Carles buscan infructuosamente una barraca que encontramos hace 12 años en una salida de 2011. “Quizás nos pudo más la ilusión que la realidad”, musita Pep.

El Prat Gespador

Iniciamos el descenso por el PR al camino de la Mina del Moreno pero luego Pep se desvía en la Pleta de les Vaques y baja en línea recta por la pendiente, intentando cruzar uno de los caminos que marqué en mi etapa obsesiva. La pendiente es cada vez más escarpada y es en este momento, resbalando sobre las hojas y temiendo una caída aparatosa, que me prometo, esta vez sí, comprar unas botas nuevas antes de la próxima salida. Las actuales me han durado medio año; lo barato se paga caro.

Cruzamos una carbonera pero el camino que yo vi se ha esfumado. Con mis botas sin huella, llego abajo, en el camino bueno a escasos metros de la Mina del Moreno, donde me esperan Pep y Carles y volvemos al coche. Con los colores de principios de otoño, el camino es una delicia. Nunca me canso de recorrerlo.


La bocamina de la Mina del Moreno

El camino de vuelta

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,25 km; 340 metros de desnivel acumulado.



domingo, 1 de octubre de 2023

22/9/2023 – Las minas del Coll de la Ceba

La última vez que estuvimos en estas minas fue en 2012. Hace poco, Domenec las visitó y Pep decide que ha llegado el momento de volver y plasmar la información que pueda aportar Domenec.

Después de recoger a Domenec en La Pobla de Lillet, subimos hasta el cruce delante del Santuario de Falgars, donde aparcamos. Desde allí, arranca el camino a la casa de Vallfogona. Yo lo había subido en solitario al poco tiempo de tener los mapas y quizás una vez más desde entonces. Básicamente es una subida constante con unos 100 metros de desnivel, hasta llegar al nivel de la casa de Vallfogona. Yo recordaba una pequeña subidita y no estaba preparado para el ritmo brioso de mis compañeros. Me quedé desfondado para el resto de la salida.

El camino de subida desde Falgars a Vallfogona

Poco antes de llegar a la casa, vemos un camino que marcha hacia abajo y que, hasta ahora, había pasado desapercibido. Lo seguimos. Está muy tapado, hace décadas que no pasa nadie y acaba en una pared de roca con una repisa amplia a la altura de la cintura. “Una balma d’arnes”, proclama Pep. Aquí se guardaban unas colmenas para la miel.

Volvemos hacia atrás y continuamos hasta la casa. Domenec nos informa que ya hizo hace unos días el tramo del camino del Regatell que yo tanto temía repetir. Había pasado el track a un pequeño grupo en La Pobla que se dedica a limpiar caminos y, de hecho, son los autores de los curiosos hitos que hemos ido viendo en distintas salidas durante el año. “No sabes el favor que me has hecho”, le digo a Domenec, agradecido.

“Ya que estamos, ¿por qué no subimos al poblado medieval, a ver cómo van las excavaciones?”, propone Pep. La última vez que subimos, habíamos visto unas tentativas en lugares donde era obvio que no encontrarían nada. Desde entonces, ahora sí, haciendo caso de las orientaciones de Pep, han dado en el blanco y cuando llegamos, vemos claramente el dibujo de la iglesia, con todas las piedras que habían caído en el interior bien ordenadas por tipología en pilas.


Tras pasar siglos enterrada, la iglesia del poblado medieval de Sant Cristòfol ve la luz 

Otra vez en la casa de Vallfogona, bajamos el camino señalizado al cruce de pistas y empezamos a subir el camino a la Mina del Moreno. Al poco de empezar, vemos “Xalet” pintado sobre una pequeña tabla de madera clavada a un árbol. Se intuye un camino y lo seguimos un rato. Parece querer unirse a la pista y damos la vuelta. ¿Es el camino de Teixó o simplemente un atajo a la pista del Xalet del Catllaràs? Quizás nunca lo sepamos.

Seguimos subiendo el camino de la Mina del Moreno hasta el primer collado. Aquí nos viene al encuentro el posible camino del Teixó que vimos la semana pasada, ahora una pista naturalizada. Pero Domenec nos ha indicado un camino que nos llevará a las minas bajo el Coll de la Seba y que Pep quiere documentar. Yo lo había subido hacía mucho tiempo en otra salida solitaria. Con los mapas recién fotocopiados y prácticamente en blanco, había visto un laberinto de caminos relacionados con estas minas y durante un tiempo, me dediqué a intentar seguirlos obsesivamente. Ahora el camino está despejado y marcado con hitos totémicos.

Hito surrealista en la Mina del Rotllan

En el segundo collado, empezamos a subir la fuerte pendiente del camino de las minas, todas hundidas y solo detectables por las escombreras o acumulaciones de tierra sacadas del interior de las minas. Tuvieron una vida efímera durante los años 40. En mi mapa, yo había marcado con mi letra jeroglífica solo un emplazamiento, con la inscripción “Mina Concepción”. “Aquí me parece que no hay ninguna mina con ese nombre”, dice Domenec. “Debe estar en otro sitio”.

En esa empinada subida, nosotros llegamos a contabilizar tres minas, que serían la Mina del Rotllan, la Mina del Cisquetó, y la Mina Carmelita. Después de recibir el track y cotejar con el mapa que le envió posteriormente Domenec, Pep me dice que falta una, la Mina Concepción.

Domenec tiene que volver a La Pobla y emprende el largo camino de vuelta. Nosotros seguimos subiendo hasta el Coll de la Ceba. Aquí comemos pero, a pesar de resguardarnos, nos azota un viento frío del norte y suben nubes amenazadoras en el Coll de Pal. Me pongo el jersey pero tengo frío igual y, además, Pep, normalmente tan ansioso para volver a casa para transcribir documentos, no tiene ninguna prisa, envuelto en un mullido forro con capucha y se reclina cómodamente contra la pendiente de hierba. Al final, no aguanto más; me levanto y me encaro con él. En mi mejor voz de matón, le digo: “Necesito tu forro”. Después de aguantarme la mirada durante unos cuantos segundos, se levanta lentamente y nos ponemos en marcha. Ahora es todo cuesta abajo y no tardamos en salir del viento y disfrutar nuevamente del sol.

Amenaza tormenta en el Coll de Pal

En el Camp de l’Ermità, después de degustar las manzanas silvestres, Pep me da la opción de volver a Falgars por delante o por detrás. Opto por delante para tener más sol y bajamos a Vallfogona y luego a Falgars por el mismo camino por el que venimos.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 9,5 km; 500 metros de desnivel acumulado.

 

15/9/2023 – Los caminos de Teixó y Vallfogona

Hoy nos acompaña Domenec, con quien ya hemos salido en alguna ocasión en La Pobla de Lillet. Resulta que el Grup d’Estudis Lillet quiere hacer un catálogo de caminos tradicionales en un intento de protegerlos de la destrucción continuada (y ampliamente documentada en este blog) con motivo de la explotación forestal o, al menos, evitar más destrozos.

Según el programa que dibuja Pep, parece que repetiremos caminos que hicimos esta primavera y verano con Jaume. “¿Por qué no le mandas tus tracks?”, pregunto en el Mikado. “Así él los tendrá todos y nosotros nos ahorramos trabajo”. “Los tiene que ver in situ y entender cómo funcionan. La teoría, sin práctica, no basta”, sentencia Pep.

Hoy, su objetivo es recorrer el camino de La Pobla a las casas de Teixó y el camino de La Pobla a Vallfogona. Ambos salen del camino de La Pobla a Falgars, ahora GR4, aunque en distintos puntos.

Las aguas del Llobregat bajan teñidas de rojo después de las últimas lluvias

Nos encontramos con Domenec en el pequeño aparcamiento público en La Pobla de Lillet. Hay pequeños bancos de niebla y cielo tapado, con previsión de lluvia por la tarde.

Bancos de niebla desde el Primer Grau

Dejamos el camino de Falgars en el Primer Grau por el camino del Regatell, y luego seguimos el camino de Les Marrades, el camino del 600 hasta las casas medievales de Teixó, grupos de piedras colocados alrededor de un pequeño alto, todo ello acompañado de extensas explicaciones de la teoría de caminos. Son casi 400 metros de desnivel de un tirón que Domenec, a pesar de los 70 años cumplidos, sube sin esfuerzo aparente.


Bajando hacia el Regatell desde el Primer Grau 

Y la subida después de cruzar la riera seca

Por todas partes revolotean mariposas del boj y en toda la salida no veremos ni un boj vivo. En nuestras salidas de junio, aún estaban intactos.

Camino del 600

Pep consulta mis mapas para buscar una conexión entre Teixó y Vallfogona para así bajar a La Pobla por el camino que va siguiendo el Regatell desde el cruce de las pistas de Falgars y Vallfogona. Todavía traumatizado por la subida por ese camino el 14 de abril, le imploro que hagamos la bajada desde Els Rentadors.

Bajando hacia la pista del Xalet, topamos con un sapo que ha sobrevivido a la sequía. Después de dar unos pasos, se queda inmóvil, mirándonos de reojo. “Que sea rápido”, nos parece decir. Pero nosotros somos buena gente y no queremos hacerle ningún daño; un par de fotos como máximo. Mientras bajamos, me asalta una duda: “Nunca sabremos si era un príncipe. Nos falta la doncella”, observo. “Hombre”, replica Domenec, “los tiempos han cambiado. Yo creo que si lo besas tú, será igual de efectivo”.


¿Quién le besará?

En esas reflexiones sobre la intercambiabilidad de géneros, vemos un camino muy marcado que marcha a la izquierda de la pista del Xalet. “¿Lo probamos?”, propone Pep. “Mira primero mis mapas. Igual ya está hecho”, advierto. Resulta que sí, lo hice hace muchos años en otra salida solitaria y temerosa y enlaza con el camino que va a la Mina del Moreno. Pep sigue el trazado con el dedo. “Podría ser el camino de Teixó a Vallfogona, y nos llevará directamente al camino que baja el Regatell”. Cuenta las curvas de nivel. “Sólo 125 metros de desnivel”. Reitero mis súplicas de no bajar aquel camino infernal y Pep, magnánimo, renuncia a subir ese camino y continuamos hacia Els Rentadors. Creo que solo yo soy plenamente consciente de la magnitud de lo que acaba de pasar. Que Pep renuncie a un objetivo por mí es algo casi inaudito. Un cínico diría que, como todos lo hemos visto en el mapa, le es imposible imponer una agenda oculta e ir por la vía de los hechos consumados. Pero yo quiero creer que mi bienestar realmente le importa. Resuelvo que a partir de ahora, siempre que las circunstancias lo permitan, mi blog cantará las alabanzas de Pep y sus proezas como investigador histórico.

Bajamos a Els Rentadors, donde comemos. En otra época, habría criticado lo sombrío y la falta de vistas. Pero ahora veo que la elección es perfecta, ya que es un sitio resguardado que protege tanto del sol como de la lluvia y tiene unas piedras y bancales distribuidos perfectamente para que todos podamos sentarnos cómodamente y conversar.


El camino que sube al Tercer Grau, con el desfiladero seco del Regatell a la derecha y boj muerto por todas partes

Cruzamos la riera seca y empalmamos con el camino de Vallfogona, identificado al principio por unos hitos de piedras apiladas de forma ingeniosa, formando estructuras de inspiración oriental. El camino sigue el recorrido del Regatell, ahora encajado en un desfiladero estrecho. Los bojes muertos dan un aire fantasmagórico y una visibilidad del entorno que no existiría si todos estuvieran con hoja.

Salimos al camino de Falgars en el Tercer Grau e iniciamos el largo descenso hasta la Pobla de Lillet. A medida que bajamos, noto cada vez más cómo las piedras se clavan en la planta de mis pies. Me prometo comprar unas botas con suelas más gruesas.


El Parque de Aventura debajo del Bosc de Ventaiola

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,3 km; 460 metros de desnivel acumulado.

 

jueves, 14 de septiembre de 2023

8/9/2023 – Engañado en Puigventós

Nosotros también somos víctimas del cambio climático y durante dos meses, nos hemos quedado encerrados en casa, esperando temperaturas más frescas. Cuando por fin nos vemos otra vez en el Mikado, Jaume ya no puede venir ya que sus clientes están empezando a reclamar sus luces navideñas. Por su parte, Pol ha cambiado de colegio y por fin, podrá disfrutar de un día libre durante la semana, el lunes.

Reunidos los tres para iniciar el curso escolar, surge la pregunta eterna: ¿Dónde vamos? Tras algunos titubeos, Carles menciona que fue a la zona de Puigventós en una salida familiar y vio algunas cosas curiosas. “Que no se hable más”, dice Pep. Vuelvo a casa a buscar los mapas y ponemos rumbo a los Rasos de Peguera.

Aparcamos en la carretera debajo de la casa de Puigventós, dedicada al turismo rural. Su dueño también ha señalado algunas rutas de senderismo, con el Cim d’Estela como destino estrella. Al lado de un campo, hay una trumfera restaurada y señalada y otra no señalada, que es solo un hueco en la tierra. Subimos por los campos y entramos en el bosque, donde se ha habilitado una zona de juegos para niños en un claro, con casa de Ricitos de Oro incluida.

La trumfera

Y la casa en el bosque

Aquí, Carles nos muestra un camino que siguió de bajada con su familia (la subida la hizo por la pista) y que era el camino antiguo para subir al Col d’Estela. Está marcado con pintura verde y naranja, seguramente mucho antes de que el senderismo fuera un tema de interés institucional. Pep abre mi mapa y ¡oh sorpresa!, el inicio está marcado. No tengo recuerdos claros pero debe datar de alguna salida solitaria y temerosa que hice cuando aún era joven y guapo. “Steve venía con miedo pero hizo cosas”, concede Pep, disimulando su admiración.

Subimos con un gradiente constante. El camino es claro y está bien cuidado. Salimos a la pista delante de un bebedero seco para ganado, identificado como Font de la Balma de Puigventós. Por un camino menos claro, seguimos subiendo, pasando por la Balma y el origen del bebedero, también seco. Luego una carbonera en la pista y la Font del Pastor Sebastià, también seca. Subiendo con Pep le ha dado una nueva visión de esta cuesta, confiesa Carles, ya que hemos seguido un trayecto que no pudo con su familia.

Una de las fuentes secas

Llegamos al Coll d’Estela. Van pasando parejas rumbo al Cim d’Estela desde el otro lado, desde Corbera. Pero lo que Carles quería mostrar a Pep era un pequeño túmulo. Veo una pequeña elevación de hierba con piedras semi-enterradas que parecen dibujar un círculo. “No sabremos si hay algo debajo hasta que se haya hecho una excavación”, dice Pep. Dudo que lo lleguemos a ver nosotros.

Aún es pronto y Pep propone mirar de enlazar con el camino del Grau del Casalot que bajamos hace unos cuantos años, en 2016. Mirando el mapa, hay una pista que sale de la zona de juego y se acerca bastante a un camino que dejamos a la izquierda en aquella bajada. La pista acaba en un depósito de agua y continúa un camino que nos deja precisamente en el punto de subida.

Vista del Cim d'Estela

“¿Qué os parece si comemos arriba?”, propone Pep. “¿Cuánto desnivel hay?”, pregunto, desconfiado. Carles abre su teléfono donde tiene un mapa bastante bueno del ICC (que ya no se puede bajar) y allí tiene marcado dónde estamos y dónde está el grau. Las curvas de nivel están en color marrón, muchas finas y de color claro y unas pocas más gordas. “A ver, las de 25 metros”, dice, y empieza a contar. “Uno, dos, tres, cuatro, … hay bastantes …cinco, seis …”. “No lo estás haciendo bien”, interrumpe Pep. “Las de 25 metros son las gordas, no las finas”. Y las cuenta. “Mira, no llegan a tres”. Y me mira fijamente como Lord Kitchener a los pobres jóvenes ingleses en la Primera Guerra Mundial. “Tú puedes subir 75 metros, ¿verdad?”, me reta. “Por supuesto”, contesto, al igual que los entusiastas reclutas de 1914, y nos ponemos en marcha hacia arriba.

Unos quince minutos después, todavía no hemos salido del bosque y no se ven por ningún sitio las rocas del grau. “Me parece que los 75 metros los hicimos hace rato”, protesto. “¿Seguro que las líneas gordas no son de 100 metros?”. “Debe quedar poco”, contesta Pep, tirando pelotas fuera, y aprieta el ritmo. La pendiente es cada vez más empinada. Lo que es una maravilla bajando es una tortura subiendo. Unos 10 minutos después, veo las rocas del grau, pero todavía hay que negociar el pasillo de roca antes de salir arriba al prado.

Mientras comemos, pido a Carles que me muestre el mapa y lo estudio con detalle. Las curvas de nivel no tienen número pero todo parece indicar que las líneas finas son de 20 metros, con 5 líneas finas entre cada línea gorda, que serían de 100 metros. “Esto no va a quedar así”, pienso, rencoroso. “Cuando llegue a casa y baje el track, veremos quién ha engañado a quién”.

Después de comer, bajamos por el prado hacia la carretera de Rasos de Peguera, “para que sea más suave”, dice Pep, conciliador. La pista que tanto le indignó en 2016 ya está medio borrada. En la carretera, salimos en la primera curva por un camino que yo desconocía y que baja por la ribera izquierda del Torrent dels Porxos.

Antes de salir otra vez en la carretera, el camino se bifurca. Hacia la izquierda, parece ir hacia nuestro camino del grau. Nosotros giramos a la derecha y salimos a la carretera encima de la casa dels Porxos. Seguramente, era el camino que usaban desde esa casa para subir a los Rasos. A partir de aquí, queda un largo trecho de carretera hasta llegar al coche.


La vista hacia el suroeste desde cerca del Coll d'Estela

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,2 km; 525 metros de desnivel acumulado.

PD. Cuando bajé el track al ordenador, medí con precisión el desnivel de la subida al grau. 220 metros.

 



lunes, 10 de julio de 2023

23/6/2023 – Falcús

Ha pasado una semana y Jaume viene al Mikado con un nuevo encargo derivado de sus lecturas notariales: buscar la casa medieval de Falcús. Ya existen los topónimos de Serra de Falcus y Bac de Falcús, que separan la casa de Arderiu y el valle de Junyent de la zona del Xalet del Catllaràs.

Aparcamos cerca de la pista que sube del barrio de Corominas hacia el Catllaràs, encima de la casa de El Prat, y continuamos a pie, subiendo un valle estrecho en la próxima curva. El camino va pasando al costado de antiguos huertos y luego se abre para mostrar pequeños campos. Giramos a la izquierda para tomar una especie de pista naturalizada, que sigue subiendo con fuerte pendiente. De repente, me viene a la memoria una subida que hicimos Pep y yo en julio de 2017 en busca de la Mina de Montraveta.

“Llegaremos a una fuente, allí te saqué una foto que está en el blog, y más arriba encontramos la mina”, digo. Al principio, Pep me mira con escepticismo pero después él también lo recuerda. “Claro que sí … y también había un pequeño teleférico para bajar el carbón a La Pobla”.

Llegamos a la fuente, que es más bien una especie de surgencia que sale de la roca porosa. Encima de la fuente, ya llegando a la mina, sale un camino a la izquierda. Nosotros no lo seguimos ya que fue la ruta que tomamos después de llegar a la mina aquel día de 2017. Nos llevó a unos campos y luego al camino que sube al Xalet desde el barrio de Corominas. Pero eso no lo sabe Jaume y lo empieza a seguir. Intentamos decirle que allí no hay nada pero es tozudo y no queda más remedio que espera a que vuelva.


Decidiendo el próximo paso en la Mina de Montraveta

En la mina, Pep muestra a Carles y Jaume la pequeña vía, que acaba en un esperón rocoso donde estaría el teleférico. Detrás, hay una fuerte subida de unos 200 metros de desnivel hasta llegar a un collado (Collada Cerdana) donde Pep y yo comimos aquel día en 2017, después de llegar desde el camino del Xalet. Después, bajamos por el otro lado para entrar en la zona de Capdevila.

Pero hoy Pep tiene otros planes. “Steve me ha dicho que quiere subir esta cuesta”, dice. “Siempre disfruta con los retos”, añade. Todos – excepto quizás el perro – sabemos que es mentira, pero la lógica se impone e iniciamos la subida. La dureza de la subida se rompe con el descubrimiento de más cerezos, con el mismo efecto sobre Pep que la semana pasada.


La trampa de las cerezas

Como es habitual, soy el último en llegar al collado. Veo dos mochilas y un bastón, Carles y Jaume que suben el pequeño cerro atrás por el lado izquierdo y Pep que va hacia la derecha por el final de la pista, ahora totalmente naturalizada. Me asigno la misión de proteger las mochilas contra los maleantes del lugar y me siento en la hierba y contesto correos. Al cabo de unos 10 minutos, oigo a Pep que grita atrás, al lado opuesto del cerro, es decir, el lado izquierdo. “Estará intentando encontrar a los demás”, pienso, y continúo disfrutando del sol y las temperaturas suaves. Los gritos se vuelven más insistentes y al final, oigo “¡¡Steve!!”. Giro la cabeza. Resulta que han encontrado una casa medieval y tengo que marcar el punto con mi GPS. “¿Por qué no me llamaste por teléfono?”, pregunto cuando le alcanzo. “¿Yo? ¿Por teléfono?”, me contesta, sorprendido.


Tiempo de orquídeas

Me guía hasta donde están los demás mientras me explica la operativa. “Fue una maniobra de pinza perfectamente organizada con tres puntos de ataque, yo por el noreste y los otros dos por el noroeste, a diferentes alturas. Bajo mi liderazgo, el éxito estaba asegurado”.

Llego a la casa, rocas apiladas con una forma vagamente rectangular con la espalda protegida por el cerro, perdida entre el boj. “Podría ser la casa de Falcús”, aclara Pep. “Entonces, ¿podemos ir a casa ahora?”, pregunto. “No, primero hay que ir a la serra de Falcús y comprobar si hay alguna estructura allí”.

Llegar allí implica otros ciento y pico metros más de desnivel y, evidentemente, no hay nada allí. Un bosque tallado, ramas tiradas en el suelo, un camino que han hecho las vacas. Aquí comemos y después continuamos por el lomo hasta llegar a la pista que baja a Arderiu, que seguimos.

Bajando hacia Arderiu

A la altura de la casa, nos desviamos por un camino que tenía empezado en mi mapa pero no acabado. Pensaba que había quedado destruido por una pista de desembosque que se había abierto al lado, pero no, siguen trayectorias diferentes. Tras constatar una especie de pleta bajo una bauma, continuamos y volvemos al lomo de la serra de Falcús.

Hemos cubierto todos los objetivos. Bajamos la cuesta empinada hasta llegar al camino señalizado que lleva al monasterio de Santa María. Jaume se aparta, ahora a la izquierda, luego a la derecha, en busca de casas en lugares imposibles. Pep y yo tenemos una edad y no estamos dispuestos a seguirle en estas misiones condenadas al fracaso. Ante la imposibilidad de imponer una disciplina, la nueva estrategia ahora parece consistir en convenir un punto de reencuentro y que “vagi fent”. La última espera se hizo en el punto de desvío del camino que baja al Gorg de la Lleona, unos minutos que dieron pie a una conversación tranquila.

Tomamos el desvío que va hacia Corominas, que pierde casi toda su categoría en la cuesta empinada de la Costa de l’Agoit, convirtiéndose en un camino estrecho que va enlazando pequeños campos excavados en la pendiente, hasta llegar a una pista que nos acaba llevando a los coches. Ha sido un día largo.

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 8,5 km; 660 metros de desnivel acumulado.


16/6/2023 – El molino de Vallfogona (último intento)

¡Cuántos contratiempos! Mal tiempo, gripes, compromisos, conferencias, viajes. Todo esto y más nos han impedido reunirnos los viernes para salir. Jaume ha encontrado unas piedras sospechosas en el curso inferior del Regatell y, a pesar de la sequía, ¡agua! y nos lo propone como posible emplazamiento del molino.

Hoy, Pep, Carles y yo nos reunimos en el Mikado, tras casi dos meses de ausencia. Llego con un cuadro agudo de síndrome del impostor. A principios de junio, fui a Miravet para recorrer el entorno de la Batalla del Ebro. Nos guió una pareja que se dedica profesionalmente a la Guerra Civil Española y son auténticos referentes. Luego en el Zoom semanal con unos amigos ingleses del cole, escucho a mis compañeros diseñar un complejo proyecto medioambiental con la misma facilidad que yo haría la lista de la compra, y además te identificarán cualquier pájaro con solo escuchar un par de notas. Y para colmo, Pep y Carles recorren en sus conversaciones casas, linajes y pergaminos con un nivel de detalle deprimente. “Nadie aquí sabe inglés mejor que tú”, me dice Carles, siempre intentando animar. “No me consuela”, contesto.

Nos encontramos con Jaume en el barrio de Corominas en La Pobla de Lillet. Subimos la pista que va hacia el Xalet del Catllaràs y al cabo de unos 400 metros, salimos a la derecha por un camino que ninguno de nosotros, excepto Jaume, habíamos recorrido. Tantas veces subiendo y bajando esta pista y nadie se había fijado en el camino. Baja hacia el Regatell, aquí con agua, y nos lleva por antiguos huertos, algunos abandonados no hace tanto tiempo. Vamos subiendo el curso de la riera; todos los amontonamientos de piedras que muestra Jaume son descartados uno por uno por Pep. Por más que lo quisiera Jaume, aquí no había molinos.


Entrando en los huertos del Regatell

Pasamos por las nuevas instalaciones de captación de agua, seguimos subiendo hasta llegar a la surgencia, donde cruzamos la riera y vamos subiendo por los campos en la ribera derecha. Aquí tampoco las propuestas de Jaume prosperan. La falta de resultados se compensa con la abundancia de cerezas, pequeñas y dulces, una fruta por la cual Pep siente una especial debilidad. “Si fuera Eva, no me dejaría tentar por una mera manzana”, me confiesa entre bocados de cerezas. “Pero si la serpiente me ofreciera cerezas, no resistiría ni un minuto”.

¿Natural o hecho por el hombre?

Dejamos los campos y volvemos a la pista. En una cresta, Jaume me señala dos caminos de jabalí que bajan con fuerte pendiente, uno hacia la derecha y otro hacia la izquierda. Me apoyo contra un pino, esperando la llegada de Pep, que no para de comer cerezas. “Mira estos dos caminos”, le dice Jaume cuando llega. Pep les echa una ojeada y da media vuelta sin decir nada. “Cuando profundizas, siempre acaban saliendo cosas”, dice Carles, conciliador.


Orella d'os, una flor cada vez más común, a pesar del cambio climático

Ponemos rumbo al mismo campo donde comimos hace dos meses, en la entrada al camino que sube al Primer Grau. Paso el trayecto quitando las hormigas que recogí cuando me apoyé en el pino.

La bajada al puente crea una especie de montaña rusa peatonal e igual de emocionante

Después de comer, subimos al Primer Grau y luego bajamos hacia La Pobla. Entramos en el Bosque de Ventaiola, hasta tener la casa delante, donde alguien está trabajando en una de las casetas adyacentes. A poca distancia, hay una pequeña placa de madera clavada en la tierra, donde pone que es propiedad privada y el paso está prohibido. Jaume pasa al lado izquierdo de la casa, con la intención seguir bajando en línea recta por el jardín de la casa. “¿Dónde vais?”, se oye desde la caseta y sale un hombre de unos 40 y pocos años. “A La Pobla”, contesta Jaume. “Veréis la pista un poco más a la izquierda. Aquí es propiedad privada”, dice el nuevo propietario, de momento de buen rollo.

Las sequoias del Bosque de Ventaiola

Vista de La Pobla, y detrás, Clot del Moro

Le hacemos caso. En la bajada hacia la pista, Jaume comenta que la casa lleva años vacía y todo el mundo bajaba por donde él quería bajar. Pasamos por la Font del Roure y seguimos bajando, desviándonos para cruzar un pequeño puente que conectaba el barrio de Corominas con la otra ribera del Regatell, sin tener que bajar al pueblo. Otra pequeña joya que desconocíamos.

El puente hacia Corominas

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 6,4 km; 365 metros de desnivel acumulado.