Aquí relato nuestras salidas por los caminos del Berguedà y comarcas vecinas. Como lo pasamos muy bien, queremos comunicar sobre todo buen humor y alegría pero también tiene un fondo muy serio: el camino como bien patrimonial, pieza esencial para entender la historia y digno de conservación. Es nuestra misión desde hace más de 15 años.



jueves, 14 de septiembre de 2023

8/9/2023 – Engañado en Puigventós

Nosotros también somos víctimas del cambio climático y durante dos meses, nos hemos quedado encerrados en casa, esperando temperaturas más frescas. Cuando por fin nos vemos otra vez en el Mikado, Jaume ya no puede venir ya que sus clientes están empezando a reclamar sus luces navideñas. Por su parte, Pol ha cambiado de colegio y por fin, podrá disfrutar de un día libre durante la semana, el lunes.

Reunidos los tres para iniciar el curso escolar, surge la pregunta eterna: ¿Dónde vamos? Tras algunos titubeos, Carles menciona que fue a la zona de Puigventós en una salida familiar y vio algunas cosas curiosas. “Que no se hable más”, dice Pep. Vuelvo a casa a buscar los mapas y ponemos rumbo a los Rasos de Peguera.

Aparcamos en la carretera debajo de la casa de Puigventós, dedicada al turismo rural. Su dueño también ha señalado algunas rutas de senderismo, con el Cim d’Estela como destino estrella. Al lado de un campo, hay una trumfera restaurada y señalada y otra no señalada, que es solo un hueco en la tierra. Subimos por los campos y entramos en el bosque, donde se ha habilitado una zona de juegos para niños en un claro, con casa de Ricitos de Oro incluida.

La trumfera

Y la casa en el bosque

Aquí, Carles nos muestra un camino que siguió de bajada con su familia (la subida la hizo por la pista) y que era el camino antiguo para subir al Col d’Estela. Está marcado con pintura verde y naranja, seguramente mucho antes de que el senderismo fuera un tema de interés institucional. Pep abre mi mapa y ¡oh sorpresa!, el inicio está marcado. No tengo recuerdos claros pero debe datar de alguna salida solitaria y temerosa que hice cuando aún era joven y guapo. “Steve venía con miedo pero hizo cosas”, concede Pep, disimulando su admiración.

Subimos con un gradiente constante. El camino es claro y está bien cuidado. Salimos a la pista delante de un bebedero seco para ganado, identificado como Font de la Balma de Puigventós. Por un camino menos claro, seguimos subiendo, pasando por la Balma y el origen del bebedero, también seco. Luego una carbonera en la pista y la Font del Pastor Sebastià, también seca. Subiendo con Pep le ha dado una nueva visión de esta cuesta, confiesa Carles, ya que hemos seguido un trayecto que no pudo con su familia.

Una de las fuentes secas

Llegamos al Coll d’Estela. Van pasando parejas rumbo al Cim d’Estela desde el otro lado, desde Corbera. Pero lo que Carles quería mostrar a Pep era un pequeño túmulo. Veo una pequeña elevación de hierba con piedras semi-enterradas que parecen dibujar un círculo. “No sabremos si hay algo debajo hasta que se haya hecho una excavación”, dice Pep. Dudo que lo lleguemos a ver nosotros.

Aún es pronto y Pep propone mirar de enlazar con el camino del Grau del Casalot que bajamos hace unos cuantos años, en 2016. Mirando el mapa, hay una pista que sale de la zona de juego y se acerca bastante a un camino que dejamos a la izquierda en aquella bajada. La pista acaba en un depósito de agua y continúa un camino que nos deja precisamente en el punto de subida.

Vista del Cim d'Estela

“¿Qué os parece si comemos arriba?”, propone Pep. “¿Cuánto desnivel hay?”, pregunto, desconfiado. Carles abre su teléfono donde tiene un mapa bastante bueno del ICC (que ya no se puede bajar) y allí tiene marcado dónde estamos y dónde está el grau. Las curvas de nivel están en color marrón, muchas finas y de color claro y unas pocas más gordas. “A ver, las de 25 metros”, dice, y empieza a contar. “Uno, dos, tres, cuatro, … hay bastantes …cinco, seis …”. “No lo estás haciendo bien”, interrumpe Pep. “Las de 25 metros son las gordas, no las finas”. Y las cuenta. “Mira, no llegan a tres”. Y me mira fijamente como Lord Kitchener a los pobres jóvenes ingleses en la Primera Guerra Mundial. “Tú puedes subir 75 metros, ¿verdad?”, me reta. “Por supuesto”, contesto, al igual que los entusiastas reclutas de 1914, y nos ponemos en marcha hacia arriba.

Unos quince minutos después, todavía no hemos salido del bosque y no se ven por ningún sitio las rocas del grau. “Me parece que los 75 metros los hicimos hace rato”, protesto. “¿Seguro que las líneas gordas no son de 100 metros?”. “Debe quedar poco”, contesta Pep, tirando pelotas fuera, y aprieta el ritmo. La pendiente es cada vez más empinada. Lo que es una maravilla bajando es una tortura subiendo. Unos 10 minutos después, veo las rocas del grau, pero todavía hay que negociar el pasillo de roca antes de salir arriba al prado.

Mientras comemos, pido a Carles que me muestre el mapa y lo estudio con detalle. Las curvas de nivel no tienen número pero todo parece indicar que las líneas finas son de 20 metros, con 5 líneas finas entre cada línea gorda, que serían de 100 metros. “Esto no va a quedar así”, pienso, rencoroso. “Cuando llegue a casa y baje el track, veremos quién ha engañado a quién”.

Después de comer, bajamos por el prado hacia la carretera de Rasos de Peguera, “para que sea más suave”, dice Pep, conciliador. La pista que tanto le indignó en 2016 ya está medio borrada. En la carretera, salimos en la primera curva por un camino que yo desconocía y que baja por la ribera izquierda del Torrent dels Porxos.

Antes de salir otra vez en la carretera, el camino se bifurca. Hacia la izquierda, parece ir hacia nuestro camino del grau. Nosotros giramos a la derecha y salimos a la carretera encima de la casa dels Porxos. Seguramente, era el camino que usaban desde esa casa para subir a los Rasos. A partir de aquí, queda un largo trecho de carretera hasta llegar al coche.


La vista hacia el suroeste desde cerca del Coll d'Estela

Con eso, damos por concluida la salida de hoy. 10,2 km; 525 metros de desnivel acumulado.

PD. Cuando bajé el track al ordenador, medí con precisión el desnivel de la subida al grau. 220 metros.

 



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